La estrategia secular: discutiendo como si no creyeras en Dios
En la lucha para legalizar el derecho al aborto en Argentina y en la región, nos encontramos con discursos y estrategias de sectores opositores que nos traen nuevas preguntas: ¿Cómo hablan del aborto? ¿Qué formas tienen de decir lo que piensan? ¿Todxs argumentan en el nombre de Dios? Y cuando no lo hacen, ¿a qué apelan? En esta tercera entrega de la serie En el nombre del virus, compartimos algunas consideraciones sobre el tipo de estrategias argumentativas que encontramos en lxs influencers neoconservadorxs Guadalupe Batallán, Agustin Laje y Chinda Brandolino contra el aborto.
Por Cecilia Johnson* y Pascual Scarpino** para La tinta
Lávate la boca antes de hablar
En su afán por construir como “ideológicas” a las posiciones a favor del aborto, los actores neoconservadores estudiados apelan a una estrategia clara -y, en ocasiones, explícita- de secularización. Esto significa, en términos generales, que buscan “limpiar” sus mensajes de cualquier rastro religioso.
Una de sus referentes, Guadalupe Batallán –«activista pro vida», estudiante de abogacía y conocida por su participación pública en los debates por la legalización del aborto en 2018 y 2020-, en una de las entrevistas analizadas, señala que muchas personas la interrogan por su religiosidad. La joven ejemplifica con un comentario recibido en su red social Twitter, donde le decían: “Qué raro que seas atea y pro vida”. Frente a esta interpelación, Batallán resaltaba su respuesta: “No hace falta tener fe, sólo estudiar un poco”. Aunque en algún momento manifestó públicamente su intención de bautizarse, no divulga su posición religiosa en su activismo “pro vida” y, en las redes sociales, se presenta como estudiante, militante contra el aborto y escritora. Al borrar todo rastro teológico, busca desmarcarse de la religión y, de esa manera, evita implicarse ‘ideológicamente’.
Una característica de Batallán es que basa su defensa en “la evolución humana” y “desde la embriología”, señalando que los conceptos feministas son ideológicos. Durante los debates por la legalización del aborto de 2018 en Argentina, la joven asistió a los programas de televisión con libros de medicina para apoyar sus posiciones.
En las últimas presentaciones, utilizó también un discurso jurídico en diálogo con otros actores conservadores con ese tipo de discursiva. Construye a un oponente como ideológico –tal como veíamos en la entrega anterior-, lo cual da cuenta de que su estrategia discursiva se ha ido transformando hacia a una posición libertaria en sintonía con Agustín Laje.
Del mismo modo, la popular médica antivacunas y pro vida de las redes sociales, la Dra. Chinda Brandolino, se presenta desde su experiencia y trayectoria médica, utilizando una terminología científica. En diversas entrevistas, proyecta y cita artículos científicos y estadísticas para explicar la ficción de la pandemia. Su principal narrativa consiste en una genealogía de dominación global que explicaría el proceso de dominación de la población, un plan que, en su narrativa, incluye a Bill Gates, la fundación Rockefeller y Planned Parenthood.
El objeto de esta táctica apunta a construir a los progresismos y los feminismos como el sector ideologizado, aunque ello les implique desmarcarse de sus creencias conservadoras al secularizar sus propios discursos. Como señala Juan Marco Vaggione, investigador experto en la temática de conservadurismos religiosos, este tipo de estrategia puede constituir una forma de secularismo estratégico. Es decir, aún cuando sus posiciones provienen de un entendimiento religioso, se utilizan de forma estratégica aquellas categorías científicas y seculares en instancias de debate público.
Agustin Laje va un poco más allá y sostiene públicamente que es necesario secularizar el mensaje cuando se debate, y aclara que hay que aprender a discutir como si uno estuviese siempre discutiendo con alguien que no cree en Dios.
Aunque Guadalupe Batallán, Chinda Brandolino y Agustín Laje no plantean una postura religiosa, como señalan Juan Marco Vaggione y José Morán Faúndes, los actores conservadores se caracterizan por la defensa de la cultura de la vida, el cual es un tipo de discurso y argumentación que desarrolló la Iglesia Católica en sus encíclicas, presentando el “antagonismo entre la cultura de la vida y la cultura de la muerte”. La misma Iglesia, en dichas cartas, moviliza un discurso secular, de defensa de la “vida” desde la concepción y no desde argumentos religiosos. Lo mismo puede pensarse respecto a la idea en imbuir de “ideología” a los feminismos, es decir, como una operación afín a la de la institución católica quien comenzó por referirse a la llamada “ideología de género” como respuesta ante el avance del reconocimiento a los derechos sexuales y reproductivos.
En la construcción de una posición antiprogresista, a su vez, encontramos que, en determinados contextos, los conservadurismos sí deciden apropiarse de una posición religiosa. Tal es el caso de Chinda Brandolino, quien, en algunas de las comunicaciones analizadas en el marco de la investigación desarrollada, se presenta como católica. Lo hace no sólo desde una narrativa que la vincula a ‘lo divino’, sino con una performance que la construye como creyente. En varias oportunidades, se encuentra vestida de color celeste o con el pañuelo “de las dos vidas”, muestra en pantalla el uso de crucifijos y la presencia de imágenes religiosas en su casa. Brandolino tiene una importante adaptación de su discurso a los diferentes entornos donde es invitada, modificando su énfasis de acuerdo al contexto geográfico y a la discursiva de sus interlocutorxs. En los momentos en los cuales asume su performance católica, despliega una serie de conjeturas que le sirven para construir vinculaciones sobre lo que ella entiende como un plan eugenésico mundial.
En algunos de estos contextos, señala que el virus es un arma biológica: que forma parte de una cruzada anti-católica mundial llevada a cabo por una parte de la élite global gobernante. En este marco, el enemigo identificado es el iluminismo y el comunismo, que son anticatólicos; y sitúa el origen de esta dominación desde la Revolución francesa, como anticatólica, sosteniendo que el objetivo es la esclavización del mundo cristiano, a través de la enseñanza atea y obligatoria.
De acuerdo a los análisis a los que arribamos, la Dra. Chinda Brandolino es la única -dentro de un conjunto de actores heterogéneos estudiados- que presenta como parte de sus argumentos la interrelación apocalíptica y bíblica del COVID-19, de manera explícita, en aquellas instancias en que decide no secularizar su mensaje. La vacuna se presenta como un dispositivo inmoral y entiende a la pandemia como un castigo divino provocado por los pecados de la humanidad.
¿Con la biblia o con la ciencia?
La pregunta es retórica y hasta engañosa. Ni lo uno ni lo otro, sino ambas cosas y, a la vez, complejamente presentadas y estratégicamente mentadas. En distintas oportunidades, los actores neoconservadores en general y lxs estudiadxs en particular, apelan a sentidos religiosos de alguna manera camuflados bajo otras narrativas. En otros momentos, el nivel de secularización de sus mensajes es tal, que no presentan fisuras en sus comunicaciones y lógicas argumentativas, apelando de manera recurrente a citas de autoridad como informes académicos, estudios científicos y otras producciones que legitiman sus posiciones. Es necesario recordar que lo hacen de manera recurrente, sin explicitación de las fuentes a las cuales apelan, es decir: su mensaje secularizado, la mayoría de las veces, no cuenta con datos rastreables porque no comparten las fuentes a las cuales acuden.
El desafío por el desentrañamiento de sus lógicas, tácticas y estrategias discursivas y prácticas es una tarea necesaria y sistemática, desde múltiples frentes y distintas posiciones. En la próxima entrega, buscaremos poner de relieve cómo estos sectores neoconservadores articulan discursivamente sus lecturas sobre el aborto y la pandemia como intereses extranjeros e históricos.
*Por Cecilia Johnson y Pascual Scarpino para La tinta / Imagen de portada: La tinta.
*Cecilia Johnson: Feminista, Docente de la Facultad de Ciencias Sociales-UNC y becaria postdoc en CIECS-CONICET . Lic. en Trabajo Social y Doctora en Estudios de Género.
Pascual Scarpino: Marica feminista, Lic. en Trabajo Social y Doctoranda en Estudios de Género, CONICET-UNC. Investigadora de «El Telar: comunidad feminista de pensamiento latinoamericano».
**Los artículos corresponden a la investigación “Hacia el giro lingüístico del derecho a decidir de las mujeres en Latinoamérica y Caribe: resignificando el lenguaje y la incidencia en época de COVID-19”, realizada por la Red Latinoamericana y Caribeña de Católicas por el Derecho a Decidir, con el apoyo del RFSU y su iniciativa L4C.