Locro indoor: que la cuarentena no nos tape la historia
Que las comidas configuran mundos simbólicos no es nada nuevo y que el locro, ese querido y afincado guiso ancestral, sea el plato oficial de las luchas colectivas sólo fogonea -en este marco de pandemia- lo que venimos pensando: ¿cómo vamos a comer el tradicional locro del 1º de mayo en este contexto de encierro? Pulsudo o no pulsudo, este año, lo haremos con el ojo puesto en tres cuestiones fundamentales: será indoor (puertas adentro), no estaremos juntxs físicamente y -aunque muchxs sí podamos conmemorar derechos laborales adquiridos- una gran parte del país está desempleada o suspendida de sus trabajos.
Por Soledad Sgarella para La tinta
“En general, el modelo de la comida como acto de sociabilidad concreta es algo indisolublemente ligado a los parientes, amigos y compañeros, es decir, a los que gozan de una misma intimidad”, dice Roberto Da Matta, un antropólogo brasilero muy conocido por escribir sobre la gastronomía en Latinoamérica.
Las prácticas alimentarias son una forma de expresar los modos de entender el mundo y una manera de generar identidad. ¿Con quién se come un locro? ¿Hacemos locro para unx, para dos? ¿Por qué son tan importantes las costumbres gastronómicas? Da Matta ha escrito que la comida permite expresar y destacar identidades (nacionales, regionales, laborales o familiares, por ejemplo) y que lo fundamental “es que el acto de comer cristaliza estados emocionales e identidades sociales”. Estamos en cuarentena, más de la mitad del país encerrado en sus hogares y con enormes dificultades económicas para sobrellevar la crisis: ¿Qué estado emocional se cristalizará en este locro del 1º de mayo?
Si bien sabemos que no será lo mismo comer el locro en este adentro, urge apelar a la memoria de cada locro colectivo compartido, cada olla que se calentó al calor de las calles y los cortes de ruta, cada bingo solidario o cada jornada de escuela para juntar fondos. El locro nos reúne, nos agrupa, nos colectiviza.
El Primero de mayo, día internacional de lxs trabajadorxs
Sabemos que la fecha surge en conmemoración a los llamados “Mártires de Chicago”, quienes comenzaron, en 1886, una seguidilla de huelgas que culminó en la muerte de los trabajadores (sindicalistas anarquistas y socialistas) que reclamaban la mejora de las condiciones laborales: pedían la reducción de la jornada laboral a 8 horas, porque trabajaban inhumanamente hasta 16 horas diarias. El resultado de las movilizaciones fue una regulación que estableció las 8 horas de trabajo diario, a finales de ese mismo año.
En 1889, la Segunda Internacional de Trabajadores instituyó el Día Internacional del Trabajador como jornada para perpetuar la memoria de los trabajadores y, en nuestro país, la primera conmemoración fue al siguiente año, bajo la Presidencia de Miguel Juárez Celman.
Según el sitio El Historiador, donde retoman a Oscar Troncoso en la Revista Panorama de 1970, “en plena zona de la Recoleta, se celebró, por primera vez, el Día de los Trabajadores en la Argentina. En la sede del Prado Español, ubicado en lo que hoy es uno de los barrios exclusivos de Buenos Aires, la reunión se inició a las 3 de la tarde del 1° de mayo de 1890 y juntó a 2.000 personas, una concurrencia numerosa para la época. Al día siguiente, los asistentes se enteraron de que habían perdido su jornal ‘por faltar al trabajo’. En el mitin, hablaron varios oradores señalando ‘las deplorables condiciones de trabajo en todos los gremios’ y reclamando la limitación de la jornada a ocho horas. Los diarios comentaron con asombro ese hecho, al que consideraban ‘extraño a las costumbres del país’. La Nación dijo, por ejemplo, que ‘había en la reunión poquísimos argentinos, de lo que nos alegramos mucho'».
A partir de ese año, y casi todos, exceptuando -por supuesto- las etapas de dictaduras, los 1º de mayo son una fecha de lucha y de reunión.
Para Da Matta, “alimento” es la sustancia comestible que da sustento y mantiene nuestros cuerpos; la “comida”, en cambio, evoca la sustancia comestible portadora de significados sociales, es decir, lo cultural. Cada comida está linkeada con grupos e historias diferentes y tiene, entonces, sentidos distintos. El locro (como otro montón de platos) es un claro indicador del origen y de la trayectoria de sus consumidores: es el guiso oficial de los sectores populares y la clase trabajadora, y el 1º de mayo, con una olla compartida del humeante guiso, sindicatos, clubes, gremios, organizaciones sociales y colectivos de todo tipo paramos las rotativas y -muy tradicionalmente- sus trabajadorxs nos sentamos a una mesa compartida con un plato de locro para cada quien; nos encontramos entre compañerxs para celebrar lo conseguido, brindar por los logros y recordar todo lo que nos falta luchar.
La académica feminista india, Uma Narayan, profesora de Filosofía además, afirma que reflexionar sobre la comida nos sirve para revelar cómo percibimos nuestras identidades, tanto personales como colectivas: compartir un locrazo en estas fechas es sentirnos parte de la clase trabajadora, con todo lo que ello implica.
Historicemos el guiso
Para pensar el origen del locro (del quechua ruqru o luqru), sí o sí, debemos ir a uno de sus principales ingredientes: el maíz. Con él, la historización de este guiso está directamente unida a la de los pueblos originarios de Latinoamérica.
Hay “locros” en casi todos los países de nuestra patria Grande: maíz, verduras y alguna carne.
El locro argentino suma a sus rasgos gastronómicos preincaicos algunos aportes europeos: los chacinados, tan importantes para darle pulsudez a un guiso que, parece, es popular y habitual desde siempre por estos lares.
En una compilación de ponencias de las Primeras jornadas de patrimonio gastronómico (organizadas por la Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural de la Ciudad de Buenos Aires, del Gobierno de dicha Ciudad Autónoma), de 2001, Viridiana Ramírez hace referencia a algo clave: “El proceso que transforma a un alimento en comida apetecible no refiere necesariamente al cocimiento, sino que involucra todos los actos implicados en su elaboración: desde la elección de los ingredientes y la forma de combinarlos hasta la manera de presentarlos y compartirlos”. La manera de definir estas categorías, como dice la investigadora, varía en cada cultura y entre las distintas clases sociales, y, en el locro, es evidente: conmemoramos el Día de lxs trabajadorxs comiendo locro porque es una comida popular, elaborada por muchxs, disfrutada y distribuida colectivamente, y producida por ingredientes tan nobles como accesibles.
Es en ese sabor, en ese olor, que, esta vez, se nos ofrecerá en privado, es donde radica la memoria de nuestras banderas, de nuestras luchas colectivas y de nuestro futuro, parando la olla donde haya que pararla, en cada calle, en cada barrio.
*Por Soledad Sgarella para La tinta. Imagen de portada: Resumen de la Región.