La caída de Mario Santucho y las hipótesis de la tragedia que marcó el destino del PRT
A 43 años de la caída de Mario Roberto Santucho y la dirección nacional del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), Pino Narducci, Abel Bohoslavsky y Diego Ortolani Delfino comparten pistas, dudas e hipótesis.
Por Luis Brunetto para El Furgón
Se cumplen 43 años de la caída de Mario Roberto Santucho y la dirección nacional del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Pino Narducci¹, Abel Bohoslavsky² y Diego Ortolani Delfino³ comparten desde hace años la tarea de investigar aquel hecho y tratar de explicarlo. Pistas sembradas, dudas sobre una probable traición, hipótesis que involucran a dirigentes de otras fuerzas revolucionarias de la época, constituyen una maraña de información que debe ser valorada y sopesada. La difícil pero imprescindible tarea de esclarecer los motivos y el modo en que se produjo la caída del principal dirigente revolucionario de la historia argentina.
—¿Qué elementos aportan a la investigación, sobre los hechos del 19 de julio de 1976, los archivos desclasificados por el Departamento de Estado norteamericano?
—Abel Bohoslavsky: Son una ratificación de la coparticipación del gobierno de Estados Unidos en el accionar de la dictadura genocida, algo ampliamente conocido. La embajada norteamericana monitoreaba día a día la actividad militar y su burocracia lo registraba. En lo que respecta a la captura y aniquilamiento de la dirección del PRT-ERP no hay datos nuevos significativos. Lo más importante no está en las páginas publicadas. Lo revelado confirma datos conocidos. Y, como explicamos en el artículo El secreto mejor guardado de la dictadura, intenta mantener la confusión en relación a las pistas sobre cómo los militares llegaron al departamento donde estaban Mario Roberto Santucho, Benito Urteaga y Liliana Delfino y cómo capturaron a Domingo Menna, Fernando Gertel y Ana María Lanzillotto.
—Pino Narducci: Comparto la opinión de Abel. Sin embargo, el documento desclasificado del 21 de julio (los demás me parecen menos interesantes) representa, de todas formas, una novedad en la investigación histórica sobre el terrorismo de Estado. Por primera vez, después de 40 años, un documento de Inteligencia menciona a una persona (“el entregador”) e indica el móvil, la razón (intercambiar la vida de la mujer secuestrada por la de algunos de los miembros del Buró Político del PRT) por lo que, al final, el capitán del Ejército Juan Carlos Leonetti llegó a la calle Venezuela 3145. Una revelación así jamás se había comprobado, aunque sepamos que los documentos secretos de los militares argentinos acerca del genocidio existen. Estoy seguro de que desde alguna caja fuerte y, solamente algunas veces, surgen del olvido con fines oscuros, como ocurrió, muchos años atrás, con los datos relativos al interrogatorio del dueño de El Cronista Comercial, Rafael Perrotta, que era miembro secreto del PRT, y que está desaparecido.
—Diego Ortolani Delfino: Estos “desclasificados”intentan mantener la confusión, o simplemente sólo lo logran por falta de información. Quizás ellos (los norteamericanos) no la hayan obtenido de los militares argentinos en su momento, es una posibilidad. Hay que hace notar lo que sí aportan, que es el documento del 21 de julio.
—De las hipótesis que se barajan ¿qué hechos consideran que deben ser descartados?
—P.N: Ninguna se puede descartar pero, después de tantos años, creo que se puede decir que algunas pistas pierden consistencia, mientras que otras comienzan a encontrar confirmación y a volverse más verosímiles. En pocas palabras, hoy, en 2019, la pista más concreta pareciera ser la de la “traición interna”. Pero ¡cuidado!, no en el sentido real de la hipótesis de un infiltrado puesto por el Batallón 601 en el Buró o en una esfera cercana al grupo dirigente del PRT.
—AB: En relación a las hipótesis, creo que ninguna debe ser descartada, ninguna.
—El “oficial del ERP” que los informes sindican como el entregador ¿existió?, ¿era un oficial del ERP?, ¿qué se puede decir al respecto?
—A.B: “Oficial del ERP” en el léxico CIA-Pentágono, es simplemente un o una militante del PRT. No significa que ese o esa militante –o puede ser simpatizante o aspirante– tuviese un grado militar en el ERP. El hecho cierto que es Domingo Menna y Fernando Gertel tenían esa mañana una serie de citas, como era habitual en sus actividades. Menna fue capturado después de una de esas citas, (cuando probablemente se dirigía a otra) con una persona que se sospecha era militante partidario o vinculado al PRT. Su captura en la calle –probablemente cerca de la Avenida General Paz, en zona limítrofe de Capital Federal con el municipio de Vicente López– parecería que no fue presenciada por nadie. Estuvo prisionero en Campo de Mayo con vida por lo menos hasta el 11 de noviembre de 1976. Gertel fue capturado en otra cita con un compañero del PRT –muy lejos de allí, en San Antonio de Padua, zona oeste del Gran Buenos Aires– casi a ojos vista de su esposa, a la cual, los militares secuestradores ni siquiera reconocieron. Gertel, antes, había sido “clavado” en una cita con un enlace de Montoneros que no apareció nunca. Y Menna ya estaba informado de eso.
—P.N: La palabra “oficial” es una caja vacía, donde cada uno puede meter lo que quiera. Yo pienso, nosotros pensamos, que en julio de 1976, realmente existió una persona, integrante del PRT o cercana al partido, que tenía confianza con Domingo Menna o que, incluso, era su amigo de larga data. Esta persona, lógicamente, no conocía la vivienda donde vivía Menna y estaba Santucho, ni la del tercer piso en el mismo edificio, donde vivía Eduardo Merbilhaá con su familia. Supuestamente, para salvar a su mujer secuestrada, le ofreció a los militares lo único que era capaz de ofrecer, pero de extraordinaria importancia para los genocidas: una cita envenenada con el Gringo Menna. Subrayo este aspecto porque, al final, si miramos entre los pliegues, el documento desclasificado del 21 de julio acredita la misma pista que la inteligencia del PRT había detectado en las semanas posteriores a la caída y que Merbilhaá resumió en una carta de agosto de 1976 que nosotros hemos leído. Sí, siento poder decir que “Alberto” (Merbilhaá) estaba en lo cierto.
—D.O.D: Sí, esta precisión que da Pino sobre las primeras pistas que tuvo la dirección del PRT es para destacar.
—¿Hay elementos de las distintas hipótesis que pueden combinarse para dar una explicación general de los hechos? La “pista montonera”, por ejemplo, tiene varios puntos débiles, pero la coincidencia entre la caída de Santucho el día en que debía reunirse con Montoneros y en vísperas de su salida prevista del país es sugestiva.
—A.B: Sí, Santucho demoró su partida precisamente por su insistencia de asistir personalmente a la firma del acuerdo con Montoneros y la Organización Comunista Poder Obrero para formar ese frente que se llamaría OLA (Organización para la Liberación de Argentina). Después de las caídas de Santucho, Urteaga y Menna, Montoneros desistió de crear ese frente único. ¿Sugestivo, no? Hay declaraciones contradictorias del dirigente de Montoneros Roberto Perdía, mucho tiempo después. Una vez dijo que la Conducción Nacional de Montoneros no sabía que el enlace con el PRT había caído. Otra vez dijo que se enteraron de esa caída después de los hechos del 19 de julio. Y una tercera dijo que sabían, que habían intentado comunicar ese hecho al PRT pero que no tenían una vía directa, y que por las condiciones de clandestinidad y persecución, no lo pudieron hacer con rapidez.
—P.N: A pesar de las evidentes y jamás resueltas contradicciones de Perdía, considero la “pista montonera” como la menos consistente. Una sugestión, precisamente. La cita fallida entre Gertel y el enlace de Perdía se verificó la mañana del 19 de julio, bastante temprano, y Gertel no fue capturado en aquella circunstancia, sino muchas horas más tarde –en las primeras horas de la tarde, como siempre ha recordado su pareja Diana Cruces– mientras iba para encontrarse con un compañero de militancia en San Antonio de Padua. Más o menos a aquella hora, el Capitán Leonetti ya estaba llegando a la calle Venezuela y, por lo tanto, no es a través de la captura de Gertel que se puede explicar el operativo militar de Villa Martelli. Por otra parte, a propósito de la “pista montonera”, para mí hay una consideración incontrastable: Ningún montonero hubiera podido llevar a los militares a Villa Martelli porque ningún montonero, obviamente, conocía aquel edificio.
—D.O.D: Estas últimas precisiones son muy importantes.
—¿Pero no es posible que el camino que condujo a Leonetti a Villa Martelli sea el producto del análisis de fragmentos de información, tal como había ocurrido con la acción de Monte Chingolo? Fecha de una posible salida del país de Santucho, entrega de la cita de Menna, nebulizador. La hipótesis del nebulizador parece ser la única que explica la ubicación del domicilio.
—AB: El Ejército tenía sembrados espías por todos lados. Es muy probable que en algunos niveles, nada cercanos a la dirección del PRT, pero con “orejas” dentro o contactados con militantes, pudieran tener una noción sobre el efecto de los golpes represivos entre marzo y julio de 1976. Además, el éxito represivo de haber logrado días antes capturar las imprentas del PRT con información lograda bajo tortura a alguien que conocía esos sitios, también les debe haber brindado un panorama de situación de la organización, severamente golpeada. Lo de que sabían la fecha de salida de Santucho no parece probable. Lo que sí es probable que supiesen que una parte de la militancia perretista hablase de esa salida. La caída de Menna en alguna cita, previa al asalto a su departamento en Villa Martelli, es una hipótesis bastante firme. Dentro de esta hipótesis, el hecho de que tuviese un recibo de un alquiler de un nebulizador con la dirección real, es también probable.
—D.O.D: ¡Ojo! Esto es correcto si lo consideramos como hipótesis, pero nótese que no estamos dando por hecho la validez fáctica de la pista nebulizador. Es eso, una pista, una hipótesis.
—P.N: El éxito del operativo de Leonetti no fue debido a un meticuloso trabajo de análisis de la inteligencia. A veces, en la vida de los hombres se determinan inesperadas combinaciones de circunstancias y el tenaz Capitán Leonetti nunca hubiera desestructurado el vértice del PRT si no hubieran ocurrido dos eventos imprevistos e impredecibles: una persona se presenta espontáneamente ante los militares apenas unos días antes del 19 de julio; y luego, sobre todo, Menna, al momento del secuestro, lleva consigo una señal concreta que impulsa al grupo de Leonetti a precipitarse a Villa Martelli: el recibo de alquiler de un nebulizador o, como le contó Eduardo Merbilhaá al conscripto Eduardo Cagnolo en Campo de Mayo donde estaban secuestrados, el teléfono de la inmobiliaria donde Menna había alquilado el departamento en Villa Martelli (“Recuerdos de un soldado conscripto“, revista Sísifo N° 2, pág. 40, CESS, Bs. As. 2012). Si los militares hubieran llegado unas horas más tarde, casi seguro Santucho y Liliana Delfino ya estarían de viaje camino a Mendoza.
—Nélida “Pola” Augier, esposa de Benito Urteaga y responsable de Contrainteligencia del PRT, llevó adelante una investigación interna de la que dio detalles en su libro Los jardines del cielo, y acusó a un miembro de la dirección como el entregador: ¿Por qué el partido paró esta investigación? ¿Qué opinan de esta hipótesis?
—A.B: La única información que conozco es lo que Pola escribió en su libro. Jamás pude hablar con ella de ese tema, así que no tengo otra referencia que su libro. Las razones de su sospecha sobre un miembro recientemente incorporado al Buró Político, era eso, una sospecha. El sospechado (ya fallecido), la rechazó ante ella y también en entrevista dada muchísimos años después, diciendo que “todos éramos sospechosos”. Esto no era así, no todos eran sospechosos. Pola relata que esa investigación la detuvo Luis Mattini, designado provisoriamente secretario general del PRT, con el argumento que eso generaría más pánico que beneficios. Así las cosas, esa hipótesis quedó en la nebulosa y no se progresó en una investigación rigurosa.
—P.N: Fue un error parar aquella investigación y esa decisión, lamentablemente, ha producido heridas, políticas y personales que, después de 43 años, aún resultan difíciles de cicatrizar. Hubiera sido “liberador” enseguida cerciorarse de la responsabilidad o de la completa inocencia de los dos miembros del Buró acusados de ser infiltrados. En cambio, todavía estamos aquí, en 2019, debatiendo esa pista y las dos personas –una de ellas ya no vive– que aún vuelven a entrar en la categoría de “sospechosos”. Si bien, más allá de las quizás satisfechas intuiciones investigativas de Pola Augier, el tema de la infiltración, justo en los años en que comenzaba el exilio del grupo dirigente del partido, pareciera tener fundamento. Recuerdo que ha sido Luis Mattini quien dijo que fueron los cubanos los que le comunicaron que, según la información que poseían, los militares tenían un infiltrado colocado en los máximos niveles del PRT, lo que no era cierto. Sin embargo, quiero precisar algo que me parece fundamental acerca del tema histórico del que estamos hablando. Incluso si el PRT hubiera tenido un infiltrado en su grupo dirigente –circunstancia aún no demostrada– este hecho, para mí, no es la clave que pueda explicar la caída del 19 de julio que, reitero, nosotros pensamos que ocurrió por otras razones y no por iniciativa de ese hipotético infiltrado.
—D.O.D: Lo que apunta Pino está bien, pero realmente a mi como persona singular no me motiva hablar demasiado de estas cuestiones. Primero, porque no me corresponde, y segundo porque no le veo demasiada utilidad ni práctica ni histórica. Las hondas contradicciones, incoherencias y errores que surgieron en un contexto así, tan terriblemente duro y al límite, no me resultan materia de reflexión, salvo para constatarlas, lo cual como decía, no me parece que aporte algo tan importante para el presente, y dado que involucra a compas de carne y hueso vivos. Estas consideraciones no me incluyen
—Ustedes niegan que Leonetti supiera que en el departamento de Villa Martelli estaba la dirección del PRT. ¿Por qué? ¿Llegó entonces a ver qué encontraba, en busca de una pista que lo llevara a acercarse discretamente a la dirección nacional? ¿No es posible que habiendo capturado a Menna haya pensado que en esa dirección podría encontrar a algún otro alto dirigente, incluso al propio Santucho?
—P.N: La respuesta es sí, absolutamente. Los militares tenían la certeza de que Santucho todavía estaba en Buenos Aires. Y sabían que, en aquellas semanas, se estaba definiendo el acuerdo que hubiera podido conducir a la creación de la OLA. Además, no nos olvidemos nunca, que apenas habían secuestrado a Domingo Menna, es decir, al número tres del Buró Político. Sí, realmente pienso que los cuatro del grupo de Leonetti cruzaron los dedos, volando en auto hacia Villa Martelli, no con la certeza, sino con la esperanza de poder capturar a Mario Roberto Santucho. ¡Y tuvieron una suerte increíble!
—A.B: Para mí, no hay duda que no sabía quiénes estaban allí. Leonetti no era inexperto. Por más que el apuro operativo justifique una acción muy rápida, si presume que allí están Santucho, Urteaga u otros miembros de la dirección del PRT, no se va a ir a asaltar un departamento con cuatro tipos. Si la acción la pretendía ser sigilosa, desapercibida (fueron en un Dodge y todos de civil), sin un aparato militar, igualmente hubiera tenido que convocar más tropas de civil. Leonetti ya sabía que iba tras alguien de la dirección del PRT cuando van a capturar a Menna. Es muy llamativo que no tuviera siquiera lo que se llama un equipo de apoyo.
—Una pregunta tal vez más para Abel, aunque por supuesto todos pueden intervenir: ¿Qué efecto creés que tuvo la caída de la dirección del PRT, no sólo sobre el partido, sino en el plano de la lucha contra la dictadura y respecto a las perspectivas de la revolución en nuestro país en general?
—A.B: La caída fue un éxito propagandístico muy importante de la dictadura. Y por contraposición, un golpe desmoralizador hacia la militancia política de la época y al prestigio del PRT. A lo interno de la organización, los efectos fueron disímiles. Hubo quienes se bajonearon mucho, hubo quienes no perdimos el entusiasmo. Ese entusiasmo lo compartí con Eduardo Merbilhaá, otro miembro del Buró Político con quien compartí tareas hasta su caída en septiembre de ese año. Pero creo que a la mayoría nos surgió la inquietud a ver si podríamos superar esa circunstancia. A mí y a un compañero que después cayó en abril de 1977, nos surgió el interrogante acerca de la capacidad dirigente de lo que quedó de nuestra golpeada dirección. A fines de 1975 yo charlé con Menna acerca del nivel político del Buró, y él me dijo: “El Negro (Santucho) todavía nos lleva de la mano”, haciendo precisamente un gesto de ayuda manual. En esa apreciación subjetiva estaban mis dudas en ese momento. Otro veterano con quien me reuní días después de esas caídas, me dijo: “Ahora se verá quiénes éramos”. El golpe fue demoledor. Un año después, el PRT desapareció de la vida política nacional, cuando la represión aniquiló a unos 300 compañeros. El PRT sin el periódico en la calle, ya no era el PRT. El movimiento obrero resistía muy a la defensiva y sin direcciones sindicales genuinamente representativas, sin alternativas políticas revolucionarias. Hasta 1978 mantuve contactos muy esporádicos con compañeros, desorganizados y desmoralizados. Y lógicamente con miedo. La contrarrevolución armada era exitosa.
—P.N: Claro, la respuesta le corresponde a Abel. Pero quiero hacer una consideración. Opino que la máquina represiva del genocidio, en julio de 1976, ya era imparable y no sé realmente qué hubiese ocurrido si el operativo conducido por Leonetti no hubiera tenido éxito. De lo que me siento suficientemente seguro es que, si Santucho hubiera llegado a Roma el 20 de julio de 1976, su notable prestigio personal hubiera tenido un peso extraordinario, en el mundo entero, en la intensificación de la campaña de denuncia al genocidio y en el mismo despliegue de la fuerzas democráticas y progresistas del continente europeo, incluso en algunos gobiernos. Lamentablemente, no fue así.
—D.O.D: Estoy muy de acuerdo con esta consideración de Pino, me parece muy útil. Y quiero agregar lo siguiente sobre el impacto de la caída en las perspectivas de la revolución en Argentina. Es muy difícil hacer historia contrafáctica. ¿Hubiera tenido alguna incidencia el PRT bajo la conducción de un Roby Santucho y otros compas vivos, en la posdictadura? Me causa siempre mucha resistencia llamar democracia a las posdictaduras latinoamericanas, después de la devastación y catástofre –en un sentido fuerte, histórico-filosófico– que significó el terrorismo de Estado, el genocidio de una generación de militantes y activistas sociales, y la concomitante instauración de un neoliberalismo puro y duro, impensable e imposible entre nosotros sin ese terrorismo de Estado; a lo sumo son “democracias”, así con comillas, de baja intensidad. Neoliberalismo que de ninguna manera significa sólo un sistema económico destructor de la justicia social, sino sobre todo y precisamente, una forma de gobernabilidad de la contrarrevolución y sus efectos, aquí y en todo el mundo. ¿Hubiera podido quizás integrar el PRT un Frente amplio como los vestigios de Tupamaros en Uruguay, y así haber contribuido a atenuar en algo los efectos de la contrarrevolución? ¿Se hubiera disgregado de todas formas, como la mayoría de los movimientos revolucionarios latinoamericanos tras los genocidios? Dificultades de la historia contrafáctica. Una cosa me parece clara: el terrorismo de Estado y el neoliberalismo han significado la clausura histórica de la posibilidad de la Revolución. La contrarrevolución neoliberal que emprendió el capitalismo desde los ‘70 a nivel global, no sólo en América Latina, ha significado una clausura de este tipo, con ese estatuto. Sin embargo, la noción de Revolución reaparece y reaparecerá (todo lo transformada y resignificada que se quiera y sea necesario) cada vez que los pueblos se plantean, se planteen, la necesidad de transformar el estado de cosas generado por el capitalismo neoliberal, que devino en catástrofe civilizatoria universal. Entre nosotros, en Argentina y en América Latina, esas reapariciones retomarán y reanudarán muchos hilos, seguramente también aquel de la historia de los hombres y mujeres del PRT-ERP.
—A.B: ¡Pavadita de respuesta la del compañero! ¡Un “joven” de las nuevas generaciones nos interpela al debate! No creo que una genuina continuidad revolucionaria del PRT hubiese incurrido en alguna forma de políticas de atenuación del capitalismo, aunque algunos se hayan encandilado y mutaron sus convicciones perretistas. Me inclino por el desafío planteado por Jorge el Tambero Zabalza en “La experiencia tupamara, pensando en nuevas insurgencias” que tiene un sentido revolucionario hacia la actualidad. Pero la revalorización del mundo actual parido por la contrarrevolución que bien describe Diego, nos exige a los cheguevaristas plantearnos cómo proponer la Revolución Socialista hoy. ¡Bienvenido el desafío!
—Siempre pienso en la conducta del portero: se vio obligado a llevar a Leonetti al departamento de Menna donde estaba Santucho, pero luego advirtió a Merbilhaá de lo que había pasado, en un gesto de evidente riesgo. Es indudable que el hombre sabía, en líneas generales, de qué se trataba lo que había pasado y, sin embargo, corrió ese riesgo: ¿Qué opinan?
—P.N: El “pobre” Daniel (el portero) fue una víctima de aquel 19 de julio, como todos aquellos que tuvieron la desgracia de cruzarse con los militares durante sus acciones represivas.
—A.B: Frente al terror, la conducta humana es impredecible. Por el relato que conozco, el hombre hizo lo que pudo. Con un arma en la cabeza, llevó a los militares al cuarto piso. Luego, sin vigilancia a la vista, le advirtió a Merbhilaá y su esposa que habían sacado muertos a los compañeros. Dicho sea de paso, una prueba más que por unos instantes ni siquiera había militares minutos después de la matanza.
—¿Por qué creen que el régimen se niega a entregar el cuerpo de Santucho? Se dice que fue en aquel momento exhibido como trofeo de guerra en Campo de Mayo ¿Qué consecuencias políticas provocaría la dilucidación de estos hechos y la entrega de los cuerpos de los compañeros de la dirección del PRT?
—A.B: Videla explicó muy bien por qué escondieron los restos de Santucho. Tenían miedo hasta de su cadáver. Y el pacto de silencio es tan consistente como el que mantienen con los bebés robados. La ideología nazi formatea así a las conductas. Su hipocresía les impide admitir la magnitud de su crueldad. Solo reivindican la represión en forma genérica y la autolegitiman por haber salvado al sistema de una revolución social. No es casual la Argentina que tenemos. La dilucidación de estos hechos aportaría datos de carácter conspirativo represivo y más responsabilidades personales en su criminalidad. La verdad histórica sobre el terrorismo de Estado antes –no olvidar ese antes– y durante la dictadura no está en cuestión, está develada. La contrarrevolución se hizo para evitar la Revolución. Hay quienes la reivindican y estamos quienes la denunciamos. La entrega de los cuerpos a familiares de asesinados es un reclamo genuino. La negativa es la persistencia de la violencia institucional sobre la sociedad.
—P.N: Hace algunos años, por iniciativa de las familias Santucho y Urteaga, un juez del Tribunal de San Martín trató de descubrir el lugar donde fueron escondidos los cuerpos de Mario Roberto Santucho y de Benito Urteaga. Ante el juez y otros componentes del juicio, desfilaron muchísimos militares, hasta Videla y los directivos del Comando de Institutos Militares que dirigían el campo de exterminio de Campo de Mayo. Todos, más o menos, respondieron de la misma forma: “¡No sé nada!”. Estaban obligados a respetar el pacto de silencio que habían estipulado durante el genocidio y que luego renovaron siempre en tiempos de democracia. No pueden traicionar ese pacto y tienen temor de que revelando información sobre un hecho tan importante (honestamente, nunca han revelado nada, ni siquiera sobre hechos aparentemente secundarios) signifique abrir una grieta en ese muro donde han tratado de construir la propia impunidad.
*Por Luis Brunetto para El Furgón.
¹Pino Narducci, magistrado italiano, autor de “El Minuto”, investigación sobre una historia napolitana en la Buenos Aires de los militares -publicado en Italia- sobre los desaparecidos de la Juventud Guevarista.
²Abel Bohoslavsky, médico, militante del PRT-ERP, autor de “Los Cheguevaristas”, “La Estrella Roja del Cordobazo a la Revolución Sandinista”.
³Diego Ortolani Delfino, ha participado en diversas organizaciones de lucha contra la impunidad, por la memoria histórica y en experiencias de investigación militante; hijo de Liliana Delfino y Luis Ortolani.