Seguimos pidiendo: paren de matarnos

Seguimos pidiendo: paren de matarnos
18 septiembre, 2019 por Redacción La tinta

24 horas de horror. 5 de nosotras ya no están. Las mataron. Nos mataron. Fue el sistema patriarcal, colonial y capitalista. Fue la indiferencia. Fue el Estado abandónico. Fue la sociedad odiante. Fue el machismo. Fueron los medios, que nos construyen como objetos. Fueron las iglesias, que se niegan a dejarnos avanzar en derechos enseñando relaciones humanas y amorosas con la ESI. Fueron les antiderechos, que no nos dejan decidir sobre nuestros cuerpos. Fueron 5 varones. Son todos los varones que se resisten a cuestionarse, a destruirse y volverse a armar. Nosotras resistimos, porque estamos existiendo cotidianamente, organizadas, en lucha, cuidándonos. Pero no nos alcanza. Necesitamos varones comprometidos. Necesitamos que cambie todo. Si no, sólo veremos reacciones violentas a nuestras resistencias. Y seguiremos muriendo. Seguimos muriendo. Basta. Paren de matarnos.

Por Redacción La tinta

Navila Garay, 15 años
Laura Cielo López, 18 años
Cecilia Burgadt, 42 años
Vanesa Caro, 38 años
Una joven de 17 años no identificada aún
hallada en Mendoza.

Lean sus nombres. Miren sus rostros. 5 feminicidios en 24 horas. Cinco. 3 menores de 18 años.

Hace sólo unos días, Mumalá publicaba una cifra dolorosa: 223 feminicidios en lo que va del año en todo el país. Más de 40 compañeres trans muertas por la indiferencia y el odio. Pero no escucharon. Nos dicen que somos exageradas. Que mueren más varones en accidentes de tránsito que mujeres e identidades disidentes. Pronto, esa cifra quedó desfasada: en sólo dos días, 5 mujeres fueron asesinadas en manos de varones violentos. Es el patriarcado, que pasa para recordarnos que resistir nos cuesta caro, nos cuesta la vida. A nosotras nos matan los varones, esos sanos hijos del patriarcado.

Fue el sistema patriarcal, colonial y capitalista. Entrelazados, meten sus garras en nuestras vidas cotidianas, en nuestras casas, en nuestro trabajo, en nuestros barrios. Nos relegan a tareas de cuidado que no nos pagan y nos empujan a trabajos precarizados fuera de la casa para poder subsistir. O nos despiden, porque somos las descartables del sistema. Nos despojan de nuestras tierras fértiles y recursos naturales, obligándonos a vivir en dependencia plena: del varón, del Estado, de la potencia colonial extranjera. Nos matan cuando resistimos a sus avances neoliberales, extractivistas, fundamentalistas, cuando nos enfrentamos a su proyecto de muerte, como han desaparecido tantas referentas latinoamericanas: Marielle, Berta.

Nos matan cuando la crisis económica se lleva nuestras vidas y la de nuestres hijes. Nos matan cuando el rol de “proveedor” que el machismo les asigna a los varones no puede garantizarse por la crisis y nuestros cuerpos y nuestras vidas sufren el enojo y la violencia que eso genera. Nos matan cuando salimos a la calle a reclamar derechos, cuando participamos en espacios comunitarios y de cuidado colectivos, y recibimos reacciones violentas de los varones que se sienten amenazados. Nos matan.

Fue el Estado. Fueron feminicidios, porque todos eran evitables. ¿Cuánta es la partida presupuestaria del Estado en prevención de la violencia de géneros? ¿Cuánto regula y garantiza la efectiva implementación de la Ley de Educación Sexual Integral en las escuelas? ¿Cuánto controla a sus organismos para que trabajen con perspectiva de géneros, ahora que rige la Ley Micaela? ¿Cómo operacionalizar el marco normativo que nos protege como mujeres? ¿Cuánto tiempo seguiremos con estas deudas de la democracia? Cuando las instituciones nos abandonan, cuando los presupuestos son escasos, morimos. Nos matan. Las mataron.

Fue la sociedad. Cuando el discurso del odio cala tan fuerte, morimos. Cuando, como sociedad, no asumimos nuestras responsabilidades con les otres, matamos. Matamos cuando juzgamos a la vecina por quedarse con el varón violento y no nos esforzamos en comprender esa violencia, o en ayudarla con herramientas para que vea otra salida. Matamos cuando somos indiferentes frente a la violencia, “porque eso es del ámbito privado”.

Matamos cuando decimos “nadie menos”, como si cada violencia fuese igual a la otra, invalidando la lucha feminista y contribuyendo así a que no existan políticas públicas diferenciadas para esta problemática. Matamos cuando nos oponemos como familias a que se dicte ESI en las escuelas, sin siquiera comprenderla, “porque mis hijes son míos y de nadie más”. Matamos cuando decimos que “tienen hijes para cobrar un plan” y no nos detenemos a pensar la pobreza y la marginación como estructurales a una sociedad desigual y violenta. Matamos cuando decimos “que cortar la calle no es forma de protestar” y nos enojamos más por una pintada en una pared que por una mujer muerta. Nos matan.

Fueron los medios. La cobertura mediática de estos 5 feminicidios demuestra que los medios hegemónicos construyen los discursos de odio que culpabilizan a las víctimas y patologizan e invisibilizan al victimario. Ocultan la realidad. Refuerzan y reproducen constantemente la idea de una “mala víctima”, para juzgarnos, como a Melina Romero, y ahora lo hacen con Navila. Una moral que justifica esos asesinatos con juicios sobre cómo decidimos vivir nuestras vidas, cómo amamos, cómo disfrutamos la sexualidad. Estos medios, cómplices del sistema patriarcal, trabajan sobre la espectacularización de las violencias inscriptas en esos cuerpos ultrajados. Por eso, nos matan. Porque nos animamos a resistir, para existir con dignidad. No “aparecemos muertas”, nos matan. Ustedes nos matan, todos los días, con sus titulares y con sus mentiras.

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(Imagen: Eloisa Molina para La tinta)

Fueron las iglesias y les antiderechos. Cuando nos niegan nuestros derechos. Cuando socializan nuestros cuerpos como objetos a disposición de la sociedad para decidir sobre ellos. Cuando bloquean la enseñanza de la ESI en las escuelas. Cuando nos educan en el odio y no en el amor. Cuando niegan la identidad autopercibida. Cuando nos imponen mandatos. Cada una de las muertas por abortos clandestinos, cada niñe que sufre acoso escolar, que debe ocultar su identidad, está en sus manos. Son responsables.

Son los varones. Son ustedes, varones. No son todos, ya lo sabemos, no todos matan. Pero todos nos han violentado, todos han realizado chistes machistas con sus amigos. Todos se han quedado sentados mientras las mujeres levantamos la mesa y lavamos los platos. Todos han mirado a otro varón buscando complicidad machista frente a una mujer. Todos han piropeado a una mujer alguna vez. Todos han hecho chistes homo odiantes y trans odiantes. Todos han criado machitos. Todos han obligado a una mujer o identidad disidente a tener sexo sin su consentimiento (sí, todos, pensalo bien). Todos han hecho la vista gorda frente a una situación de violencia “porque no saben cómo o no quieren poner incómoda a la mujer”. Todos se callaron. Todos evitaron encontrarse con sus emociones. Todos evitaron cuestionarse sus prácticas, porque duele. Todos han contribuido, y contribuyen, a sostener este sistema diariamente.

Aunque no son nuestros enemigos. Ya lo dijo Rita Segato: el sistema se va a caer si trabajamos juntes. Ustedes y nosotres. Necesitamos, y es urgente, que rompan los pactos de silencios, esa cofradía de masculinidades que encubre las violencias de sus compañeros. Y acá estamos, llamándolos a hacerse cargo. De ustedes mismos. Si no, por más que resistamos, vamos a seguir muriendo en sus manos. Queremos una sociedad nueva, más justa para todes. Pero los necesitamos. Ya fue suficiente pasividad. Necesitamos acción. Les llamamos. No queremos seguir muriendo.

Indígnense. Transfórmense.

Cambiemos juntes este mundo. Resistan con nosotras. Y paren de matarnos.

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

*Por Redacción La tinta.

Palabras claves: Femicidio, transfemicidio, Violencia de género

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