¿Qué hicieron con el noble oficio?
Por Mempo Giardinelli para Página/12
Precioso el trabajo de Rep en la contratapa del sábado: desde el fondo del océano, se inquiere: “¿Qué hicieron con ese noble oficio: el periodismo?”.
La pregunta es pertinente y desata nostalgias. Osvaldo Soriano como símbolo de este oficio, en los 70 en Semana Gráfica, luego en La Opinión, y en los 80 en este diario. Rodolfo Walsh y su ejemplo ético. Y decenas de apellidos honorables; Galeano, Bayer, Calloni, Nepomuceno, Bosch, Bernetti y tantos y tantas más para quienes la verdad era una misión, y difundirla un deber cívico irrenunciable porque la verdad lo era, y por ella se daba la vida.
Un abismo entre aquello y lo que se ve ahora, cuando se asesina mañana, tarde y noche la información, arrojando en cambio basura mediática sobre legiones de personas que leen o ven tele con crédula inocencia, muchxs de ellos incapaces o impedidos de pensar porque solamente creen de buena fe.
En ese marco uno lee el pirulo de tapa en que el senador y peor ex ministro de Educación que tuvimos, Sr. Bullrich, revela una vez más su ignorancia y desvergüenza burlándose de 375 periodistas despedidos de Telam; o asiste a las reiteradas provocaciones del ministro Sr. Lombardi, ahora convertido en Gran Censor de la Argentina, y no puede sino evocar con pena y nostalgia las luchas y conquistas de cientos, miles de comunicadores esforzados, ingeniosos, idealistas, estudiosos y sobre todo decentes, honrados laburantes que siempre intentaron y lograron vivir honestamente de sus salarios. Y todxs laburando a destajo y sin horarios, y poniendo el pecho, tanto pecho que ya llevamos más de 200 mártires del oficio desde la dictadura para acá.
Gran pregunta la de Rep: ¿qué hicieron con ese noble oficio: el periodismo? Una posible respuesta la dio este fin de semana en guatsap un breve informe que circuló profusamente titulado “La campaña judicial ya empezó”. Es excelente y certero, porque describe cómo en 2015 las llamadas fake-news engañaron a medio país, y cómo ahora ya empezaron a hacer lo mismo. Claro que el título podría mejorarse: “Empezó la campaña judicial falsamente periodística”. Si no la vieron, búsquenla. Muy oportuna, empezó a rodar el 6 de junio, día en que los verdaderos periodistas honran a Mariano Moreno y en su nombre a una legión de inolvidables comunicadores argentinos.
Pero esta vez uno diría que les va a salir el tiro por la culata, porque el pueblo está alertado y sólo les quedan como audiencia los contentos y los necios reaccionarios de siempre, y los clásicos gorilas ya septuagenarios y sus pichoncitos, que cuentan poco. Y es que el resultado de tanto esfuerzo miserable es tan simple como antiquísimo: la mentira tiene patas cortas.
No obstante estos tipos –que son malos en serio y no cabe menospreciarlos– seguirán la estafa porque están desesperados por cumplir con el feroz neoliberalismo que gobierna al mundo y les exige destruir todo lo que despreciativamente llaman “populismo”. No tienen la menor idea de lo que significa este concepto, que no es ideología sino acción política, y que solamente (¡y nada menos!) garantiza equidad de derechos y oportunidades, y trabajo, producción, educación y salud públicas, previsión social equitativa y mucho más. O sea todo lo que por corrupción e ignorancia contumaz, los dizque comunicadores a su servicio se empeñan en destruir como lo han hecho durante los últimos horribles 42 meses de abusar de este país y este pueblo.
La estrategia de manipulación psicopática de la conducta social, que desde 2015 practican estos tipos y sus dizque periodistas, incomunicadores seriales y trolls a sueldo del Estado, apuntará ahora a manipular la propaganda electoral inventando noticias falsas, y lo harán de manera menos sofisticada, más brutal y grosera, porque están desesperados. Lo que los hace, ahora, doblemente peligrosos porque mienten y envenenan desde el odio patológico de sus patrones y el propio.
Mercenarios por dinero, prebendas o aburguesamiento, defecan falsedades sin pudores ni vergüenza al servicio de barbaries judiciales como la de proteger a un fiscal remiso y presuntamente coimero, cuya elusión a declarar en un caso cloacal que lo involucra sólo consigue aumentar la generalizada sospecha de su accionar delictuoso.
Esos “periodistas” –entre conscientes comillas– no son cuestionables sólo por lo que mienten a viva voz sino también, y acaso peor, por lo que silencian y tapan. Ayer domingo, el colega Tuny Kollman esclareció el festival de tapas sensacionalistas con los llamados “bolsos de López”, al denunciar la grosera cobertura de los mentimedios que ocultaron que ese dinero “salió del Banco Finansur, en tiempos en que la entidad era manejada por Jorge Sánchez Córdova, por entonces tesorero de Boca Jr. cuando Mauricio Macri era el titular de la entidad”.
Igual sucedió con las cuentas offshore del presidente y de medio gabinete en Panamá, las Bahamas, Suiza o dondequiera. E igual con la infame deuda externa que han endosado a las próximas generaciones de argentinos, y sobre la cual ninguno de ellos habla, ninguno una palabra más allá del cacareo sistemático de “economistas”, también encomillados, que confunden al pueblo con tecnicismos incomprensibles para ocultar lo obvio: que si el macrismo nos ha endeudado en 200 mil millones de dólares es absolutamente inexplicable que nadie diga dónde están, adónde fueron, porque en plantas fabriles no están y en carreteras, puentes, ferrocarriles e infraestructura tampoco, como no están en escuelas, hospitales, viviendas y planes de inclusión social.
¿Dónde están todos esos miles de millones de dólares que el FMI les dio y de los que apenas se habla como si fueran solamente un problema “técnico”?
Esos “periodistas” y “economistas” en realidad trabajan, además, para dolarizar la economía y así eliminar nuestra moneda. Por eso alentaron el disparate del peso-real con Brasil. Ignoran u ocultan que tener moneda propia es un factor fundamental y decisivo de toda nación. Porque una moneda es signo y es bandera, y es autodeterminación y respetabilidad en el concierto de las naciones.
* Por Mempo Giardinelli para Página/12