“La política de drogas actual es un desastre y afecta millones de vidas”
El documental “Una historia de la prohibición”, dirigido por Juan Manuel Suppa Altman y Martín Rieznik, fue estrenado el 1 de septiembre de 2020 a través de cinear.com. Dialogamos con los directores sobre la realización y sobre la política de drogas actual.
Por Darío Cavacini para Marcha
—¿Cómo fue el proceso que dio origen a esta película?
—JM: La película nace de una investigación que realizamos en la Revista THC, sobre el origen de la prohibición en Argentina. Por supuesto, esto fue hace varios años, unos seis o cinco años atrás. Esa investigación fue saliendo por entregas y ahora está recopilada en un libro que se llama La Prohibición, que se publicó hace dos años. La verdad es que, cuando empezamos a hacer esa investigación, yo en particular ya estaba pensando en que llegase a la forma de un documental. Había también una decisión ahí, primigenia, digamos, que fue que ese proceso de indagación, que bien se podría haber encuadrado de forma más institucional, saliese en cambio en una revista hecha por usuarios y usuarias de una droga ilegalizada para lectores usuarios y usuarias de esa misma droga. Era una declaración porque nunca se había hecho, de hecho, fue un problema conseguir fuentes secundarias porque casi no había en ese momento, y lo íbamos a hacer desde ese lugar marginalizado y callado y estigmatizado. Ese es el origen de la peli que supo conservar ese espíritu incorporando a la narración de la historia con mayúsculas, la historia macro, la historia de Eric Sepúlveda, un pibe de Florencio Varela que se mudó a las sierras de Córdoba en plan de no joderle la vida a nadie, y la policía cordobesa lo apresó por tenencia de aceite de cannabis y hasta el día de hoy está acosado por la llamada Justicia. En ambas líneas narrativas que se van cruzando, subyace la intención de que se visibilice lo que hasta ahora se mantuvo oculto, sin relieve ni profundidad, echado al tacho de basura de la historia.
—MR: En mi caso, me sumé con la investigación ya hecha y el libro publicado, y la verdad es que me había gustado mucho. Juan Manuel, por su parte, había visto mi primera película “Selva”, a ambos nos gustaba lo que el otro hacía y siempre tuvimos ideas muy parecidas en relación con el tema de las drogas y fue tan natural que la verdad no recuerdo quién de los dos le propuso al otro hacer la película. Siempre sentí que tenía que hacer esta película, que era una gran oportunidad para aportar desde nuestras especialidades a un debate que considero necesario porque la política de drogas actual es un desastre absoluto y afecta millones de vidas en el mundo entero, el caso de Eric, nuestro protagonista, es uno de ellos.
—¿Qué fue lo que más les atrajo contar de este tema?
—MR: Desde adolescente, cuando descubrí que “las drogas” no eran lo que me decía el Dr. Miroli en la televisión, que muchas de las personas que yo admiraba se drogaban y que ser adolescente era en gran parte evitar que te agarre la policía y te meta preso por tener dos porros, supe que la prohibición alrededor de las drogas no estaba relacionada con cuestiones de salud, sino con cuestiones de poder, de control, de regimentación de la juventud y los sectores populares que son los que más sufren la prohibición. A diferencia de otros temas relacionados con la represión de las libertades individuales y democráticas, como son el matrimonio igualitario o el derecho al aborto, donde el progresismo y la izquierda tienen posturas claramente definidas, en la cuestión de drogas aún hay mucho tabú y conservadurismo, y se sigue avalando desde todos los sectores el avasallamiento, la represión y la estigmatización de los usuarios de drogas. He visto a legisladores de izquierda votar en contra de leyes de reducción de daños porque es hacerle el juego al narcoflagelo. Evidentemente, necesitamos concientizar un montón aún y ojalá la película sea un aporte en ese sentido.
—JM: A mí lo que más me atrajo sobre el tema fue en principio el desafío formal, artístico, que significa abordarlo y el valor que tiene en sí mismo para el debate público. Lo formal en tanto teníamos que ir entrecruzando las dos líneas narrativas, y, además, una de las dos demandó de un trabajo de síntesis casi imposible. La genealogía de la prohibición no es tan fácil de identificar porque son muy numerosos los intereses, los discursos, las instituciones; son muchas fuerzas influyéndose recíprocamente. Lo bueno de ese proceso es que quedó un, digamos, destilado, en el que la fuerza de nuestro propio discurso al respecto quedó muy diluida y el espectador tiene que hacer su trabajo de seguir los hechos y después seguir pensando por las suyas. A pesar de que está claro que hay una posición de los directores y del equipo, la propia imposibilidad de cargar demasiado de argumentos la peli hizo que quedase más liberada y eso me parece que la beneficia.
—El guión está basado en tu libro “La Prohibición: Un Siglo de Guerra a las Drogas”. ¿De qué manera desarrollaron el proceso de adaptación hacia el formato documental?
JM: Bueno, ahí, como en todo el resto de la realización, fue muy importante el rol de Martín, y también de Martín Armada, que es el jefe de redacción de THC y es el que lleva la voz en off. Un poco está en la respuesta anterior: hubo que armar un esqueleto con los hechos más importantes y luego confiar en el trabajo de archivo, de la imagen, porque nada sustituye a la imagen en el cine y más bien todo lo que no es imagen un poco hasta que perturba. En un plano de lo ideal, casi que todo debería poder reducirse a la pura imagen, y creo que en ese sentido la adaptación está lograda, si ves la peli en mute, la idea sigue estando ahí. No lo hagan, véanla con sonido, pero para que se entienda la idea de lo que, para mí, al menos, es en esencia una buena adaptación.
MR: Fue la parte más difícil para mí y la más atractiva desde el punto de vista del desafío que representaba. Creo que hicimos una buena tríada con Martín Armada y Juan Manuel en la síntesis de la historia, y hay un enorme trabajo de archivo que coordinó Juan Manuel con Ana Bovino y Gabriela Haberle. Y a esa historia de la prohibición luego le sumamos la historia de Eric, que creo que, además de cumplir una función dramática cinematográfica, en el sentido de contar una historia, es también una demostración de que la historia que estamos contando no es algo del pasado, sino que es algo que afecta a miles de personas día a día en la actualidad.
—¿Cuánto tiempo les llevó la realización del documental?
—MR: Si contamos desde la escritura del guión al estreno, son cuatro años, claro que no fueron cuatro años de trabajo de ocho horas por día porque todos tenemos otros trabajos, así que fueron cuatro años con momentos de más trabajo que otros.
—El rodaje de la película comenzó en 2016, justo al inicio del gobierno macrista, con todo el recrudecimiento del accionar represivo de las fuerzas de seguridad en relación con este tema, ¿qué fue lo que más les impactó durante estos años de rodaje?
—MR: Macri hizo todo mal en este tema como en casi todos, así que eso no me sorprendió. Lo que sí creo que me impactó e hizo reflexionar fueron los contrastes que recorrimos con la película. El primero, sin dudas, entre Eric y sus verdugos, los policías que lo apresaron y con quienes nos reunimos. Dos universos tan distintos y cercanos físicamente, pero regidos por valores tan diferentes. Lo mismo de los contrastes lo sentí cuando cruzamos a Uruguay y vimos al Estado apoyando a los cultivadores de allá, acá los persiguen y los encarcelan, allá son trabajadores en blanco con aportes y todo. Allá es una industria legal más y es mucho más sana que muchas industrias legales de acá, como la del tabaco, el alcohol o las golosinas.
—JM: En términos muy concretos, hay secuencias con la policía antinarcóticos de Córdoba que fueron arduas para filmar y, como no es el ámbito natural de uno, fue impactante ver cómo se entrenan locamente cada día, armas, patadas, toda clase de prácticas de irrupción, y claro, cuando les sueltan la correa, tienen unas ganas de poner en acción toda esa violencia contenida… también fue impactante conversar con mucha gente sobre el tema y poder ver cómo funciona el tabú. Personas que consumen y uno sabe que consumen y pueden reproducir la lógica prohibicionista de una forma tan interiorizada, que niega su propia experiencia. Y en oposición, un impacto positivo fue ver la experiencia uruguaya, que tiene todo un apartado en la peli, y el impacto fue ver que en realidad Montevideo sigue siendo la misma ciudad de siempre, que no hay ninguna alteración notable post legalización.
En relación al macrismo que preguntás, sin dudas fue un retroceso y se disparó la represión. La Guerra a las Drogas no es una ideología, es un entramado de intereses que tiene por centro, que pivotea sobre el aparato militar y securitario de los Estados Unidos. Entonces, en un gobierno tan alineado con los Estados Unidos, tiene entre sus tareas reforzar ese vínculo, y comprometer aún más a las fuerzas de seguridad, y ahí el decreto de Macri comprometiendo a las fuerzas armadas en la supuesta lucha contra el narcotráfico. Sin embargo, el prohibicionismo de baja intensidad, como el que puede tener un gobierno progresista, mantiene el orden que hace posible los posteriores picos y, a mi juicio, condiciona la soberanía.
—¿Qué les gustaría generar en el público con esta película?
—JM: Siempre que uno hace algo para los demás creo que busca alguna emoción, así que eso vale para Una Historia de la Prohibición. Que genere alguna emoción, dentro de eso, se cuenta la reflexión, el rechazo, el placer. Y en un nivel más político, que sirva para generar espacios de debate colectivo, esperemos que dentro de no demasiado tiempo podamos tener la experiencia de compartirla en espacios físicos también.
—MR: Para mí, el sólo hecho de haber hecho esta película con fondos del Estado es un éxito, porque abordamos el tema de las drogas de una forma honesta, seria y comprometida, y la filmamos en plena era Macri que fue a contramano de todo lo que está bien sobre este tema, en mi modesta opinión, claro. Generar una reflexión basada en los hechos y en el respeto a las libertades individuales para mí ya sería un montón. Uno de mis sueños es que el Estado y la policía dejen de perseguir a los consumidores más vulnerables, la prohibición es clasista y todos lo sabemos. Si logramos ser un aporte en esa dirección, voy a sentirme completamente realizado respecto a esta película.
—¿Cómo ven la situación actual en Argentina en particular y en Latinoamérica en general, en relación a la llamada Guerra contra las Drogas?
—MR: Bueno, tenemos realidades muy diferentes, desde la de Uruguay, el primer país del mundo en legalizar la marihuana para todos sus fines y hasta las de México y Colombia, los dos países del mundo donde la guerra a las drogas encuentra su peor versión. No me animo a predecir el futuro, pero pareciera que la tendencia general va hacia la regulación, sobre todo del Cannabis que ya cuenta con muchos experimentos positivos en ese sentido. Será un camino largo y que dependerá de muchos factores, en Uruguay, por ejemplo, la ley se logró por la movilización de las organizaciones civiles y los movimientos sociales. Luego en el nivel de la política internacional, está la cuestión militar y económica, a nadie puede escapar que EE.UU. viene utilizando hace cien años la prohibición de drogas como excusa para tejer alianzas militares con los estados de todo el mundo, así que lamentablemente el futuro de la prohibición no se decidirá en torno a “qué es lo más sano para los pueblos”, como debería ser, sino que dependerá de la correlación de fuerzas entre EE.UU. y el resto del mundo, y de la persistencia en la lucha de las organizaciones civiles y movimientos populares en la defensa de las libertades democráticas y los derechos humanos.
—JM: Acuerdo con lo que dijo Martín y agregaría que, en el peor de los escenarios, dependerá más de la interna dentro de los Estados Unidos que de lo que pueda suceder en el orden de los países latinoamericanos. Hay que animarse, hay que ver qué sociedad queda pospandemia también. La política, entendida como la administración pública y sus funcionarios, tiende a ser conservadora, por eso, como dice Martín, tiene que haber algo por afuera que garantice y desborde, al menos en este tema.
*Darío Cavacini para Marcha. Collage: Iván Barrera.