La Gorda Poeta: cuando escribo, milito
Melisa Linares hace de la poesía una trinchera. Dice que su escritura y su existencia gorda son sus herramientas de rebelión. Sus poemas -publicados en redes sociales- son las banderas que levantamos: la sensibilidad, el amor sano y libre, la lucha contra la gordofobia y la homolesbotransfobia, el dolor por los femicidios, la educación digna. La escritora y docente cordobesa hace arte, y corriéndose de los catálogos que la yuta de la poesía impone, escribe sobre los temas que la conmueven, que son los tuyos, los míos, los nuestros.
Por Soledad Sgarella para La tinta
En febrero, Diana me reenvió por privado del Instagram una publicación que decía: Hay que aprender/ a mantenerse a salvo / Enfrentar la titánica tarea / de no andar todo el tiempo / con el corazón en las manos / como si no valiera lo que vale / Como un permiso para recibir / todas las miserias del mundo. / Ya no estamos para bancarnos / la épica de golpearnos el pecho / y gritar que tiren a matar.
El poema es de La Gorda Poeta. En el pie de página de la imagen, la autora remata: “Dejen de hacerse les Che Guevaras del amor, bebeses, que el horno no está para bollos”.
A partir de ahí, lo que siguió fue scrollear todo. Diana venía diciéndome: amiga, ¿leíste la Gorda Poeta?, leela, leela porque habla de nosotras, de lo que pasa, de lo que nos pasa, pero con poesía. Bueno: te hice caso, amiga. Como suele suceder con el arte, hay algo que nos engancha como con un alfiler, despacio primero, desarma un punto y, después, zas, el enganchecito se convierte en un destejer toda el alma y seguidamente retejerla, porque para eso es el arte, digo yo.
Los domingos, las revoluciones, los amores y los desamores, el cuerpo deseado y deseante, las redes afectivas, los dolores y las injusticias. La Gorda Poeta me interpela directo al corazón. Pero, ¿a quién no? ¿A quién no se le mueve la vida el domingo a la tardecita? No mientan.
Dice Melisa Linares que La Gorda Poeta, a veces, es ella y, a veces, es un alter ego que escribe cosas que ella no podría, que no sabría cómo decirlas. “La Gorda nació como en el 2009, cuando empecé a apropiarme de la palabra ‘gorda’, esa que me había atormentado toda mi infancia y adolescencia, ahora, empezaba a ser mi identidad. Para mis amigues, mi familia y la gente que se iba sumando a mi círculo cercano, yo era La Gorda (a veces La Gorda Meli, cuando las gordas éramos varias). Incluso, medio que empezabas a ser mi amigue cuando te referías a mí como ‘La Gorda’ y no te daba miedo ni pudor ni asco decir la palabra. Porque incluso cuando vos te re-apropiás de la palabra (esto es algo que me parece muy loco), cuando vos empezás a nombrarte ‘Gorda’, la gente tiende a decirte ‘ay, no, no te digas así’, ‘ay, vos no sos gorda, sos rellenita’ o la peor de las peores, ‘vos no sos gorda, sos HERMOSA’. ¿¡Qué!? Entonces, ‘La Gorda’ empezó a ser esa identidad que incomodaba al resto, pero no a mí. Ya no. Fue un proceso larguísimo, que se mantiene estable hace apenas unos pocos años y me parece que tiene su punto alto ahí, cuando me abrí la cuenta para compartir lo que escribía”, me cuenta Melisa con la misma fuerza (y calidez) que se percibe en su poesía.
“No lo dudé ni un rato, sabía que el nombre iba a ser La Gorda Poeta, porque, para mí, mi existencia gorda es política, es una herramienta de lucha y de rebelión como también es lo que escribo. Además, siempre la palabra ‘gorda’ estuvo asociada a lo negativo, ya sea como adjetivo o como sustantivo: La gorda horrible, la gorda sucia, la gorda fea… así que me pareció interesante asociarlo a algo positivo, a algo bueno como lo es la poesía. Gorda soy, poeta no sé, pero ahí está lo divertido”, comparte la escritora.
Conmover: Del lat. commovēre.
Perturbar, inquietar, alterar, mover fuertemente o con eficacia a alguien o algo.
Linares nació en Los Cóndores, “un pueblito chiquitiiiiito de Córdoba” y ahora vive en Río Tercero. Tiene 32 años y es profesora de Lengua y Literatura en el secundario. La -también- locutora (aunque aclare que hace muchísimo no hace radio) habla en su poesía de lo que la conmueve. Se ataja con eso y pone sobre la mesa que sí, puede parecer una frase recontra hecha, pero lo reafirma y lo acentúa:
“Eso es exactamente lo que me pasa. Escribo cuando algo me sacude tanto que, por algún lado, lo tengo que dejar salir. Como es lo que me conmueve, casi siempre mi poesía va a tener que ver bastante con mi militancia. Cuando escribo, milito. La sensibilidad, la intensidad, el amor sano y libre, la gordofobia, los femicidios, la homolesbotransfobia, la educación, siempre van a ser esos los temas sobre los que escriba, porque es lo que me conmueve”.
Carlos Skliar plantea que, sin le otre, la escritura está despojada de alteridad y que, sin alteridad, no hay escritura. Skliar propone algo que Linares pone en acción: la palabra de une no acaba por delinearse hasta que sobreviene la palabra de le otre y, citando a Barthes, recuerda que escribir es un acto que desborda a la obra, es dejar que otres cierren por sí mismes la propia palabra de une y que escribir no es más que una proposición.
Le pregunto si escribe conscientemente para alguien y me responde con sencillez: no sé si le escribo a “alguienes”, escribo para todes para generar empatía o resistencia. “Pero cuando sí elijo a quién escribirle es cuando escribo enojada; cuando escribo como catarsis, escribo para molestar, por lo que decía antes, para mí, la palabra es una herramienta de lucha”, explica.
Le dijo que era lindo / Y la mató / Le reventó el cuerpo con un cuchillo / Los medios la nombran en masculino / No la respetan ni muerta / Él lo confesó / con las manos manchadas de sangre, / con el orgullo de macho / golpeándole el pecho / aullando con saña. /
No es loco, / es un macho / alimentado a prejuicios / en una sociedad que te repite / bien clarito / que es mejor ser asesino / que maricón.
“Cuando se viralizó el poema de ‘La Chicho’, una compañera trans de La Plata que un tipo asesinó a puñaladas en 2019, escribí muy enojada, de hecho, me acuerdo que hasta publiqué el poema con un error de tipeo”, cuenta Melina. Ese texto explotó en redes, lo compartieron más de 16.000 veces, fue leído en marchas, hubo carteles con el poema.
La Gorda Poeta sigue sorprendiéndose ante tal recepción, pero no se asombra de que, al viralizarse, hayan aparecido “los odiadores de siempre”, hayan denunciado el poema o Instagram lo haya censurado dos veces o amenazado con cerrar la página. Además de esa situacion particular, Linares cuenta que le pasó varias veces después, por supuesto, cuando los textos eran sobre gordofobia o en contra de la policía, y no cuando eran poemas de amor.
“Ahí fue cuando me di cuenta de que tenía una responsabilidad con lo que publicaba, que no podía publicar cualquier gilada porque no me leían sólo dos o tres amigues, sino que tenía una llegada más allá. Lo que yo escribía sentada en el sillón, en pijamas, lo leía una banda de gente. Eso me convenció más todavía de que la palabra era parte de la lucha.
Igual, también me encanta cuando me cuentan que dedicaron un poema mío, de esos cursis, y terminaron chapando. Para eso también escribo, para que la gente chape”, remata.
Que venga la RAE que es tan picante / a decirme qué palabra bonita / le cabe a tanta maravilla./ Que venga y me diga / cómo se llama esto que me late en el cuerpo / cuando les veo jugar / bailar / hacer arte / amar / se / me / Que venga decirme / cómo nombro esta tristeza chiquita / que me crece adentro ahora / que tengo que dejarles. / Qué va a venir a decir la RAE / no podría / la RAE no sabe nada / de magia y revoluciones.
La Gorda Poeta tiene casi 9 mil seguidores en Instagram. “Supongo que será por eso que dije antes, porque se identifican con lo que escribo y eso ya me parece un montón”, dice Melisa con cero soberbia.
Pero sus palabras continúan y, con ellas, entra en un paisaje hermoso y controversial en estos tiempos de tanto artistómetro: poesía contemporánea, emergente, joven, redes, qué es arte, qué no lo es. “Creo que hay un crecimiento enorme de personas que se animan a compartir lo que escriben en las redes y me parece fantástico. A pesar de que la yuta de la poesía quiera andar catalogando qué es y qué no es poesía o literatura o arte, la gente se anima a mostrar lo que escribe. Me molesta bastante esa idea de la inferioridad de la poesía ‘de instagram’ con respecto a la poesía de los libros solemnes de tapa dura, qué sé yo, hay poesía por todos lados y hay que dejar que la gente haga poesía y celebrar que la comparta. Después se puede discutir el contenido, el estilo, la profesionalidad, si te gusta o no (porque, como en todo, hay machismo, gordofobia, binarismo, etc.). Ojalá que la literatura siga creciendo, pero no solo ella, sino todo el arte que se comparte en las redes, que es un montón. Cualquier cosa que alimente la creatividad, que sea bienvenida”, concluye Melisa.
Como escribí al principio de esta nota: la obra de La Gorda Poeta fue un disparo al corazón. No solamente porque habla de nosotres, como dice mi amiga Diana, sino porque, con la poesía, Linares motoriza el mundo que queremos construir. Su poesía desborda la realidad que queremos cambiar, la hace correrse de los cuadrados cercos de lo políticamente (in)correcto. La Gorda Poeta es una artista que abre las tranqueras de corrales que nos asfixian. Aguante para siempre la poesía que nos conmueva el corazón y los mandatos.
*Por Soledad Sgarella para La tinta / Imagen de portada: La Gorda Poeta.