Día de las Luchas Campesinas: “La agricultura campesina indígena mantiene un territorio de vida”
Bajo el lema #QuedateEnCasaPeroNoEnSilencio, este 17 de abril, las organizaciones campesinas de todo el mundo llaman a movilizarse en defensa de sus derechos. Desde el Movimiento Nacional Campesino Indígena, Deolinda Carrizo nos cuenta cómo están viviendo estos días las familias que producen alimento a lo largo de todo el país, cómo sus derechos siguen siendo vulnerados y cuáles son las propuestas de las comunidades ante esta crisis sanitaria y ambiental.
Por Lucía Maina para La tinta
El 17 de abril de 1996, 20 integrantes del Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra, MST de Brasil, fueron acribillados por la policía militar del estado de Pará. Ante la indignación masiva, la organización Vía Campesina respondió exigiendo justicia con la movilización de comunidades campesinas en todo el mundo. Así fue como se declaró esta fecha como “Día Internacional de las Luchas Campesinas”. Más de dos décadas después, llegamos a esta conmemoración en medio de una pandemia que evidencia, como pocas veces, el valor fundamental del trabajo campesino para alimentar a los pueblos y para cuidar el medio ambiente. Sin embargo, mientras las comunidades trabajan en plena cuarentena para garantizar alimentos sanos, sus derechos siguen siendo vulnerados. Por eso, llaman a realizar, hoy, movilizaciones creativas bajo el lema #QuédateEnCasaPeroNoEnSilencio.
Deolinda Carrizo, referente del Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI), que nuclea a más de 50.000 familias de agricultores campesinos e indígenas de Argentina, nos cuenta cómo están viviendo estos días las comunidades que producen alimento a lo largo de todo el país. Desde su casa en el pueblo de Quimili, donde también integra el Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE), Deolinda emprende este diálogo con La tinta, que va desde los desmontes, fumigaciones y desalojos que, en estos días, sufren en diferentes provincias hasta las propuestas históricas de soberanía alimentaria y reforma agraria que, hoy, cobran nuevos sentidos ante esta crisis sanitaria y ambiental.
Defender la tierra
—Teniendo en cuenta que el origen de este día es la conmemoración de un hecho de violencia hacia el campesinado, ¿qué problemáticas están sufriendo las comunidades campesinas del país en este contexto de cuarentena en relación a la criminalización y la violencia institucional?
—En el caso de Santiago del Estero, para empezar por casa, el conflicto, en este marco de cuarentena, está al acecho. Hay varios conflictos donde los empresarios, con complicidad del sistema judicial, han intentado ingresar a territorios de las comunidades. En el norte, en Pellegrini, hay un comisionado vinculado con el empresario Orlando Canido que, esta semana, está haciendo nuevamente un intento de ingresar en territorio y, ahí, sí se mueven los fiscales y el juez para mandar órdenes de intervención contra las comunidades. Desde allí, ayer, nos mandaron fotografías con más de diez policías movilizados. La semana anterior, también tuvimos compañeros detenidos, que fueron liberados. Las detenciones por el tema de desalojos y tenencia de la tierra es una constante.
En Salta, después del boom de la situación de las comunidades wichís, el conflicto no ha acabado, solo que, hoy, está invisibilizado por la realidad del coronavirus. Las comunidades que han sido desalojadas están en una situación muchísimo más complicada que otras, que también están resistiendo para no ser desalojadas, comunidades donde el Movimiento Campesino de Salta está pudiendo intervenir conjuntamente con las organizaciones de UTEP, para acercar no solo alimentos, sino también asistencia en salud.
En Río Negro, también hay una familia que ha querido ser desalojada justo cuando estábamos entrando en la cuarentena. Y hay familias que han ocupado también territorio para hacerse un techo, algunos colindantes a barrios de la capital, y, ahí, están acompañando comunidades mapuche que también están en el MNCI.
En Misiones, algunas cuestiones están frenadas, como los intentos de desalojo, pero hay mucha generosidad de esa tierra colorada en la producción: ahí, semilla que se planta, semilla que produce alimento. Y eso se está cosechando y distribuyendo en barrios, comedores y llevando a pueblos, también, para vender. También ha habido algún tipo de situación de violencia de la policía por incumplir la cuarentena, pero se está llevando alimento para quienes necesitan.
Una sirena suena del otro lado del teléfono e interrumpe nuestra conversación: es la sirena de los bomberos, cuenta Deolinda, que, cada medio día, recorre el pueblo de Quimilí para recordar que, a partir de ese momento, ya no se puede andar en la calle. “La ordenanza municipal es que, hasta las dos de la tarde, se puede transitar para compras. Después de eso, solo se puede andar con permiso y, si no, sos detenido o secuestran los vehículos”.
—Desde que empezó la cuarentena, también se han denunciado desmontes y fumigaciones en distintas regiones ¿Cómo viven estas problemáticas en las comunidades?
—Sí, sobre todo, hemos estado denunciando las fumigaciones en la zona de Chaco, Santiago y alguna parte de Salta. En Santiago del Estero, desde la Mesa Provincial contra las Fumigaciones, de la cual el movimiento campesino es parte, se han estado denunciando las fumigaciones en plena cuarentena. Ahora no tanto, porque ha pasado la temporada, pero, hasta hace una semana, fumigaban en todas las parcelas.
Desmonte también ha habido en zonas de Chaco, algunos avances de empresarios que se los frenó desde las comunidades campesinas y eso también es arriesgar el cuerpo de compañeros para frenarlos, porque ni la policía ni la Justicia están llegando, entonces, si no se moviliza la comunidad, van a avanzar. Y así estamos, en esa alerta.
Enfrentar el hambre
Las familias campesinas fueron el primer sector en comprometerse para abastecer de alimentos al país sin especular con los precios. Mientras trabajan día a día para enfrentar el hambre, también se organizan para plantear ideas transformadoras a este mundo en crisis. “¡Ahora es el momento de exigir Soberanía Alimentaria!”, expresan desde la Vía Campesina en este 17 de abril y llaman a luchar e invertir en la construcción de sistemas alimentarios locales, diversos, basados en la agroecología y el respeto a los Derechos Campesinos.
—¿Cómo está impactando la cuarentena en las familias campesinas en relación a la producción y distribución de alimentos, y a su propia subsistencia?
—Se atraviesa de distintas maneras. Hay familias que se dedican pura y exclusivamente a la producción de verduras y frutas, y otras que tienen más diversidad productiva. Para las que tienen más diversidad, un cerco donde tiene plantaciones y, además, animales para consumo y venta, no es tan pesado. Pero, en otros espacios, un tema son los insumos, que, en algunos casos, han aumentado sin ningún motivo, y otro es que no se ha podido sacar mucho a la venta. En Jujuy, en una reserva campesina lindante con Las Yungas donde se produce fruta, huerta, los compañeros se estaban viendo imposibilitados de llegar al mercado con sus productos, un poco, por falta de medios de transporte y, otro, por las restricciones.
Lo que sí se ha generado es que haya una organización, de tal manera de acercar la producción a los domicilios. En el caso de Buenos Aires y algunas regiones de Jujuy, Misiones, Santiago del Estero, han hecho bolsones de verduras y han ido llevando a la capital o a pueblos más grandes. Además, hay procesos de venta directa que ya existían antes de la cuarentena, entonces, donde ya había experiencias de distribución, funciona. En el caso en que se vendía cuando había necesidad o periódicamente, como carnes, por ejemplo, se ha dificultado por los permisos y se van alargando más las gestiones. Pero, como muchos somos parientes, tanto de sangre como de organización, nos hemos estado convidando mucho de los sembrados y corrales, y eso nos ha favorecido.
Desde el MNCI, cuentan que otra problemática que se suma, por ejemplo, en Corrientes o Chaco, es que, ante los controles y la falta de transporte, lxs productorxs no pueden acercarse a vender a las ciudades o a buscar insumos, y, cuando lo intentan, muchas veces, deben enfrentarse a situaciones de violencia policial o restricciones ilegales. En Córdoba, mientras tanto, explican que hay pueblos pequeños donde les prohíben tener sus gallinas dentro del ejido, mientras que las máquinas fumigadoras pueden transitar por las calles.
—La soberanía alimentaria se ha defendido históricamente desde la lucha campesina, ¿cómo este contexto nos ayuda a valorar de otra manera ese derecho a partir del trabajo campesino?
Esto se ha impulsado a raíz de la intención de empresas y organismos internacionales que decían “vamos a terminar el hambre en el mundo con seguridad alimentaria”, y ahí es donde la Vía Campesina dice “seguridad alimentaria y soberanía alimentaria”. Después, ese concepto se ha ido desparramando, haciéndose eco en la población de muchos países e, incluso, con gobiernos haciéndose cargo, pero, sin el impulso del campesinado, eso no hubiera sido posible. ¿Qué como? ¿quién produce lo que yo como? ¿cómo es producido?, son preguntas que hacen parte de ese derecho a saber qué es lo que estoy comiendo.
Sin duda que no es suficiente solo con practicar la producción desde el campesinado cuando puede, cuando tiene la tierra para hacerlo, sino que necesitamos, como pueblo, tener ese derecho y que existan políticas públicas locales, provinciales y nacionales que lo hagan realidad.
En Argentina, por el esfuerzo de muchas organizaciones, se consiguió aprobar la Ley de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena, una ley de reparación histórica del año 2014, pero que nunca ha tenido un presupuesto. Esa ley tenía mucho contenido y políticas públicas que, si las hubiesen implementado, no hubiera sido tan complicado para muchos pobladores de zona urbana y, sobre todo, de sectores populares, esta situación que estamos viviendo. Ahí, hablábamos de que se pudieran entregar tierras. Quizás, si no se animaban a expropiar grandes latifundios, por lo menos, entregar tierras del Estado -que hoy alquilan a empresarios para producir soja- en comodato o con algún tipo de figura para que campesinos produzcan alimento para los pueblos.
Enfriar el planeta
El origen de esta pandemia deja en evidencia que los desmontes y monocultivos en los que se basa el actual sistema alimentario globalizado del agronegocio pone en peligro no sólo el ecosistema, sino nuestra propia supervivencia como especie. Más allá de la pandemia, este modo de producción contribuye también al calentamiento global, “un problema de mayor magnitud, con consecuencias en la salud de las personas y en nuestras sociedades mucho más graves» en comparación con el coronavirus, tal como declaró la Organización Metereológica Mundial, organismo de Naciones Unidas.
—Ante las problemáticas ambientales que se ponen en evidencia en esta época, ¿cuál es la importancia de la agricultura campesina en el cuidado de los ecosistemas?
—Hay un lema que se ha ido construyendo a partir de intercambios y reflexiones de diferentes movimientos de la Vía Campesina: “La agricultura campesina enfría el planeta”. Si uno empieza a escarbar, todo ese proceso de producción no solo es culturalmente familiar y comunitario, sino que también es un sistema de producción que tiene el campesinado. A veces, cuando decimos agricultura campesina e indígena, no entramos a especificar que es agroecológica, orgánica, porque la agricultura campesina ya es así: uno tiene el cerco, tiene las plantas nativas, algunos frutales que se van incorporando, pero siempre cuidando en no hacer desmontes como hace el otro sistema de monocultivo. La agricultura campesina indígena enfría el planeta y es una cadena de vida, un territorio de vida lo que se mantiene allí. Porque muchas de las cosas que hoy disfrutamos, tanto las plantas como los saberes, son heredados de nuestros ancestros.
Así como el Día Internacional de la Lucha Campesina es promovida por la Vía Campesina en todo el mundo, en Argentina, esa lucha es continuada exigiendo justicia y respeto a los derechos de los y las campesinas, y que, en nuestro país, se frenen los desalojos.
Hay muchas comunidades que tienen sentencia de desalojo y necesitamos que se revean y que se empiece un proceso de fortalecer otro modelo o sistema de agricultura, que tenga que ver con el acceso a la alimentación de los pueblos.
Por último, Deolinda dice que, en este 17 de abril del 2020, deberíamos plantearnos con más fuerza “la defensa de la vida campesina también en las ciudades, haciendo un llamado de la vuelta al campo”. Y explica: “Muchas de las familias que hoy están padeciendo hambre en las ciudades, o han sido desalojadas antes o son parientes de quienes han estado en la tierra en algún momento. Es estratégico que el campesinado esté produciendo alimentos: necesitamos que la tierra tenga una función social y, para eso, hay actores, hay manos para producir”.
*Por Lucía Maina para La tinta. Imagen de portada: Socompa.