Sueños de Mariposas
Sueños de Mariposas es un grupo intergeneracional dedicado a visibilizar la vejez lesbiana. ¿Su norte? El lesbiátrico: el sueño de la casa propia, un espacio compartido donde envejecer juntas.
Por Dalia Cybel para El grito del sur
En 2017, Alicia Caif realizó una publicación en el grupo de Facebook Transfeministas Cooperando, que planteaba su situación personal y, al mismo tiempo, un problema político, social y comunitario: ¿Cómo es envejecer siendo lesbiana? ¿Qué pasa con la sexualidad, con los cuidados, con la contención afectiva, con el sustento económico durante la vejez? El conflicto estaba planteado y las repercusiones no tardaron en llegar.
Los cientos de comentarios de personas interpeladas derivaron en un grupo de Facebook y, luego, en una primera reunión para conocerse, que se realizó en la radio comunitaria La Tribu en mayo del 2017. A partir de este día, comenzó Sueños de Mariposas, un grupo intergeneracional dedicado a visibilizar y pensar la vejez lésbica.
Alicia y Ju son el núcleo duro de Sueños de Mariposas. Ju tiene 24 años y prefiere el término torta porque “es más de barrio”, aunque entiende la necesidad del colectivo de visibilizar la palabra lesbiana. Alicia tiene 67, es militante de toda la vida, vio surgir el movimiento de lesbianas en Argentina y pasó dos décadas en el exterior. Juntas organizan varietés, lecturas de poesía, performances y proyecciones de películas en torno a la temática de la visibilidad de las lesbianas en la vejez.
El norte del grupo es complejo, pero claro: construir una casa comunitaria para envejecer en compañía, un lesbiátrico, como lo llaman con cariño. Un espacio donde tener una biblioteca, organizar eventos culturales, talleres y actividades para sustentarse económicamente, contar con consultas ginecológicas, médicas y acompañamiento legal. “La idea del lesbiátrico funciona también como una crítica al sistema geriátrico, que es, fundamentalmente, un dispositivo para esperar la muerte”, explica Ju.
Sueños de Mariposas no se plantea una salida individual, sino un proyecto colectivo que trascienda los límites y urgencias de la tercera edad. La idea del lesbiátrico es hacer énfasis en las redes de contención que se pueden generar y que son un eje fundamental en la comunidad LGTBIQ, cuyos integrantes, muchas veces, son rechazados por su núcleo familiar. Estos soportes afectivos pueden contener a sus integrantes en las dificultades para la movilidad, la pérdida de amigues y familiares, y la menor oferta cultural para personas de la tercera edad. Como dice el manifiesto de Sueños de Mariposas, la casa está pensada “para nosotras que, desde los márgenes, no pudimos expresar abiertamente nuestra identidad, sufriendo acosos, violencias, expulsiones laborales e, incluso, en muchos casos, detenciones policiales por el hecho de ser lesbianas”. Aunque Alicia no cree llegar a verlo, sabe que el proyecto del lesbiátrico es una meta para las generaciones venideras.
“La idea es visibilizar la vejez lésbica teniendo en cuenta la vida que ha tenido una mujer lesbiana que tuvo más invisibilización y mayor opresión. Especialmente porque las lesbianas mayores no tuvieron la misma realidad en su juventud que tenemos hoy en día”, cuenta Ju. Muchas de las lesbianas que ahora atraviesan la vejez, en su juventud estuvieron en el exilio, tanto como consecuencia de la última dictadura militar como por no encontrar un espacio en la sociedad argentina del momento.
“Las primeras mujeres que se reconocieron lesbianas en nuestro país no tenían un espacio político donde organizarse”, cuenta Alicia. “Cuando vi por primera vez una bandera que decía ‘Comunidad homosexual’ en una marcha, no lo podía creer, pero ahí no había lesbianas. Los primeros movimientos de homosexuales eran únicamente de hombres y no nos aceptaban. En los primeros encuentros feministas, tampoco existía un colectivo con una identidad construida como lesbianas, éramos pocas”. Fue a partir de su exilio en España que Alicia entendió que este término la representaba. “Acá no usábamos el término lesbianas, a lo sumo, homosexuales y no teníamos lugar en los partidos políticos. Cuando descubrí que, en España, a pocos años de la caída del franquismo, los movimientos de izquierda aceptaban y apoyaban a las lesbianas, yo no lo podía creer; acá no sucedía eso y, al día de hoy, tampoco cambió tanto”, agrega.
El tema del lesbianismo en la vejez tiene muchas aristas. La ausencia del Estado, la falta de oferta laboral y la necesidad de mayor atención a la salud emergen como problemas de un colectivo que busca correrse del lugar de abueles tiernes para empezar a plantear la existencia de la sexualidad en la vejez, con los cambios hormonales y físicos que ésta supone.
La sexualidad de las adultas mayores es un tema que todavía se encuentra estigmatizado. La invisibilización de la sexualidad de las adultas mayores refuerza la idea de que la sexualidad femenina existe solamente en función de la reproducción. Según Ricardo Iacub, psicólogo y titular de la cátedra de Tercer Edad de la Facultad de Psicología de la UBA, “lo que concretamente hace falta es ver viejos teniendo relaciones y especialmente viejos gays, lesbianas o trans que pueden estar en situaciones no amables para quienes los miran. Necesitamos romper con esta amabilidad para construir otra posibilidad. Para que la gente vea dos viejos besándose y diga, bueno, es parte del escenario habitual”.
Respecto a lo que significa militar en un espacio intergeneracional, Ju aporta: “A mí me encanta, me llevo re bien. Aunque, a veces, tenemos diferentes perspectivas de las cosas por la edad y lo que vivió cada una. Lo importante es que hay que ceder porque acá el protagonismo lo tiene la vejez”.
*Por Dalia Cybel para El grito del sur / Imágenes: Graciela Ramirez.