Los barrios populares de Córdoba: la cuarentena imposible

Los barrios populares de Córdoba: la cuarentena imposible
Nadya Scherbovsky
3 abril, 2020 por Nadya Scherbovsky

Por Lucía Maina para La tinta

Adentro y afuera, el contraste se siente. De un departamento poblado por una o dos personas que miran series en internet para pasar un día más sin salir, a una casa de una sola habitación donde seis niñxs y tres adultxs se van temprano a la cama para olvidar el hambre. De una cuadra donde vecinxs esperan su turno en la puerta del súper para comprar el alimento de los próximos días, a la fila que se forma cada día en el comedor comunitario del barrio y que ruega que hoy las porciones alcancen para todxs.

El vacío de plazas y calles en la zona céntrica de las ciudades más grandes de la provincia indica que llegamos a esta segunda etapa de la cuarentena dispuesta por el gobierno de Alberto Fernández con un gran cumplimiento de la mayoría de la población. Pero los privilegios engañan, y a medida que nos alejamos del epicentro urbano, la cosa cambia cada vez más. Nada nuevo bajo el sol en una provincia y un país atravesados desde hace años por la emergencia económica y alimentaria, y sin embargo, este estado de excepción revela como nunca antes el estado de abandono y desprotección de una buena parte de la sociedad cordobesa.

Las voces de diferentes organizaciones sociales que habitan los barrios populares muestran que miles de personas se ven imposibilitadas de respetar el aislamiento por el hacinamiento que sufren en sus hogares y la necesidad de rebuscarse el plato de comida frente a la suspensión de sus trabajos precarios. Y aunque algunas características de esta cuarentena cambian según la región, todas las voces coinciden en que las posibilidades para cumplirla disminuyen con la pobreza.

“Mientras más pobre es el barrio, se ve más circulación y menos cambio”, dice Lisandro Levstein, integrante del Encuentro de Organizaciones, espacio que sostiene 34 copas y comedores comunitarios en diferentes zonas de la capital cordobesa. “En Campo La Rivera, por ejemplo, es casi como si siguiera todo igual. Es un barrio mucho más pobre, humilde, más aislado y con menos integración urbana”, cuenta.

Hacinadxs

Mariano Shejter es militante del Frente Patria Grande y colabora con el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE). A partir de lo que pudo observar en distintos barrios populares de la capital, señala que el cumplimiento de la cuarentena es relativo: “Mucha gente lo está asumiendo como necesidad y entiende la gravedad haciendo lo posible, pero por otro lado hay complicaciones. En primer lugar para lxs niñxs es difícil estar encerradas tanto tiempo en las casas cuando hay poco espacio para mucha gente, lo que hace que haya personas que circulen por el barrio o asentamiento”, explica. Nadya Scherbovsky, médica que también integra el EO, coincide: “Con el hacinamiento que hay en muchos barrios, es imposible: si en una casas son veinte personas, es mejor que los pibes jueguen afuera y no que estén adentro”.

Sólo en la ciudad de Córdoba, al menos unas 58 mil familias sufren el hacinamiento, compartiendo un solo cuatro para todxs sus integrantes. Esto significa que más de 300 mil personas no cuentan con viviendas adecuadas para cumplir la cuarentena, y el 60 por ciento de las mismas son niñas, niños y adolescentes. Y estos datos, publicados por La Voz del Interior en base a la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC, corresponden a 2014, por lo que no contemplan el empeoramiento de la economía en los últimos años.

A la vez, las personas que sufren el hacinamiento son en general quienes también deben enfrentar otros problemas que se agravan con la crisis sanitaria actual, como la falta de cobertura en salud o de acceso a servicios básicos como el agua, lo que les impide cumplir condiciones mínimas de higiene en sus casas.

Me matan si no trabajo y si trabajo me matan

“La otra complicación que hay es que la gente vive al día en la economía popular, está el caso por ejemplo de quienes cuidan autos, y que ya no les ingresa plata. Esto está mínimamente amenizado con las medidas del gobierno, que son parches indispensables, pero parches al fin”, señala por otro lado Mariano, quien también es becario investigador de CONICET sobre economía popular.

“La gente que está laburando ahora es muy poca, quizás vendedoras ambulantes dentro del barrio y no mucho más. Está todo parado”, cuenta Lisandro y explica que si no fuera por los programas como la Asignación Universal por Hijo, la Tarjeta AlimentAR o el Salario Social Complementario, la situación ya no se aguantaría. Aun así, el panorama que describe indica que las zonas más empobrecidos de la capital ya se están acercando a una situación límite.

Desde Río Cuarto, Lucía De Carlo, integrante del Partido Respeto que sostiene trabajo y asistencia social en cuatro barrios y asentamientos de la ciudad, dice que en la mayoría de esos lugares sí se está cumpliendo la cuarentena a pesar de las dificultades. Pero aclara que en Alberdi, uno de los barrios populares más grandes, se ve más movimiento: “La gente sale a hacer lo que puede porque es muy difícil la cuarentena si laburas al día”, explica, y cuenta que algunas trabajadoras sexuales, por ejemplo, intentan continuar con su trabajo en la calle por la urgencia de ingresos para sus hogares.

Además, la falta de dinero obliga a muchxs vecinxs a salir de sus casas diariamente para comprar comida, ya que sólo pueden comprar lo que consumen en el día a día. Otrxs, incluso, deben salir del barrio para buscar productos más baratos en mercados mayoristas.

Hacer magia frente al hambre

Mientras tanto, los comedores comunitarios tanto de la capital provincial como de Río Cuarto, no dan abasto. Desde que empezó la cuarentena, muchos cambiaron su modalidad para entregar viandas que la gente se lleve a sus casas, pero la cantidad de familias que asisten crece y los refuerzos de los gobiernos aún no llegan, por lo que muchas organizaciones realizan campañas de donaciones mientras hacen magia para multiplicar las porciones.

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(Imagen: La tinta)

“Nuestra experiencia es que día a día aumenta la cantidad de porciones, que da cuenta de la situación en la que estamos. Antes solo iban los niños a comer y ahora se entrega comida por grupo familiar. Muchos comedores ya no tenían alimentos, entonces dejaron de dar porque no podían comprar”, dice Nadya. “Al MTE está llegando muy poca comida. Prometieron, y dicen que están llegando packs de elementos para enfrentar el coronavirus y refuerzo de comida, pero por ahora no se ve y hay mucha necesidad”, explica en el mismo sentido Mariano.


El panorama se repite en la mayoría de las organizaciones que sostienen comedores en Córdoba capital, ya que desde el decreto de la cuarentena obligatoria todavía no recibieron refuerzos de los gobiernos. Es decir: con la misma cantidad de alimentos deben hacer frente a la emergencia alimentaria que ya existía antes de la pandemia más la nueva demanda que genera la falta de trabajo.


“Nación hizo anuncios de refuerzos a comedores comunitarios, pero no llegaron como debieran. La Provincia especula con lo que hace Nación y sigue manteniendo lo poco que daba, e incluso con dificultades porque las ayudas que llegaban a través de cheques no se están ejecutando por cuestiones operativas de los bancos. Y la Municipalidad de Córdoba no envía nada, nunca acompañó a los comedores”, relatan desde el EO.

Y frente a esta ausencia del Estado donde más se lo necesita, la solidaridad aparece desde abajo: además de muchas donaciones particulares que recibieron, desde el EO cuentan que a los comedores acaban de llegar 1000 kg de verduras donados por el Colectivo El Quirquincho, compuesto por 32 familias trabajadoras hortícolas que producen en la zona sur de Córdoba.

En la ciudad del sur provincial, el hambre también se repite: “Lo que estamos viendo en casi todos los barrios populares en Río Cuarto es que ya no tienen plata, no están comiendo. A los carreros, por ejemplo, no los dejan salir a juntar, entonces se están quedando en la casa y tampoco tiene para comer”, cuenta Lucía De Carlo. Y agrega que desde Respeto también están buscando donaciones: “El sábado finalmente, después de que insistimos mucho al municipio, nos dieron una donación para armar 45 bolsones, pero con la necesidad que hay nos quedamos cortos. Así que tratamos de entregar por semana y los viernes llevamos a la personas en situación de mayor vulnerabilidad”.

El desborde de la salud pública

En el medio de esta crisis sanitaria, la salud tampoco parece estar garantizada para los sectores populares, que se ven obligados a recurrir a un sistema de salud pública desbordado. Desde las organizaciones de los principales centros urbanos indican que lxs vecinxs que presentan síntomas, cuando logran llegar a algún dispensario u hospital, son en general enviadas de vuelta a sus casas, ya sea porque no cuentan con los insumos o el personal necesarios, o porque no se encuentran en el lugar correcto. Las líneas de teléfono dispuestas por los gobiernos para consultar por dengue están colapsadas o no responden, mientras que los casos se multiplican en los barrios más vulnerables.

Villa El Chaparral, por ejemplo, es un asentamiento compuesto por 60 familias que ya tiene nueve casos confirmados de dengue y, pese a estar ubicado a metros del hospital Misericordia, hay personas con fiebre que fueron enviadas a esperar en sus casas. “La escalada del dengue está afectando como enfermedad concreta y el coronavirus en términos de encierro y situación económica”, explica Mariano, que trabaja en ese asentamiento. Y agrega: “La gente, incluso antes que comida, nos pide elementos como repelentes, paracetamol”.

En cuanto a los centros de salud o dispensarios, la ciudad de Córdoba ha dispuesto dividirlos en dos grandes grupos: algunos de ellos están destinados a síntomas febriles, que puedan vincularse con dengue o coronavirus, y el resto para otras afecciones. Pero además de las complicaciones que implica trasladarse desde el barrio a un dispensario de otra zona, esta organización tampoco parece funcionar en muchos casos y reina la desinformación.

(Imagen: Encuentro de organizaciones)

Nadya cuenta: “Hace unos días tuvimos el primer caso de coronavirus en un barrio y muchísimos casos de dengue en otro, y no se sabía si había que ir al hospital, al centro de salud o adónde. Las vecinas de un barrio donde hay cuatro casos de dengue en una cuadra fueron al centro de salud que es para esa enfermedad y les dijeron que se fueran: no están tomando las muestras ni siquiera. No está habiendo un plan de contingencia”.

Mientras tanto, lxs trabajadorxs que atienden en centros de salud pública, ya sea dispensarios u hospitales, ven limitadas sus posibilidades de atención por la falta de materiales para no infectarse y para atender a la gente en condiciones adecuadas. Según las organizaciones sociales, esta realidad se repite tanto en instituciones públicas de Córdoba como de Río Cuarto.

“La gente de los barrios recurre a dispensarios, pero hay muchas dificultades. A la vez, la Municipalidad tiene un 0800 pero también está saturado, entonces nadie se puede comunicar. Desde el Tribunal de Cuentas veníamos denunciando que se gasta un montón de dinero en publicidad y gastos superfluos y en cambio las ayuda sociales y en salud son un tercio menos, entonces se llega mal preparado a esta situación de crisis”, advierte Lucía.

La pandemia de coronavirus y la cuarentena dispuesta para enfrentarla tomó por sorpresa a los Estados, que se ven desbordados para responder a las necesidades de la población. Pero detrás de esta crisis sanitaria, asoma una desigualdad histórica que parece ya no sorprender a nadie. Y aunque sea imposible desandarla en unos pocos días, la realidad que se vive hoy en los barrios populares de la provincia indica que estamos perdiendo una oportunidad, también histórica, de dar los primeros pasos.

*Por Lucía Maina para La tinta

Palabras claves: barrios, cordoba, coronavirus, cuarentena, Desigualdad, Pobreza

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