Viviana Alegre: una vida marcada por las desapariciones

Viviana Alegre: una vida marcada por las desapariciones
19 febrero, 2020 por Redacción La tinta

Cuando tenía diez años, a Viviana Alegre los militares le desaparecieron a su hermano y a su cuñada, embarazada de seis meses. Ya en democracia, Viviana sufrió otra pérdida a manos del Estado: hace ocho años busca desesperadamente a su hijo, Facundo Alegre. Hoy, en el octavo aniversario de su desaparición, marchamos a las 16 horas desde Colón y General Paz hasta la ex plaza Vélez Sarsfield.

Por Lautaro Romero para Revista Cítrica

Viviana Alegre dice que tuvo una infancia dura, pero “llena de recuerdos hermosos”. En Entre Ríos –donde nació, luego se fue a vivir a Córdoba-, Viviana creció viendo a su papá preparar ollas gigantes de locro para compartir con los vecinos de los barrios marginados. La imagen de la gente yendo y viniendo con su platito y su tapper se le viene a la cabeza. Al igual que la enseñanza: “En las zonas vulnerables, hay que estar todos los días y sostener el trabajo con el tiempo, porque la gente está cansada que los gobernantes les prometan cosas durante las campañas y después no cumplan”.

Eso de estar pendiente de lo que necesitan los demás era algo que también movilizaba a su hermano Marco Alegre y a su pareja, Natalia Regueira. “Eran maestros rurales en Misiones, trabajaban en los parajes. Siempre hacían tareas sociales y daban apoyo escolar en los barrios. Les llevaban regalos y mercadería a los pibes y a las pibas; ayudaban a construir, a levantar paredes”, recuerda Viviana. Sin embargo, corrían años de dictadura en Argentina, Marco y Natalia militaban en Montoneros y el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo).

Viviana cada vez los veía menos. Se mudaron a La Plata, él para estudiar Historia y ella, psicología. Cuando Viviana tenía diez años y fue de visita, su hermano ya no estaba. Tampoco su cuñada, embaraza de seis meses. Años más tarde, Viviana descubriría una parte de la historia oculta: mientras la atención de todas las personas estaba enfocada en el Mundial de Fútbol de 1978, los militares secuestraron y desaparecieron a Marco Alegre y a Natalia Regueira en el Pozo de Banfield y la ESMA, respectivamente.

Hoy, con 53 años de edad, Viviana todavía les busca.

Como a su hijo, Facundo Rivera Alegre, desaparecido en democracia el 19 de febrero del 2012, cuando salía de un boliche en Córdoba.


El aparato represor no cambió en nada. Si bien ya no están los padres y los abuelos en esas fuerzas de (in) seguridad, están los hijos y los nietos. Y vienen con la misma estructura mental, la misma impunidad. 


«Uno lucha para que los errores y las falencias que hay no se vuelvan a repetir. Las desapariciones en la dictadura son imperdonables, pero en democracia mucho más; porque se supone que tenés más libertades para transitar, para pensar, para caminar, para hacer. ¡Y que nos suceda esto!”, exclama Viviana.

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(Imagen: Juan Pablo Barrientos)

¿Qué pasó con Facundo Alegre?

Ya se cumple un nuevo aniversario por la desaparición de Facundo Alegre. Ya son ocho años sin él y, aunque no están en cero, su mamá Viviana siente que aún queda mucho por recorrer hasta saber la verdad. La causa, colmada de irregularidades y reveses judiciales, estuvo ocho meses bajo secreto de sumario. Y cuatro años en casación, hasta mayo del año pasado.

“Tuvimos una reunión con la Secretaria de Derechos Humanos de la Nación y también con integrantes del CELS. La reunión fue positiva porque ellos quieren colaborar a nivel jurídico y quedaron en contactarse con la abogada querellante Adriana Gentile (en reemplazo de Carlos Orosz). Ahora, nos queda ir a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para exponer todo esto y seguir buscando a Facundo”, comenta Viviana sobre las últimas novedades.

La hipótesis judicial es que Facundo fue asesinado de un disparo a corta distancia en medio de una discusión por compra de drogas–por encargue del cantante de cuarteto Damián Córdoba– en el barrio Maldonado. Los jueces sostienen que los responsables del hecho después tomaron el cuerpo y lo hicieron desaparecer durante varios meses. Y tiempo más tarde, lo habrían cremado de manera ilegal en el cementerio de San Vicente. Lo cierto es que jamás encontraron su cuerpo y, en consecuencia, esto no se pudo comprobar. De hecho, durante el juicio que se llevó adelante entre el 11 y el 28 de agosto del 2015, los jueces de la Cámara del Crimen 11 de Córdoba absolvieron a Aldo Monje, ex empleado municipal del cementerio acusado de encubrimiento. Resultó que Monje simplemente cortaba el pasto en el lugar y además los crematorios no estaban en funcionamiento.

Perola Justicia y el fiscal Alejandro Moyano –actualmente lleva la causa Gustavo Dalma–  sentenciaron a los supuestos culpables del asesinato de Facundo, dos hijos de una mujer señalada como narcotraficante: Pablo Rearte, condenado a 11 años de prisión como coautor del homicidio doblemente agravado por el uso de arma de fuego y la intervención de un menor de edad: su hermano, quien, con sólo 15 años de edad, habría jalado el gatillo que acabó con la vida de Facundo. La querella criticó firmemente el fallo judicial y decidió absolver a todos los imputados. 


“Ellos son los últimos eslabones de la cadena, los verdaderos responsables, por inacción u omisión, son los policías que ni siquiera peritaron los móviles la noche que desapareció mi hijo. Hicieron el juicio como si fuera un rally. Había más de 200 testigos y declararon sólo 50 de ellos. Hubo audiencias a salas vacías porque los testigos tenían miedo de declarar”


Desde que desaparecieron al Rubio del Pasaje –como lo conocían en el Barrio Junior-, Viviana sufre de pesadillas. Y con razón: durante estos ochos años de búsqueda incesante por encontrar a Facundo, su familia ha recibido todo tipo de amenazas: les pincharon el teléfono y hasta les reventaron la puerta de su casa a los golpes. En lugar de ofrecer respuestas, el Estado se metió en su intimidad y entorpeció la investigación. Como hicieron con la familia de Luciano Arruga.

“La Policía libera las zonas y tiene empleados que van y vienen. Están metidos en negocios muy grandes y esto es tremendo para los pibes. Sabemos que la banda de cuarteto usaba a los pibes para ir a comprar droga, pero yo no creo en esa versión de la Justicia: en el baile, había tres narcos, se les termina la droga y, en medio de la madrugada, mandan a un pibe a buscar más droga. La Policía tiene todo: el amparo del Estado, de la Justicia y del poder político. La única forma que tienen ellos de actuar es reprimiendo, por eso, cuando el pueblo piensa, los gobernantes tiemblan. Mucha gente pide más policías y mano dura. Eso no te garantiza más seguridad. Lo que deberían hacer es incluir a los pibes, darles educación, salud, trabajo, agua potable, una vivienda y una vida digna”, reflexiona Viviana.

José Manuel de la Sota –fallecido en un accidente de tránsito durante 2018- jamás me recibió y es el responsable político de lo que le pasó a Facundo. Lo mismo le pedimos a Juan Schiaretti (actual gobernador de Córdoba) y, hasta ahora, no obtuvimos respuestas. Quiero saber dónde está, que lo busquen”.

Ausencias 

El compromiso social que tenían su papá, su hermano y su cuñada terminó por cautivar a Viviana: sentía que debía estar en las villas, vivir esas experiencias y sembrar solidaridad donde hay un Estado ausente. De joven, había estudiado medicina y quería compartir sus conocimientos para ayudar a prevenir y curar las heridas y las miserias. Y en algún punto, Viviana logró transmitirle esos valores a Facundo, de crear redes y puentes como cuando viajaron juntos al Chaco para conocer las problemáticas de las comunidades originarias.

“Generás empatía y confianza. Quiero saber qué sienten los pibes, qué les pasa. Yo tengo muchas ausencias, estoy partida por dentro, pero soy igual a ellos. Uno tiene quilombos de todo tipo, pero, de alguna manera, tiene un trabajo, tiene dónde estar y ciertas comodidades. Esta gente tiene dos millones de quilombos: económicos, sociales, afectivos”. Jornadas de cariños y abrazos en los hospitales de niños contándoles un cuento o colaborando con ropa usada -siempre en buen estado porque “no podes darle una migaja a nadie”-, también son parte de los recuerdos hermosos que tiene Viviana en compañía de Facundo. “Era un pibe muy alegre al que le gustaba dibujar, escribir y hacer música. Tenía una banda, cantaban en eventos, él empezó a tocar el piano, como yo”.

El año pasado, falleció la mascota de Facundo: su perro Palermo. “A él lo pude llorar y envolver su cuerpo. A Facu, no. Llorar te libera”, confiesa Viviana.  En todos estos años de lucha y de poner el cuerpo, Viviana se endeudó y hasta enfermó de cáncer y sufrió parálisis facial. Y lo peor fue tener que decirle a su nieta Rocío (la hija de Facundo, quien tenía 9 meses cuando se lo llevaron) que su papá se había ido al cielo, pero que habría que tenerlo presente y recordarlo porque “cuando a los pibes que desaparecen no los nombrás, se mueren”.

Para encontrar equilibrio y un poco de paz, Viviana retomó la facultad y se metió de lleno a estudiar una tecnicatura de instrumentación de música. Dice que eso la conecta con Facundo, la hace sentirlo cerca, aunque convive todos los días con su ausencia, sin saber qué le pasó.

Hoy, miércoles 19 de febrero, familiares y amigxs concentrarán a las 16 horas en las calles Colón y General Paz, para luego marchar hasta la ex plaza Vélez Sarsfield, que hoy lleva el nombre de Facundo Rivera Alegre. 

*Por Lautaro Romero para Revista Cítrica. Fotos: Juan Pablo Barrientos. 

Palabras claves: desaparecidos en democracia, Facundo Rivera Alegre, violencia institucional, Viviana Alegre

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