Cambia… ¿todo cambia? Escuela, trabajadorxs y pedagogías en la encrucijada
A partir del nuevo escenario en el que se desarrolla la política educativa como consecuencia de la pandemia del COVID-19, docentes de distintas instituciones educativas elaboraron una encuesta para pensar las condiciones laborales en el contexto actual y la lucha sindical en distintos departamentos de la provincia de Córdoba.
Por Agrupación María Saleme y docentes independientes en la Pluricolor Punilla
Las condiciones laborales docentes en el contexto de pandemia necesitan ser discutidas y transformadas. Es por ello que integrantes de la Agrupación Docente “María Saleme” y un grupo de delegadxs y docentes independientes pertenecientes a la Lista “Pluricolor” del departamento de Punilla elaboramos, colectivamente, una encuesta que aporta algunos datos significativos para pensar nuestro contexto actual y la lucha sindical. La encuesta se realizó a través de la herramienta de “formulario de google”, teniendo en cuenta las problemáticas centrales que nos fueron manifestando compañerxs de diferentes escuelas. El total de respuestas recabadas fueron 432, concentrándose la mayor participación en los departamentos Punilla, Capital, Santa María, Unión y Colón.
Explotación laboral
En términos generales, los porcentajes de la encuesta expresan por sí solos una mayor exigencia y explotación laboral. Las horas trabajadas en la propia vivienda a partir del cierre de las instituciones (que, en algunos casos, duplica el horario que habitualmente realizarían en sus lugares de trabajo) junto a la cantidad de escuelas en las que se trabaja (más de la mitad de lxs encuestadxs está en dos o más escuelas) dejan de manifiesto uno de los principales problemas que atravesamos lxs trabajadorxs de la educación: la explotación laboral.
El teletrabajo o trabajo virtual implica, en el ámbito doméstico, la utilización del espacio común como espacio de trabajo. Esto genera una superposición de roles y acciones que desestructuran la vida cotidiana e inciden directamente en el ámbito de lo privado, invadiendo la intimidad casi permanentemente.
Entre otras cuestiones, se identifican: la superposición de tareas domésticas y laborales, la búsqueda de estrategias a la hora de tener que compartir el mismo dispositivo electrónico y el acompañamiento a lxs integrantes escolarizadxs del grupo familiar que también deben realizar tareas. En este sentido, cabe señalar que somos lxs trabajadorxs de la educación quienes ponemos a disposición, para sostener la “continuidad pedagógica”, nuestros recursos económicos y tecnológicos personales (teléfonos, servicio de internet, energía eléctrica, computadoras, etc.).
Por otro lado, la diversificación de medios de comunicación con estudiantes (mensajes, Whatsapp, correos electrónicos, plataformas como Classroom, etc.) sumados a los utilizados para comunicarse con lxs adultxs a cargo, pares y autoridades, deja de manifiesto el agotamiento y la invasión a la que se hace mención en el párrafo anterior, ya que se responden mensajes de distintos lugares de trabajo y demandas de los diferentes actores de la comunidad educativa en diversos horarios y en muchas ocasiones en días no laborables. Así lo expresan varixs docentes: (…) “el inconveniente es la cantidad de mensajes que se deben responder a diario. Incluso sábados, domingos y feriados”; “Trabajar más horas de lo normal respecto a las horas que figuran en MAB”; “Es constante la invasión de mensajes”; “No paran de escribir desde las 8 de la mañana a hasta las 22hs… si no son padres, son docentes o directivos.”
Salud biopsicosocial
Además de la explotación, el tiempo de trabajo implica la exposición a pantallas que afecta nuestra salud (ojos secos o irritados, dolores de cabeza frecuentes, cansancio crónico, etc.), se suman también condiciones que afectan el estado anímico, el humor, la salud psíquica y lleva, a veces, a situaciones de frustración, ansiedad, incertidumbre y angustia que van incrementando los factores negativos en el estado biopsicosocial general. Asimismo, la falta de tiempo para el acompañamiento afectivo en las familias de lxs trabajdorxs de la educación genera desasosiego. Tal es así que docentes manifiestan: “Estamos sobreexigidos por el sistema, tanto docentes como estudiantes y familias… sumado a la angustia por la situación de pandemia… No hay necesidad de sumar presiones a una situación que, en sí misma, es estresante y angustiante.” “No hay espalda ni ojos que aguanten.”
Agregado a esto, las exigencias administrativas por parte de la escuela y del Ministerio se incrementan, mostrando muchas veces destrato o modos de vinculación autoritarios. Esto deja de manifiesto una aparente continuidad de conflictos ligados al llamado “clima institucional” que no se han podido resolver antes de la pandemia y otros que emergen en este contexto: “Saber a la perfección el manejo de plataforma, contar con Internet fluida, estar conectado sin horarios”; “Plazos. Evaluaciones. Cambios de plataforma”; “Ansiedad, urgencia en dar respuesta, disponibilidad casi exclusiva”; “Dar respuestas de manera urgente. Re-elaborar prácticos. Tener que hacer todo a las apuradas y pedir mucho más de lo que podemos a veces como docentes hacer. Y quedar sin tiempo por lo laboral para nuestras familias.”, son algunas de las expresiones de lxs docentes.
¿Vocación docente?
El tema de la vocación, que en muchos discursos aparece como un concepto recurrente, es un aspecto de nuestra subjetividad -presente históricamente- que es tenida en cuenta y utilizada a la hora de sostener el sistema educativo en este contexto de aislamiento ¿Es en nombre de nuestra vocación que trabajamos sin descanso en las múltiples tareas que implica la escuela? ¿Es en nombre de nuestra vocación que continuamos trabajando en este contexto, poniendo tiempo más allá del horario laboral y flexibilizando nuestra jornada? ¿Qué otras políticas públicas deberían ponerse en juego como complementarias del sistema educativo para garantizar los derechos de niñxs y jóvenes, además de nuestra vocación? Como educadorxs conocemos todos los problemas sociales que obstaculizan el aprendizaje, ¿quiénes y de qué manera deberían a abordarlos?
Sobre estos interrogantes se expresan algunas compañerxs: “Hagan visible esta situación y que no nos hagan caer en la trampa del apostolado que ahora es bajo el lema de la defensa de la escuela pública, pero termina en sobrecargar la labor del docente para tapar la ausencia del Estado.”
Somos lxs trabajadorxs de la educación, con nuestro compromiso, quienes sostenemos los vínculos con las familias y lxs estudiantes en esta coyuntura. Ni los medios de comunicación ni las autoridades están reconociendo esa tarea en forma suficiente. La escuela es y ha sido siempre la mayor red de contención, de escucha, de enseñanza, no solo de contenidos sino de todas las habilidades para vivir en sociedad. Sigue siendo central nuestra tarea y queremos que se reconozca. Las condiciones salariales y de trabajo fueron en detrimento desde hace años. El regreso a la escuela, ¿cómo lo pensamos?
Partiendo de la base de que la educación virtual en ningún caso reemplaza a la educación presencial, estamos convencidxs de que hablar de vocación muchas veces implica hablar de trabajo pero no son la misma cosa. La relación contractual implica una relación laboral con unas regulaciones y con unas condiciones materiales determinadas. Si bien esto está acompañado de la vocación, la realidad se define a partir de nuestra situación como trabajadorxs.
Así comparten lxs docentes algunas reflexiones: “Nula valoración al trabajo docente en esto tiempos de cuarentena por parte del Gobierno.” “Se dificulta el trabajo por las dificultades de conectividad en la zona. Me siento obligada a hacerlo. No se garantiza la continuidad pedagógica esperada, ya que para la misma es necesario y el aprendizaje se hace con otros y en ritmos más lentos que los propuestos por la virtualidad. Enseñar no es mandar trabajos para resolver.”
El rol del sindicato en la pandemia
Como en la mayoría de las relaciones contractuales de trabajo, los marcos regulatorios de nuestra actividad docente continúan siendo los mismos; las normativas que nos rigen y organizan la tarea como educadorxs no han sido modificadas y es esperable, ya que la emergencia sanitaria contempla un tiempo de excepción.
Pese a ello y a las innumerables demandas que se le realizan a la conducción de la Unión de Educadores de la Provincia de Córdoba (UEPC), se advierte un silencio y un corrimiento del rol histórico en defensa de los derechos que refleja la orfandad en la que nos han dejado expuestos a lxs trabajadorxs de la educación. Las diferentes situaciones expresadas en la encuesta muestran la profundización de condiciones materiales cada vez más empobrecidas, la falta de acceso a vacantes, la caída en el cobro de suplencias que no se renuevan, la falta de procesamiento de los movimientos de altas y bajas (MAB), situaciones de compañerxs que se han quedado con un mínimo de horas, que no les permiten subsistir pero tampoco pueden acceder a las políticas asistenciales de los gobiernos nacional y provincial, integrantes de los grupos familiares que han quedado desempleadxs. Estas son algunas de las realidades que lxs trabajadorxs de la educación atravesamos en el período de aislamiento y, en la mayoría de los casos, mujeres con niñxs y jóvenes a cargo. Así refieren en la encuesta esta situación: “(…) docentes suplentes que han quedado sin acceder a cargos y hora cátedra, implica chicos sin docentes y compañeres sin sueldo. Me parece gravísimo.”
Lejos de la búsqueda de resolución de estas situaciones, la conducción sindical, desde la Secretaría de Prensa, elabora coloridos materiales con información básica sobre prevención en este contexto y, en muchos casos, difunde información del Gobierno Provincial resaltando aspectos positivos. Al compromiso con la patronal lo vienen sellando a lo largo de varias negociaciones, que nos han ido ubicando en una situación de pauperización cada vez más profunda.
El último acuerdo salarial, realizado a espalda de la docencia y desoyendo los planteos de la oposición, fue la frutilla del postre, ya que no solo acepta lo rechazado democráticamente, sino que incorpora reformas estatutarias que deberían ser abordadas en condiciones de participación real y presencial desde las escuelas, como lo establece el estatuto.
Un modelo sindical basado en la defensa de lxs trabajadorxs que aportamos económicamente a la organización y que sostenemos la existencia real y simbólica por la importancia que comporta tiene la responsabilidad de hacerse presente de manera firme y decisiva en cada coyuntura como esta, en donde el revuelo del cierre de unidades de trabajo y la “virtualidad” son caldo de cultivo para el avance sobre la vulneración de derechos históricamente conseguidos. El lugar del sindicato hoy debería ser al lado de cada escuela, a la par de cada escuela y cada compañerx y no desde la comodidad del teléfono. Hoy, el sindicato debería abrir sus puertas para alojar las situaciones de emergencia que se están expresando en la realidad de las familias de cada compañerx.
El lugar de lxs trabajadorxs de la educación en este contexto.
Si bien se nos encarga que contengamos a estudiantes y familias en este contexto, cumpliendo con una cierta función social a través de los trabajos prácticos, tenemos la suficiente historia colectiva para entender que nosotrxs también necesitamos que se nos garanticen los derechos como trabajadorxs y como personas, que la continuidad pedagógica es relativa, que lo que hacemos es acompañar el proceso de lxs estudiantxs, sin perder su vínculo con la escuela para que, cuando volvamos a encontrarnos, ese vínculo nos permita continuar aprendiendo. Y es imposible hacer esto en soledad; otros dispositivos de la política pública son urgentes. El derecho del acceso a la educación y la tecnología no son responsabilidad de lxs trabajadorxs sino del Estado. Desde esta perspectiva y más allá de las obligaciones que este tiene, existe una desresponsabilidad, una falta de respaldo y una confusión permanente que se construyen en los mensajes públicos por parte del Estado, dejándonos de este modo a la intemperie, es decir, con un Ministerio que no garantiza las condiciones de trabajo en esta situación. Así lo refieren algunas compañeras: “Los decisores de políticas educativas no están considerando que no están garantizadas las condiciones ni para aprender ni para enseñar. Deberían consultar a las bases, ¿para qué sirve todo lo que estamos haciendo? No hay respuestas, no hay sentido.” “La manera en que se está llevando a cabo la tarea contradice los objetivos que plantea la ley de Educación y los diseños curriculares.”
¿Será tiempo de pensar qué escuela estamos haciendo y qué escuela queremos construir para cuando volvamos a encontrarnos? ¿Qué lugar ocupamos lxs educadorxs en estos lineamientos de “emergencia”? ¿Será momento de volver a pensar las pedagogías? ¿Qué características asume la pedagogía oficial hoy? ¿Qué modelo de educación estamos sosteniendo? ¿Se profundizan las características de la educación bancaria? ¿Los recursos tecnológicos pasarán a ser el centro de la acción pedagógica o se constituirán como complemento y/o apoyatura de ella? ¿Qué modos organizativos necesitamos darnos para exigirle a la conducción de UEPC el reconocimiento y la dignificación de nuestra tarea como trabajadorxs de la educación?
Esto es un aporte y una invitación a pensarnos colectivamente para buscar formas de organizarnos y avanzar en nuestro trabajo con todas las garantías que nos corresponden por derecho pero, además, para poder construir una educación que contribuya a la construcción de otra subjetividad posible para un mundo donde la igualdad y la justicia se materialicen para todxs.
*Por Agrupación María Saleme y docentes independientes en la Pluricolor Punilla.