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¡La deuda es del patriarcado!

20 mayo, 2020 by Redacción La tinta

Por Danitza Tello Pardave y Natalia Bianchini para La tinta

El Banco de Mujeres Kallpa Warmichas es una de las múltiples estrategias colectivas que llevan a cabo las mujeres para financiar el consumo diario, acceder a algún servicio básico y/o comprar insumos para sus trabajos productivos (principalmente, dentro del rubro de gastronomía y textil). Son formas de acceder a dinero en efectivo para contribuir con las economías familiares con bajas tasas de interés. La realidad es que esta infraestructura financiera comunitaria suele recaudar fondos insuficientes para abordar la demanda total de dinero solicitado quincenalmente por las mujeres.


Ellas son un grupo de mujeres que se organizan para garantizar mutuamente micropréstamos y ahorros. Es decir, es un sistema de crédito comunitario basado en la confianza y compromiso entre pares. Son vecinas de Nueva Esperanza, barrio que está ubicado en el extremo noroeste de la Ciudad de Córdoba.


El banco comunal comenzó a funcionar en mayo del 2018, a partir de la necesidad común de dinero para invertir en sus trabajos productivos. Esta demanda colectiva desencadena la gestión de una vecina, quien recibe un monto de dinero de familiares de Perú y decide comenzar con este sistema comunitario de crédito. Su experiencia laboral en un banco privado le permitió recuperar ciertas lógicas para organizar el funcionamiento del Banco Comunal Kallpa Warmichas. De esta manera, a partir del dinero inicial, comienzan a trabajar entre un grupo reducido de 4 mujeres y, actualmente, participan 33, en su mayoría, migrantes de Perú y Bolivia. “Porque nosotras nos tenemos que juntar y decirles que podemos más que ellos”, decía enfáticamente una de las socias entrevistadas. Este sistema de créditos es organizado por y para las mujeres del barrio, “para que la mujer, se levante un poco más y no esté esperando la ayuda de la pareja”.

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(Imagen: Julieta Pollo)

La dinámica del Banco consiste en reuniones quincenales fijas y obligatorias (los días domingo). El cronograma de fechas fue uno de los acuerdos establecidos a principio de año y han definido que las que llegan “tarde” deben pagar una multa. “Hay multas por tardanza porque tienen que llegar a un horario para que comience bien ordenado. Una multa que va a una caja muy aparte para cualquier actividad que hagamos” (E3). Durante los encuentros quincenales, se producen las “transacciones” de dinero: algunas depositan ahorros y obtienen el 3% de interés final y otras solicitan microcréditos con una tasa de interés del 6%. Para participar, sólo se necesita llevar el documento de identidad y el único criterio para participar es ser “mujer”.

Los créditos son “escalativos”, el monto inicial es $500 y, luego, puede ir aumentando. Las socias que cancelan todas las cuotas pueden solicitar otro préstamo, pero deben registrarse en la lista de “solicitudes de créditos” para poder obtener su crédito en la siguiente reunión. Sin embargo, frecuentemente, sucede que existe más demanda de préstamos que dinero total disponible para entregar. Muy pocas veces, sucede a la inversa, es decir, hay más dinero recaudado que el solicitado por las mujeres.

Finalmente, cada año, en diciembre, se realiza un cierre de ciclo donde la comisión directiva socializa el balance económico y cada socia manifiesta sus intenciones de continuar o abandonar. Si bien celebramos la estrategia de las mujeres para reducir la dependencia económica que atraviesa a muchas mujeres al interior de las unidades domésticas/familias, nos parece necesario y urgente hacernos algunas preguntas. Que las mujeres tengan dinero efectivo hoy puede significar mayor autonomía respecto de las opresiones patriarcales, pero no necesariamente se traduce en mejores condiciones socio-económicas, de inclusión social y ampliación de la ciudadanía.

¿De quién es la deuda?

Nos parece importante ir un poco más allá de la experiencia local y reflexionar en torno a los motivos por los cuales las mujeres, en general, recurrimos a diferentes tipos de créditos privados-estatales-comunitarios para nuestra reproducción cotidiana de la existencia. Nos interesa detenernos a pensar cómo impacta el dispositivo de la deuda en los territorios, economías, cuerpos. Desde un enfoque interseccional, sostenemos que las mujeres no somos todas iguales y, aunque todas estamos atravesadas por las opresiones de sistema capitalista, patriarcal y colonial, lo vivimos de modos diferentes e, incluso, desiguales. El feminismo hegemónico (occidental/eurocéntrico), si bien instaló debates trascendentales que aportaron a interpelar estructuras e instituciones patriarcales, también ha contribuido a la invisibilización de otras problemáticas, necesidades y deseos de las mujeres. Sus ideas y principales luchas tendieron a crear una idea reduccionista de “la mujer” como un sujeto homogéneo, desconociendo la multiplicidad de posiciones que nos constituyen.

En este sentido, uno de los relatos que permea el sentido común de la sociedad es la idea de “mujer emprendedora”. Bajo este discurso, el crédito se transforma en una herramienta necesaria para “invertir” en los emprendimientos individuales y, a partir de esta “inclusión financiera”, seguir creciendo laboral y económicamente. Sin embargo, no siempre los créditos son utilizados por exitosas mujeres para sus emprendimientos exitosos. Sucede que existen otras realidades que se imprimen en los cuerpos-territorios de las mujeres quienes acuden a los préstamos como estrategia económica para poder sustentar el consumo familiar actual. Los créditos no permiten una inclusión real, sino ficticia que se transforma en explotación permanente. Trabajo hoy para pagar la deuda de mañana.

(Imagen: Colectivo Manifiesto)

Recuperando los aportes de Gago y Cavallero (2019), “entender cómo la deuda extrae valor de las economías domésticas, de las economías no asalariadas, de las economías consideradas históricamente no productivas, permite captar los dispositivos financieros como verdaderos mecanismos de colonización de la reproducción de la vida. También renovar los modos en que la deuda aterriza en las economías asalariadas y las subordina” (Cavallero y Gago, pág 17, 2019). Somos nosotras las que nos endeudamos para garantizar la reproducción cotidiana de nuestras familias, pero ¿qué pasa con la deuda histórica del trabajo reproductivo no pago que realizamos las mujeres cotidiana y, muchas veces, solitariamente en nuestros hogares?


Con esto, no cuestionamos las estrategias económicas de las mujeres de sectores populares, sino que pretendemos relativizar la supuesta inclusión financiera que genera con los dispositivos de créditos (comunitarios, estatales, privados). El banco comunal Kallpa Warmichas nos permite entender que la deuda no es un asunto privado e individual, sino que se trata de una problemática común de muchas que no llegamos a fin de mes. La deuda abre las puertas a la precarización laboral de muchas mujeres que se someten a cualquier condición de trabajo para poder pagarla. La deuda no siempre se utiliza para la inversión, sino que muchas veces es la única salida posible para acceder a servicios y recursos necesarios para la reproducción de la vida. Es decir, la deuda posibilita el consumo popular de alimentos, servicios de salud o el pago del alquiler.


Cavallero y Gago (2019) denuncian la ambivalencia de la deuda, ya que, por un lado, nos da “respiro”, pero, luego, nos asfixia. Sin dudas, posibilita al corto plazo acceder a recursos y servicios que, de otra manera, no sería posible, pero, al mediano plazo, nos ata y condiciona. Esta relación compleja y contradictoria entre inclusión-explotación amplía la capacidad de consumo de las mujeres a cambio de endeudamientos y precarización laboral. La deuda amortigua la crisis, la hace más soportable, reduce la conflictividad social e individualiza el problema para que cada une afronte su pago.

Agradecemos al Banco comunal Kallpa Warmichas por ser ejemplo de lucha colectiva frente al despojo capitalista y patriarcal. La deuda es del patriarcado.

“¡Vivas, libres y desendeudadas nos queremos!”


*Cavallero, L. y Gago, V. (2019). Una lectura feminista de la deuda: ¡Vivas, libres y desendeudadas nos queremos! Editorial: Fundación Rosa Luxemburgo. Buenos Aires, Argentina.

Entrevistas en profundidad (2019)

*Por Danitza Tello Pardave y Natalia Bianchini para La tinta / Imagen de portada: A/D.

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Filed Under: Opinión Tagged With: deuda, Mujeres, Patriarcado, trabajo no remunerado

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