Burlar el algoritmo: autocuidado en las redes
Nuestro cotidiano se ha digitalizado como nunca antes y estamos aprendiendo, a la fuerza, la vida a través de pantallas. Redes, likes, disponibilidad 24/7 desde el celu, la compu, trabajo o entretenimiento. Nuestros datos más privados ya no lo son y estamos expuestes entre algoritmos que parecen definir por nosotres. ¿Cómo nos autocuidamos en la matrix?
Por Redacción La tinta
Suena la alarma, miro el celu, es la primera actividad que me amanece cada día. Veo los mensajes que se acumularon antes de que despierte, respondo algunos. Un ratito de noticias, mando un meme, comento unas fotos, comparto una historia, participo en el hilo de un tweet. Una reunión por Zoom, alguna clase en las plataformas disponibles. Ver serie, video llamada grupal entre amigues. Un match nuevo, chateo un ratito en alguna de las apps de cita. Comparto mi playlist, clicks. Compra virtual. Más clicks, foto, me gusta, compartir. Enviar.
Sé que mi realidad no es la de todes. A simple vista, parece que las tecnologías democratizan, pero hace fata una vueltita por otros mundos que no son el que habitamos para darnos cuenta: el entorno virtual no es vivido por todas las personas de la misma manera. Otra vez, la desigualdad pega más fuerte en las mujeres y las disidencias, quienes conviven con mayores dificultades, no solo por el acceso, sino por las posibilidades de diseñar y administrar las tecnologías.
Las tecnologías han sido creadas y administradas desde un código masculino heteropatriarcal y occidental. Estamos enfrentades a violencias, los machitrolls, burlas, acosos, cibervenganzas, por un lado. Pero, por otro lado, la lucha feminista resignificó el ciberespacio como un lugar desde donde disputar, interpelar y subvertir los discursos y los usos de la red. Activismos que nos aportan reflexiones para que burlemos los algoritmos, para transformar las relaciones de género en la red, como eco para la vida, la real y virtual. Activismos herederos de Donna Haraway quien, hace tantos años, con su lucidez en Manifiesto Cyborg, nos daba elementos contundentes de análisis.
Las Amazonas y Arpías profundizan este tema en uno de los episodios de sus Podcasts, titulado: La era cyborg.
Coexisten mejores condiciones y desigualdad en el acceso a las tecnologías con las consecuencias sobre el medio ambiente, los territorios, los cuerpos. Más conexión es igual a más control, más huella digital, más huella ecológica.
“La interdependencia global en la que ya convivíamos se hace más elocuente en tiempos de coronavirus. La tecnología no es ni neutral ni inmaterial. Se estima que los centros de datos donde se aloja nuestra navegación diaria son los responsables de entre el 3% y el 7% de los contaminantes globales. Y, para enero de 2019, el mundo tenía más basura electrónica que humanos. Como dicen en el documental Cuando deje de llover, “nuestra agua refleja nuestro comportamiento, tarde o temprano, todo lo que hacemos, usamos o poseemos termina en el agua”. Escribieron en una nota las compañeras de Surciendo, una colectiva activista mexicana sobre comunicación y diseño, software y culturas libres.
La digitalización de la vida en pandemia
Conversamos con les compañeres del Laboratorio de Ciberbrujería, quienes se definen como un grupo de aprendizaje que impulsa la creación colectiva a través de “Hazlo tu misme y Hazlo con otres”. Aquí, en Córdoba, llevan adelante talleres donde abordan las posibilidades técnicas de algunos dispositivos, los usos cotidianos de la tecnología, investigaciones y reflexiones en relación a la interseccionalidad entre técnica, tecnología y feminismo.
Le preguntamos acerca de la digitalización de la vida en este contexto de aislamiento social, preventivo y obligatorio, y lo primero que nos advierten es que, en la urgencia de esta crisis sanitaria, no hubo una reflexión acerca de que no todo es inmediatamente trasladable a “la red”. Señalan la desigualdad que evidencia esta realidad en el acceso a una computadora, a una red wifi. Nos dicen: “La multiplicidad de realidades económicas y sociales que se presentan nos invitan a repensar cómo podemos empezar a romper la brecha digital, cómo podemos construir una red de cuidado que articule lo digital con la vida, en tanto responda a nuestras necesidades y deseos. Entendemos que la vida ‘real’ o física no está separada de lo virtual, digital, online, son nuestros propios cuerpos habitando y transitando otras realidades y otros espacios porque se hace fundamental hacernos de herramientas que nos permitan apropiar esos lugares, romperlos, modificarlos, intervenirlos, sabotearlos, hackearlos”.
La pronta digitalización vino acompañada de un mandato de productividad, de aprovechar el tiempo y hacer cosas: cursos, ver series, visitar museos virtuales, acceder a colecciones enteras de libros, así, una lista interminable de cosas para hacer en la cuarentena. Al respecto, advierten que “no solo vemos una productividad sostenida desde los espacios laborales, sino también en el mandato por estar entretenides, hacer algo más. Nos llama la atención el gran esfuerzo por mantener la misma productividad laboral en trabajos formales, sin un proceso de reflexión sobre las condiciones y el contexto. Si cuando termine la cuarentena, no prestamos atención a cuál va a ser la nueva ‘normalidad laboral’, podríamos estar ante un gran retroceso en lo que fueron las luchas de trabajadorxs y las conquistas laborales. Y si ni los derechos laborales básicos son garantizados para mujeres, trans y no binaries, qué podemos esperar de un nuevo sistema de trabajo digital”.
Conjuros para autocuidarnos
“Es necesario que empecemos a problematizar la avanzada estatal e institucional en los espacios digitales. La individualización y vinculación de nuestras identidades digitales con la ciudadanía, y los posibles usos de nuestros datos deberían, desde ya, ser motivo de preocupación. No sólo para poder resguardar nuestra privacidad y derecho al anonimato, sino también para evitar que se establezcan patrones de medición, valoración y penalización que favorezcan el sistema meritocrático en el que ya vivimos”, expresaron.
Los feminismos y movimientos LGBTTTQ+ trabajan con convicción en la idea de la autodefensa y autocuidado, al respecto, desde Ciberbrujería, nos cuentan cómo entienden este concepto, mejor dicho, cómo lo acuerpan: “Las opciones de autocuidado que podemos construir o re-construir a partir de las herramientas disponibles (sobre todo, aquellas a las que podemos acceder) son necesariamente colectivas y tienen sentido si responden a potenciar nuestros vínculos, redes, libertades, en un mundo donde el conocimiento técnico, la capacidad de crear y de tomar decisiones sobre la tecnología y sus avances está monopolizada por grupos económicos y políticos que sostienen un marco de producción y explotación heterocapitalista. Nos posicionamos desde la autodefensa y el autocuidado digital, diferenciándonos del concepto de ‘seguridad’ informática. Creemos que conocer las herramientas que utilizamos contribuye a nuestra autonomía. Ya sean las que elegimos o las que nos son impuestas en el marco de lo digital. Saber cómo funcionan, cómo intervenirlas, cómo utilizarlas a nuestro favor, cómo distinguir su uso necesario de su uso productivista, cómo distanciarnos de los grupos hegemónicos y apostar a herramientas, software producidos por compañeres con perspectiva anticapitalista”.
En Conectadas y Seguras, un listado de recomendaciones para trabajar desde tu casa, cuidar tu privacidad y tu libertad de expresión.
Conspirar en la Matrix
Les preguntamos sobre cuáles estrategias podemos darnos en estos días de sobreexposición en las redes para nuestro cuidado. ¿Podemos burlar al algoritmo? ¿cómo salirnos de ese circuito? ¿software libre es la solución? Con la claridad de la búsqueda, nos dicen: “No hay recetas. Y si las hubiera, probablemente, no las seguiríamos. En estos tiempos de distopía pandémica, de ciberpatrullaje y saturación de nuestros feeds, lo único que podemos hacer para ser un poco menos ‘funcionales’ y apelar a la imaginación colectiva es conspirar, crear, explorar. Pensar otras posibilidades, otros usos, otros deseos, más allá de lo impuesto”.
Les preguntamos cómo lo hacemos concretamente, pues sabemos que las posibilidades son tan amplias como la mismísima idea de pensar en el mundo virtual. Y afirman que “hay muchas experiencias en otras latitudes, pero, por ejemplo, en nuestra misma ciudad, está la Feria Feministas Trabajando organizando una web que pueda alojar a les productores que participan del espacio; o la red F.U.E.G.A.S. de alimentación que toma pedidos por formularios digitales y se organizan para su distribución, como también lo hacen las redes de productores de la agroecología, cuentas en redes sociales de denuncia de abuso policial a nivel local y nacional, cooperativas de trabajo que siguen apostando a una economía solidaria”.
Nos compartieron algunas páginas y guías de autodefensa que pueden resultar útiles para surfear por las redes.
Guía básica de Autodefensa digital para celulares de las Ciberseguras
Guía de Autodefensa Digital para activistas y comunicadorxs populares de Utopía Partido Pirata
Manual «Zen y el arte de que la tecnología trabaje para ti» de Gender and Tech Resources
Les compañeres concluyen: “No creemos que existan los espacios seguros y, obviamente, la red no lo es en su totalidad. Pero cada espacio físico o virtual puede ser potencialmente explorado, intervenido, hackeado. Podemos establecer nuestros propios criterios una vez que conozcamos las reglas con las que juegan las corporaciones y los Estados. Apostar a los autocuidados colectivos, a la descentralización de la información, es un primer paso”.
*Por Redacción La tinta.