María Lugones: «Una forma eficaz de la resistencia yace en no estar dispuesta a ser ‘curada'»

María Lugones: «Una forma eficaz de la resistencia yace en no estar dispuesta a ser ‘curada'»
21 julio, 2020 por Redacción La tinta

Ha dejado este mundo en Nueva York la pensadora argentina y puntal del feminismo decolonial latinoamericano, María Lugones. La intelectual boliviana Rosario Aquím nos comparte este fragmento en el cual la retrató en una de sus antologías de ensayos. En el último tiempo, María Lugones y Rosario Aquím se encontraban trabajando en una producción sobre Estado plurinacional y colonialidad de género, que se iba a editar en inglés y castellano en la universidad de Binghampton.

Por Rosario Aquím Chávez para La Marea

«…una forma eficaz de la resistencia yace,
en no estar dispuesta a ser ‘curada'».
María Lugones.

María Lugones nació en las pampas de Los Toldos, Buenos Aires, Argentina, el 26 de enero de 1944. Su madre era hija de catalanes pobres; su abuela “cocía en uno de esos talleres que te sacan la vista y la sangre. La gente de mi viejo me llamaba Negra. Era machona, no me gustaba andar con ropa. Mi abuela materna me decía ‘Nanu’ en Catalán”. María creció en el campo, entre gente sencilla, dura, acostumbrada a poner el hombro. La pampa infinita fue su primera conexión vital formadora, a caballo entre las fantasías de la infancia y las raíces del primer terruño.

Cuando cumplió 16 años, sus padres descubrieron que era machona y la encerraron en una casa durante dos meses, con todas las ventanas bloqueadas, como castigo. Por una pequeña ventana, le pasaban día a día la comida, esperando con impaciencia el arrepentimiento y la corrección. “Ahí aprendí a ser buena compañía para mí misma, a recordar quién soy y por qué hago lo que hago”.

Como el arrepentimiento no llegaba, su padre decidió internarla en un manicomio, “(…) eso me marcó mucho, no fui por diagnóstico ‘médico’. Me metieron ahí por la fuerza y sólo para quebrarme. Para mí, fue una experiencia extraordinariamente difícil. Nunca me vio un psicólogo o psiquiatra. Era una prisión de mujeres, con torturas terribles. Electroshock, shocks insulínicos, 50 Fenergan a la vez, humillaciones constantes, violencia, violencia sexual. Allí, conocí la resistencia expresada en códigos esotéricos, descifrables, la elaboración misma, el expresar velado, para sí y en sí. También aprendí que estoy hecha de buena pasta. Conocí íntimamente un mundo igual al mundo en el que vivo ahora, pero mucho más directo en su brutalidad y en su ternura”. Un mundo, brutalmente homofóbico, el nuestro, cuyo imaginario social está muy ligado a los fundamentos de las teorías evolucionistas y biologistas que conciben a la homosexualidad en todas sus manifestaciones como una “a-normalidad” o “contra natura”.

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En ese mundo de odio, donde las lágrimas apenas son agua derramada en el desierto, lo único que queda es resistir. Y María resistió. “La única vez que nos dejaron salir de los cuartos a un patio, dejaron salir también a las ‘violentas’ que estaban encerradas en el sótano; por falta de sol, tenían toda la piel manchada. Yo estaba ahí, en el patio, y dos ‘violentas’ me agarraron, cada una de un brazo y, caminando conmigo, me decían: ‘Nosotras somos lesbianas, vos también, ¿no?’. Viendo a una alemana altísima, vital, defendiéndose con una fuerza y una furia que una siempre sabe que está ahí, casi en la superficie, mientras cinco guardias la atacaban y le ponían el chaleco de fuerza, y después le rapaban su larguísimo pelo que ella quería, cuidaba y le daba alegría. La alemana ahí, con el chaleco, las lágrimas por la cara, el pelo cortado a lo bruto. Y así, viendo estas escenas, todos los días… escribí:

‘I am busy’ she said, when they brought out the electro-shock machine. ‘I am busy’. In a repetitious chant that we (not they) could understand, a busying of the mind that disrupts the brutal meddling, reminding oneself, after all, that one form of efficacious resistance lies in not being open to being ‘cured’”

“Estoy ocupada, dijo ella, cuando trajeron la máquina de electroshock. Yo estoy ocupada. En un canto repetitivo que nosotras (no ellos), podíamos entender. Un ocupar de la mente, que rompe la invasión brutal, recordándonos que después de todo, una forma eficaz de la resistencia yace, en no estar dispuesta a ser ‘curada’”.

María Lugones, Pilgrimages/Peregrinajes:
Theorizing Coalition Against Multiple Oppressions. p. 1. Rowman & Littlefield, 2003.

“Esas dos experiencias me enseñaron que no soy domable, que tengo algo dentro que me hace resistir la voluntad de doblar/formar/domar con que la gente, las instituciones, el ‘saber’ y sus disciplinas insisten en reducirte. Y en esa resistencia, yo sé que no tengo límites. No tengo nada más importante que perder. A veces, tengo demasiada rabia dentro. Pero claro, sé que soy una persona de su tiempo, de su sociedad, y por más crítica y dura que una se posicione, una está hecha desde la médula por la basura dispersa en el aire que una respira y, desde la médula, hay que rehacerse continuamente”.

María Lugones, como el ave Fénix, se ha rehecho retazo a retazo, lejos del odio. Vive actualmente en EE.UU., en el estado de New York. Allí, ha inventado su nuevo terruño en las faldas de la montaña, en la enriquecedora y compleja compañía de su comunidad lésbica. María se autodefine como “macha”, “tortilla”, “tortillera”, son algunos de los nombres con que designa su condición de homosexual. “Soy una mujer de color, latina de U.S.A.”, dice María y, en esta frase, abraza a las mujeres negras, chicanas, indígenas, latinas, afro-latinas, asiático-americanas, árabes, musulmanas; mujeres racializadas y subalternizadas, “mujeres de color” excluidas y atacadas por el feminismo liberal hegemónico, como racistas, por incorporar el concepto de raza en su lucha política. Para el feminismo hegemónico -un feminismo elaborado desde posiciones de raza, clase y género privilegiados-, “la mujer” es una abstracción unívoca; conceptualización que esconde relaciones de subordinación y de exclusión de múltiples modos de subjetivación e identidad genérica que se resisten a la esencialización.

El movimiento de las mujeres de color, al que pertenece María Lugones, se inscribe en el denominado posfeminismo, que muchas teóricas consideran la etapa de madurez del feminismo como teoría política, luego de la crisis del feminismo de la segunda ola. La lucha de las mujeres de color se inscribe concretamente en la teoría poscolonial. Están interesadas en estudiar las tramas de la especificidad racial o étnica de la opresión, y su relación congénita con el género, en una “sexualización de la raza y una racialización del sexo” inseparables.

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En este sentido, la crítica feminista poscolonial responde a la imposibilidad de la subjetividad subalternizada de construir su propio locus de enunciación al interior de las corrientes del marxismo clásico. De ahí que el movimiento de las mujeres de color intente articular nuevas categorías transversales a través de las cuales desentramar las complejas redes de poder que subyacen al cuarteto capital-raza-sexualidad-colonia y que fueron construidas en la zona de contacto de la confrontación colonial. Por otro lado, intentan desmontar las prácticas que aún perduran en la memoria de la subjetividad colonizada, como lealtades, como rupturas, como imposibilidades, como huellas profundas de una exclusión vivencial permanente.

“De vez en cuando, me estiro el cuerpo largo, largo… me desenvuelvo y estoy bien. Claro que una puede estar mejor y ese desenrollarse de vez en cuando de toda la trama crítica y resistente, para simplemente estar, se vuelve infinitamente mejor, en la fusión de la compañía: el estar, estando con es, para mí, la rara experiencia del estado de gracia, de un bienestar feliz. Claro que, para mí, esos son momentos cultivados en un mar de lucha, que incluye: un sin fin de proponeres y recibires en gestos, palabras, actos en tensión, a veces, sin red, a veces, entre y con la gente, sin ninguna pretensión”.

María Lugones instala su crítica desde los márgenes del discurso dominante, desde los pliegues, desde las fronteras del modelo colonial global. La raza, la clase, el sexo, son opresiones conectadas en continuo proceso de producción y transformación, ya no es cuestión de controlar la bio-tánato política, sino de gestionar la producción y docilización del “monstruo”, ese tejido de conexiones híbridas, de cuerpos incorregibles, de estéticas indomables, que se resisten a ser “curadas”.

Silencio sólido

A María Lugones, siempre amada, eterna en mí.

Hoy las palabras no florecen
en la aridez del alma.
Sólo el dolor
acróbata desgarrado
acosa
desde mis pupilas
ante el horror singular de tu partida.

Tengo un llanto sin lágrimas
quejumbre perpetua
congelado en mi garganta.
Un silencio sólido, inasible
fin absoluto del lenguaje y sus artificios.

Mi pecho agitado revolotea
como una turbia fuente abandonada
ante el ruido de la muerte que cae como una flecha
contra el polvo sin vida de la memoria
en esta madrugada de invierno
en que tus párpados dormidos
tórtolas asustadas
se dejaron seducir por la osada presencia de la Parca
a la hora funesta en que las diosas juegan
con sus negras e insensibles ideas.

Ahora que te has ido, dejando un abismo
recordarte, se ha vuelto un destino.

Recordar la melancolía de tus jardines de otoño
repletos de pájaros vagabundos.
Recordar la eternidad de tus palabras libres
emancipadas del sentido.
Recordar tus verdades, picaflores cotidianos
que abandonaron su nido
en la poesía de una tierra extraña.
Recordar tu música de instrumento antiguo
revelando la insuficiencia espiritual
de la piel, del oído, de la mirada colonizada.

Recordar el vértigo del negro acantilado de tus ojos
sublime veterana de la vida.
Cañonazo en zona sin guerra.
Viviendo en tu mar interior
saturado de amor, pasión y fantasía
amoroso asilo del clan que me atraviesa.

Montadas en pelo
con los girones de la pampa y la selva
colgados a la espalda
sobrevivientes del destierro y del exilio
en ese exilio
nos encontramos y fuimos una
en el galope desbocado de mi selva y de tus pampas.

Recordarte eternamente
en los inquietos caminos
en los que la oscura segadora revela su realidad
como un relámpago inconfundible
preñado de certezas.

Recordarte desde tu pensamiento vivo
que remueve y sangra.
Pensamiento secreto
que se abre como abanico
en busca del yo-comunal extraviado
siendo-resistiendo en algún lugar
en constelaciones de coaliciones
desde nuestra hondura
desde nuestras pieles
desde nuestros cuerpos y sus miradas.

Recordarte.
Porque no hay más vida ni más muerte
que se resista a la eternidad que ofrece
el corazón de la imaginación.
El cantará sus recuerdos amorosos y amados
en la luminosa bandada de palabras
que hablarán de ti, a través del tiempo
por los siglos de los siglos.

*Por Rosario Aquím Chávez para La Marea.

Palabras claves: feminismo, Géneros y Diversidad, LGBT, literatura, María Lugones, Rosario Aquím

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