Una mirada feminista a la construcción del paisaje

Una mirada feminista a la construcción del paisaje
24 junio, 2020 por Redacción La tinta

Por Antonia Rubinstein para  QUID consultora

Si algo parece no cuestionarse, dentro de la amplia comunidad que se pregunta qué es el paisaje, es que este no existe en la naturaleza; sino que se construye a partir de la observación que hacemos las personas del espacio que nos rodea. Existe cuando hay alguien que lo mira, existe en el borde entre lo natural y lo construido, entre lo que crece espontáneamente y lo cultivado. El paisaje implica necesariamente una mirada, un punto de vista. Y esta mirada no es neutral, sino que refleja nuestros anclajes geográficos, políticos, culturales, étnicos y de género. Y, por lo tanto, tampoco es neutral la manera en la que proyectamos, diseñamos y conservamos nuestros paisajes.

El objetivo básico de los feminismos es cambiar el punto de vista desde el que observamos, romper con ciertas miradas hegemónicas, binarias y excluyentes para crear nuevos sistemas de valoración que contemplen la multiplicidad, que celebren y fomenten la diversidad. Citando a la arquitecta Zaida Muxí Martínez: “La valoración y visibilización de las experiencias de las mujeres en el uso de la ciudad nos permitirá generar -desde necesidades, dificultades y capacidades diferentes- nuevas incógnitas en las ecuaciones a resolver que son los proyectos urbanos y arquitectónicos. Por lo tanto, si las preguntas que nos hacemos son diferentes, las respuestas lo serán.[1] ”En el seno de una sociedad patriarcal, de una ciudad pensada por y para varones cis, blancos, heterosexuales y de mediana edad, nos preguntamos: ¿dónde se esconde el patriarcado en el paisaje urbano? ¿Cómo se materializa en los espacios verdes de mi ciudad? ¿De qué forma vivenciamos los espacios públicos las mujeres, lesbianas, trans, travestis y no binaries?

El patriarcado se esconde y esconde: se esconde en la falsa neutralidad, en la mirada eficientista, productivista e individualista sobre el espacio público, en la homogeneización de lxs sujetxs a un usuario canónico, a un único cuerpo posible. Y en su despliegue en el espacio esconde con hormigón las malezas, con césped implantado las hierbas espontáneas, con rejas la vitalidad y el bullicio del juego infantil.

¿Cómo hacer proyectos de paisaje en tanto espacios públicos que tengan en cuenta la perspectiva de género(s)? ¿Qué estrategias se pueden tener como diseñadores para fomentar la mixtura de usos e incentivar a todxs lxs vecinxs (y, sobre todo, a las mujeres) a apropiarse de estos espacios? En primer lugar, es importante no olvidar el papel que cumplen los espacios verdes urbanos: son lugares de ocio, recreación, encuentro, deporte, y también de cuidado.Numerosos estudios [2] confirman lo obvio: las mujeres destinan más tiempo que los varones a las tareas reproductivas y de cuidado, generando una doble carga entre el trabajo remunerado y el trabajo doméstico y de cuidado no pago. La visibilización de estas tareas y la desnaturalización de este rol asignado es uno de los pilares que plantea el urbanismo feminista.

Entendiendo que la experiencia vivencial de la ciudad no es igual para todos los cuerpos, surgen muchas preguntas desde las cuales interpelar al paisaje: ¿Por qué algunos parques funcionan mejor que otros? ¿Dónde están emplazados, qué conexiones con la trama urbana presentan? ¿Es fácil acceder en transporte público o hay que hacerlo en automóvil particular? ¿Cuentan con baños de uso público y bebederos con agua potable?

Sus accesos y senderos, ¿son transitables en sillas de ruedas, en bicicleta, con un cochecito, con patines? ¿Permiten la circulación de todo tipo de cuerpos?

Las zonas de juego, ¿están pensadas para diversas edades?, ¿permiten usos diversos, o están estructuradas para una actividad específica? ¿Se tuvo en cuenta a las personas que cuidan también al diseñarlas?

Los equipamientos, ¿qué tipo de actividades permiten? ¿Están destinadas a un grupo etario o un género particular? ¿A cuál?

¿Quiénes usan este espacio a las 3 de la tarde? ¿Y a las 12 de la noche? ¿Qué grupos no la usan? ¿Por qué? Y también aparecen preguntas más incómodas: ¿alcanza con un cambio en la forma en la que diseñamos para generar un cambio en los comportamientos de las personas?Como en un círculo vicioso, los espacios se conforman a partir de los roles, y estos a su vez se ven conformados por el espacio. Esto que dice Zaida Muxí en su libro Mujeres, casas y ciudades también lo vio Eva Kail, ingeniera que estuvo a cargo de la oficina de Planeamiento y Construcción de Viena desde 1998. Su equipo notó que las niñas se solían apropiar de los parques con menor confianza que los niños; y a su vez los diseños y equipamientos existentes tendían a favorecer a los niños y adolescentes varones. A partir de 1999 se diseñaron/rediseñaron 6 parques con perspectiva de género: 2 de estos parques fueron producto de un concurso en el que participaron tres estudios de planificación del paisaje encabezados por mujeres. En los otros 4 parques se probaron diferentes formas de participación y se rediseñaron con senderos bien iluminados y nuevas instalaciones, como canchas de vóley como alternativa a las canchas de fútbol que suelen estar dominadas por hombres. En 2005 se comenzó a incorporar esta mirada en todos los parques de la ciudad de Viena. Además de las acciones en los parques, desde esta oficina se trabajó en medidas que favorecieran a lxs peatones con mejoras en el alumbrado público, ampliación de veredas, más bancos y menos barreras que obstruyeran el paso, entre otras[3]. Estas acciones favorecen a lxs ciudadanos en general y principalmente a las mujeres, ya que somos quienes más caminamos por la ciudad[4], y en esas caminatas muchas veces acompañamos a niñxs, personas mayores o con discapacidades, cargamos bolsas de compras, o todo a la vez.

En Barcelona, encontramos muchos otros ejemplos de aplicación de urbanismo feminista en los proyectos de espacio público; como los proyectos de Collectiu Punt 6, cooperativa de sociólogas, arquitectas y urbanistas pionera en esta temática, con numerosos proyectos de procesos participativos en patios y senderos escolares, parques, barrios y ciudades[5]. Aparece también la iniciativa del grupo de arquitectas Equal Saree, que en sus proyectos busca regenerar ciudades inclusivas que consideren y den respuesta a las necesidades de la vida cotidiana de todas las personas, a través de la participación activa de los grupos que generalmente quedan excluidos de las decisiones sobre su entorno, como lxs niñxs o la gente mayor[6].

De este lado del charquito, un ejemplo reciente en la Ciudad de Buenos Aires es el Parque de la Estación. En el barrio de Once, en los terrenos de la estación 11 de septiembre del Ferrocarril Sarmiento, se reconvirtió el galpón ferroviario en un espacio público que alberga una biblioteca pública, un invernadero, un polideportivo y un salón de usos múltiples. Esta recuperación del predio se dio a partir de un largo reclamo de lxs vecinxs del barrio, organizados bajo el colectivo “Vecinos X el Parque de la Estación”. Se realizó un proceso participativo para el diseño donde se propuso, entre otras cosas, que el parque no tuviera rejas, que fuera accesible, que contara con vegetación nativa rioplatense y que su gestión posterior fuera compartida entre el Gobierno de la Ciudad y lxs vecinxs[7]. Si bien no fue abordado desde una perspectiva “estrictamente” feminista, este tipo de experiencias nos parecen fundamentales para mostrar la importancia de la participación ciudadana activa en un proyecto para garantizar el uso y apropiamiento del espacio vecinal.

Lejos estamos de pretender crear un manual de cómo debería ser a nuestro criterio el paisaje urbano. Cada espacio tiene sus particularidades, su territorio, su comunidad, su contexto. Queremos salirnos de la lógica patriarcal-arborescente donde hay un camino en línea recta a seguir, hacia arriba. Este pensamiento jamás ha entendido la multiplicidad[8]. El urbanismo feminista está en construcción; y lo seguirá estando mientras sigamos construyendo nuevos enunciados y nuevos deseos.

*Por Antonia Rubinstein para  QUID consultora.


[1] Muxí Martínez, Zaida. (2018). Mujeres, casas y ciudades. Más allá del umbral. Dpr barcelona, Barcelona.
[2] OECD. (2015). https://www.oecd.org/gender/data/balancingpaidworkunpaidworkandleisure.htm, y muchos otros.
[3] Col lectiu Punt 6. (2019). Urbanismo feminista. Por una transformación radical de los espacios de vida. Virus Editorial, Barcelona. Y https://womenintheworld.com/2019/05/15/urban-planner-creates-feminist-utopia-by-designing-public-spaces-with-women-in-mind/
[4] GCBA, Secretaría de transporte (2019). Plan de género y movilidad.
[5] Collectiu Punt 6. Ver http://www.punt6.org/
[6] Equal saree. Ver http://equalsaree.org/es/manifiesto/
[7] Márquez, Fabio. (2019). Parque de la Estación. La construcción del espacio público de modo contemporáneo.
[8] Guattari, Felix y Deleuze, Gilles. (1988). Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia.

 

Palabras claves: Espacio público, feminismo, paisaje, urbanismo

Compartir: