La historia de Bruno: lucha contra el fracking porque está intoxicado con uranio

La historia de Bruno: lucha contra el fracking porque está intoxicado con uranio
26 marzo, 2020 por Redacción La tinta

Por ANRED

Bruno Bracchi tiene 30 años. Vive en Godoy Cruz, Mendoza. Su vida cambió en 2013, cuando comenzó a perder peso rápidamente. Hoy, sufre de malabsorción intestinal, recurrentes zumbidos en oídos, fatiga crónica, movimientos involuntarios de músculos e insomnio crónico.

«El doctor Blas López Rueda dijo que una de las causas de intolerancia de alimentos y malabsorción puede ser la intoxicación con metales pesados. Me hice un análisis en un laboratorio, que analizó los minerales y me enteré de la desagradable noticia. Pese a que jamás estuve trabajando con uranio ni viví en zonas peligrosas ni cercanas a ellas. Debe venir del agua, aire o alimentos», relató Bruno a ANRed.

El Hospital de Toxicología de Mendoza rechazó su análisis porque «no tiene validez científica», por lo cual no puede acceder a un tratamiento desintoxicante. «Ellos deberían averiguar de dónde viene mi uranio elevado, porque es una cuestión de Estado, que puede afectar a muchas personas», remarca.

Hoy, lucha contra el fracking en su provincia, técnica extractiva que utiliza mucha agua, aumenta el riesgo de sismos y usa una gran cantidad de tóxicos, algunos radiactivos, como algunos tipos de uranio.

ANRed – Bruno, ¿podés contarnos tu historia?

Bruno Bracchi – A finales del 2013, perdí muchos kilos, tuve diarreas crónicas e iba con sangre. Me realizaron muchos estudios y detectaron enfermedades autoinmunes, colitis inespecífica, o sea, tu cuerpo se autoataca. En mi caso, al tracto digestivo y puede generar muchos problemas potencialmente graves, como malabsorción de nutrientes, problemas en ojos, páncreas, huesos e, incluso, la muerte en casos graves. Además, probablemente celiaquía y alguna enfermedad autoinflamatoria (pero no hay tecnología en Argentina para detectarla). Actualmente, tengo mala malabsorción intestinal, bajo peso, a veces zumbidos en oídos, fatiga crónica, movimientos involuntarios de músculos e insomnio crónico, entre otros.

Allí, empecé a investigar a científicos. No los que salían en la TV, sino, por ejemplo, a Pedro Carrera Bastos, experto en nutrición e inmunología, o el bioquímico Oscar Picazo. Allí, cambié la forma de ver el mundo, mis hábitos de vida y descubrí que la pirámide de alimentación, en realidad, es la pirámide de la “enfermedad”. No sólo con muchos artículos científicos, sino probándolo en mi propio organismo. No es lógico evolutiva ni históricamente que el pan industrializado, refinado, con agrotóxicos, sea la base de la “alimentación”, porque lo empezamos a consumir hace 100 años aproximadamente y, mucho menos aún, comida con aditivos o resaltadores de sabor.

Entre las investigaciones, leí que el doctor Blas López Rueda dijo que una de las causas de intolerancia de alimentos y malabsorción puede ser la intoxicación con metales pesados. Allí, investigué y me hice hacer un análisis de pelo en un laboratorio, que analizó los minerales y me enteré de la desagradable noticia. Pese a que jamás estuve trabajando con uranio ni viví en zonas peligrosas ni cercanas a ellas. Toda mi vida viví en Godoy Cruz y dos años en Capital. Yo supongo que el uranio pude venir de Sierra Pintadas en San Rafael, que nunca se desechó correctamente. Debe venir del agua, aire o alimentos, aunque no analicé ninguna de estas porque es muy caro realizarlo.

Lamentablemente, consulté al Hospital de Toxicología de Mendoza y me dijeron que mi análisis “no tiene validez científica”, pese a que hay artículos científicos que demuestran lo contrario. Además, conozco casos que mejoraron luego del tratamiento.

Por eso, no puedo acceder a un tratamiento desintoxicante, lamentablemente. Además, solicité ayuda legal en el colegio de abogados y la abogada me dijo que ‘un doctor debía demostrar que el uranio causó mis enfermedades», cosa que ningún doctor va a hacer. Si niega mi resultado, mucho menos va a certificar eso para poder defenderme. Absurdo, pero real. Ellos deberían averiguar de dónde viene mi uranio elevado, porque es una cuestión de Estado, que puede afectar a muchas personas.

ANRed – ¿Por qué hoy estás luchando contra el fracking?

Bruno Bracchi – Primero, porque estamos en Mendoza, donde hay crisis hídrica y un pozo de fracking puede usar hasta 36 millones de litros de agua. Segundo, porque, según la doctora Bruno, ‘hasta el 2% son sustancias toxicas’, es decir, que si un pozo usa 36 millones de litros de agua, el 2% son 720 toneladas de tóxicos, que, más tarde o temprano, contamina el agua o el aire o ambiente. Tercero, porque puede aumentar el riesgo de sismisidad y acá es una zona sísmica. Además, porque creo que ese dinero debería utilizarse para energías limpias. También puede contaminar radiactivamente el ambiente y hay un tipo de uranio que lo es. Y por último, porque el derecho a la salud es un derecho constitucional y, mientra más fracking haya, más chances de enfermarnos habrá.

No quiero que a otras personas les pase lo mismo que a mí. No es casualidad que haya en Argentina un ACV cada cinco minutos promedio y tantas enfermedades autoinmunes como la Enfermedad de Hashimoto (tiroiditis crónica), artritis, fibromialgia, síndrome de fatiga crónica, vitíligo o Enfermedad de Crohn, entre otras. Debemos intentar no tapar síntomas con remedios, sino ir a las ‘causas’ de raíz para aliviar las enfermedades.

ANRed – ¿Cuál es tu mensaje final?

Bruno Bracchi – Que la gente tome conciencia de que la contaminación ambiental del agua o aire no es algo lejano ni abstracto. Probablemente, yo me haya intoxicado por uranio que nunca se desechó correctamente a 260 kilómetros. Y, aún así, estoy intoxicado.

* Por ANRed. Imagen de tapa: Revista Amor y Pólvora.

Palabras claves: fracking, megaminería, Mendoza

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