Inmunidad oncológica: si no puedo reirme, no es mi revolución
La actriz Mariana Cabrol abandona los eufemismos para hablar del cáncer y parodia escenas de la vida tragicómica que está viviendo. SoyLiminal es su cuenta de Instagram, una trinchera de humor sobre su cáncer de mama y el proceso de quimioterapia que está atravesando.
Por Verónika Ferrucci para La tinta
Inevitablemente, cuando alguna amiga nos cuenta que tiene cáncer de mama, un silencio tenso agrieta y alarga el tiempo. No sabes qué decir y, entonces, empieza una catarata nerviosa de verborragia de: vinculación con historias cercanas o random, info variopinta que nadie pidió, traer a colación alguna creencia, una pócima, un modo de ver el mundo, una rápida biodecodificación de bolsillo. Nos quedamos balbuceando, está en el aire y nadie quiere asumir, es el temor ante la muerte de quien queremos, pero también de la propia, reflejada en quien tenés enfrente. La perspectiva de la muerte como posibilidad cercana reorganiza de manera involuntaria la vida entera y el cáncer está linkeado directamente con la muerte.
En nuestro país, particularmente, hay acepciones históricas que caen sobre el cáncer. “¡Viva el cáncer!”, decían algunas paredes tras la muerte de Eva Perón, un destino marcado de odio se reactualiza cuando dicen “son el cáncer de este país”, un estigma que pesa tan hondo como el dolor de la enfermedad y la muerte.
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Mariana Cabrol tiene 42 años y hace 8 años llegó desde Buenos Aires al encantador Valle de Traslasierra. Es actriz, siempre hizo teatro y, de una u otra manera, creaba sus personajes desde el humor; luego, hizo stand up. Hace unos meses, fue surgiendo un proceso creativo, casi sin darse cuenta, desde un lugar insospechado: tener cáncer de mama. Como parte de esas tramas y recovecos en los que la vida te sorprende y te deja a la vera de lo conocido, nació la cuenta de instagram SoyLiminal. “Nunca pensé que una enfermedad que puede ser mortal explotó mi lado creativo como nunca antes”, dice Mariana en diálogo con La tinta.
Desde Villa Las Rosas, donde vive, me explica: “Liminal es estar en el umbral, entre una cosa que se ha ido y otra que está por llegar”. Una síntesis que encaja las muchas piezas de las cuales fuimos tirando del hilo sobre la vida con cáncer de mama.
El cuarto propio
“Cada mujer responde a la crisis que trae a su vida el cáncer de mama a partir de un esquema general, que es el diseño de quién ella es y cómo ha sido vivida su vida. El tapiz de su existencia diaria es el campo de entrenamiento para manejar las crisis”.
Audré Lorde
“Me di cuenta de que tenía un bulto en la teta en plena fase 1, era difícil acceder a una ecografía si no era una urgencia o por embarazo. Esperé un poquito y, como se hizo cada vez más grande, fui a hacerme una eco. Mientras me la hacían, al ecógrafo se le desfiguraba la cara. Y ahí, de pronto, estaba en la escena de película que ninguna queremos: ´Sentate que tenemos que hablar´. Yo había tenido un quiste de agua y pensé que venía por ahí. Pero no, en ese momento, empecé a temblar -con protocolos y distanciamientos mediante-, me inundaron con órdenes y burocracia. Yo solo quería llorar y que me abracen. Volví a mi casa con la muerte encima, lloramos con mi pareja todo el día”.
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Le dijeron que lo mejor era realizar el tratamiento o en Córdoba o en Buenos Aires -las grandes capitales que concentran las especialidades médicas-. Una foto de un sistema de salud: en Trasla, no hay especialista en mastología, por ejemplo. Además de muchos estudios específicos que tampoco se realizan en la zona, que son costosos y que implica trasladarse. “Yo tengo obra social y una familia que me está bancando, realmente no imagino lo difícil que puede ser en otras condiciones”.
Existe un mercado en torno al cáncer de mama, desde la medicina alópata, la industria farmacológica, las terapias holísticas, el coaching, también hay blogs, influencers y más. Quizá lo más significativo sea revisar el paradigma médico occidental estandarizado que diagnostica, interviene y muchas veces deshumaniza los cuerpos con una serie de protocolos impersonales. No significa que sea siempre así, hay muchos espacios que trabajan con formas y paradigmas más integrales. Sin embargo, hay muchos relatos que además actualizan la foto con crudeza: la desigualdad en el acceso a los tratamientos, por plata, por tiempo, por distancias.
Muchas veces, decir que se tiene cáncer de mama te deja en la intemperie que trae la condición de “enferma” y no de cualquier enfermedad: cáncer y en las tetas -que son por excelencia el signo de femineidad y reproducción-.
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Mariana lo plantea con claridad, si bien se enfrenta a una enfermedad que puede ser mortal y también está enfrente de la posibilidad de sanar. No le importan las estadísticas y los porcentajes sobre el tema, y en un momento tuvo que parar de leer porque no le estaba haciendo bien. Era mucha y diversa información.
Como un ventarrón que te sorprende y te desorienta, al principio, todo es pérdida: “Perder el pelo, capaz perder la teta, las cejas y pestañas, los pelos de la concha, perder tu trabajo, el cotidiano, eventos. Estoy viviendo un viaje que no tiene fin en medio de una pandemia que le da un toque surrealista y lúgubre a todo, y yo pelada, sin una teta, media de marte. Soy una mostri, estoy por fuera de todos los cánones de belleza y de feminidad: no soy madre y tengo cáncer en las tetas”.
Si no puedo reír, no es mi revolución
El humor no le salió ni bien le diagnosticaron el cáncer, me alerta Mariana. “Al principio, necesité tiempo para llorar. Me pregunté: ¿qué venía a mostrarme este cáncer? Estábamos buscando un embarazo, ya había hecho dos tratamientos de fertilidad. Solté. Comencé con medicina alternativa y decidí fortalecerme desde lo espiritual y afectivo: la tribu. En noviembre, encaré la punción, pero con el complemento de la medicina antroposófica. Tuve en claro que no iba a viajar a ningún lado y que este cáncer me lo iba a sacar alopáticamente acá, en mi lugar. Encontré un oncólogo muy copado y con una visión integral de la medicina en Villa Dolores”.
En diciembre, en su cumpleaños, era reciente el diagnóstico. Me cuenta que hizo una fiesta -joda aclara-. “La gente me abrazaba y lloraba. Le pregunté a mi compañero si había algo que yo no sabía, porque sentía que todes se estaban despidiendo. Era mucho más fuerte lo que le pasaba al otre que lo que yo estaba sintiendo. Y ahí empezó un universo que te lleva puesta, porque mucha de mi energía terminaba puesta en preocuparme o estar atenta a lo que le pasaba a la gente con mi cáncer. Y bueno, ahí hice filtro de personas. Y luego empecé a parodiar situaciones que vivía, del tipo despedidas y muerte”, me relata entre risas.
“Vas a estar bien, vos sos fuerte”, “Pasito a pasito, todo mejorará”, “A una pariente, amiga, vecina, conocida de la amiga de mi hija…”, “Leé este libro”, “Mejor meditá”, “Tomá en ayunas limón y cúrcuma”, “Tu cuerpo te está hablando, escuchalo”, “No es grave, todas las mujeres ahora lo tienen” y así… una infinidad de frases. Bueno, quizá esas frases contienen alguna verdad, de alguna experiencia y nadie pone en duda las buenas intenciones de quienes intentan acompañar. Pero bueno, ¿qué invasives que podemos ser, no? Qué fácil podemos perder el registro de lo que necesita la otra persona.
Todos sus videos están basados en historias reales, que vivió y de las cuales se rió. Dice que sólo ha recibido devoluciones positivas, porque en última instancia, “si alguien se ofende con el tipo de humor, ¿cuál es? ¿Quién me juzgaría si soy yo la que tengo el cáncer?”.
Hay gente que le dice: “Quisiera ser fuerte como vos”, y ella es muy clara: “Que yo parodie y haga humor no implica un lugar de valentía ni de guerrera heroica. Hay días que estoy llorando un día entero, comiendo chocolate todo el día, y me lo permito”. Y riendo, me dice: “Tengo inmunidad oncológica, la gente me perdona todo. Y bueno, lo aprovecho. Pero también pienso en lo que ahora permito que antes no. Hay algo del autocuidado, que sólo cuando hay posibilidad de muerte se pone en evidencia. ¿Por qué esperar hasta ese momento para hacer lo que queremos hacer? Igual ahora no puedo hacer planes a 15 días -dice riendo-, pero siento que estoy mejor que antes, porque me estoy cuidando”.
Lo primero que filmó fue cuando se rapó, no tenía pensado ningún contenido; después, se filmó limpiando la mesada: escenas de su cotidiano que le parecían tragicómicas. “No tenía objetivo o intención alguna, me reía con eso. Paralelamente, como no podía trabajar, empecé a escribir un monólogo, ideas que surgían de esas situaciones surrealistas que pasamos las pacientes con cáncer, y después ya tomó la forma de @soyliminal”. El 50% de sus seguidoras tienen cáncer de mama y dice que muchas le mandan mensajes de gracias. Le agradecen por desdramatizar, por dejar de lado los eufemismos para decir cáncer.
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“Apenas puse una foto mía en las redes pelada, empecé a recibir mensajes y llamadas de lástima y pena, esa energía ahora se transformó. Los tránsitos y los viajes que cada una pueda hacer son todos válidos, lo importante es chequearnos qué nos pasa todo el tiempo y ser fiel a lo que tenemos ganas. Estás a flor de piel, me siento angustiada, cambio mucho de humor, de estadios y me permito todo. Me pasan cosas inexplicables, no careteo. Y digo: ‘Estoy así, no me jodan’”.
Algo del autocuidado entre nosotras que nos demanda estar atentas, “el cáncer como forma de aprendizaje para enfrentar aquello que no hiciste bien en tu vida”, que toma forma de un nuevo mandato sobre nuestros cuerpos. Además de lidiar con la enfermedad, hay que revisar toda una vida. Y no digo que no, porque creo en los modos en que los cuerpos se afectan por las emociones, los linajes, los entornos afectivos, así como también con los problemas medioambientales, sociales, de clase, de género. Hay miles de historias, formas, elecciones singulares y válidas, el problema es pretender quedarnos, una vez más, entrampadas en mandatos universales que nos apuntan contra nosotras mismas. “Lo que a una le sirvió, a otra quizá no, para alguna algo es saludable y para otra es un padecimiento”, dice con claridad Mariana.
La manada
“Cuando volvía de hacerme la punción, me estaba esperando en la terminal a las 6.30 de la mañana una amiga con una torta; en la ruta, más adelante, una amiga con un té; otra con unos bombones. Es esa red de mujeres que está siempre, pero ahora es vital”, dice emocionada Mariana.
En los años 70, en Estados Unidos, un grupo de mujeres comenzaron a compartir públicamente sus experiencias en relación al cáncer de mama que, hasta entonces, era algo del mundo privado y vergonzoso, del ámbito de la familia y las amigas. Comenzó un activismo que demandó por mejores tratamientos, investigaciones para la prevención y, sobre todo, pusieron en escena pública sus cuerpos y la posibilidad de decidir sobre ellos. Sue Wilkinson (2008), en un trabajo sobre mujeres feministas en la lucha contra el cáncer de mama, detalla cómo las experiencias de esas mujeres interpeló el contexto de la época, haciendo eco del lema que lo trastocó todo: “Lo personal es político, también en la enfermedad”.
Audré Lorde, feminista negra, lesbiana, madre, poeta, activista, en un gesto poético y político, le puso palabras a su enfermedad, desde su condición y contexto, escribió, entre 1978 y 1980, “Los diarios del cáncer”. Un relato hondo en el cual radicaliza su intimidad desde la biopsia hasta la detección de un tumor en su seno, por momentos, se vuelve una guerrera que libra batallas desoladas. “Y sí, soy totalmente autorreferenciada ahora porque es la única traducción en la que puedo confiar y estoy segura de que recién cuando cada mujer rastree uno por uno los hilos sangrientos y autorreferenciales de su tapiz, comenzaremos a alterar el diseño entero”, escribió en sus cuadernos. Sus altibajos son resistidos en esa letra corajuda y rabiosa, un manifiesto político contra el miedo y que denuncia y enuncia el racismo, el control estético y quirúrgico, pero que también recuerda que el poder de lo erótico, el autocuidado y la red de amistades es poderosa.
La Mariana Liminal crea una red con su propuesta: “No soy una luchadora ni una guerrera, hago lo que siento que me hace bien, y a mí el humor me hace bien. Desdramatizo y le quito pesadez al cáncer y quiero que la gente se acerque desde ese lado, y ojalá le sirva a otras que están en la misma”.
*Por Verónika Ferrucci para La tinta / Imagen de portada: Jo Berrojalbiz.