Terminala: orgasmo femenino
Por Flo Straso para La tinta
También llamado clímax o acabar, se lo conoce como el “punto culminante o de mayor satisfacción de la excitación sexual” que se logra en soledad o en compañía. Durante años, y aún hoy, el orgasmo es un misterio para muchas mujeres que no saben si tuvieron uno o no. ¿A qué se debe esta incertidumbre? Al desconocimiento, a los estereotipos y a los vacíos que habitan esta sexualidad.
Puede que lo poco que sepamos de ellos venga del mundo del cine, la televisión y la pornografía hegemónica que delimitó lo que es coger y lo que es acabar. Instaló la penetración como escena irremplazable, el falo como protagonista principal y representó los orgasmos como relojes exactos, representados mediante caras sacadas y gritos agudos. De allí venimos, pero no es lo que somos. La realidad dista de la ficción y eso trajo consecuencias.
Desigualdad al palo
Un puntapié clave en la construcción de este artículo es el documental Orgasmo femenino de la serie En pocas palabras, disponible en Netflix. Veinte minutos de información exquisita y de porcentajes asombrosos como estos: estudios realizados en Francia y EEUU, aseguran que los varones heterosexuales afirmaron llegar al orgasmo el 95% de las veces y que las mujeres heterosexuales, el 65% de las veces. Mientras que las homosexuales respondieron tener un orgasmo el 86% de las veces. El documental se pregunta ¿por qué es más difícil el orgasmo cuando hay hombres de por medio?
Los porcentajes indican que hemos aprendido la sexualidad ligada a la genitalidad y a la penetración por la heterosexualidad obligatoria, la industria porno y la cultura excluyente de la masturbación. Nos hemos creído que “algunos” saben muy bien cómo hacerlo y “otras” no tanto; fuimos “las gauchitas”… ¿y los gauchitos? Entre el 16 y el 21% de las encuestadas respondió no haber tenido un orgasmo nunca o a veces. Nos atribuimos un fracaso que no nos corresponde.
El estudio continúa. Sólo el 18% de las encuestadas afirmó tener un orgasmo por penetración, en contraposición al 82% que no lo obtuvo de esa modalidad. De allí, la certeza de que nuestros orgasmos son clitorianos y no vaginales, contra los pronósticos que los estudios, la ciencia y LOS médicos diagnosticaron. Nuestro clítoris es sede de cientos de terminaciones nerviosas generadoras de placer infinito, pero se mantuvo (o mantiene) oculto: muchxs no saben qué es ni dónde queda. ¡Búsquelo!
Por otro lado, la encuesta afirma que las mujeres tienen menos orgasmos que los varones en el sexo casual. Sin embargo, alerta la percepción de ellos, porque no lo notaron: los varones creyeron que sus compañeras sexuales tuvieron más del doble de los orgasmos que ellas dijeron haber tenido. O somos muy buenas fingiendo o ellos son unos distraídos a propósito. Es fundamental comunicarse al respecto.
El documental muestra que, en las parejas heterosexuales estables, los porcentajes se tornan más parejos por el factor comunicación. La cultura de la penetración nos ha empobrecido. En cambio, en las relaciones homosexuales, el orgasmo es más fácil de obtener debido a que las prácticas sexuales se inscriben, desde el vamos, fuera de “lo normal”, instancia que habilita prácticas más espontáneas orientadas al placer.
A desnormalizar lo que para otrxs es lo normal. A besar, lamer, apretar, salivar, frotar, intercambiar, dedear, improvisar.
Descolonizame ésta
En Coño Potens, un ensayo de Diana J. Torres sobre la eyaculación femenina, se echa luz sobre el silenciamiento y el vacío que la ciencia y sus señores le dieron a la sexualidad femenina. Una historia conocida, ligada al ocultamiento, la manipulación y el disciplinamiento puesto que lo que se sale de la norma/normal se categoriza como patológico o anormal, constituye una amenaza y se lleva las miradas.
Diana J. Torres reflexiona sobre las partes de nuestros cuerpos que llevan el nombre de varones que nos “descubrieron” (cual Colón a América), como es el caso del famoso “punto g”, instalado por el ginecólogo alemán Ernst Gräfenberg. Será cuestión de descolonizarnos y sacarnos a estos señores del coño y los ovarios.
También nos invita a hacer memoria: desde la infancia, se instala ese vacío. Pareciera que la masturbación es para los niños, que, desde muy temprana edad, comienzan a inspeccionar el placer a través del pito y las manos, práctica que se mantiene hasta su adultez con total normalidad y frecuencia. En cambio, a las niñas no se nos habló sobre el roce y el goce; nos hemos tocado a escondidas y, recién de grandes, asumimos masturbarnos, tocarnos con la mano u otros elementos para darnos placer.
Es que, por ese entonces, mientras los niños se hacían la paja solos o en grupo, a nosotras se nos aprontaba para el acontecimiento más clave de nuestra existencia: la menstruación, mal llamada indisposición, ligada a los horrores de los lienzos manchados. Se nos prepara desde muy temprano para el destino de mujer, el ser madres, y sobre la menstruación también hay vacíos: naturalizamos el dolor, el aislamiento, lo tabú, en vez de integrarlo a la vida cotidiana como una fase cíclica y fisiológica más. Indisponerse es un bajón; menstruar es político.
Más turbación
Las palabras están llenas de violencia, por eso, debemos modificarlas. La etimología de masturbación viene del latín masturbari que proviene de «manu turbare»: turbar con la mano. La definición de turbar no es muy buena que digamos, “alterar el estado o el curso normal de una cosa” o “el ánimo de una persona confundiéndola o aturdiéndola hasta dejarla sin saber qué hacer ni qué decir”. En el siglo pasado, masturbarse era sinónimo de estar enfermo. Lo mismo sucede con el vibrador, mal llamado “consolador”, claro, quienes utilizamos estos juguetes lo hacemos para “consolarnos” de lo que nos falta.
Hágalo Ud. misma
Nuestros cuerpos son el primer territorio y funcionan como libros. En ellos, reconocemos la Historia, pero, hoy, los vacíos se transforman en espacios en blanco que piden ser reescritos. No seremos más esos porcentajes que nos refriegan en la cara lo estafadas que fuimos en los vínculos heterosexuales; prostitutas impagas que observaron cómo otros acabaron mientras nosotras fingíamos, nos aburríamos o pensábamos en otra cosa.
Nos subimos al auto placer, al auto conocimiento de nuestras zonas erógenas, eróticas, sexuales y contra sexuales para redescubrirnos y, desde allí, habitarnos, en soledad o compañía, con orgasmos genuinos que nos despejen la mente y nos dejen listas para comenzar o terminar el día. Hágalo usted misma, con sus propias manos, que si usted lo hace, lo hará mejor.
*Por Flo Straso para La tinta / Imagen de portada: fotograma de la película When Harry Met Sally.