Ahora que estamos juntxs
Por Lucia Ixchíu para Emergentes
El patriarcado nos tiene miedo y le tiene terror a que las mujeres podamos decidir y, sobre todo, pensar y tomar conciencia de nosotras mismas, nuestro territorio cuerpo, y rompamos el rol que nos ha sido impuesto desde hace siglos con respecto a ser madres. Las mujeres no nacimos para ser madres, es una elección. El patriarcado nos tiene tanto miedo pues sabe que tiene los días contados y que el decidir sobre nuestros cuerpos y sobre nosotras desde la legalidad es sólo el inicio para los cambios que queremos para el mundo desde la colectividad de las mujeres. Se van a caer el capitalismo y el patriarcado, se van a caer.
La discusión sobre el aborto legal en el mundo gira respecto de nuestros cuerpos, nuestras vaginas, pero la doble moral de la religión -que nos ha sido impuesta siendo por las alas más conservadoras y efectivas del adoctrinamiento de la humanidad- reducen la discusión y desvían los temas profundos e importantes.
Después de que la marea verde se levantara desde todo el sur latinoamericano y se regara por todo el mundo, los fundamentalismos y fanatismos de todo tipo se levantaron en una contraofensiva inquisidora y oscurantista que vuelve a poner en el centro de la discusión a la mujer en este contexto histórico feminista, como una bruja satánica, si se levanta para defender su autonomía, autodeterminación y sobre su territorio cuerpo tierra.
El mundo entero regresa a la inquisición y al oscurantismo cada vez que decide sobre los cuerpos de las mujeres sin tomarnos en cuenta; hablan en nombre de nosotras como si no fuéramos sujetas y protagonistas de nuestra propia historia, con cada discurso doble moral y ridículo nos hacen regresar cientos de años de evolución humana y esto es algo que vivimos desde distintas latitudes del mundo, de Latinoamérica y desde este pedacito de tierra y mar llamado Centroamérica.
Soy de un país de la región centroamericana llamado Guatemala, con los más altos índices de analfabetismo, desnutrición y pobreza extrema del continente, país saqueado y empobrecido desde la colonia y la invasión europea, hasta la globalización y el extractivismo neoliberal que, en estos momentos, despoja territorios indígenas y mestizos, desvía ríos y asesina a nuestra madre tierra. Es en este contexto y realidad que nos toca librar nuestras luchas, en medio de todos estos sistemas de opresión que nos despojan, saquean y asesinan por ser mujeres, indígenas y pobres.
Según el Observatorio de Salud Sexual y Reproductiva (OSAR), en Guatemala sólo en 2018, se registraron 116.773 embarazos de niñas con edades de entre los 10 y 14 años. Estos son algunos de los casos que se conocen o denuncian. En este país, siguen casándose las niñas.
En Guatemala, estamos viviendo momentos de mucha oscuridad para las luchas de la mujeres y del movimiento diverso, estamos en lucha en la calles contra la iniciativa de Ley 5.772 que se discute en el Congreso de la República, que, bajo la consigna “La Familia de Dios”, criminaliza el aborto espontáneo y prohíbe el matrimonio fuera de la lógica heteronormada y binaria. Tenemos un estado laico gobernado por un presidente y sus diputados, todos fanáticos religiosos, quienes con sus biblias quieren legislar y decidir sobre nuestras vidas.
Nuestros retos como país son enormes en muchos sentidos, pues mientras sigamos muriendo de desnutrición crónica y no logremos resolver condiciones de vida digna para las mayorías, seguirá siendo muy difícil que nuestra lucha por el derecho a decidir crezca. Sabemos que no es imposible, pues con hambre en nuestros estómagos y en medio de múltiples despojos, luchamos, resistimos y permanecemos.
Esta lucha es regional y enfrenta grandes retos. Gracias a los esfuerzos desde la colectividad, a pesar de la criminalización y la persecución a mujeres, hemos caminado, hemos resistido. El Salvador y Honduras nos han dado lecciones de lucha y organización desde las mujeres en la región. La prisión política de nuestras hermanas de Nicaragua es algo que nos duele y atraviesa en lo más profundo, pues la dictadura nos afecta y encarcela a todas.
Estos son algunos relatos de las mujeres en Centroamérica, quienes vivimos día a día defendiendo nuestros territorios, nuestros ríos, el agua, pero también defendiendo nuestra autodeterminación como mujeres indígenas, negras y mestizas en un mundo patriarcal lleno de desigualdad. Las lecciones que Berta Cáceres, desde Honduras, dio al mundo y, sobre todo, a nosotras las mujeres indígenas centroamericanas, son lecciones ejemplares de amor y de la lucha con la dignidad como camino.
Centroamérica es un pedacito de lucha y resistencia en medio del despojo.
*Por Lucia Ixchíu para Emergentes.
*Artista, mujer indígena urbana, gestora cultural desde los 13 años. Fundadora del espacio Festivales Solidarios, donde trabaja desde la investigación y el acompañamiento la prisión política.