El partido contra el olvido
El Mundial de Fútbol del 1978 es el ejemplo concreto de lo que significó la mala utilización del fútbol como dispositivo de legitimación social. Pero el fútbol tiene otras caras por mostrar. Son varios los clubes que impulsan diversas actividades para no olvidar lo ocurrido en la última dictadura cívico-militar. El potencial del fútbol para construir memoria es infinito y el compromiso de los hinchas que se ponen este partido al hombro, también.
Por Pablo Javier Gaona Miranda para Coordinadora DDHH del Fútbol Argentino
No es tarea sencilla analizar y reflexionar sobre cómo el fútbol, pasión indiscutible que atraviesa a todos los sectores sociales, tiene la potencialidad de construir memoria. De hecho, no estoy seguro de poder lograr con certeza una síntesis de lo que significa el fútbol en la construcción de la memoria colectiva. Pero de lo que sí estoy plenamente convencido es que para intentar hacerlo, debo realizar una breve reseña de un pasado reciente ligado a la peor dictadura cívico-militar que atravesara nuestro país, en la que lamentablemente tuvo al deporte que amamos, el fútbol, como uno de sus ejes principales.
En el contexto de la dictadura cívico-militar del año 1976, en el marco del Plan Cóndor, que afectó a gran parte de los países del cono sur, hubo un plan premeditado que consistía en eliminar a las fuerzas opositoras y a todo aquel que pudiera difundir sus ideas. Instalar el miedo como mecanismo efectivo, censurar las expresiones artísticas, perseguir y aniquilar a estudiantes, periodistas, sindicalistas e intelectuales. Llevarlos a campos de concentración o centros clandestinos de detención, torturarlos, decidir sobre sus destinos, vuelos de la muerte o fosas comunes. No conformes con todo ese horror y tormentos que aplicaban, secuestraban a parejas con bebés y parejas con madres embarazadas. A los niños se los apropiaban los propios militares, o los entregaban a familiares o a amigos que pensaran como ellos. Algunos sobrevivieron y no porque los genocidas fueran piadosos: los dejaban con vida para que relataran, una vez que salían, a sus allegados qué les esperaba si se atrevían a involucrarse en temas políticos. Los genocidas sabían que en algún momento las atrocidades que estaban cometiendo se iba saber en otros países, necesitaban de algún modo manipular la opinión pública internacional y el Mundial de Fútbol del 78 era una excusa perfecta para legitimar socialmente su intervención ilegal en el gobierno ante los ojos del mundo. La dictadura de la junta militar comandada por Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti, no conforme con cometer las más cruentas atrocidades, le sumó también una herida permanente al fútbol manchando para siempre el recuerdo, que dejara ligado de manera permanente sus nombres con la obtención de la primera Copa Mundial de fútbol en nuestro país.
Lo anterior es el ejemplo concreto de lo que significó la mala utilización del fútbol como dispositivo de legitimación social. Pero el fútbol tiene otras caras por mostrar. En los últimos años, varios clubes, tanto en su rol institucional o a través del compromiso de sus hinchas, se han hecho cargo de una historia reciente que les pertenece y les duele. Mediante acciones concretas llevaron adelante iniciativas destacables como la de la agrupación Banfield por los Derechos Humanos, que propuso restituir la condición de socios a aquellas personas detenidas-desaparecidas, que no están fallecidas y tampoco dejaron de pagar la cuota por propia voluntad. Este último es un acto de reparación que no sólo aporta a la construcción de memoria sino que con una acción concreta repara y, a su vez, hace conocer el porqué de lo sucedido. Otro aporte fue por iniciativa de Micaela Polak, periodista y socia de Racing Club, quien investigara los fusilamientos perpetrados por la última dictadura sucedidos el 22 de febrero de 1977 en las adyacencias del club. Micaela presento un proyecto a la dirigencia de Racing para conmemorar lo ocurrido aquel día.
Si hablamos de los alcances que tiene el fútbol en materia de memoria, verdad y justicia, no podemos dejar de mencionar el valioso aporte que varios clubes brindaron a la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo. Instituciones como River, San Lorenzo, Estudiantes de La Plata, Chicago y Rosario Central, por citar solo algunos, colaboraron con las Abuelas en la difusión de su lucha histórica para intentar lograr la restitución de cada uno de los 300 nietos/as que aún están privados de su verdadera identidad. En la misma línea, en el año 2014, días antes del comienzo del Mundial de Fútbol en Brasil, Alejandro Sabella y un grupo de jugadores de la Selección Argentina recibieron a las Abuelas de Plaza de Mayo en el predio de Ezeiza donde concentraba la Selección. Entre los presentes se encontraban Ezequiel Lavezzi, Javier Mascherano y Lionel Messi, quienes prestaron su colaboración sacándose una foto junto a las Abuelas y nietos. Dicha campaña, cuyo lema era “resolvé tu identidad ahora”, tuvo un alcance excepcional de manera tal que ese mismo año, un mes después de finalizado el Mundial de Fútbol, recuperó su identidad Ignacio Montoya Carlotto, nieto de la Abuela y Presidenta de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, Estela Barnes de Carlotto.
En definitiva, todas las colaboraciones e iniciativas provenientes del ámbito del fútbol para el fomento de la memoria, verdad y justicia han servido y sirven a un propósito de promoción de los derechos humanos en nuestro país. Construir memoria, difundir, recordar los hechos trágicos del pasado, es tarea fundamental para no olvidar lo que nos pasó como sociedad. Las instituciones deportivas, que forman parte del entramado social, también fueron afectadas por aquella feroz dictadura. Hoy en día, sus hinchas y socios lo entienden así y, mediante su compromiso, ponen al fútbol como excusa para ponernos en conocimiento de aquellas historias que merecen ser contadas. Se ponen sus camisetas, juegan el partido contra el olvido y lo ganan cada vez que recuerdan a quienes hoy no están o continúan desaparecidos. El potencial del fútbol para construir memoria es infinito y el compromiso de los hinchas que se ponen este partido al hombro, también.
*Por Pablo Javier Gaona Miranda, nieto de Abuelas de Plaza y asesor de la Comisión de Derechos Humanos de la Legislatura Porteña. El texto fue escrito para la serie «Fútbol y memoria: un partido del presente», publicado por la Coordinadora DDHH del Fútbol Argentino