El sábado 15 de junio, falleció Marta Harnecker, psicóloga y socióloga chilena, pero, sobre todas las cosas, una revolucionaria incansable, reconocida intelectual de izquierdas y una de las referentes más importantes de la educación popular de nuestramérica. Su amiga y compañera, la filósofa argentina Isabel Rauber, compartió generosamente con Contrahegemonía unas líneas en recuerdo de Marta y el discurso que pronunció en 2018 en CLACSO al recibir el Premio de Ciencias Sociales en nombre de Harnecker.
Por Isabel Rauber para Contrahegemonía Web
Nos dejó Marta Harnecker luego de luchar incansablemente contra una dolencia sin cura.
La conocí, primero, a través de sus cuadernillos, luego, personalmente, en un encuentro de Educación Popular en Casa de las Américas, en La Habana, ya entrada la década de los 80. No sabía entonces que, en poco tiempo, me integraría a su equipo de investigación. Juntas decidimos crear el Centro de Recuperación y Difusión de la Memoria Histórica del Movimiento Popular Latinoamericano (MEPLA), en 1991.
Compartimos empeños, sueños y años de trabajo. La vida nos llevó luego a multiplicarnos por caminos diversos, pero manteniendo el diálogo mutuamente enriquecedor. Aprendí de Marta su metodología de entrevistas y sistematización de experiencias colectivas de construcción de alternativas populares.
Coincidimos no hace mucho en La Habana y le comenté que quería entrevistarla y retomar con ella mis estudios de vida de mujeres. Marta no solo estuvo de acuerdo, sino que me planteó que transformara esa iniciativa en su historia de vida. A tal fin, tuvimos largas sesiones de grabación hasta agotar su recuento. Nuestra situación de salud nos impidió luego volver a reunirnos.
Me resta ahora concluir el trabajo y compartirlo con todxs. Será mi modesto homenaje a una de las grandes mujeres de Nuestra América. Me siento privilegiada de haberla conocido y compartido trabajos, sueños y esperanzas, como a ella le gustaba decir.
Autoridades de CLACSO, salientes y entrantes; participantes todos y todas,
La compañera Marta Harnecker no puede venir; me ha pedido que reciba el premio en su nombre y les haga llegar, junto con su agradecimiento, su más caluroso y fraternal saludo revolucionario.
Los intelectuales orgánicos, como Marta, verdaderamente comprometidos con los pueblos, acompañan y apoyan los procesos populares de cambio social; aprenden con ellos y, a la vez, tienen la honestidad de expresar su enfoque crítico acerca de sus prácticas, buscando ayudar a los protagonistas a crecer y a desarrollar también en ellos la mirada crítica respecto de sus experiencias, para madurar colectivamente, fortalecerse y renovar esfuerzos y voluntades.
Los aportes de Marta Harnecker son parte del corazón de una concepción epistémica que apuesta por la producción de saberes colectivos, promoviendo la recuperación de las experiencias creadoras de lo nuevo por parte de los pueblos.
La mayor grandeza de su pensamiento y su obra reside, tal vez, en que ella no ha buscado grandeza personal, sino poner de relieve, contribuir a la difusión de las creaciones de los pueblos para aportar a la construcción de un horizonte colectivo en común.
A ello, ha consagrado décadas de labor dedicada a la reconstrucción de pensamiento socio transformador, a partir de sistematizar y difundir experiencias alternativas desde la base.
Su depurada técnica de entrevistas está anudada a esa finalidad pedagógica política. No tiene formato ni procedimiento periodístico; responde a una mirada epistemológica que sabe que no habrá pensamiento nuevo si no se escudriñan las prácticas de los pueblos que lo impulsan, aunque lo hagan tal vez de manera desordenada, incompleta. Se trata de un pensamiento que ella, con su agudeza, busca e interroga, promoviendo y destacando en primer plano, las reflexiones de los protagonistas.
Marta Harnecker entrevista a Salvador Allende
Marta Harnecker es una intelectual comprometida que pone su inteligencia, su capacidad y empeño intelectual en función de la construcción de conocimiento y pensamiento colectivos, y está, por tanto, también, dispuesta a aprender de los pueblos, a sabiendas de que los procesos de transformación revolucionaria son, a la vez, procesos de concientización y (auto)constitución de los actores sociales diversos y dispersos, en sujeto colectivo. Porque un intelectual orgánico no es quien se autoproclama como tal y dice: “Síganme”, sino aquel que es capaz de mostrar y demostrar que: “Los pueblos saben; que juntos podemos”.
Los resultados de su labor constituyen un patrimonio de los pueblos. En tanto conocimiento construido, es una obra conjunta, hilvanada y reconstruida paso a paso entre todos, y que a todos —incluyendo al intelectual que participa— hace crecer, reflexionar y madurar.
Es por ello que los textos que Marta Harnecker pone a disposición de los lectores/as, en su mayoría militantes por un mundo mejor, no son solo libros ‑y mucho menos “reportajes”‑; se trata de una gran obra política pedagógica popular que aporta a la maduración de la conciencia revolucionaria colectiva.
Ella es consciente de que los procesos revolucionarios no son obra de élites iluminadas ni de mesianismos individuales, que son los pueblos, en su diversidad, los que —articulándose—, van tomando las riendas de sus vidas y, en sus experiencias de resistencia, lucha y transformación, van constituyéndose en actores políticos colectivos capaces de protagonizar su historia.
En tanto intelectual orgánica, la obra de Marta es parte de esos procesos de lucha, de la construcción y (auto)constitución de los sujetos y de su apuesta histórica, de sus procesos de maduración y empoderamiento colectivos, aportando a las acumulaciones diversas (de conciencia, organización, proyecto, voluntades, saberes y poder), orientadas a fortalecer sus capacidades de rupturas cada vez más profundas con el funcionamiento del capital.
En sus textos, Marta Harnecker tiene presente también el internacionalismo, puesto que nos invita a reflexionar a partir de las experiencias de los pueblos de Indo-afro-latinoamérica y el mundo, enriqueciéndonos y fortaleciendo nuestra espiritualidad al poner a nuestro alcance la esperanzadora apuesta global de los pueblos que luchan por la vida, la justicia, la paz y la felicidad.
Es mucho lo que podría decir acerca de sus aportes, pero dadas las limitaciones de tiempo, a continuación, leeré el mensaje que me ella me hizo llegar para que lo comparta ahora con ustedes:
Palabras de Marta Harnecker
“Estoy muy emocionada con este inesperado Premio, hubiera querido estar con ustedes para recibirlo, pero circunstancias de la vida me han impedido hacerlo. Y estoy segura que Isabel Rauber lo hará mejor que yo. Solo he querido enviarles unas breves ideas que están presentes en mis últimos escritos.
Estos están dirigido a quienes desean construir una sociedad humanista y solidaria, con pleno protagonismo popular. Una sociedad que ponga en práctica un modelo de desarrollo ecológicamente sostenible, que satisfaga de forma equitativa las verdaderas necesidades de la población y no las necesidades artificiales creadas por el capitalismo en su loca carrera por obtener más ganancias. Una sociedad en la que quien decida qué, cuánto y cómo producir sea el pueblo organizado.
La cuestión es entonces: cómo lograr este pleno protagonismo; cómo hacer que se interesen en ello no sólo los militantes y simpatizantes de izquierda, sino todas las ciudadanas y ciudadanos, y no sólo los sectores populares, sino también los sectores medios; cómo conseguir que los intereses solidarios primen sobre los intereses egoístas; cómo lograr que los sectores más desfavorecidos y olvidados pasen a ser considerados y que se busque saldar con ellos la deuda social contraída por anteriores gobiernos; cómo lograr que la riqueza de una sociedad pasa a ser gestionada por la sociedad y no por una élite, y pueda, por lo tanto, ponerse al servicio de toda ella.
Estoy convencida de que es a través de lo que hemos denominado planificación participativa descentralizada como se puede lograr estos objetivos. Y por ello, estoy convencida de que este es el principal instrumento de la nueva sociedad humanista y solidaria que queremos construir.
Al no tener color político, ya que convoca a todas y todos los ciudadanos a participar en la elaboración del plan de desarrollo aportando sus criterios y colaborando en las diversas tareas que ello involucra, la planificación participativa crea amplios espacios de encuentro que permiten reunir tanto a personas de la más diferente militancia política como a personas que nunca han militado en un partido, o que sienten un rechazo por las malas prácticas políticas y por los políticos.
Esta forma de planificar no sólo es el instrumento ideal para lograr una plena participación de las ciudadanas y ciudadanos en la gestión de los asuntos públicos, sino que, al mismo tiempo, las personas involucradas en dicho proceso crecen humanamente, se dignifican, aumenta su autoestima, amplían sus conocimientos en aspectos políticos, culturales, sociales, económicos, ambientales. Y lo más importante, dejan de sentirse mendigando soluciones del Estado. Se sienten, por el contrario, constructoras de su propio destino.
En esta actividad, como en toda actividad humana, existe un doble producto, un primer producto objetivo material: el plan construido en forma participativa que es algo palpable porque está a la vista de todos, y un segundo producto subjetivo espiritual mucho menos tangible, que sólo una mirada atenta descubre: la transformación de las personas a través de esa práctica, su crecimiento humano”.
Muchas gracias.
Buenos Aires, 19 de noviembre de 2018.
Accedé a la biblioteca Marta Harnecker aquí.
*Por Isabel Rauber para Contrahegemonía Web.