Conocimiento mapuche para frenar la conquista transgénica del desierto
Agro-negocios, fumigaciones, monocultivos. Las políticas nacionales para el “campo” tienen su contrapeso en el saber ancestral del vínculo entre el ser humano y el territorio. Desde el corazón sojero del país, un mapuche advierte que “mientras soberanía alimentaria no signifique acceso a la tierra serán solo palabras para título de algún medio de prensa”.
Por Adrián Moyano para En estos días
Desvío Arijón queda en el corazón del país de la soja, pero Jeremías Chauque habla de kimün (conocimiento) y de otros conceptos mapuche para fundamentar su activismo por la soberanía alimentaria y, necesariamente, contra el agro-negocio. Días antes de su charla con En estos días, el presidente Alberto Fernández había dicho ante empresarios estadounidenses: “La cosecha de este año es récord. Tenemos la oportunidad de desarrollar la agricultura alimentaria, hay que generar industria a partir de lo que cosechamos. El campo es un socio central para el desarrollo, la idea es que nos sentemos a diseñar un modelo posible para no parar de producir”. En el paraje santafesino donde vive Chauque, saben muy bien de qué se trata esa continuidad.
Chauque también activa a través de la música: es guitarrista en la banda de Rubén Patagonia, su padre. La primera vez que este cronista habló con él fue como consecuencia de su transitoria detención, al oponerse corporalmente a una fumigación. “Ya pasaron 18 años desde que tomamos la decisión con mi compañera de regresar al campo, para permitirles a nuestros hijos e hijas reafirmar su linaje ancestral de y desde la tierra”, contextualizó. “El lugar que elegimos es un pequeño pueblito rural, costero y frutillero: Desvío Arijón, provincia de Santa Fe. Pero el campo ya no es el campo”, resaltó.
Al establecerse, “las patologías de este modelo productivo tóxico y saqueador se repetían en cada charla con vecinos y vecinas del pueblo. Problemas de salud a nivel cutáneo, reproductivo, respiratorio, cardiovascular, neurológico, digestivo, cáncer o leucemia, se fueron trasformando también en la identidad del pueblo”, lamentó Chauque. “Nada es casual en los pueblos fumigados: la Campaña del Desierto en su formato transgénico, monocultivo y agro-tóxico, avanza desmontando, fumigando, empobreciendo social, productiva y culturalmente pueblos, suelos, ríos, montes y todo aquello que genere una mínima posibilidad de ponerse de pie y regenerar derechos”, describió.
Hace rato que dejó de tratarse de presunciones o simples sospechas. “A partir de 7.876 registros oficiales del SENASA entre 2011 y 2016, y gracias al compromiso de Fernando Cabaleiro, que logró hacer público estos datos, se confirmó la presencia de 82 agro-tóxicos distintos en todo tipo de frutas, verduras y oleaginosas”, ilustró el agricultor. “Solamente en la producción de frutilla, se utiliza un combo mortal, más de 40 tipos de agro-tóxicos, además de fertilizantes sintéticos. La misma lógica de desprecio y explotación también la padecen los y las trabajadoras. En 2016, se hizo un relevamiento en Arroyo Leyes (Santa Fe), en el cual se detectó que el agua está contaminada con nitritos, nitratos y amonios, que son residuos directos de la fertilización sintética en campos fumigados”. ¿No parar de producir? ¿Qué cosa, Presidente?
Concentración insólita
Ingrediente no menor, “el 60 por ciento de las tierras de la provincia se encuentra en manos del 0,06 por ciento de la población”, ilustró Chauque. “El último Censo Nacional Agropecuario data de 2018 e indicó que la principal oleaginosa fue la soja”, pero “no es una producción, es la invasión. Un agro-genocidio con un aparato represivo de combos mortales: herbicidas, bactericidas, nematicidas, fungicidas, insecticidas, fertilizantes sintéticos” y demás, enumeró.
Ante la vocación que cada vez exterioriza más el Gobierno nacional, el campesino mapuche fue claro: “En tiempos en que las pandemias están ligadas profundamente a modelos productivos agroindustriales, fracking, minería y demás extractivismos, profundizarlos sólo es una manera más de acortar la cadena. Es la incapacidad de las políticas que, de rodillas, reclaman su parte de limosna, dejando atrás cualquier avance y debate de lo que significan soberanía y seguridad alimentaria para nuestros pueblos”, cuestionó.
Ante la transversalidad inocultable del modelo, “seguimos organizándonos, rebrotando todo aquello a lo que el agro-negocio le declaró la guerra, desde la trinchera que más le temen, volviendo a ser monte medicina, monte alimento, monte identidad, monte semilla, memoria adentro”.
Chauque forma parte de ¡Desvío a la Raíz! Agricultura Ancestral, organización campesina indígena de la que participan más de 45 familias. “Además de denunciar y erradicar las fumigaciones terrestres y aéreas del pueblo, abastecemos desde los patios, baldíos, vías ferroviarias, desde territorios recuperados para la producción campesina, sin agro-tóxicos, a más de 300 familias de diversas ciudades y pueblos con alimentos sin patrones, con sabor y color a dignidad, a derecho y a cultura”.
¡Desvío a la Raíz! forma parte de la Red Provincial de Agricultura Ancestral. “Estamos llevando adelante el Área de Agricultura Social de la CTA de Santa Fe, participamos en instancias colectivas como el Foro Agrario Soberano y Popular, o el Agri Salud 2030, y fundamos, junto a otras organizaciones, la Campaña Paren de Fumigarnos y la Marcha Plurinacional de los Barbijos. También estamos trabajando junto a la UTT (Unión de Trabajadores de la Tierra) y el diputado (provincial) Leandro Busatto un proyecto de Ley llamado EPAS (Espacios de Producción Ambiente y Sociedad) porque entendemos que debemos ser protagonistas en esta disputa con el agro-negocio, acompañar políticas que nos permitan discutir y debatir qué modelos productivos queremos para nuestros pueblos, y combatir las que nada tengan que ver con el urgente desafío de labrar, semilla en mano, nuestro propio destino”.
¿Soberanía alimentaria?
Cuando el gobierno nacional decidió intervenir en la situación de Vicentin, invocó un concepto muy caro a las organizaciones campesinas e indígenas. “El agro-negocio y el capitalismo en sí son profesionales de la confusión, por eso, no dudan en robarnos palabras y conceptos, por ejemplo, agricultura”, expresó Chauque. “Tenemos que salir a inventar nombres para hablar de cosas que son antiguas, como agroecología, para intentar reflejar lo que fuimos y lo que queremos volver a ser, conectándonos con nuestro origen, donde palabras como rakizuam (pensamiento) o kimün pueden tendernos mil puentes, llevarnos a muchos lugares. El agro-negocio y el capitalismo lo tienen claro, por eso, nos roban esas palabras”.
En el audio, se filtran el viento y el trinar de pájaros que el cronista no alcanza a reconocer. “Mientras soberanía alimentaria no signifique acceso a la tierra, protagonismo en el campo, decisión de los propios pueblos a la hora de definir qué modelos productivos queremos, cuando no se garanticen desde el Estado políticas que acompañen estos procesos, simplemente van a ser palabras sueltas, palabras para títulos de algún medio de prensa”, cuestionó. “Nosotros estamos labrando soberanía porque consideramos que es el derecho que nos pertenece y el legado que queremos dejarles a nuestros hijos y a nuestras hijas”, insistió.
Sin embargo, ante el horizonte que se abrió con la decisión gubernamental, “creemos que también tenemos que participar de esos debates y esas disputas, debatir por qué avanzar sobre riñones del agro-negocio como Vicentin, porque los pueblos deben tomar la decisión y el protagonismo en esos avances para que no queden solamente en puestas en escena”, resaltó.
Para Chauque, “es un momento estratégico para debatir y tomar posición, y para seguir avanzando hacia un concepto, como soberanía alimentaria, que se transforme en la semilla de las futuras generaciones. Eso está ocurriendo”, observó.
Hay razones para cierto optimismo. “La realidad es que hoy, por ejemplo, la provincia de Santa Fe se manifiesta desde los pueblos fumigados y las organizaciones campesinas e indígenas, como la nuestra. Salimos a disputar, a recuperar esos conceptos y a ponerlos en el lugar que deben estar, para seguir avanzando hacia ese momento en el que podamos concretar colectivamente modelos productivos que nos permitan cosechar alimentos para los pueblos y, además, soberanía alimentaria, dignidad, derechos, salud y cultura”, proclamó Chauque. Lejos quizá del territorio mapuche, pero enancado en sus fundamentos.
*Por Adrián Moyano para En estos días / Imagen de portada: En estos días.