“No nos psicoanalicen”: conjeturas en torno al voto neoliberal (no sólo) cordobés

“No nos psicoanalicen”: conjeturas en torno al voto neoliberal (no sólo) cordobés
4 noviembre, 2019 por Redacción La tinta

Por Jorge Foa Torres y Juan Manuel Reynares para La tinta

«Soy un hijo de mi sangre
soy mi propia ideología
mi templo, mi maestro
mi verdad y mi mentira
resucito cuando siento
que se vuelan mis cenizas».
“Soy” Ulises Bueno

Entre las PASO del 11 de agosto de 2019 y las elecciones generales del 27 de octubre del mismo año, el gobernante Juntos por el Cambio (JxC) sumó algo más de dos millones de votos en todo el país, achicando la importante ventaja que había obtenido su competidor y finalmente vencedor en las elecciones, el Frente de Todos. Ese rápido crecimiento se verificó en casi todo el país, pero fue muy notorio en ciertas provincias como Mendoza, Santa Fe y, sobre todo, Córdoba. Allí, la fórmula de Mauricio Macri – Miguel Pichetto alcanzó los 61 puntos y se estiró a 66 en la ciudad capital, aumentando más de 10 puntos respecto de las primarias abiertas.

Como en la segunda vuelta de 2015, la alianza entre el PRO, la UCR y la Coalición Cívica logró sus mejores resultados en el distrito mediterráneo. Múltiples factores podrían explicarlo. Desde la estructura económica de la provincia, la cercanía a Macri de las dirigencias de los principales partidos, hasta la tradición histórica de la sociedad cordobesa. Aquí no pretendemos explicar lo que seguramente resulta de la confluencia de todos ellos. Sólo conjeturaremos que el caso cordobés es parte, muy visible y quizás ejemplar, de una transformación de mayores proporciones que involucra a los modos en que las personas actúan y reaccionan al ser-con-otrxs. Nuestra mirada apunta a las condiciones ideológico-fantasmáticas de posibilidad de ese aluvión de votos apurados a favor de un gobierno que ha resultado perjudicial para la vasta mayoría de argentinos.

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(Imágenes: La tinta)

“No nos psicoanalicen. Cuando lo hacen, tuercen las cosas. Los cordobeses no somos conservadores, somos democráticos”. La frase pertenece a una cronista cordobesa y fue proferida el lunes posterior a las elecciones del domingo 27. Una mezcla de orgullo y vanidad se ha apoderado de gran parte del electorado cordobés desde el anuncio de los resultados del domingo: Córdoba ha logrado distinguirse y superar a la mayoría de los distritos del país. Nada para analizar(se) ni para reprochar(se), la frase solo consolida el gesto obcecado y necio incluido en el voto a uno de los peores gobiernos de la historia de nuestro país. Pero, arriesgamos aquí, el orgullo o regodeo por ser cordobés y votar al des-gobierno de la Alianza Cambiemos -a pesar de los innumerables achaques sufridos por la pérdida de poder adquisitivo, cierre de comercios, tarifazos, desempleo, aumentos de precios, etcétera, etcétera- no es más que otra expresión de nuestra época: la época del (pseudo) discurso capitalista o de la tiranía y necedad narcisistas. En lo que sigue, realizamos algunas conjeturas al respecto.

El domingo 27, el macrismo obtuvo un certificado de supervivencia, aunque maltrecho y en desventaja. Lo que imaginábamos sería su defunción, terminó siendo una reacción notable al resultado de las PASO. Parece que hay una persistente franja del electorado al que no le hace mella que el gobierno actual no haya demostrado ninguna capacidad política. Fue, al parecer, efectivo que Macri haya vuelto a hacer campaña repitiendo el mensaje de hace cuatro años, retomando los mismos tópicos ya remanidos, polarizando entre un paraíso republicano y aspiracional, por un lado, y un infierno autoritario, violento y mediocre, por el otro. Los actos desarrollados en diversas ciudades del país un mes antes de las elecciones, con altos niveles de convocatoria en algunos casos, ya señalaban ese arrastre, aunque fuese considerado irrelevante en la mayoría de las lecturas políticas.

Ahora bien, ese “paraíso republicano y aspiracional” no es posible sin el ascenso a nivel global de aquello que Todd McGowan ubica como el delirio de masas de nuestra época: el de la libertad intrínseca del individuo. La idea por la cual cada mónada aislada (al decir de Marx) se concibe como auto-instituido, sin historia ni legados, sin lazos políticos, libre de toda determinación y de toda Ley. Como si cada unx fuera su propia ideología, su verdad y su mentira, como escribe el cantante cordobés Ulises Bueno, en la estrofa del epígrafe.


El aumento transversal de votos de JXC y la reacción hacia el final de la campaña, del mismo modo que en 2015, indican una novedad en las transformaciones contemporáneas que nos movilizan a pensar con qué nombres entendemos la época. ¿Qué hay en la opción por Macri? ¿Qué lugar ocupa el actual presidente para atraer súbitamente dos millones de votos en el final de uno de los mandatos de gobierno más desastrosos de nuestra historia reciente? Arriesguemos. Es la imagen -con un nombre, un cuerpo, una tonada, una mirada y unos gestos- que condensa millones de imágenes narcisistas puestas en conexión. Esos narcisos reaccionan con pánico ante la potencial llegada de un otro tan heterogéneo que le obligue a dar cuenta de sus ficciones. Y votan, para evitar el momento básico de confrontar con aquello que no encaja, a un monigote que resume sedimentos culturales del país civilizado -padre de familia, rubio, empresario, adinerado- aunque no pueda articular dos palabras. Pero es precisamente por eso, porque la amalgama del sprint final no está cifrada en argumentos, o en amores, sino en odios, en pulsiones violentas, que sólo pueden engancharse de imágenes.


Qué otra cosa es la insistencia en las imágenes de las últimas marchas, las banderas, las multitudes, y la no atención a lo que se decía en esos encuentros, o lo que al menos tenía el candidato para decir, que repetía siempre el mismo estribillo, con las mismas entonaciones, por no más de unos minutos y luego se dedicaba a saludar y hacer gestos con su esposa.

En definitiva, más que votar a Macri, se vota a aquella opción capaz de asegurar la no afectación de esa libertad intrínseca de la proliferante psicosis liberal actual. Es que este delirio de masas lleva como contrapartida un goce paranoico que ubica en todo aquello susceptible de cuestionar la libertad natural del individuo. El Estado interventor y las leyes que limiten ese goce son inevitablemente ubicadas como rivales de tal libertad. Aquí el concepto de masa del pánico nos permite echar luz a los conglomerados sociales contemporáneos, donde los lazos sociales y las referencias políticas caen en favor de una amalgama de mónadas narcisistas sólo conectadas por el odio a lo heterogéneo. Mónadas dispuestas a sostener la caída del Otro del lazo social, sin importar –o a pesar de– el daño que eso mismo les cause.

Por otra parte, atribuir al pretendido cordobesismo o a una “hegemonía neoliberal” el triunfo aplastante de Cambiemos –primero– y Juntos por el Cambio –después– en Córdoba, puede sesgar nuestro análisis y conducirnos a explicaciones idiosincráticas. Explicaciones que tienden a perder de vista las transformaciones del capitalismo contemporáneo.

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(Imágenes: La tinta)

Al observar la historia de Córdoba de los últimos cuarenta años, diversas instancias y procesos han contribuido a sedimentar un sustrato simbólico que ha legitimado una mirada policial, en el léxico de Rancière, de la sociedad. Los alcances de la represión sistemática de la última dictadura o las renovaciones dirigenciales de los principales partidos de la provincia son algunos ejemplos. Si bien estas particularidades enmarcan los resultados electorales recientes, nos interesa subrayar aquí que el caso de Córdoba muestra, como pocos, el avance de otro tipo de articulación –o más precisamente de pseudo articulación– propia del circuito o dispositivo capitalista: la articulación impostada. Veamos. En la articulación impostada (a diferencia de la hegemonía), hay un proceso de disolución de las identificaciones políticas y simbólicas en favor de la emergencia de identidades imaginarias anti políticas. Identidades estas no marcadas por la pérdida (como en las políticas), sino dirigidas a la demanda de goce del individuo liberal-narcisista y que se nutren de contenidos del sentido común fuertemente sedimentados, como el rechazo visceral al extranjero que postula Pichetto, o la trillada idea de que el centro productivo del país sostiene económicamente al ineficiente y vago conurbano bonaerense. Demanda que, en sus formas más mortíferas y oscuras, instaura la tiranía narcisista –y cuyas consecuencias más extremas están aún por verse.

El voto neoliberal (no sólo) cordobés es ya muy difícil de ser explicado en función de la concentración mediática o los errores del kirchnerismo en el trato a los cordobeses o la estructura productiva de tal o cual provincia. Particularmente, un evento que suele ser identificado como una de las causas principales del rechazo cordobés al populismo kirchnerista es el paro policial de los días 3 y 4 de diciembre de 2013. Durante aquellos días, según escuchamos cada tanto todavía hoy, la negativa kirchnerista de colaborar con Córdoba a través de las fuerzas de seguridad nacionales, habría desatado la ola de saqueos y linchamientos en la ciudad. Pero ¿qué hay detrás de este “destrato” kirchnerista con Córdoba? Pues, ni más ni menos que la verdad de La Docta: el hecho de que, ante la suspensión por horas de los dispositivos de control social y poblacional, específicamente de la policía provincial, lo que quedó fue la evidencia de la inexistencia de lazos que pudieran contener la violencia y los estragos. Resulta revelador, en tal sentido, que el epicentro de los linchamientos en la ciudad capital fue el barrio por excelencia de los estudiantes universitarios, el barrio Nueva Córdoba.

Como decíamos antes, la paradoja de La Docta no es, sin embargo, una excepcionalidad propia del cordobesismo, sino que se inscribe en el empuje de la época del discurso capitalista: el empuje a la disolución de todos los lazos sociales y, por ende, de la liberación de las pasiones más mortíferas y oscuras. La paradoja de La Docta es correlativa de la paradoja del individuo liberal. Cuanto más libre se concibe el individuo –más aislado de toda instancia que amenace su propio goce idiosincrático– más alienado está al mandato de la época, al orden establecido por el circuito capitalista. Lo paradójico de nuestra letrada ciudad es que la sociedad moderna y universitaria, La Docta, convive con un proceso de rechazo a la cultura, en sentido freudiano. Es decir, este proceso de desculturización se basa en el rechazo a toda restricción al goce privado individual.

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(Imagen: La tinta)

Para concluir, debemos estar advertidos, por un lado, de que tal vez estemos ingresando en una nueva etapa socio-política (no sólo) en nuestro país. Una etapa en donde la opción electoral tiende a escindirse de la eficiencia y eficacia de los gobiernos. Tanto en términos macro políticos y económicos como también en las consecuencias cotidianas e individuales. Una etapa en donde el voto al des-gobierno deviene en una elección de masas como modalidad de rechazo al Otro del lazo social.

Por otro lado, y en tal sentido, nos es posible afirmar que sí hay una Córdoba moderna, en el sentido de insertada en la lógica del discurso capitalista, del empuje al goce narcisista de la época. Pero de ningún modo esa modernidad hace del voto mayoritario cordobés un voto rebelde, sino todo lo contrario: la Docta está marcada hoy en día por su sometimiento para con el empuje de la época. Es que, desde tal mirada, no es posible tampoco atribuir a Córdoba el carácter de “Isla” ni de fenómeno extraordinario. Sino tan sólo ubicarla en su verdadero lugar: el de la docilidad del individuo liberal y su supuesta intrínseca libertad, el de la disolución de los lazos sociales en favor de la fragmentación y las pasiones oscuras.

Una mirada crítica es mejor que se aleje de las idiosincrasias, para pasar a enfocarse en los cambios de época. No obstante, entre unas y otros hay dinámicas a las que deberemos estar atentos. La pseudo articulación impostada que campea en las sociedades contemporáneas se recuesta sobre esos sentidos comunes de larguísima data, encarnados imaginariamente. El desafío es construir formas políticas en estas épocas de narcisxs ante las pantallas. ¿Cómo militar contra el delirio de masas del individuo liberal? Quizás un punto de partida es recordar que no hay una Córdoba homogénea (que no hay nada, en definitiva, homogéneo), sino que perviven experiencias colectivas que recuperan las memorias de nuestros antagonismos y circunvalan con múltiples lenguajes lo inabordable que supone vivir juntos.

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(Imágenes: La tinta)

*Por Jorge Foa Torres y Juan Manuel Reynares para La tinta / Imágenes: La tinta.

Palabras claves: cordoba, elecciones 2019, Mauricio Macri

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