“Soy feminista y del partido que transformó la historia del país”
La titular del senado boliviano, Adriana Salvatierra, analiza el proceso de cambio en el país y relata los avances del modelo encabezado por Evo Morales.
Por Manuel Díaz y Mateo Munin Prado, desde Bolivia, para Notas
Con 29 años, Adriana Salvatierra se convirtió en la mujer más joven en ocupar el cargo de presidenta de la Cámara de Senadores del Estado Plurinacional de Bolivia. Días atrás recibió a Notas en su despacho para un diálogo profundo sobre la situación del país vecino.
Nacida en Santa Cruz de la Sierra y con trayectoria militante en el movimiento Columna Sur, juró en su cargo el pasado viernes 18 de enero y recordó la dificultad en la que históricamente se vieron envueltas mujeres y jóvenes para acceder a espacios de poder.
—Hace pocos días asumiste la presidencia del senado siendo la más joven en la historia de Bolivia en asumir ese cargo. Como representante directa de las mujeres y de los jóvenes, ¿cuáles son los desafíos de esos dos sectores dentro del proceso de cambio?
—Primero debo decir que yo no sé si ser mujer y joven me convierte en una representante directa de esos sectores. Nosotros hemos peleado por una representación paritaria en la asamblea legislativa, pero hay muchas mujeres que no son portadoras de las agendas de género. Hay muchos jóvenes que son bastante conservadores en términos de la administración de la economía. Lo importante es el lente con el que se mira la vida, tu marco teórico. Y no necesariamente que seas mujer y joven puede traducirse en que seas portadora de agendas feministas o de agendas revolucionarias. Pero en mi caso, yo me considero feminista y estoy dentro del partido que transformó la historia de este país. No creo que esto me haga la representante directa, pero creo que tengo una responsabilidad. Tengo absoluta certidumbre de lo que significa estar en este espacio como servidora pública. Si cometo un error, si fallo, sé que mi ejemplo puede cerrar las puertas a muchísimos jóvenes y debo ser muy cuidadosa con eso.
Pero en este contexto particular de ofensiva en el continente de las fuerzas conservadoras y de una disputa electoral este año que es competitiva, creo que los desafíos de esos sectores es defender lo conquistado. Si uno de los candidatos te está hablando del discurso de “con mi familia no te metas” -y claro con mi familia no te metas es ‘yo le pego a mi mujer y no te metas en aquello’-, nosotros tenemos una conquista normativa de lucha contra la violencia hacia la mujer. O el marido que dice “vos no te metés en política” y ella debe aceptar callada esa posición. Y nosotros somos el país con el 51 por ciento de mujeres representadas en la Asamblea Legislativa. Entonces creo que debemos defender lo conquistado para las mujeres. Y en el caso de los jóvenes, el no naturalizar lo que en este momento vivimos, simplemente con el ejemplo de lo que sucede en otros países. Comprender que esto no es natural. Que todos esperaban un resultado distinto de Bolivia y sin embargo rompimos cualquier pronóstico. Y eso es porque aquí se vive una revolución democrática y cultural.
—¿En qué estado se encuentra la disputa política en Bolivia en este año electoral?
—Uno puede identificar ciertas cosas que lo hacen pensar que existe una tensión entre avance y retroceso. Y eso sucede en América Latina y también en Bolivia, y se refleja en este proceso electoral. No es un mensaje menor que este proyecto nuevo del Estado Plurinacional, de la soberanía, de la solidaridad de los pueblos, de la democratización, aún reflejada en Evo Morales después de trece años, se enfrente a los mismos actores políticos del neoliberalismo. Enfrente se encuentran dos ex vicepresidentes de Gonzalo Sánchez de Lozada, quien está etiquetado con la privatización. Ellos son Carlos Mesa y Víctor Hugo Cárdenas. Hay una tensión que no se ha solucionado y eso es el reflejo de las actuales candidaturas, de la disputa entre lo que nosotros construímos en estos trece años, que es una Patria, y el riesgo que enfrentamos, un retorno al pasado. Lo ha dicho Mesa: “yo creo que el rentismo le hace daño al país”, pero no es sólo el rentismo respecto a las materias primas, sino el bono que le das a la mujer embarazada, el subsidio para la madre, a las personas mayores o a los niños para eliminar los índices de deserción escolar. Para ellos sólo significan gastos. Entonces, tenés modelos incompatibles que significan una tensión hasta ahora irresuelta. En las elecciones eso tiene que ser solucionado.
Por otro lado, ahora tenés siete millones de bolivianos que transitaron a la clase media. Esos siete millones que antes eran pobres no miran hacia abajo. Se identifican con los de arriba. Tienen otras necesidades, distintas a las de antes y no comprenden su nivel de vulnerabilidad como clase media, no son capaces de mirar hacia Argentina y entender que, con un cambio de modelo, puede alterarse radicalmente su condición económica, su situación de derechos. Un proyecto político abiertamente neoliberal siempre pasa por la reducción de la inversión pública en política social. Entonces, ahí existe un desafío que es comprender que ya no gobernamos para el 60 por ciento de la población boliviana que era pobre, sino para esa misma población que tuvo una migración progresiva a la clase media. Y hoy en día tenés que comprender sus necesidades. Porque nosotros vamos a mantener nuestro compromiso con los más humildes. Pero porcentualmente nuestros más humildes son menos electoralmente ahora. Debemos diagramar una agenda también para la clase media. Y el desafío es articular esta agenda de la clase media con tu principio de construcción de Patria.
—¿Cuáles crees que son las nuevas aspiraciones de las clases medias urbanas, cuáles las del crecimiento movimiento obrero y cuáles las nuevas aspiraciones del sector campesino indígena, cuando muchos de sus reclamos ya han sido cumplidos?
—Yo uniría el sector obrero y el sector urbano en un elemento que puede ser la estabilidad. El obrero necesita condiciones de estabilidad en la economía del Estado y obviamente la economía estatal va a repercutir en la empresa. Por su parte, las clases medias urbanas tienen demandas diferentes. Hoy en día reclaman un sistema de transporte eficiente, salud, servicios. Entonces, hay otra agenda que no deja de ser popular. Si vos trabajás un enfoque que logre satisfacer esas necesidades sin que esto se considere como una concesión por privilegios, a mí me parece interesante.
En el campesinado antes se reclamaban tierras. La Agenda de Octubre fue tierra y territorio. Hoy, por ejemplo, ya no reclaman tierra. Ya se ha iniciado un proceso de mecanización. El programa “Mi Riego” ha logrado que los campesinos que no tenían sistemas de riego garantizados, aumenten la producción. Hoy, en cambio, los campesinos demandan mercado y precios, y bloquean carreteras por ello. Es decir que sus demandas son absolutamente distintas. Y el gobierno también debe garantizarlas porque de eso depende su estabilidad económica. Hoy en día el que trabajaba la tierra solo puede contratar más gente y también trabajar con ellos. Entonces son condiciones distintas, consecuencia del ascenso económico, no sólo en el área urbana, sino también en las áreas rurales, y esto se debe convertir en una agenda que debe abordarla el Estado y que otro gobierno no las contemplaría.
En el caso de los nuevos sectores urbanos salió una encuesta de valores de Naciones Unidas y decía que esta generación de jóvenes está mucho más satisfecha que una persona de 50 años con su vida, porque esta generación ya no es analfabeta, puede incluso poner un pequeño negocio. Es la generación de las oportunidades. Debemos desnaturalizar la coyuntura de oportunidades que viven los jóvenes.
—¿Cuál es la importancia que tiene Bolivia en este contexto de ofensiva conservadora a nivel continental?
—Los pueblos indígenas del Perú miran hacia Bolivia y ven futuro. El ejemplo boliviano favoreció el avance de la izquierda en Chile y en Perú con resultados electorales importantes, casi un cuarto del electorado. En Colombia en una segunda vuelta. El vice (de Bolivia, Álvaro García Linera), en un balance del 2017 dice que las tensiones no pueden ser explicadas como una sola línea donde los proyectos de izquierda o de derecha presionan hacia un lado o hacia otro. En este momento, el ejemplo boliviano se convierte en un centro gravitacional que demuestra que la izquierda puede tener buenos indicadores económicos, reconocer a los pueblos indígenas sin interpelarse la unidad del Estado, y democratizar la participación de mujeres y jóvenes.
Bolivia tiene como desafío plantearse las relaciones internacionales en dos sentidos. Se debe comprender que en una economía abierta necesitás negociar los precios del gas con Argentina y con Brasil, pero teniendo en claro que al momento de las relaciones internacionales tus compañeros quizás no están en ejercicio de gobierno. Bolivia logró contribuir a eso con muchos eventos internacionales, proponiendo que las relaciones internacionales ya no sean sólo de Estado a Estado, sino también entre pueblos hermanos. Con este peso gravitacional Bolivia logró influenciar al resto del continente, pero también tiene el deber de sostenerse para que una nueva oleada de movimientos sociales logre nuevamente tomar el Estado y volver a un tiempo de sincronización de gobiernos de izquierda.
—Si tuvieras que mencionar tres virtudes y tres limitaciones de estos trece años de gobierno, ¿cuáles serían?
—Primera virtud: Bolivia es considerada el milagro económico de América Latina. Era un país al que no le tenían esperanza los organismos internacionales, que estaba siendo desangrado por las transnacionales. Era un pueblo sin autoestima, y hoy tenemos un país absolutamente diferente.
Para mí no es un milagro sino producto de una decisión de un proyecto político, de lucha y unidad del pueblo. En el año 2000, con el 60 por ciento de la población hundida en la pobreza, teníamos una proyección que indicaba que para el año 2008 el 80 por ciento de la población iba a ser pobre si no se cambiaba el modelo económico. Cuando Evo Morales llegó al gobierno en 2006 logró reducir las cifras a la mitad. La pobreza extrema se redujo del 38 al 15 por ciento. En el último año fueron dos puntos más y se proyecta erradicarla totalmente hacia el 2025. El salario mínimo, que antes era de 440 bolivianos (55 dólares), hoy está en 2.060 bolivianos (300 dólares).
El segundo pilar más fuerte es la democratización, en dos vertientes: riqueza y participación. Logramos que haya una reducción drástica de la pobreza extrema. Es muy fácil a veces hablar de porcentajes, pero a los a las cifras frías hay que ponerles rostro de gente, que ahora no se acuesta a dormir con el estómago vacío, puede asistir a la escuela, tiene un carnet de identidad. Hasta eso era un cambio revolucionario hace trece años. La población estaba alrededor de los ocho millones en el 2005 y el padrón electoral era de 3,5 millones. ¿Cómo puede casi duplicarse el padrón electoral a 6,4 millones mientras la población pasó de 8 a 11 millones de habitantes? Y democratización también es la participación de jóvenes, mujeres, indígenas y campesinos.
Una tercera virtud es el carácter del proceso. En trece años no hemos cambiado, en buen sentido. No nos alejamos de nuestros principios. El pasado 22 de enero pudieron verse, en el desfile por los diez años del Estado Plurinacional, a indígenas y trabajadores de todas partes del país marchando. ¿Por qué esos sectores en trece años no han abandonado al gobierno de Evo Morales? Porque sigue representando las aspiraciones de una vida digna para el pueblo boliviano. Porque en trece años el trabajó codo a codo con los movimientos sociales no cambió su esencia y tampoco la del proceso de cambio. Con obvias cosas que mejorar, por supuesto. Pero en ningún momento nos alejamos de nuestros principios y de nuestro compromiso con los más humildes de Bolivia.
Tres elementos para observar y mejorar: uno de ellos es la corrupción en toda la administración pública. ¿Cómo dar mensajes radicales de lucha contra la corrupción? El liderazgo del presidente continúa firme porque nunca van a poder acusarlo de estar involucrado en casos de corrupción. Esa es una virtud que nosotros tenemos: nuestro líder es incuestionable en términos éticos. Pero así de incuestionable debe ser nuestro partido, el MAS. Tenemos el enorme desafío de volver a ser la vanguardia moral de este proceso de cambio.
—El vicepresidente Álvaro García Linera plantea que los procesos de cambio deben impulsarse tanto desde el Estado como desde la sociedad organizada. ¿Cuál es, luego de trece años, el rol de los movimientos sociales?
—Todavía continúa siendo protagónico. Las grandes confederaciones de trabajadores y de campesinos no se han declarado abiertamente partidarias de otra candidatura. Todavía un 22 de enero, con todo el sacrificio que implica viajar más de 17 horas desde distintos rincones del país, se ve a los pueblos indígenas y a los más pobres llegar a La Paz a decirle a Evo Morales “acá estamos con vos”. Porque en trece años ellos continúan sintiéndose los dueños legítimos de este proceso, ocupando un rol protagónico porque las políticas públicas se siguen planteando en torno a los más excluidos.
Evidentemente ya no tenés un proceso constituyente que se convirtió en un factor de movilización. El vicepresidente dice que es muy difícil mantener la movilización permanente en un pueblo. La cosa es por oleadas. A veces hay procesos de participación que decantan en una transformación estructural del Estado y eso tiende progresivamente a aplacarse hasta que vuelva una nueva oleada. Eso es normal. Los trabajadores no todo el tiempo van a estar movilizados. Necesitan trabajar, llevar el pan al hogar. Pero sin duda alguna ellos continúan teniendo un rol protagónico. Ahora bien, los movimientos sociales tienen que discutir nuevamente lo universal y ya no lo sectorial. El campesino del 2005 se movilizaba y votó por Evo Morales porque la agenda de Evo no era solamente la de los campesinos, sino la de Bolivia. Era la agenda de la nacionalización, de la Asamblea Constituyente, de la industrialización. Tuvieron demandas que supieron universalizar y legitimar en el pueblo. Necesitamos continuar siendo, no sólo desde el gobierno sino desde los movimientos sociales, esos productores de consignas que logren ser universalizadas en el resto de la población y no sólo con los defensores del proceso.
De los principales ejes de gobierno que se propone el MAS en la agenda 2020-2025, el primero de ellos es no abandonar a los más humildes. Vamos a ser consecuentes con ello e implica como un pilar fundamental la erradicación de la pobreza. Otra bandera muy importante va a ser para nosotros el Sistema Único de Salud, que puede convertirse en una agenda movilizadora, ya que va a abarcar casi al 50 por ciento de la población boliviana que no está asegurada y que tiene conflictos muy serios de acceso a la salud. Hay disputas de clase en medio de ello. Tendremos una disputa con los profesionales médicos muy fuerte, y eso puede convertirse en una gran agenda de movilización, en una bandera que nuevamente nos logre cohesionar a todos. Tenemos que saber administrarla y construirla para lograr una sensibilidad al respecto.
*Por Manuel Díaz y Mateo Munin Prado para Notas