Maternar, criar y sobrevivir en la cuarentena
Maternar en cuarentena parece ser una tarea titánica. Madres solas, con pareja, separadas, con redes de apoyo, en la ciudad, en las sierras, en pequeños pueblos, con teletrabajo, sin laburo, precarizadas, con más o menos preocupaciones. Conversamos con algunas mujeres madres, que nos relatan sus experiencias.
Por Redacción La tinta
“Me la paso haciendo malabares con todo. El momento que más disfruto es cuando me voy a bañar, me quedo un largo rato en el baño, es el tiempo para mí. Estoy muy cansada, me da miedo volverme loca. Esta semana me desperté dos veces en la noche y me puse a llorar, pero en silencio porque siento que no está bueno que en la casa me vean así frágil, porque es un poco el peso que siempre he sentido, hacer que todo esté bien”.
El relato de Sofi nos trae la necesidad de un cuarto propio, como diría Virginia Woolf. En estos tiempos de aislamiento el eco del adentro, de lo doméstico, el encierro, la sobrecarga del cuidado se nos vuelven como un fantasma agazapado en algún rincón de la casa, todo el día mirándonos, como si volviera el eco de ese “malestar que no tiene nombre”, que popularizó Betty Friedan.
La maternidad está rodeada de arquetipos, mandatos y estereotipos impuestos, que se flexibilizan más o menos, pero que aparecen en forma de imperativos, como unas listas extensas e inabarcables sobre cómo ser una buena madre. ¿Qué es ser una mala madre? En esta sociedad occidental y heteropatriarcal, el ideal materno se mueve entre la idea de la madre abnegada y sacrificada por la familia y la mujer maravilla, moderna y hasta cool que logra equilibrar el trabajo y la crianza con el espacio personal. En el medio todos los matices reales, que delinean diversas experiencias de maternidades entrecruzadas por las condiciones de clase, raza, género, edad, geografía, con quien/es armaste familia, de los entornos y las posibilidades de acceso a derechos. El capitalismo y el patriarcado recrean todo el tiempo formas que usurpan las experiencias de los cuerpos gestantes, intentan romper las formas comunitarias que históricamente las mujeres indígenas y negras se han dado para maternar por fuera de las lógicas individuales y “privadas” que nos obligaron para nuclearnos.
La maternidad como destino, da por supuesto que todas las mujeres desean ser madres, y que además es un lugar de plenitud y realización. Ya lo había expresado Simone de Beauvoir, la maternidad es mucho más que un destino biológico para las mujeres. Larga lucha feminista para mover ese sentido hacia la idea de que “la maternidad será deseada o no será”. Sin embargo, aun en las deseadas, aparecen frustraciones, miedos, impotencias, cansancios pero parece haber consenso en no hablar de eso. ¿Cómo una madre estaría harta de criar? ¿Cómo una madre podría arrepentirse de serlo? ¿Cómo una madre puede criar sola?
La nuclearización de la familia impuso roles, y los padres quedaron por fuera de las tareas y reproducción de la vida, desvalorizando e invisibilizando ese trabajo tan efectivo para la sociedad productiva. Como dijo Silvia Federici, “eso que llaman amor, es trabajo no pago”, ¿les suena?
Quizá de lo que se trate es de ser insumisas con la institución de la maternidad tal cual nos las han legado, como dijo Adrianne Rich, y romper con la imposición del deber ser. Borrarle los contornos de idealización y alojar la propia experiencia, así como nos viene saliendo. Ser la madre que podemos ser. Sin esencialismo, sin romantizaciones, sin monopolizar los modos ni los sentidos de cuáles experiencias son más legítimas y sin culpas.
Conversamos con algunas mujeres madres, que nos relatan sus experiencias en relación a sus maternidades en esta cuarentena.
La escuela en la casa
Selva vive en un pequeño pueblo en las sierras, con sus dos hijos y su pareja. Hace tiempo trabaja desde su casa para estar cerca de los niños. Nos cuenta que el cambio más fuerte es que la escuela esté siendo en la casa. “Me genera mucha incomodidad los contenidos de la escuela, porque entro en desacuerdo, siento una desconexión con lo que está pasando, y es un poco lo que vengo pensando en general”. En su experiencia como docente siente “la desconexión con la vida que tienen los contenidos que se eligen en la escuela. ¿No tendría más sentido poder hablar de lo que está viendo cada uno? No hay afectividad en esta forma de aprender, en la que hay un teléfono por medio. Todo eso es como que me muestra un criterio de irrealidad, no le encuentro sentido a las exigencias de la máquina, del funcionamiento de la sociedad”, explica.
“Creo que el aislamiento social nos devolvió algunas preguntas que una va respondiendo de manera provisoria, la pregunta acerca de cómo venimos haciendo las cosas en este pequeño núcleo que es la familia, volver a pensar cuáles son las cosas que queremos transmitir y cómo queremos que sean esos vínculos, eso es lo mas hermoso de este momento de parar el mundo”.
Separarte en la cuarentena
“Con mi pareja veníamos mal, en un proceso de separación y así nos agarró la cuarentena. Imaginate. Tengo dos hijos pequeños, 3 y 5. No tengo patio y la casa es pequeña. Me encantaría tener tiempo, todo el mundo me manda mil cosas para hacer, y yo que ni una serie tranquila pude ver”.
Marce lleva muchos años en pareja, siempre deseó tener una familia, y nos cuenta que le llevó mucho tiempo establecerse y armarla, “pero ya me estoy separando”, nos dice. “Aún no he tenido tiempo de ponerme a pensar sobre los aprendizajes o desafíos de este tiempo, lo único que hago es sobrevivir día a día, porque no tengo ni tiempo para llorar porque me voy a separar”.
Los miedos en la memoria del cuerpo
“Soy una de las mamás de Juanita, porque tiene dos mamás. Estamos separadas hace años y compartimos el rol de cuidado”. Ceci vive en Cerro Azul, una pequeña comuna en las sierras. Es activista lesbiana de Familias Diversas Córdoba y docente con horas en varias escuelas, donde reparte su día ahora con teletrabajo.
“El primer tiempo de cuarentena me había generado muchísima angustia, me recordó cuando Juana era muy bebé y quedó internada con una neumonía atípica justo en el momento del brote de gripe A. También me trajo a la memoria la experiencia que tuvimos en Sierras Chicas con las inundaciones en el 2015. Me puse en estado de alerta y alarma todo el tiempo”, relata.
“Yo soy un poco temerosa y los últimos fines de semana prácticamente no la largaba y terminé muy agotada”. A las demandas habituales de les niñes se suma ahora “todo lo que tiene que ver con el cuidado básico, de lavarse las manos, si sale a jugar en el patio y cuando entra empieza la guerra para que se bañe y explicar de nuevo, que no te metas la mano en la boca. Hay momentos donde disfruto mucho pero hay momentos donde realmente es agotador”, nos cuenta.
“Un día mi hija lloró un montón porque no le salía una actividad, dibujar que ama y ahí sentí que estaba muy cargada también con esta situación y que esa era su manera de mostrar. Pienso que a todas y a todos por momentos nos viene el miedo a la muerte, al afuera y eso tiñe nuestro cotidiano de otro color. Siento que es un momento que nos fragiliza y que lo más importante para mí en este momento como mamá es cuidarla y priorizar la armonía y disfrutarnos, porque pasamos mucho más tiempo juntas”, concluye Ceci.
Quedarse sin trabajo
Moni vive en una ciudad de la provincia, fue mamá por primera vez a los 15 años, ahora tiene cuatro hijes. Trabaja como empleada doméstica hace años, nos cuenta que terminó el secundario hace tres años, que le costó mucho pero que era su sueño. Desde siempre trabaja en el barrio en un proyecto para jóvenes, “primero yo iba porque fui madre sola y no tenía muchos problemas, después fui creciendo y me forme como promotora comunitaria. Las cosas están difíciles por acá, apenas empezó la cuarentena me dejaron sin trabajo, tenemos el ingreso de mi pareja pero no alcanza”.
Cómo se retomarán las actividades después de la cuarentena es lo que más la preocupa, “pienso mucho cómo se va a retomar la escuela, con clases a medias, con alumnos que no tuvieron las mismas posibilidades para el estudio en este tiempo. De la escuela me mandan tareas para imprimir, no me alcanza porque tengo cuatro, entonces sé que mis hijos cuando retomen la escuela, van a saber la mitad de lo que mandaron, porque además hay momentos que ya no sé cómo explicarles las cosas que mandan”.
La escuela en casa, la casa chica, la carga de entretener a les niñes, “nos vamos poniendo irritables y todo el día pienso en cómo estirar la plata”.
Mami teletrabajando
“Maternar en cuarentena realmente depende muchísimo de las condiciones en las que te toca, depende de cuán equitativas son las tareas de los cuidados con tu pareja si la tenés o si te toca maternar sola”.
Paula es docente universitaria, nos cuenta que tuvo que repensar toda las estructuras de sus clases a un formato digital y que tiene muchísimo más trabajo que antes. “Estoy separada y vivo con mi hija de 17 años, es muy autónoma y somos compañeras. El teletrabajo implica estar todo el día en tu casa sin haber disminuido las obligaciones laborales como es mi caso, se hace por momentos difíciles compatibilizar con el trabajo los cuidados. Hay un solapamiento permanente que es estresante, entre ocuparte de los cuidados, cocinar, mientras estás contestando un mail, por ejemplo”.
Insiste en que “depende de la equidad en el reparto de las tareas y qué te puede generar sobrecarga o te puede generar una posibilidad de hacer arreglos para que nadie salga sobrecargada, también depende mucho de tus condiciones habitacionales y del entorno”.
Maternando con un joven
Marian vive con su pareja, y es madre de un joven de 15 años, “no me representa una situación de mucha tensión en cuanto a tareas escolares porque tiene bastante autonomía para desarrollarlas”. Pero calculo que si esto me hubiera pasado cuando iba a la escuela primaria hubiera sido muchísimo más difícil. Yo estaría en crisis ahora, sin dudas.
La gestión de los tiempos es uno de los desafíos de la convivencia: “Tuve que flexibilizar yo los horarios, porque los de él son distintos, se queda de noche hasta tarde y se levanta a las 12. Eso a mí me costó acomodar, pero mientras haga las cosas y tenga autonomía que lo haga el horario que quiera”.
Cuenta que el humor que el joven tenga marca un límite, “no es lo mismo apenas se levanta, que cuando está bien predispuesto y charlamos un montón y compartimos, nos reímos. Yo trato de que eso de tratar de que nada se vuelve demasiado rígido, si te encorsetas en ideas muy rígidas, de los horarios, ahí me parece que es un punto muerto, hay que tener más que nunca mucha flexibilidad”.
Democratizar las tareas de cuidado
Caro cuenta que piensa hace muchos años en qué tipo de crianza pone en juego en su casa, hoy dice que tiene un gran desafío por delante, que no le está saliendo, “si bien con mi pareja hemos tenido una distribución 50 y 50 en las tareas de cuidado y domésticas, pensé que era una buena oportunidad para que mis dos hijos entiendan lo que es esa idea de que la democracia empieza por casa. Pero la verdad es que está costando y estoy renegando con que asuman responsabilidades, que pongan la mesa, que laven los platos, y lo consigo a medias o no lo consigo, entonces esa parte de querer educarlos en la democracia doméstica no me sale. Y para ganar en salud mental, los dejo que no lo hagan y vamos viendo qué hacemos”.
Ya lo hemos dicho en notas anteriores, pero lo repetimos: las tareas de cuidados siguen estando en el ojo de la tormenta en este tiempo de aislamiento.
*Por Redacción La tinta / Imagen de portada: Colectivo Manifiesto.