Quiénes son y qué hay detrás de los grupos negacionistas de la cuarentena

Quiénes son y qué hay detrás de los grupos negacionistas de la cuarentena
2 junio, 2021 por Redacción La tinta

Los antivacunas se ligan con los sectores más conservadores y extremos en el mundo, y en Argentina, convergen con el partido de Biondini. Sus teorías conspiranoicas desvían el eje del debate necesario.

Por Karina Micheletto para Página 12

Mientras en la Argentina las cifras de la pandemia trepan a sus récords más dolorosos, y la adquisición y distribución de vacunas ocupa la agenda política, los grupos negacionistas siguen mostrando su poder de fuego. La autodenominada ONG «Médicos argentinos por la verdad» tuvo una nueva aparición estelar organizando una marcha en contra de las restricciones en Rosario, que aunque no fue masiva, ocupó los medios, terminó con detenciones, procesamientos y la denuncia a uno de los asistentes por amenazas a una reportera gráfica.

No son la única organización de este tipo en la Argentina ni en el mundo (y de hecho, esta en particular responde a otra con el mismo nombre creada en España). Pero todas están cosidas por un mismo hilo ideológico: no son sólo fervientes propaladoras de mitos antivacunas y anticuarentena, también son antiaborto, antisemitas, «anticomunistas» y están ligadas a las derechas extremas y grupos neonazis de todo el mundo.

Ese núcleo duro es quirúrgicamente obviado según las circunstancias, o envuelto en un discurso «antisistema», que suma adeptos de las más variadas filosofías «alternativas» y «antihegemónicas». Los verdaderos debates alrededor del sistema (si esta pandemia no debería llamar a repensar los modos de distribución de la riqueza, por ejemplo) quedan mientras tanto tapados entre tanta teoría conspiranoica. ¿Quiénes son y qué hay detrás de estos grupos negacionistas de la pandemia?

Una verdad de derecha

Médicos por la verdad surgió en la Argentina poco tiempo después que el primer grupo en Madrid, en julio del año pasado. Están en contra de la vacuna y de la cuarentena, pero también del uso de barbijo, porque «asfixia y trae gérmenes» y es «un modo más de acallar nuestra voz». Sostienen que la pandemia es una conspiración global que obedece a distintos intereses, entre los que se mezclan Bill Gates, el 5G, las «dictaduras mundiales» que buscan «someter a la población». Llaman a levantarse «contra la tiranía médica», a «despertar», a librar “una guerra por la verdad». Celebran que ya son “70 mil soldados digitales”.

Junto a este discurso de tono bélico, suman otro que apela a las fuerzas de la naturaleza: “Tu búsqueda empieza y puede terminar en un segundo, la pacha, la tierra y el cielo están esperándote”, anuncia Mariano Arriaga, el médico oftalmólogo que se presenta como principal referente de la organización en el país.

A nivel local, suelen comparar las restricciones con la última dictadura cívico-militar, concluyendo que «esto es mucho peor».

En ese y otros puntos, sus discursos se asimilan a los de la oposición política y sus alas duras, aunque siempre son emitidos desde el lugar de la «apolítica», o más precisamente, la «anti política».

Promueven el uso del dióxido de cloro, la inmunidad del rebaño, cuestionan también los PCR, denuncian que con los hisopos se insertan por vía nasal microchips o fármacos. En las redes de Médicos por la Verdad, pueden leerse posteos sobre «el efecto magnético actual»: según esta teoría, los Estados subirían «la radiofrecuencia» durante el día y tirarían metales pesados desde aviones por las noches, para una mejor propagación de esa radiofrecuencia que no termina de definirse.

En los comentarios, se pasan consejos sobre qué decir a la policía si los paran por ir sin barbijo en la calle. O, increíblemente, relatos de gente que «se resfrió sin olfato», pero «se mentaliza» y sigue haciendo vida normal. Sin barbijo, por supuesto.

“Epidemiólogos Argentinos Metadisciplinarios” es un grupo similar, con difusión en las redes. En España, la Organización Médica Colegial (OMC) acaba de pedir informes deontológicos específicos sobre los médicos negacionistas de la COVID, entre los que se encuentra Médicos por la Verdad.

La mujer de la ola celeste y el hombre de las amenazas

La cara más visible de Médicos por la Verdad es el oftalmólogo Mariano Arriaga, que estuvo procesado en 2011 por haber truchado una operación de glaucoma a un paciente en el Hospital Naval de Ushuaia: pasó los honorarios a la obra social DIBA y le hizo un pinchazo, pero cuando el hombre comprobó que la dolencia seguía, consultó a otros profesionales y se comprobó que no sólo no existió la operación, además el diagnóstico era incorrecto. Finalmente, obtuvo la probation, tuvo que cumplir un año de tareas comunitarias y pagar una multa.

También está Chinda Brandolino, una médica que tuvo momentos de fama en programas como los de Viviana Canosa y Nicole Neumann, y como “La mujer de la ola celeste” en las redes. Siempre con una gran cruz al cuello y acompañada por una virgen de Luján, se hizo visible también en la lucha contra la sanción de la ley del aborto y fue una de las expositoras en el Senado. Hoy está juntando 1 millón de firmas para pedir que sea derogada.

En 2019, llamó a votar al Frente Patriótico de Alejandro Biondini, una fuerza que suele converger en las marchas antivacunas. 

Así fue en la última en Rosario, tras la cual tres de los organizadores fueron detenidos y quedó imputado Mariano Arriaga. Fue luego de que la concejala rosarina y vicepresidenta del Partido Justicialista de Santa Fe, Norma López, una de las denunciantes del movimiento anticuarentena, recibiera amenazas de muerte.

En ese punto, la militancia de Brandolino se une con la de Darío Marcelo Contreras, el hombre que vociferó en el Monumento a la Bandera que a su madre se le había quedado pegado un imán en el brazo tras recibir la vacuna. La escena fue ampliamente difundida por los medios nacionales. Lo que quedó menos visible es que fue el corolario de la agresión a la fotógrafa Virginia Benedetto, que estaba cubriendo la marcha para el diario La Capital.

Todo el registro quedó completo en un video que subió el diario. «No podés sacar foto. Si vas en contra de esta orden, te quedás sin empleo. ¡Odiás a tu Nación, odiás a tu país, endófoba!«, se escucha gritarle a la trabajadora de prensa, mientras se acerca amenazante, sin barbijo, y ella le reclama que mantenga la distancia.

Contreras es un militante neonazi que está al frente de Bandera Vecinal de Rosario, incorporada al Frente Patriota de Alejandro Biondini. El hombre ya tuvo otras denuncias por su participación en actos en Rosario.

En una marcha de las Madres de Plaza de Mayo de 2017, irrumpió con una bandera argentina al grito de «¡No fueron 30 mil ni fueron inocentes!», acto por el cual fue denunciado.

Benedetto es una fotógrafa experimentada que ha cubierto conflictos como la Revolución de Kurdistán y dice que, esta vez, se sintió expuesta. «Pienso por qué él me atacó a mí cuando había otros trabajando, me hace pensar en mi condición de mujer. Me sentí muy expuesta, no sólo porque estaba sin barbijo, también por la arenga, que no se llega a escuchar en el video: me gritaba que era terrorista, que incitaba a que la gente se ponga la vacuna. Fue toda una situación muy violenta», cuenta a Página/12.

Kala Moreno Parra
(Imagen: Kala Moreno Parra)

«Por suerte, había otros compañeros y compañeras de prensa que se acercaron y me sentí respaldada por ellos, pero claramente la intención de este hombre era la de envalentonar al resto en mi contra», evalúa.

Ciencia anti fake news

La bióloga Soledad Gori es coordinadora de Ciencia anti fake news, un grupo que trabaja en forma voluntaria y autogestiva con el CONICET, y junto a la agencia Télam para su plataforma Confiar, desde comienzos de la pandemia.

«Estos grupos están tan bien organizados en cuanto a la difusión, que las fakes que tiran, aunque sean descabelladas, tienen un alcance mucho más grande que miedos más lógicos o creíbles que podrían generar el aislamiento y las vacunas», analiza, tomando el caso de la «madre imán» del negacionista de Rosario, cuya intervención a los gritos fue tan viral que hasta se volvió meme.

«Toda fake tiene una base verdadera desde la cual se tergiversa y los movimientos antivacunas suelen tomar componentes que aparecen en algún prospecto, como es el caso del mercurio, que algunas vacunas tienen en cantidades tan ínfimas que son menores a las que están en la naturaleza. En ese caso, siempre decimos que una lata de atún tiene más mercurio que una vacuna», ejemplifica.

«Pero en el caso del imán… ¡eso sí que me pareció muy imaginativo!», se ríe.

«Podría pensar que la idea surge de algún componente que tenga algo de metal en su naturaleza química, por ejemplo, las sales de aluminio, que se utilizan, también en cantidades muy mínimas, como adyuvantes dentro del líquido que tienen algunas vacunas. ¡Pero ni siquiera están en las vacunas de la COVID!», analiza.

«Estos discursos prenden fácilmente en grupos que tienden a caer en las conspiraciones: nos ponen bots o microchips porque nos quieren rastrear, las antenas 5G mandan el virus, Bill Gates financió la pandemia… Es gente que, frente a tanta incertidumbre, necesita tener una respuesta para poder seguir, por eso, son refractarios a las evidencias, porque no dan certezas finales. En cambio, caen como anillo al dedo las conspiraciones: ellos son los iluminados y el resto del mundo son dóciles corderos o están complotados, por eso, los censuran, etc. Es un comportamiento que está bastante estudiado y que se da en todo el mundo. Las redes lo han multiplicado, porque además se utilizan con toda una organización muy calculada detrás».

La docena de la desinformación

Gori cita un muy reciente estudio del Centro para la Lucha Contra el Odio Digital, en Estados Unidos, que concluye que, en ese país, el movimiento antivacunas tiene una fuente inicial de solo doce personas que difunden los mismos mensajes y muestra cómo llegan a ser exponencialmente multiplicados por cientos de miles en la dinámica organizada de las redes. «La ‘Docena de desinformación’ produce el 65% de las acciones de información errónea contra las vacunas en las plataformas de redes sociales», concluye Imran Ahmed, director de la ONG.

El estudio da cuenta también de lo difícil que es desactivar estas cuentas aún cuando se supone que las plataformas rastrean y evitan la difusión de información que atenta contra la salud pública, dan de baja posteos o advierten sobre su origen poco confiable. Los emisores se van perfeccionando y, por ejemplo, utilizan códigos para no ser «detectados» según las normas de las plataformas (V en lugar de vacunas, por ejemplo). También está de por medio la línea que separa la neutralización de estos mensajes nocivos de la censura, ante cada caso específico.

Una apropiación discursiva

El historiador Federico Finchelstein rastrea en su Breve historia de la mentira fascista (Taurus) cómo los líderes de derecha han encajado con las crisis del capitalismo y de la representación democrática, pero también con la necesidad de que la complejidad del mundo sea explicada de una forma simple.

En su libro ¿La rebeldía se volvió de derecha? (Siglo Veintiuno), el historiador Pablo Stefanoni analiza cómo «parte del terreno perdido por el progresismo en su capacidad de capitalizar la indignación social fue ganándolo la derecha, que se muestra eficaz en un grado creciente para cuestionar ‘el sistema’, más allá de lo que esto signifique». «Estamos frente a derechas que le disputan a la izquierda la capacidad de indignarse frente a la realidad y de proponer vías para transformarla», concluye observando que no se trata de un fenómeno nuevo.

Citando a la filósofa española Marina Garcés, ubica también el mundo contemporáneo como «radicalmente antiilustrado», «con la educación, el saber y la ciencia fundidos en un desprestigio del que solo pueden salir si se muestran capaces de ofrecer soluciones».

Pablo Méndez, investigador del CONICET, politólogo, doctor en filosofía e integrante de «Ciencia nuestra», también ubica la crisis de la democracia representativa, y el surgimiento del discurso antipolítica, como una de las causas de larga data del surgimiento de estos grupos.

«Lo que es un poco más novedoso es que esta nueva derecha se ha apropiado del discurso transgresor y disruptivo».

«Esto se ha acentuado a partir de la pandemia y creo que hay que verlo como algo sintomático de un fenómeno tan implacable y evidente como el de la pandemia«, analiza en diálogo con Página/12. «Frente a esto, lo único que le queda a la derecha es adoptar un discurso ultra transgresor para tener visibilidad desde el campo político, así surgen distintas expresiones que apelan a la transgresión, a lo antisistema. Estas expresiones vinculadas a la derecha suelen ponerse en un lugar muy minoritario, pero apelando a una mayoría: En Estados Unidos, hablan de ‘combatir el establishment progresista’; en Argentina, de ‘infectadura’, son términos muy cargados históricamente, hay un intento de apropiación del discurso transgresor».

En esta línea, se inscriben también los fundamentos negacionistas de la pandemia y Méndez hace una observación clave al respecto: «El efecto inmediato que tienen todas estas puestas en escena en la pandemia es que desvían el eje de la discusión e, incluso, condicionan los temas de agenda. Ya no se trata de discutir las formas en que se distribuye el ingreso, la estructura impositiva, los mecanismos del mercado en la pandemia, el sistema productivo, económico, laboral que nos ha llevado a esta situación. Estos discursos corren el eje de la discusión y nos llevan a debatir si imponer restricciones sanitarias es anticonstitucional o coarta libertades. Y en el mismo movimiento, invisibilizan los debates necesarios».

*Por Karina Micheletto para Página 12 / Imagen de portada: Sebastián Granata.

Palabras claves: argentina, covid-19, pandemia

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