Dengue, la dolencia encubierta
Argentina atraviesa la peor epidemia de dengue de su historia. Con más de 40 mil casos confirmados y 24 muertos, el virus transmitido por el mosquito Aedes aegypti ya está presente en dieciocho provincias del país. En Misiones, una de las más afectadas, se estima que una décima parte de la población podría haberse infectado durante la actual temporada epidemiológica. Pero las dudas sobre el subregistro se extienden al resto de un país sumergido en la batalla contra el COVID-19.
Por Sebastián Korol para Crisis
Carlos Miranda tenía 31 años, era zapatero y vivía en el barrio Villa Madariaga de Posadas, Misiones. El 19 de abril empezó a tener fiebre alta y dolores musculares; fue junto a su madre, Gladys, al hospital público de Garupá, le aplicaron una inyección y le indicaron reposo. Pero a las pocas horas volvió la fiebre y se sumaron luego dolores de cabeza y vómitos. Días después se dirigió por segunda vez a la guardia del hospital y le dieron la misma droga: el malestar se acentuó. Asistió entonces a una clínica privada, donde el médico le dijo que solo era una “gripe de verano” y le recetó ibuprofeno. Cuatro días más tarde, cuando ya no aguantaba más, fue por tercera vez al hospital: lo internaron en el servicio de emergencia y recién entonces –once días después de la primera consulta, a la que había asistido con síntomas compatibles con dengue–, le hicieron el estudio específico. Dio positivo. A la jornada siguiente fue derivado al hospital Ramón Madariaga, el de mayor complejidad en el sistema público de salud de Misiones. Llegó con un informe que consignaba: “cuadro de dengue, dolor abdominal, deshidratación y hepatopatía”. Tenía sangrado de nariz, piel amarilla por derrame de bilirrubina, lengua blanca por deshidratación. La ecografía mostró inflamación de hígado y bazo. El cuadro ya era muy desalentador. En la madrugada del sábado 2 de mayo sufrió una descompensación por una falla multiorgánica, lo llevaron a la terapia intensiva y a los pocos minutos falleció.
En el certificado de defunción de Carlos Miranda figura como causa de muerte “paro cardiorrespiratorio”. No se menciona al dengue. Una omisión significativa, ya que evidencia el subregistro existente en Misiones y refuerza, además, las sospechas en torno a un ocultamiento sistemático de enfermos y muertos por el virus que transmite el mosquito Aedes aegypti.
Operativo no detectar
En una provincia con alta circulación viral, aún no se ha institucionalizado –en centros públicos ni privados– el procedimiento para la detección rápida y la asistencia efectiva ante los casos sospechosos de la enfermedad. La última información oficial difundida por el Ministerio de Salud de Misiones el 19 de mayo, afirma que a la fecha no se reportan fallecidos por dengue. Destaca que apenas hay 325 casos positivos confirmados por laboratorio y admite un total de 9452 notificaciones. ¿Cómo calcular la casuística real ante la desconfianza generalizada que producen estas cifras?
El biólogo Fabricio Tejerina se ha especializado en mosquitos que provocan y transmiten enfermedades y desde hace once años trabaja en territorio e investiga estas temáticas en la Provincia; forma parte además del Grupo de Investigadores de Mosquitos de Argentina (GIMA) y entre 2009 y 2015 fue director de Control de Vectores en la Municipalidad de Posadas. Consultado por crisis aclara que la distinción que aparece en los partes epidemiológicos entre notificaciones de sospechosos y confirmaciones por laboratorio “es un eufemismo que se utiliza para minimizar la casuística real”. Y agrega que, según la Organización Mundial de la Salud, en los distritos donde existe circulación del virus los pacientes febriles que presentan otros síntomas (vómitos, decaimiento, y dolores de cabeza, musculares o intraoculares) deben ser considerados casos positivos de dengue.
Nicolás Schweigmann, Doctor en Ciencias Biológicas, investigador del CONICET y director del Grupo de Estudios de Mosquitos en la Universidad de Buenos Aires (UBA), señala que los números oficiales se deben multiplicar como mínimo por diez y pueden llegar a multiplicarse hasta por cien, dependiendo de la deficiencia del sistema de salud y el grado de encubrimiento: “Encubrimiento significa no mostrar los datos. Y entiendo que el encubrimiento existe. La situación en ese sentido es grave porque tenemos niveles de Aedes aegypti peligrosos”. Tejerina coincide en que, al menos en Misiones, el total de casos oficialmente comunicados deberían multiplicarse “por diez, por quince o veinte”, debido a que por cada enfermo de dengue hay muchas otras personas que tienen síntomas leves y no van al médico.
Ocurre con frecuencia que una persona es diagnosticada con la enfermedad, regresa a su casa, luego otros integrantes de su familia presentan síntomas similares, deducen que se trata de dengue y ya no asisten a un centro de salud, con lo cual quedan excluidos de los registros oficiales. Las formas más graves de subregistro se presentan cuando los médicos no formalizan la denuncia de los casos sospechosos (que es obligatoria), o cuando estos profesionales cumplen con los reportes pero luego los sistemas de salud provinciales, los ministerios y las estadísticas oficiales, no blanquean toda esa información. Schweigmann considera que en Misiones el problema del subregistro es grave: “Lo que me cuentan los colegas misioneros es que no hay kits para hacer los análisis, o no hay atención médica suficiente. Entonces mucha gente sufre el dengue en su casa como puede. Y a veces se muere”.
Si se aplica el criterio de cálculo explicado por estos especialistas, en Misiones los casos notificados rondan los diez mil; si se multiplica por la mínima de diez, en la actual epidemia la provincia tendría a la fecha cerca de 100 mil casos positivos, lo que equivale a casi una décima parte de su población total.
El jefe de Vigilancia Epidemiológica de Misiones, Javier Ramírez, explicó semanas atrás que tanto en el abordaje del COVID-19 como del dengue «la gente que trabaja en salud es la misma», lo cual impide medir adecuadamente, dificulta el seguimiento de los pacientes y retrasa la notificación de los casos de dengue en tiempo y forma. Reconoció en ese sentido que en la actual coyuntura de aislamiento “hay un subregistro muy superior al margen de error que normalmente reporta el sistema” y recalcó que en Misiones existe «un retraso en las notificaciones” pero no “una no notificación de los casos”.
Por su parte, en declaraciones a la prensa, el gobernador Oscar Herrera Ahuad este domingo manifestó que la problemática del dengue “es inmensa”: “si bien ha disminuido y se ha aplanado la curva por los días de frío, Misiones y el contexto de la región hace que esta haya sido una de las epidemias más fuertes que hayamos tenido en los últimos años. Sumando Brasil y Paraguay, que han notificado más de un millón de casos, el brote epidémico está bastante controlado aquí. También estamos trabajando con la comisión nacional de energía atómica en el proyecto que es la liberación de mosquitos estériles, para hacer el control biológico de la enfermedad”.
La segunda es la vencida
Según se reporta en el último Boletín Integrado de Vigilancia del Ministerio de Salud de la Nación, desde la semana 31 de 2019 hasta la semana 19 de 2020 se notificaron en dieciocho provincias argentinas un total de 74.701 casos con sospecha de dengue. De ese total fueron confirmados por laboratorio o nexo epidemiológico 38.181 casos sin antecedente de viaje, y 2.267 casos se encuentran aún en investigación. Hasta el momento se constató en el país la presencia de tres serotipos: DEN-1 (71%), DEN-4 (27%) y DEN-2 (2%).
El especialista Nicolás Schweigmann relata que el mosquito Aedes aegypti había sido erradicado en Argentina entre 1950 y 1960. Pero luego el sistema de monitoreo y control “se relajó” y volvió a ingresar al país por Posadas y Clorinda en 1986. “El mosquito fue avanzando de un lado a otro por las rutas como transporte pasivo: no volando sino como huevo, viajando entre la mercadería o en las cubiertas usadas. Así se fue repoblando en todo el país”.
En 1981 se registró en Cuba una epidemia de dengue hemorrágico. Desde entonces, las variantes peligrosas de los serotipos fueron trasladándose a otros países de América Latina. A finales del período estival de 1998 se produjo la primera epidemia de dengue en la Argentina. En 2001 se registraron dos brotes en la región nordeste: Misiones (158 casos) y Formosa (181 casos). Le siguieron otras dos epidemias graves: en 2009 (26 mil afectados y seis muertos) y 2015-2016 (41 mil afectados y 10 fallecidos). La actual epidemia de dengue (2019-2020) registra la mayor cifra de infectados en la historia del país.
El Boletín Integrado de Vigilancia del 20 de mayo consigna que “el número de casos de alcanzados hasta el momento para esta temporada (41.754 casos) supera el número de casos de dengue en la temporada 2015-2016 hasta la misma semana (41.402 casos)”. Y precisa que se registraron 24 personas fallecidas con pruebas positivas para dengue y otras 13 se encuentran en investigación (casos con sospecha pero sin pruebas de laboratorio positivas). Dos de esos fallecidos corresponden a Misiones (uno confirmado del serotipo DEN 1 y el segundo considerado probable). Estas muertes llamativamente no son mencionadas en el parte del Ministerio de Salud Pública de la provincia. Los especialistas sostienen que cuantas más personas se enferman más aumenta el riesgo de que se registren casos graves de la enfermedad, conocido como dengue hemorrágico, que se presentan cuando ocurre la reinfección con diferentes serotipos.
Por mal llevados
Javier tenía 64 años y trabajaba como comerciante en la localidad misionera de Jardín América. En el verano de 2016 se contagió de dengue. La enfermedad lo trató mal: fiebre continua, dolores articulares, debilitamiento general. Pocas semanas después le diagnosticaron leucemia y falleció. En su familia quedó la sensación de que esa segunda enfermedad, repentina y fatal, pudo haber tenido alguna relación con el dengue. En Misiones se escuchan reiteradamente testimonios de familias que atravesaron experiencias similares. Y aunque aún no existen evidencias científicas que respalden estas sospechas, la pregunta resuena con fuerza: ¿acaso los efectos del dengue, sus secuelas y la vulnerabilidad que deja en el organismo, favorecen la aparición o el agravamiento de otras enfermedades?
Cuatro años después de la muerte de Javier, en marzo pasado contrajo dengue Melina, una de sus hijas, en un barrio popular de Posadas. Cuando ya había superado los peores dolores, notó que persistía la molestia en los ojos: hipersensibilidad a la luz y visión borrosa. Fue al oculista y le dijeron que era una respuesta inmunológica al virus. Supuestamente no había tratamiento de ningún tipo y con el paso del tiempo iría recuperando la vista. También le señalaron que las consultas de ese tipo en pacientes con cuadro de dengue habían aumentado en el último tiempo. Melina es trabajadora social. Apenas se recuperó decidió recorrer el barrio y constató con los vecinos una realidad alarmante: “No hay una familia que no haya tenido al menos un miembro con dengue”. Y corroboró que la mayoría de las personas, a sabiendas de los síntomas, no hizo la consulta en la salita o en el hospital local. Al reconocer los síntomas de la enfermedad, relevó Melina, la mayoría de los vecinos tomó paracetamol y bebió extracto de hojas de mamón, un remedio natural muy utilizado en la zona para atenuar los dolores.
“Lo que está haciendo falta es un abordaje más comunitario de la problemática, poder plantearlo como vecinos, organizarnos, y no apelar solamente al veneno de las fumigaciones”, afirma Melina.
Según Juan Yahdjian, médico naturalista y referente del movimiento socioambiental de Misiones, “para enfermarnos necesitamos de dos elementos: la presencia del virus y la debilidad nuestra. Entonces, ante la forma en que estamos viviendo, comiendo, trabajando, ante el desequilibrio y la desarmonía con lo que nos rodea, la mala relación que tenemos con la naturaleza –hay una suma de cosas: el desmonte, el maltrato del agua con las represas, el uso de venenos que quedan en el ambiente–, el mosquito nos agarra bajoneados y más débiles. Estas epidemias aparecen en la medida que estamos mal llevados con la naturaleza. Eso favorece que los virus se pongan más agresivos y nos puedan enfermar peor, o matar”.
Ojos que no ven
Natalia tiene 28 años, es de Posadas y se autopercibe como una persona trans. Desocupada desde hace meses y con una hija de ocho años, la cuarentena obligatoria decretada a raíz del Covid-19 se complicó dramáticamente en abril, cuando contrajo dengue. Estuvo en cama durante dos semanas, con dolores intensos y decaimiento. Parcialmente recuperada, hoy cuenta que las afecciones oculares continúan y ve muy borroso en el ojo izquierdo. Lamenta la desatención que percibió de la salud pública y al mismo tiempo agradece la contención que recibió de parte de organizaciones del colectivo LGBTIQ+, que le acercaron bolsones de mercaderías y se mantuvieron en contacto con ella.
En los barrios y asentamientos populares de Misiones, las organizaciones sociales cumplen una función similar, de asistencia y acompañamiento cuando se presentan problemas de salud. Graciela De Melo, referente provincial de la Corriente Clasista y Combativa, dice que “el problema estamos viéndolo bien de cerca, porque tenemos quinientos compañeros que trabajan todos los días haciendo barrido en los barrios de Posadas. A nivel provincial se estima que son ocho mil casos, pero nosotros sabemos que hay muchísimos más, principalmente en la capital de la provincia”. De Melo cuenta que “son miles los que tienen los síntomas y se curan en la casa nomás. Como ya hemos pasado por epidemias de dengue antes y venimos acostumbrados, la mayoría se automedica y no van al hospital. Creo que hay una gran población contagiada, que no es visible, que no se cuenta y que solo conocemos los que estamos en los barrios”.
*Por Sebastián Korol para Crisis / Imagen de portada: Natalia Guerrero.