La expresión del patriarcado: de la foto viral a una transformación feminista

La expresión del patriarcado: de la foto viral a una transformación feminista
18 diciembre, 2019 por Redacción La tinta

Por Redacción La Tinta 

La foto de un estudiante de la Universidad Siglo 21 celebrando su graduación se hizo viral. Representando una mujer asesinada, estaba envuelto con papel film y con una soga al cuello. Sostenía un cartel usando el lenguaje inclusivo para nombrar su titulación, «Licenciade», y arriba decía: “La culpa no era mía”.  En el cuello, llevaba el pañuelo verde. La foto se completa con sus compañeros del club de rugby al que pertenecen y de la universidad, quienes sostienen y propician, con cada elemento significativo que llevaron, este ritual que ridiculiza la lucha feminista, pero, sobre todo, que se celebra los femicidios, los transfemicidios, las muertes por aborto clandestinos, las violaciones, los abusos y las complicidades patriarcales, en tiempos de la marea verde. 

El repudio masivo movilizó a que la Universidad avance de manifestar un repudio por lo sucedido a implementar una sanción institucional -el graduado deberá rehacer su tesis y cursar una materia sobre género en la institución-, el club de rugby al que pertenece expresó su repudio en un comunicado, un fiscal comenzó una evaluación para analizar si puede incurrir en contravención del Código de Convivencia. Las complicidades y el apoyo, la minimización o naturalización de lo sucedido también son virales.

Sí, nos enoja y nos cansa toparnos con estas expresiones perfomáticas que reproducen las violencias portadas en “chistes”. Queremos poner a rodar algunas preguntas e ideas que se alojan en el deseo de seguir desentramando este mundo de dolor e injusticia. 

Esta semana, como tantas otras, nos golpea enterarnos de que hay nuevas compañeras asesinadas, golpeadas, violadas, en una cadena de violencias cotidianas y permanentes. Las cifra de femicidios y transfemicidios no disminuye. Las denuncias por abusos sexuales no disminuyen, como tampoco la impunidad patriarcal. Las violencias hacia las mujeres e identidades feminizadas está en las casas, en las calles, en los espacios de trabajo, en los vínculos, en las instituciones, en los espacios educativos. 

Y, entonces, un himno suena en distintos rincones del mundo, en diversas lenguas, hay un eco que hilvana nuestras realidades de opresión: Un violador en tu camino. Mujeres de todo el mundo hemos encontrado un sentido profundo condensado en esas palabras, como un mantra para denunciar y para vivir. 

¿Cómo resistir esta foto que celebra nuestros asesinatos? ¿Cómo alojar algún sentido sobre el uso descalificador de nuestros símbolos de lucha como feministas y disidencias? ¿Cómo entender que estas masculinidades aún se burlan, ridiculizan y festejan los femicidios, transfemicidios y las violaciones? ¿Cómo pensar algún nexo posible entre celebrar una graduación con matar y violar?  

Históricamente, la burla y el chiste han sido expresiones de violencia moral sostenida para descalificarnos a mujeres y disidencias, para humillarnos bajo un amparo cómplice en el cual acomodan su justificación. Violencia moral que se sostiene en un entramado de valores familiares, religiosos, culturales y, también diremos, desde algunos modos de pensar los espacios educativos. Es una eficaz manera de reproducir las opresiones y desigualdades de género, configurando espacios, realidades, miradas, palabras y actos para sostener esta sociedad machista. 

Unas semanas atrás, en México, un grupo de futbolistas parodiaron “Un violador en tu camino” en los vestuarios, luego de un partido. En las redes sociales, circularon expresiones celebratorias de las burlas a la performance de las chilenas Las Tesis, comentarios que sostienen la idea de que las feministas se quedarán solas con este tipo de mensajes o que portamos una bandera de la exageración, que no todos los hombres son violadores o femicidas. 

¿Quiénes celebran en las redes y en la vida esos comentarios? ¿Quiénes megustearon las fotos de este joven? ¿Qué pactos fraternos aún sostienen estas expresiones? Y no hablamos sólo del estudiante egresado, sería una lectura parcial sólo quedarnos en esa individualidad que es un síntoma, la punta de un hilo que nos alienta a ampliar y complejizar la mirada. 

Es un entorno que gestó la idea, que pensó cada uno de los elementos para llevar, que exploró la ridiculización de cada uno de los símbolos -no solo los que hemos construido como movimientos feministas, sino también aquellos que amargamente se han instalado, como la bolsa de plástico. Son las personas que no dijeron nada, que sostuvieron el “chiste”, que aplaudieron, que rieron, que se quedaron calladas. ¿Qué se quiere mostrar con ese mensaje que engarza una cadena de expresiones odiantes y descalificadoras? 

Son los pactos de complicidad entre hombres, esas alianzas que forjan sus masculinidades y privilegios arraigados en una trayectoria de vida. Son los repertorios, los guiones de la masculinidad hegemónica, una credencial de virilidad y heterosexualidad a ser demostrada en los ámbitos en que se mueven. Es un orden que impregna de manera tan fuerte, tan potente, las construcciones identitarias-existenciales de tantos varones. Son los mandatos de masculinidad que se transforman en violencia hacia las mujeres, trans, travestis, lesbianas, bisexuales, no binaries. Una de las tareas político-analítico-afectivas que más nos urgen como sociedad es el ejercicio concreto de desmontar esas masculinidades hegemónicas. Pero no nos toca a nosotras. Hace mucho tiempo que venimos abriendo caminos, nos organizamos, denunciamos, pero, sobre todo, nos cuidamos porque nuestras vidas están en riesgo. 

Es una y muchas instituciones que no priorizan la aplicación de políticas de género en sus contenidos curriculares y códigos de convivencia, donde la perspectiva de género logra colarse parcialmente por la voluntad individual de algunas docentes que resisten la mirada obtusa y el cansancio de trabajar propuestas que dan con el callejón institucional de «lo que no es prioritario», «lo que no cuenta con presupuesto», «lo que puede incomodar», «lo que no es estratégico para maximizar la venta de plazas». Aún hoy, la perspectiva de género es parcial y voluntarista en muchos espacios educativos, lo cual nos deja muy lejos de la transversalidad que sabemos necesaria. ¿Qué educación estamos promoviendo y qué sociedad abonamos con ella? ¿Qué se torna urgente en las instituciones educativas, para advertir y trabajar sobre estas expresiones machistas? ¿Cómo puede una institución generar una transformación de base y no descansar en el gesto aleccionador de un estudiante aislado? ¿Cuánto pueden las escuelas y las universidades promover pistas de corrida de esos mandatos de masculinidad? 

Y, en esto, somos claras: son deuda pendiente la Educación Sexual Integral en todos los espacios educativos, las políticas de género transversales, los protocolos de actuación contra las violencias de género, presupuestos concretos y el efectivo cumplimiento de la Ley Micaela.

¿Y ahora? ¿Qué hacemos con los debates que suscitó este episodio, cuando deje de ser noticia? ¿Qué hacemos luego de las condenas sociales e institucionales? ¿Cómo nos corremos de la individualidad de este estudiante, de este hecho que enuncia expresiones odiantes, para tomar real dimensión de lo que hay de fondo? 

Este mundo no cambiará si los varones siguen sosteniendo el pacto de masculinidad entre ellos, si siguen siendo cómplices en estas expresiones, si se quedan en silencio, si no hacen nada. 

Nosotres, mujeres, bisexuales, travestis, trans, no binaries, estamos en las calles, no tenemos miedo y, ustedes, machitos hijos sanos del patriarcado, nunca más tendrán la comodidad de nuestro silencio.

*Por Redacción La tinta. Foto de portada: Colectivo Manifiesto.

Palabras claves: Femicidio, feminismo, pacto patriarcal, Tomás Vidal, Un violador en tu camino, Universidad Siglo 21

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