No destruyamos sueños
Por Bruno Lonatti para La tinta
El viernes 20 de diciembre a las 13 hs. se conocieron los resultados de los exámenes de ingreso a la Escuela Superior de Comercio Manuel Belgrano (ESCMB), escuela secundaria dependiente de la Universidad de Córdoba (UNC). Como cada año en este nuevo ingreso, no faltó la siniestra postal de niñxs de entre 10 y 12 años llorando desconsoladamente por ser obligadxs a ser mejor que sus compañerxs en un examen para ingresar a esta escuela pública. El examen se sostiene con la excusa de no disminuir el nivel académico y por ser considerado una solución «práctica» a los cupos limitados de la escuela, manteniendo así el ingreso por “orden de mérito”.
El examen como «solución» acaba siendo una solución injusta basada en valores meritocráticos. Porque la selección por mérito en un contexto de crisis social afecta principalmente y de forma concreta, a los sectores de menores ingresos, quienes no pueden acceder a una preparación en una academia o profesor/a particular, previa a la evaluación. Produciendo únicamente, una especie de selección de élites que se contrapone con la educación sarmientina o incluso con los parámetros de la pedagogía popular sostenida por la reforma universitaria.
Es deprimente tener que explicitar que la educación secundaria no debe corresponderse con determinados méritos educativos, si no que debe ser un paso necesario en la formación de la totalidad de lxs adolescentes.
La contradicción expresada no existe solamente en el Belgrano, existe en todo el sistema educativo nacional. Y se evidencia en que se cierran las puertas a la educación de calidad expulsando en el mejor de los casos, a lxs jóvenes con recursos a la educación privada. El otro ejemplo, que es el de la mayoría, es terminar en colegios con crisis estructurales en los que su infraestructura se viene abajo. Para empeorar la situación la opinión pública habla de “Ni-Ni” (ni trabaja ni estudia) y de una juventud desmoralizada a la que poco le interesa la educación.
Repasemos, por un lado cerramos la puerta de las escuelas con los recursos necesarios para hacer un seguimiento a sus alumnxs, no invertimos en educación pública, al punto de que los techos de nuestras escuelas se vienen abajo, pero la culpa es del estudiante. Cuando la educación se vuelve un logro en el que la juventud debe realizar grandes sacrificios para completarla, estamos hablando de una educación meritocrática.
Al criticar la meritocracia no es mi intención descalificar a la educación de las escuelas preuniversitarias, en cambio critico que en la coyuntura actual de crisis un ingreso por examen se convierta en un elemento de segregación social. El Belgrano posee un plan de estudios progresista que promueve el pensamiento crítico. Pero la existencia del examen nos impide decir que la educación del Belgrano sea popular. La realidad es que estamos en un proceso en que lo viejo (educación meritocrática) no termina de morir y lo nuevo (educación popular) no termina de nacer. Será cuando lxs alumnxs y lxs docentes se perciban a si mismos como lo que son, dueños y dueñas de la escuela y por lo tanto, dueños y dueñas del futuro de la institución (entendiendo que el sentirse propietario se traducirá en responsabilizarse con la tarea de la escuela, la socialización de la cultura) que el examen será abolido y desbordaremos de pueblo nuestra escuela. Porque las escuelas crean el futuro y el futuro es del pueblo.
El examen, como dije anteriormente, se plantea como solución práctica al cupo limitado de las escuelas secundarias, pero es totalmente injusto ¿Por qué al resolver un examen mejor que otra persona tenemos el nivel de entrar a una escuela? Esto va en contra de masificar la educación, si queremos que progrese nuestro país, si hablamos de mejorar en materia de ciencia y tecnología ¿Por qué cerramos las puertas de estos espacios?
Lo quieran o no, una vez completada la inscripción es responsabilidad del Estado y de la Universidad garantizar la educación al inscripto, no pueden lavarse las manos y dejar al inscripto a su suerte. Con imaginación, inversión y voluntad, estos problemas deberían resolverse. Porque el ingreso por orden de mérito es un dogal que se le pone a la capacidad de la juventud. Resta preguntarnos, quién se beneficia de esta ignorancia inducida.
La construcción de un sistema educativo más justo depende también de las y los estudiantes que más allá de ser el futuro, son a su vez el presente. Es momento de aceptar nuestra responsabilidad histórica y luchar contra las injusticias que vivimos.
*Por Bruno Lonatti para La tinta / Imágenes: Colectivo Manifiesto.
*Estudiante de la Escuela Superior de Comercio Manuel Belgrano.