Detrás de las palabras IX

Detrás de las palabras IX
24 octubre, 2019 por Redacción La tinta

Por Esteban Viu para Redacción La tinta

Con la campaña electoral a punto, esta columna se propone investigar qué hay atrás de las palabras que leemos o escuchamos por estos días: intereses cruzados, operaciones mediático-judiciales y fake news congestionando las redes sociales configuran un escenario complejo para los discursos e información contextualizada y verídica que circula en campaña.

Estas palabras no son la defensa de ninguna fórmula en particular, sino una pequeña contribución para esclarecer la información que se nos multiplica por estos días. Las prácticas periodísticas y de nuestros representantes no solo quiebran la confianza en la información o el sistema electoral. Hieren de muerte la confianza de la ciudadanía y rompen el debate público, y, por consecuencia directa, la calidad de nuestra democracia.

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Pasaron los dos debates presidenciales y nos dejaron muchos memes, pero poco contenido para debatir medidas con seriedad. Hay una frase sobre los debates presidenciales que dice que no hay un ganador, pero si hay perdedores. A eso suscribo.

Juan José Gómez Centurión fue el candidato que menos se adaptó al formato. Repleto de dudas y desfasajes temporales, se notó su falta de experiencia. Su posición en contra del aborto seguro, legal y gratuito estructuró toda su campaña. Busca escaños en el Congreso, palanqueado por los sectores más conservadores de la Iglesia.

Roberto Lavagna tampoco pudo hacer pie del todo, tuvo momentos interesantes, pero no resaltó. Sí hay que adjudicarle que fue uno de los candidatos que más le habló a los jóvenes. Tuvo un lapsus de unos 6 o 7 segundos que le costó carísimo, pero son los precios de la televisión. Hay que llenar y llenar, no hay momentos de reflexionar o preguntarse.

José Luis Espert fue el candidato que, quizás, mejor entendió el juego de la televisión. Comenzó posicionándose como un outsider de la política, cuando dijo que el sistema político “te castiga a vos, me castiga a mí”. Desde su discurso, no se reconoce como un político, de hecho, les endilga la culpa de todos “los males de la Argentina”. Habló de arancelar las universidades, quitar todo tipo de subsidios y hasta amenazó a un dirigente social en la pantalla televisiva. Buscó interpelar a su audiencia y, probablemente, fue el que mejor lo hizo.

Nicolás del Caño tuvo una transformación interesante entre el primer y el segundo debate. El tiempo le dio la razón al hablar tanto de Ecuador el domingo 13, porque, en esa semana, se desató la lucha en Chile y Bolivia atraviesa momentos tensos. Además, desde el discurso, estuvo argumentativamente firme. En el primer debate, buscó interpelar al electorado de Alberto Fernández y confrontó con él. Durante el segundo, cambió la estrategia y estuvo más duro con Mauricio Macri.

Alberto Fernández alternó pasajes muy buenos, con una estrategia de confrontar al presidente y momentos de intensidad baja, donde simplemente dejaba hablar a Macri y exponía sus contradicciones. La muerte de Franco Macri y su dedito en alto tuvo más horas televisivas y más tinta en el papel que las propuestas del Ministerio de la Vivienda y el Ministerio de la Mujer, la Igualdad y Diversidad.

En tanto Mauricio Macri confirmó que, después de las PASO, su campaña es para liderar la oposición. «El lento devenir de un presidente en candidato», dijo alguien en Twitter. Macri busca cerrar, galvanizar su electorado. Quiere que ese 30 a 35% de núcleo duro antiperonista le responda a él. De alguna manera, busca lo que buscó Cristina Fernández en el 2015: conservar electorado para conducir o que cualquiera que busque lo mismo se siente a negociar con él. Por eso, sus críticas al kirchnerismo, casi como en 2015. Pero sabe que su etapa de presidente terminó.

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La pregunta sobre los debates es: ¿contribuyeron realmente a la calidad democrática? La respuesta para quien escribe es un no rotundo. Sin preguntas de periodistas o entre candidatos, sin poder mirar a los candidatos que no hablan, con acuerdos previos sobre qué tema tratar, pero, fundamentalmente, qué temas no tratar, el debate presidencial, con este formato, solo muestra el avance de la visión empresarial sobre el espacio público.

Con graves sanciones para quienes no se presentan, pero sin ningún tipo de medidas para quienes mintieron descaradamente, el triunfo del formato puede interpretarse como la victoria del espectáculo sobre la política. En su gran mayoría, no hubo argumentos sólidos y los discursos estuvieron plagados de lugares comunes y chicanas genéricas. Hubo preguntas que los candidatos decidieron deliberadamente no contestar y hacer caso omiso. ¿Cuánto tiene de debate una cosa así? La politóloga María Esperanza Casullo dice, en un artículo para el diario El País, que “da la sensación de que el debate fue diseñado no para ser mirado en directo, sino para su distribución ulterior: para generar clips de treinta segundos que puedan ser fácilmente diseminados vía portales de noticias, Twitter e Instagram”.

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Hasta aquí, la novena entrega de esto que intenta poner el ojo sobre algunas operaciones mediático-judiciales y fake news que están a la orden del día en esta campaña.

Si el resultado de las elecciones del próximo domingo determinan que no habrá segunda vuelta, entonces, esta columna será la última. En caso de que un milagro determine que no, nos seguiremos encontrando hasta finales de noviembre.

Este espacio estuvo pensado para discutir, preguntarnos y repasar información descontextualizada, falsa o engañosa durante la campaña electoral. Los debates presidenciales fueron como una especie de broche de oro para Detrás de las palabras, entre tanta mentira y lugares comunes, que poco tienen que ver con las necesidades concretas que tenemos hoy como pueblo.

En caso de ser la última, solo esta reflexión: el periodismo no está entre la gente y el poder. El periodismo está con la gente o está con el poder.

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*Por Esteban Viu para Redacción La tinta.

Palabras claves: Detrás de las palabras, elecciones 2019, fake news, Medios de comunicación

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