Guardianxs de la memoria: sitios recuperados por la comunidad
A unos días de cumplirse 45 años del último golpe de Estado cívico-militar-eclesial, el Refugio Libertad y la Casa de la Memoria “Imprenta del Pueblo Roberto Matthews” compartieron sus procesos y miradas sobre la recuperación de espacios de memoria por las comunidades organizadas.
Por Anabella Antonelli para La tinta
La actividad estaba citada a las 17:30 en el predio del Refugio Libertad, ex Grupo de Artillería 141, en el Km 14 de la Ruta E56 en Villa San Isidro. Detrás del cartel que indica el lugar, una tranquera abierta invita a pasar. Dos mujeres caminan hacia “el comedor”, donde se realizará el encuentro. Ambas son vecinas de localidades cercanas y trabajan en el Refugio en distintos proyectos. Con entusiasmo, van indicando en qué transformaron a cada edificio.
En el lugar, unas 60 personas esperan en ronda. “Mantenemos viva la memoria: la experiencia de dos sitios de la memoria recuperados por el pueblo”, reza la convocatoria. Ultiman detalles de sonido mientras siguen llegando personas.
Adrián Camerano coordina el evento. Es periodista, participa del Refugio Libertad y lleva adelante un trabajo documental periodístico reconstruyendo la historia larga del predio militar. “No es casual que estas dos experiencias estén hoy juntas: tienen un camino de lucha y de recuperación en común”, comienza.
Con la intención de “entrar en territorio y mostrar de qué se trata cada uno de los sitios”, proyecta sobre la pared una serie de fotografías. Empieza por el Refugio Libertad, “un lugar que fue abandonado, saqueado, cerrado y puesto al servicio de unos pocos, y, desde hace más de dos años, está siendo recuperado por Trabajadores Unidos por la Tierra (TRAUT) y por la gente de las comunidades”, explica.
Entre las imágenes, aparecen edificios de la antigua Fábrica Militar de pólvora y explosivos, un viejo puesto de guardia, un calabozo, un grillete en el piso, el edificio de la enfermería, que es uno de los sitios señalados como centro clandestino de detención ilegal de personas, un mangrullo de los polvorines donde se almacenaban explosivos, las zonas investigadas por posible existencia de cuerpos enterrados en la última dictadura. “Este lugar, que durante varias décadas fue vedado al pueblo, está de a poquito volviendo a ocupar un rol importante”, dice.
Es el turno de la Casa de la Memoria “Imprenta del Pueblo Roberto Matthews”. Vemos imágenes del frente de la casa de barrio Observatorio y una increíble bóveda de la imprenta del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) de unos seis metros por dos, algunas frases en las paredes pintadas por compañeros en los 70, un complejo sistema de escaleras y pasamanos para descender a la bóveda, “una obra de ingeniería en función de una imprenta para un cambio social, político y cultural”, explica Adrián.
“Tuvimos que cavar diez metros bajo tierra y hacer un túnel para poner máquinas e imprimir ideas”, dice Carlos “Vasco” Orzaocoa, militante histórico de derechos humanos y uno de los compañeros abogados que lucharon por la recuperación de la casa. “Después, fue ocupado por militares, los compañeros que vivían ahí fueron secuestrados, asesinados o desaparecidos. Había sido un lugar de militancia, de ideas, de solidaridad, de amor, de generosidad y se convirtió en un lugar de tortura, de detención, de desaparición. Las historias con el Refugio Libertad son paralelas, en ambas experiencias, recuperamos estos edificios por una militancia y una decisión de expandirla, porque tiene que multiplicarse”, afirma.
Walter Martínez es el hijo mayor de Victoria Abdonur y Héctor Martínez, ambos militantes del PRT, quienes habitaban la casa sobre la imprenta. “Tenía cinco años y veía que sacaban tierra de la casa, mucha tierra. Mi papá me dijo que estaban cavando e iban a hacer la imprenta, pero que no tenía que decir nada porque nos iban a matar. Yo no entendía por qué y pensaba que estaba exagerando, pero después me di cuenta que era peor de lo que él me decía”.
En 1973, comenzaron la construcción y, dos años después, imprimieron los periódicos El Combatiente y Estrella Roja, financiado por el PRT. “Nos tuvimos que ir de esa casa en el 76 porque había caído una imprenta gemela en Buenos Aires, entonces, sabíamos que iba a caer esta y escapamos justo. Nos fuimos a vivir al Gran Buenos Aires y, a los pocos meses, nos despertaron las balas que parecían bombas”, relata Walter.
Cuando llegaron los militares, Walter estaba con su hermana, su mamá que tenía en brazos a su hermano César y su papá, que fue asesinado allí mismo. Recuerda que, antes de secuestrar a su mamá para luego desaparecerla, un militar le gritó que no la mataba allí porque tenía un niño en brazos. “Muchos años me pregunté por qué le tenía tanta bronca ese militar a mi mamá. Después, entendí el valor de una imprenta, que era divulgar las ideas de cambio”, reflexiona.
“La casa representa muchas cosas, todo mezclado, pero nosotros siempre recuperamos la alegría de mis viejos, de los tíos que laburaron ahí cuidando el lugar”, expresa Walter y agrega: “La alegría de esos jóvenes nos conecta con la de quienes hoy recuperamos estos proyectos, no solo para nosotros mismos, sino también para los demás”.
Después de muchos años de pelea judicial, lograron que les devuelvan la casa de sus xadres. Decidieron convertirla en un sitio de memoria “distinto”, que no tenga que ver con los Centros Clandestinos de Detención, “porque este espacio tiene que ver fuertemente con el proceso revolucionario”, comentan.
Para quienes integran el espacio, se trata de “recuperar la idea de revolución, de lucha, no la de derrota. Reivindicamos a los compañeros, no porque fueron víctimas, sino porque fueron luchadores y estaban dispuestos a cambiar la sociedad y pusieron la vida para eso”. Entendiendo que no hay derrota definitiva, creen necesario construir la memoria “como historia de la lucha popular” para retomar ese legado.
Mercedes Ferrero integra la organización TRAUT y trabaja en el Refugio Libertad. Comienza a hablar todavía conmovida por los relatos: “Solo imaginar el funcionamiento de una imprenta y una organización del pueblo en el subsuelo de una casa, la valentía de las compañeras para encontrarse, para defender y difundir ideas de emancipación y justicia, para criar a sus hijes y llevar adelante sus familias en ese contexto… qué sería de nosotros si tuviéramos un poco de esa valentía y ese arrojo de les compañeres que nos precedieron”, se pregunta.
En el Refugio Libertad, trabajan más de sesenta trabajadores y trabajadoras de la economía popular en unidades productivas de alimentos, cría de animales, siembra de forrajes, cuadrillas de construcción y reciclado. La recuperación del predio es mucho más que la posibilidad de tener tierras para la soberanía alimentaria. Se trata de “reconstruir el país de las ruinas en las que la dejó el neoliberalismo”, afirma.
Al reconstruir edificios “totalmente devastados y saqueados, como está el país”, también se tejen y recuperan los vínculos sociales, la comunidad. “Si en el acta de nacimiento de la Argentina oligárquica está el genocidio indígena, para construir ese país neoliberal y un capitalismo voraz, sucedió este otro genocidio que recordamos en estas fechas”, señala Mercedes.
TRAUT comenzó trabajando con familias de las comunidades que “a pesar de venir con un legado campesino, casi nadie tenía acceso a la tierra. Además, estábamos en el contexto del saqueo macrista con un 80% de desocupación en estos pueblos, con el hambre golpeando la puerta de las familias rurales”, explica.
A mediados de 2018, firmaron un convenio con la Agencia Administradora de Bienes del Estado que les otorgó un permiso de uso sobre una parte del predio. “Nuestro primer logro fue recuperar algunas decenas de hectáreas para el pueblo, que, desde entonces, guardianamos y trabajamos, cuidando el monte, su flora, su fauna, el río”.
Pese a los permisos obtenidos, la guardia militar del predio no les dejó ingresar hasta que lo hicieron elles mismes los primeros días de marzo de 2019: “Ese día, no pudimos sacar el candado de los milicos, pero sí agregamos dos eslabones y un candado propio, que nos permitió abrir el espacio a la comunidad y decirle al pueblo que el Refugio Libertad es un territorio recuperado para todes, que queremos que sea habitado y que lo llenemos de vida juntes”, expresa Mercedes.
Desde el día que comenzaron a habitar el predio, “no cesaron de movilizarse memorias”, de quienes trabajaron en el lugar o lo habitaron como colimbas, de vecinos y vecinas del pueblo que comenzaron a recordar o hablar. “Después de 45 años del golpe, esas memorias permanecen en silencio con manto de oscuridad, porque existe un poder fáctico real que sigue sosteniendo un proyecto de país para unos pocos y que excluye a nuestras familias, nuestras comunidades, vecinos y amigos”, explica.
Recién en 2018, el año de la recuperación como Refugio Libertad y 42 años después del golpe genocida, el Estado reconoció formalmente al predio como ex Centro Clandestino de Detención y Tortura, en el marco del Registro Unificado de Víctimas del Terrorismo de Estado. “Estamos convencidas de que la reconstrucción de Memoria, la defensa de la Verdad y la Justicia es una tarea indelegable de los pueblos y la comunidad organizada. No estamos acá solamente para recuperar y cuidar la tierra, porque no se puede recuperar la tierra sin reconstruir y guardianar la memoria”, concluye Mercedes.
En el marco de las actividades por el 45 aniversario del golpe cívico-militar-eclesial, el Archivo Provincial de la Memoria y el Refugio Libertad invitan al cierre del ciclo de teatro, poesía y derechos humanos “Escena y Memoria”, el miércoles 24 de marzo, desde las 13 horas, en el Refugio Libertad, Km 14 – Ruta E56, Villa San Isidro.
*Por Anabella Antonelli para La tinta / Imagen de portada: Germán Saretti.