El goce es salud
Entendemos el derecho al placer y al goce como parte de nuestra salud integral. En el marco de la Semana Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres, conversamos con Florencia Cigliutti sobre su proyecto autogestivo de venta de juguetes sexuales y espacio donde hablar de sexo.
Por Redacción La tinta
Los valores sexuales y la conducta erótica son disputados históricamente por el poder político y religioso de dominación patriarcal y los actos sexuales se evalúan y juzgan según un sistema jerárquico de valor sexual, explica Gayle Rubin, una activista feminista pro sexo estadounidense. Ella, hacia finales de la década del 80, expresaba que “el sexo es siempre político, pero hay períodos históricos en los que la sexualidad es más intensamente contestada y más abiertamente politizada. En tales períodos, el dominio de la vida erótica es, de hecho, renegociado”.
A lo largo de muchas épocas y en la actualidad, nos hemos encontrado con campañas de todo tipo, educativas, políticas y publicitarias, para alentar la castidad, patologizar y estigmatizar ciertas expresiones o deseos sexuales, reprimir la masturbación, entre otras cruzadas morales que atacan la construcción de una sexualidad libre. La policía moral siempre está al acecho ante la posibilidad de apropiarnos del placer.
Hablar sobre juguetes sexuales, mostrarlos y usarlos aún sigue siendo parte de los temas tabú. Durante muchos años, los “sex shop” estaban escondidos, se visibilizaban solamente con un cartel, se accedía a la tienda tocando un timbre e intentando hacerlo de la manera más discreta posible. También, eran conocidas las reuniones “tupper sex” en las casas, asociadas a momentos precisos, sólo para la vida de las mujeres: las despedidas de solteras o llegar a cierta edad sin pareja, por ejemplo. La literatura erótica así como el mercado erótico ha sido perseguido y censurado en distintas épocas.
Si bien, desde los feminismos y movimiento LGBTTTQ+, hace tiempo se milita sobre el placer, hace menos tiempo que, en televisión abierta, aparecen sexólogas dando consejos o, en las redes sociales, se exponen de manera explícita los productos. Ahora, en la excepcionalidad a la que nos expone la cuarentena, vemos circular más notas, sorteos y vivos en instagram sobre juguetes sexuales, sexo, masturbación y placer.
Conversamos con Florencia, emprendedora autogestiva de Villa María, que vende juguetes sexuales. Sexa es tambien, nos dice, “un espacio abierto donde poder hablar de sexo, naturalizándolo con un lenguaje cómodo y accesible. Surge del deseo de compartir, crear, conocer y descubrir la sexualidad con los juguetes que forman parte del mercado erótico, que reivindica el goce y el ejercicio de la paja como orgullo”.
Ella propone un espacio donde quien esté interesadx por un juguete sexual lo pueda ver, preguntar cómo funciona, tocar, probar y sacarse dudas, en un espacio de comodidad, libre de prejuicios y estereotipos, y que cada persona se sienta respetada y cuidada. Apuesta por la autogestión y entiende el sexo desde una mirada feminista, reivindica el derecho al goce y el placer. “Para autogestionarnos el placer utilizando juguetes sexuales, tenemos que derribar muchos mitos, conocernos y experimentar. Usar dildos y vibradores implica abrirnos a un sinfín de posibilidades de proporcionarnos goce y que no siempre involucra utilizarlos en los genitales, sino reconocer y tomar conciencia de que todo nuestro cuerpo es productor de placer y puede ser utilizado como un juguete”, nos explica.
Y agrega que “los juguetes sexuales, como su nombre lo indica, son juguetes y existen en todas las formas y colores, para cualquier tipo de persona que desee usarlos tanto solx o con una o más personas, ya que permiten abrir al juego y experimentación. Si bien existen, aún hoy, muchos prejuicios y desinformación sobre ellos, tales como creer que un dildo es la imitación de un pene o que existen juguetes que son exclusivamente para mujeres y otros para hombres, los movimientos feministas pro sexo o diferentes referentes de la cultura pro sexo nos han mostrado que eso no es cierto y han ido desmitificando esos dichos”.
Las mujeres no necesitan consuelo
Es interesante pensar desde qué lugares de enunciación se construyen los sentidos. Durante muchos años, a los juguetes para mujeres se les decía consoladores. En este sentido, nos cuenta que “la mayoría de los juguetes sexuales que se agrupan bajo la denominación dildo no son ni pretenden ser una mera imitación en plástico o silicona de un pene. De hecho, algunos de ellos están más cerca de una mano o una lengua, por ejemplo, dice Paul B. Preciado en el Manifiesto Contra-sexual; quizás el dildo nos esté indicando que los órganos que interpretamos como naturales han sufrido un proceso de transformación plástica. No es fiel a la naturaleza de los órganos. No existe utilización natural del dildo. No es un órgano, no reemplaza a nadie y es por eso que pone en jaque los roles de género”.
Frente a un discurso machista, colonial y heterosexual, ella profundiza y nos plantea que “escuchamos la ridiculez de afirmar que existen juguetes para hombres y para mujeres, pensando que algunos funcionan sólo para satisfacer a mujeres y otros a hombres, cosa que es totalmente falsa, no solamente porque se deja a un costado a una infinidad de géneros e individualidades, sino que los juguetes no tienen género y se pueden usar de cualquier forma que nos guste y dé placer”.
Desde su experiencia en el proyecto, nos plantea que no es tan fácil saber qué juguete nos gustaría, porque eso implica indagar, acudir a un local de sex shop, preguntar y aun a muchas personas les da vergüenza acercarse, no se animan a sacarse las dudas y probar cómo funcionan los juguetes.
Dentro del mercado erótico, abundan las propuestas basadas en prácticas hegemónicas, fálicas e, incluso, con imágenes o maniquíes de cuerpos hegemónicos, nos cuenta, por eso, ella va por otro carril en su propuesta. “Los feminismos pro sexo nos han demostrado que se puede tener sex shop con perspectiva de género, dejando de lado el sistema binario y mostrando todos los cuerpos reales. Desde ahí, nace SEXA, a raíz de mis lecturas del Manifiesto contra-sexual y en base a sus teorías y dichos. La contra-sexualidad es una teoría del cuerpo que se sitúa fuera de las oposiciones hombre/mujer, masculino/femenino, heterosexualidad/homosexualidad. Define la sexualidad como tecnología y considera que los diferentes elementos del sistema sexo/género denominados ‘hombre’, ‘mujer’, ‘homosexual’, ‘heterosexual’, ‘transexual’, así como sus prácticas e identidades sexuales, no son sino máquinas, productos, instrumentos, aparatos, prótesis, redes, conexiones, fronteras, formatos”.
¿Juguetes? ¿pero de qué tipo?
Flor, retomando a Preciado, nos trae preguntas más que respuestas: «¿Qué es un dildo: un objeto, un órgano, un fetiche…? ¿Dónde se encuentra el sexo de un cuerpo que lleva un dildo? En sí, el dildo ¿es un atributo femenino o masculino? ¿Dónde transcurre el goce cuando se folla con un dildo? ¿Quién goza? Si el dildo no es más que un “sustituto artificial” del pene ¿cómo explicar que los hombres que ya tienen un pene empleen cinturones-polla? ¿Podemos seguir tomando la imagen “natural” del cuerpo masculino como referente de imitación, cuando el dildo se coloca en otra parte del cuerpo (brazo, antebrazo, muslo, mano) distinta de la región pelviana?»
En este sentido, el concepto de juguete ha sido cuestionado también. Ella plantea con claridad que se reniega de varias cuestiones que forman parte del mercado de los juguetes y que su emprendimiento funciona teniendo en cuenta todas esas cuestiones que pueden ser puestas en debate.
Explica: “Es una cuestión polémica el nombre de ellos, aún hoy en el siglo XXI, en los catálogos, está ‘pene chico’, ‘pene grande’, ‘niño’, ‘mini pene’, entre otros nombres que son tremendos y que pueden causar humillación y malestar. Además de la incomodidad de decir ‘quiero el pene chico’, no suena para nada poético. Lo grave es el sentido y la propuesta en los nombres y las imágenes heteronormadas con cuerpos hegemónicos».
«Claramente que la revolución sexual no la vamos hacer cambiando una imagen en un catálogo (o sí), pero cogernos al sistema, tocarnos y jugar, sí. Y con coger me refiero a cualquier actividad sexual que se nos plazca. Y como dice Cecilia Ce, ‘menos drama, más empatía y libertad'», concluye.
*Por Redacción La tinta / Imagen de portada: Escena de la serie Grace and Frankie.