¿Podemos fotografiar una pandemia?

¿Podemos fotografiar una pandemia?
20 abril, 2020 por Redacción La tinta

En el contexto de la pandemia del covid-19 por la que se encuentra atravesando la humanidad, en un momento de la historia donde las tecnologías comunicacionales y de entretenimiento son una parte de las formas de relaciones sociales, pensar el registro fotográfico de este presente es un ejercicio interesante y necesario que nos propone David Schäfer.

Por David Schäfer para Clavoardiendo Magazine

Imaginemos que sí.

¿Por dónde empezar? Comencemos por lo que más nos interpela, supongamos: el confinamiento. Analicemos esta situación de aislación preventiva y cómo llevamos la vida con nosotros mismos, si estamos solos, o con quienes convivimos sin movernos de casa. Reflexionemos sobre la cocina y la comida, las conversaciones frente a una pantalla, la imposibilidad de tocar, abrazar o besar a la gente que queremos. Reflexionemos sobre cuánto hablamos, de todo lo que hablamos, de lo que nos animamos a decir, de las informaciones que repetimos tanto hasta convertirlas en verdades, de las películas y series que espoileamos. Hablemos de nuestros acuerdos y desacuerdos, del aburrimiento, del miedo, del descanso, de las obligaciones. Y podríamos seguir… pero, si lo pensamos por un momento, una pandemia no es solo eso y no todos la vivimos igual.

¿Cómo habrá vivido el aislamiento mi amigo Dante? Lo invitaron a un crucero que lo regresaba a tierra firme en un par de días, pero se decretó el confinamiento y se la pasó navegando casi un mes, sin rumbo fijo, buscando un puerto para desembarcar, encerrado en un camarote para dos personas de 1,5m por 2m, sin ventanas, con pasajeros con COVID-19 y cuatro cadáveres a bordo. ¿Cómo lo vivirán, entonces, los que están privados de su libertad y no pueden recibir visitas? ¿Qué pasará con quienes ya estaban expuestos a situaciones de violencia domestica y se encuentran encerrados con sus agresores? ¿Y los están en un geriátrico o en un neuropsiquiátrico? ¿Y los que viven hacinados en casas precarias, lejos del centro de la ciudad, o sin los servicios indispensables?… ¿Cómo estarán los artistas callejeros que subsisten de la gorra, los vendedores ambulantes, los trabajadores sexuales, los que viven de las propinas por limpiar los parabrisas de los autos que se detienen en el semáforo, los que abren las puertas en la paradas de taxi o los que se ponen un chaleco naranja para cobrar estacionamiento en la cuadra? ¿Cómo lo vivirán los que están en situación de calle, que solo tienen un colchón que al amanecer guardan atrás de una columna, de un árbol o en el vano de la puerta de algún lugar abandonado?… ¿Y los tantos otros con realidades tan distintas a la nuestra que no somos capaces de imaginar?

Quizás, entonces, para hablar de una pandemia, no deberíamos anteponer cómo la vivimos nosotros. Intentemos, dentro de nuestro aislamiento, dejar el yo y todo lo que nos afecta en primera persona para dirigir la mirada hacia el otro. Pensemos en un proyecto colectivo, uno que incluya a: médicos, policías, repartidores de comida, periodistas, instaladores de televisión satelital, etc. para registrar la pandemia en todas sus facetas, por ejemplo: la ciudad vacía, los controles en las rutas, las ventanas de los edificios con las luces encendidas, la falta de insumos en las góndolas de los supermercados, los pacientes en los hospitales, los jubilados en las puertas de los bancos indefensos frente al virus y vulnerables ante la crisis, las colas con la gente a 1,5 m de distancia, los que hacen gimnasia en los balcones, los niños que se gritan de un edificio a otro, los padres que acompañan a sus hijos en la tareas escolares, los vecinos organizando colectas para los más necesitados, los médicos exhaustos, los recolectores de basura, los trabajadores de los servicios funerarios… Las máscaras y los guantes de látex (si están usados, tal vez sea mejor), el alcohol en gel, las pistolas para medir la fiebre. Además, lo que comimos ayer, las capturas de pantalla con los amigos en video conferencia, los nuevos pasos de baile que aprendimos frente al monitor, la vida sexual en el confinamiento. También, los políticos dando explicaciones, los policías maltratando a los jóvenes en situación de marginalidad, los comerciantes remarcando los precios… y tantas otras. Incluso, todavía una idea mejor: pensemos en un proyecto participativo, abierto y dinámico. Creemos una plataforma donde fotógrafos aficionados y profesionales de todo el mundo suban sus imágenes para hablar de la pandemia como algo extensivo, global. Si todos estamos expuestos, todos estamos en esto. Además de fotos, podemos subir textos, gráficos, noticias de otros tiempos. Muchas voces reunidas en un mismo espacio. Imaginemos que este es un recurso para salir de la confinación de nuestro yo y para incluir a todos, como si los muros que nos rodean no estuvieran. Así, quizás, podríamos superar el yo, podríamos nombrarnos con un nosotros, quizás un tanto aventurado por las diferentes condiciones en las que nos encontramos, pero unificado, al fin, para hablar de una pandemia en un sentido colectivo.

Pero ¿Por qué fotografiar una pandemia? Tal vez, porque los fotógrafos tenemos que estar atentos a todo lo que pasa para registrarlo, así es como nos lo han inculcado. La fotografía pensada como un acto de procesión del presente efímero que nos permite reflexionar a futuro y el fotógrafo, como un testigo del acontecer de su tiempo. Si, como dicen por ahí, el coronavirus es “un virus revolucionario” porque puso en jaque al sistema capitalista, la fotografía, tal como la estoy describiendo, es consumista. Necesitamos hacer fotos, como sinónimo de poseer. Necesitamos acumular imágenes para decir que estuvimos ahí y que todo esto ocurrió frente a nuestros ojos. Fotografiar, entonces, para mostrar la pandemia y hacer con la fotografía otra pandemia más, esta vez visual, y que, en cada rincón del planeta, haya una foto que dé cuenta de lo que vivimos hoy. ¿Para quién? Para las generaciones venideras, con la firme convicción de que la fotografía es un archivo perfecto de la memoria.

Imaginemos, ahora, que no podemos fotografiar una pandemia.

Nos excede. No hay plano que la contenga, ni corto ni largo; no hay perspectiva que la narre. Cada fotografía es un instante en el continuo del tiempo. Si algo de la pandemia está en lo que hemos capturado, seguramente más permanece en los silencios, en aquellos momentos que no pudimos registrar. Pensemos, entonces, que la pandemia está en nuestro presente y que la fotografía la evoca solo a veces. Pensemos que las imágenes son acciones, decidimos qué mostrar y cómo hacerlo poniendo en marcha un cuerpo de decisiones. Pensemos, también, que las fotografías son accidentes en el curso de los hechos. Reflexionemos sobre los límites que tienen las imágenes, para ponernos en movimiento tal como lo están nuestros pensamientos. Salgamos del estatismo de las fotos y vayamos más allá de lo que vemos. Miremos afuera, miremos reflexivamente y más allá de nosotros mismos. Cuando nos hayamos calmado, busquemos en el silencio una foto de la pandemia, una imagen imposible nunca antes hecha. Y si esa foto no aparece, ni tenemos la más mínima idea de cómo sería, pensemos que esa podría ser, entonces, la imagen de la pandemia.

 

*Por David Schäfer para Clavoardiendo Magazine

 

 

Palabras claves: Fotografía, pandemia

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