Quiero mi vacuna: devenires y ecos de época
Córdoba sigue colapsada sanitariamente y las restricciones -dispuestas por decreto nacional- se levantaron el lunes. Las especulaciones para tomar nuevas restricciones son un minuto a minuto que evidencia la irresponsable gestión local. El plan de vacunación se aceleró y las noticias sobre las próximas partidas y fabricación nacional están en todos los portales. Los sentidos sobre la vacuna contra el coronavirus están en disputa, pero no podemos negar que, hoy, traza nuevas esperanzas.
Por Redacción La tinta
Durante toda la semana, comenzaron a llegar turnos para vacunación a un nuevo segmento etario: menores de 50 años, incluso jóvenes sub 30. En algunos casos, se trata de docentes, en otros casos, de personas con comorbilidades y, en otros, de quienes se habían anotado a fin del año pasado. No sabemos con certeza cómo funciona la asignación de turnos, pero sí cómo toca el cotidiano de los últimos días.
Los mensajes de aviso de turnos por Whatsapp inundaron grupos y los chats se llenaron de alegrías expresadas en stickers. En las redes sociales, un loop de fotos de agradecimiento y felicidad de jóvenes ya con su primera dosis. Escenas que, desde los centros vacunatorios, detrás de barbijos y con el carnet sellado, retratan el alivio y la conquista de esperanzas. En paralelo, otras personas preocupadas y con miedo porque no les llega su turno, el difícil ejercicio de la espera en un mundo acelerado y con la constatación de la muerte. Los informes desde los hospitales son claros: quienes están en las UTI tienen menos de 50 años y, en nuestra provincia, el sistema sanitario está colapsado. Ayer hubo 4.996 casos nuevos y en total el acumulado es de 321.993 casos. No podemos acostumbrarnos a esas cifras, que tienen nombres, familias e historias.
Para la generación millennial -geriátrica o no- durante la primera primera ola -si es que aún podemos seguir pensando en esas temporalidades-, la preocupación estaba fijada en el anhelo de que vacunaran a les familiares mayores, quienes, en ese entonces, corrían riesgo. Así festejamos las primeras tandas de vacunas para abueles, padres y madres que tenían más de 65 años. Oímos historias de encuentro en los vacunatorios, relatos de cómo se daban ánimo, saludos emocionados y gestos de apoyo después del primer confinamiento. Nosotres decíamos entonces: “Ahora mi mamá está inmunizada”, “Estoy tranquila, mi papá no va a morir por COVID”. Y así tejimos esperanzas en medio de la incertidumbre.
Hasta hace pocos meses, mientras comenzaba el plan de vacunación, veíamos de lejos el arrebato de las nuevas cepas en otras latitudes. En la meseta del verano, pensábamos que podíamos convivir con algún tipo de “nueva normalidad”. Pero, de pronto, la virulencia de esta segunda ola se instaló y transformó muchos sentidos sobre la pandemia, los cuidados y, sobre todo, la vacuna.
El récord de contagios, el número de muertes y la evidencia de que el bicho pica cerca han generado miedo y angustia, así como la pregunta de quienes merecen más que otres la vacuna. Esos delgados límites y dilemas éticos de un tiempo de incertidumbre y de la imperiosa necesidad de salvarnos que sentimos todes, quizá como el eco de un clima de época.
Hablar de las vacunas contra el COVID no es tan sencillo, en paralelo a los relatos que tocan el mundo de nuestros afectos, un aparato mediático y sectores sociales complejiza el debate: escándalos por vacunatorios VIP, el descreimiento sobre cuál es más efectiva, las teorías negacionistas y conspirativas, las marchas contra las vacunas, la desacreditación científica y los discursos sobre la autonomía o la decisión de vacunarse o no. Muchas veces, todo parece arrojarnos a una disputa absurda. La vacuna es un derecho de todes, la prioridad se organiza para salvar vidas de quienes están en mayor exposición o vulnerabilidad, criterios científicos que también se disputan, porque el lobby nunca descansa, y menos cuando los recursos son escasos. Y entonces, la pregunta será: ¿realmente hay muchas personas en la trinchera “anti vacuna” hoy? ¿Dónde está el eje de la discusión? Lo que falta son vacunas, sí, pero es un problema a nivel mundial y es parte del mapa de la desigualdad y la reorganización geopolítica.
En nuestro país, el plan estratégico de vacunación avanza. El Ministerio de Salud de Nación informó que un nuevo vuelo desde Moscú traerá 800.000 dosis de componente 1. Y con fecha a confirmar, otro traerá 100 mil dosis de componente 1 y 400 mil dosis del componente 2. Un total de 1.3 millones de dosis nuevas. También se confirmaron 900 mil dosis de AstraZeneca que llegarán el lunes. El total dará la suma de 19.832.000 dosis hasta el momento. Las negociaciones por nuevos lotes continúan y todo parece indicar que la escalada del plan seguirá vigente. Por otro lado, el instituto Gamaleya ha confirmado la calidad de la versión Industria Argentina y se avanzará en la importación de antígenos de los componentes 1 y 2 para que seamos parte de la cadena de producción de Sputnik V.
Asimismo, la Provincia de Córdoba señala que ya se han aplicado un total de 1.095.792 entre primeras y segundas dosis, y que el ritmo dependerá de la llegada de nuevas partidas. Algunos municipios del interior han manifestado que la distribución es desigual y desorganizada, ya que se están usando censos desactualizados (el último, de 2010), lo mismo ha pasado con reclamos desde sectores docentes que no recibieron la primera dosis mientras se obliga a la presencialidad.
El acceso a las vacunas es político
Que te imantan, que te insertan un chip, que la rusa no porque te ponen ideología. La china es peor. ¿Por qué no la Pfizer? ¿Y la producción nacional? Te inyectan comunismo. Es un plan de dominación mundial, es la nueva guerra. Si me toca la rusa, no puedo entrar a Europa. Quiero que me dejen elegir. La AstraZeneca te puede dar trombosis. Que cada quien pueda comprarse su vacuna. Hay que ir a Miami, allá sobran vacunas. La lista es larguísima, sigan ustedes, e incluso pueden recordar a personajes de la televisión y la política propalando fakes.
¿Cuántas veces, antes de esta distopía, pensaste cómo se produce una vacuna, quién la hace, cómo es el proceso y qué implican en el cuerpo? ¿Cuántas veces pensaste en no vacunarte contra la gripe o las clásicas vacunas del calendario obligatorio? Los cruces en los discursos tienen matices y no podemos generalizar ni caer en reduccionismos. También comprendemos los posicionamientos y sistemas de creencias personales, pero hay una realidad: estamos frente a una pandemia inédita y sin precedentes en el corto plazo. Y los datos dan cuenta de que la vacuna está permitiendo en diferentes países que se aplane la curva y las personas no mueran.
Podemos trabajar sobre muchas estadísticas, que nos sirven para argumentar y generar debates que no agrieten posiciones, que eso es lo que nos sobra en este territorio. Pero no es la intención de esta nota. Googleen, porque acá, por lo pronto, intentamos compartir lo que venimos pensando, para deshilvanar sentidos a veces atados al egoísmo, la falta de empatía, la profundización de la individualidad y el odio. Las discusiones se polarizan de tal manera que obturamos la posibilidad del diálogo, todes estamos cansades y, además, ahora tenemos miedo de enfermar, de que alguien del entorno se muera, de quedar sin laburo, de no llegar a fin de mes. ¿Cómo no caer en la grieta sanitaria o de las libertades individuales? ¿Acaso tenemos que poner la energía en debatir sobre esto?
El vacunómetro está a full: ¿quién tiene la verdad en una época de post verdades? ¿Cuánto importan las validaciones de la ciencia cuando nos regimos por cadenas en Whatsapp o noticias basadas en prejuicios? La desinformación y la pluralidad de fuentes logran un trabajo efectivo que no hace más que profundizar el malestar y usar las emociones como forma de control social.
Hay un plan estratégico de vacunación, es una política de salud pública y hay prioridades. Mientras eso prosigue, hay que mantener los cuidados, sostener lo comunitario con gestos de amor, una política de la ternura en tiempos difíciles. Vacunarse es, al mismo tiempo, un acto de supervivencia personal y de solidaridad social.
No podemos desconocer la carrera comercial en la producción de vacunas, como tampoco la disputa política que eso conlleva. Como un déjà vu de la guerra fría, ahora parece que la cuestión es quién tiene la mejor y mayor cantidad de vacunas. Un nuevo escenario geopolítico en juego. Mientras, seguiremos gritando que el mundo se volvió aún más desigual y que sólo la liberación de las patentes podría mostrar algún signo de nueva humanidad. Todes merecemos el derecho a vacunarse.
En el devenir de vacunarnos o no, de creer o no en la vacuna, la dura realidad y el espejo que nos devuelve la posibilidad de la muerte, nos pone en otro lugar. La peor vacuna es la que no se pone. Y vacunarnos es una apuesta a la vida.
¡Liberen las patentes!
Info de Servicio
La Defensoría del Público de Córdoba está brindando un servicio para personas que esperan recibir su primera dosis de la vacuna COVID-19 y que, a pesar de estar inscriptas en el sistema provincia, no fueron convocadas. El servicio está destinado a personas mayores de 60 años y personas cuya función o condición demanden atención prioritaria, que hayan perdido su turno, extranjeros mayores de 60 años con DNI “en proceso”, extranjeros mayores de 60 años sin DNI y personas sin domicilio en la provincia que tengan ese límite etario o más. También es para personas menores de 60 años que se desempeñan como personal esencial, personas con discapacidad y quienes tengan inconvenientes en el sistema por la aparición de otras personas con el mismo DNI.
En todos los casos, ya deberán estar registradas en el sistema. Para iniciar el trámite, podés comunicarte al teléfono 3513827586 o completar el formulario disponible en www.defensorcordoba.org.ar.
*Redacción La tinta / Imagen de portada: La tinta.