Terf: el feminismo trans-odiante de la burguesía
Breve semblanza de la corriente feminista conservadora anclada en el biologicismo y en los esencialismos de género que pugna por la exclusión de las personas trans a las que tratan de “machos infiltrados” o “varones vestidos de mujer” y reducen la discusión a la opresión de los varones cis sobre las mujeres cis.
Por Eli Luna para La tetera
En primer lugar me presento. Me parece importante aclarar desde qué lugar hablo. No creo en la neutralidad ni en la objetividad. Soy Eli Luna. Además de puta, prostituta, trabajadora sexual o como quieran decirle (menos víctima de trata o persona en situación de prostitución) y lesbiana marikona, me defino ante todo como sujeta política. Soy militante social, peronista y feminista, con algunos desvíos anarkos, lenninistas y guevaristas. Si bien no me siento ni muy mujer ni muy cis, entiendo que soy leída como tal, lo que de por sí esto ya implica un acceso diferencial a una multiplicidad de derechos básicos en relación al carácter desigual, restringido o nulo al que es condenada la población trans. Prefiero hablar de acceso diferencial o desigual de derechos y no de “privilegios”, pues no considero el acceso a la alimentación, a la salud, a la educación, a la vivienda, al trabajo formal, a los espacios de sociabilidad y etcéteras como privilegios, sino como derechos. Derechos humanos. En tal caso será que el capitalismo en su fase imperialista y neoliberal habrá logrado convencernos de lo contrario.
Siendo leída como mujer cis (medio putona, medio tortona, dependiendo el día), debo decir que me incomoda bastante encarar una nota que trate de aclarar un poco el panorama respecto a la discusión sobre los feminismos radicales, terfs (trans-excluyentes), swerfs (puta-excluyentes), liberales e interseccionales. Elijo por lo tanto no hacer esta nota desde una larga descripción de la situación de les compañeres trans-travestis-transexuales ni citar toda la serie de reivindicaciones de un colectivo que acompaño pero del que no formo parte. Considero que hay suficientes cuerpas y cuerpes travestis-trans para hablar en primera persona de sus experiencias, sus problemáticas y sus proclamas. La haré como puta. La haré como parte de un colectivo que no sólo estamos históricamente entrelazadas con el colectivo trans-travestis, pues para muches es una de las pocas actividades económicas que pueden ejercer para parar la olla, pagar la pieza y ayudar a sus familias, sino que por putas también padecemos el estigma, la discriminación, la persecución, la criminalización y la exclusión. No sólo por parte de la sociedad y el Estado. Sino también de algunos feminismos abolicionistas y swerfs (puta-excluyentes).
Trataré de abordar esta nota hermanándome con les compañeres travestis-trans desde ese lugar incómodo, sin hablar por elles, sin comparaciones que traten de igualar o diferenciar una u otra situación que no conducen a nada, sin una falsa humildad de culpita de cismujer. Esta nota estará escrita desde la subjetividad de una persona que no se dedica a escribir, sino a militar y a encontrarse con compañeres de distintos territorios, clases sociales, géneros, nacionalidades, etnias, razas e ideologías.
Hago parte de los transfeminismos puteriles, interseccionales y disidentes construidos desde y en la lucha codo a codo con otres. Ese será mi sesgo desde el que trataré de explicar por qué elijo estos posicionamientos y no otros. Por qué nunca podría ser trans excluyente, ni puta excluyente, ni liberal. Pero ya lo voy anticipando: porque no me cabe ninguna forma de discriminación; porque me la seca la (doble) moralidad burguesa, bastante catoliquita, arraigada en algunos feminismos; porque no me cabe policear el deseo, la decisión ni la realidad de ninguna cuerpa; porque me la zarpa la culpita de género y de clase de algunes que hablan de y por otres desde la superioridad moral e intelectual; porque me espanta las subestimación de algunes de la capacidad de pensar y decidir de otres sólo por pobres, negras, travas o putas, o todo eso; porque como parte de la clase trabajadora organizada soy anti capitalista. Porque nunca estoy ni estaré con la yuta. Ni con la institución, el brazo represivo del Estado, ni con la que cada une lleva adentro.
¿Sos radical o liberal? Pensamientos binarios y falsas dicotomías.
La pregunta de moda últimamente entre feministas cis mujeres. Empecemos por decir que radical o liberal es una falsa dicotomía, orquestada y fogoneada básicamente por las feministas radicales. Hay muchos feminismos. No identificarte con el feminismo radical no te hace liberal ni a la inversa. De hecho, claramente no me identifico con ninguno. Es un binarismo que entrampa y en un punto nos obliga a encerrarnos en alguna de esas dos categorías, partiendo de un supuesto falaz: si sos revolucionaria y querés cambiarlo todo, sos radical. Si bancás a las travas o a las putas, bueno, no sos tan revolucionaria como creías. Sos liberal.
Cínica jugada si las hay.
¿Sos feminista radical? Wow, ¡qué revolucionario suena eso!
Sé que la palabra radical nos tienta a todxs, sobre todo a las más jóvenes. Si radical y liberal son las únicas dos condiciones de posibilidad, pues bien, la mayoría queremos identificarnos con esa que no tiene olor a capitalismo, liberalismo, reformismo y demás. Queremos identificarnos con el que sea más revolucionario y rupturista, y sin dudas “feminismo radical” suena muy genial. Bueno, no es tan así. Radical viene de Raíz. El feminismo radical parte de la base de que EL sistema de dominación originario y principal es el patriarcado. Esto ya a mí me resulta bastante problemático. El sistema de dominación bajo el que estamos sometidxs la mayoría de los seres del planeta es uno solo. El patriarcado no existe sin el capitalismo. El capitalismo sin el patriarcado. El clasismo sin el capitalismo. El capitalismo sin el clasismo. El clasismo sin el patriarcado. El patriarcado sin el clasismo. El racismo sin el capitalismo. El capitalismo sin el racismo. El racismo sin el patriarcado. El patriarcado sin el racismo. El racismo sin el clasismo. El clasismo sin el racismo. El capacitismo sin el capitalismo. El capitalismo sin el capacitismo. El capacitismo sin el patriarcado. El patriarcado sin el capacitismo. El capacitismo sin el clasismo. El clasismo sin el capacitismo. El capacitismo sin el racismo. El racismo sin el capacitismo. El especismo sin el capitalismo. El capitalismo sin el especismo….y así podemos jugar a una infinidad de combinaciones de formas en las que se ejerce y se encarna el poder.
Digamos que ya encontramos una importante, profunda e irreconciliable diferencia: para los feminismos interseccionales, el sistema de dominación contra el que luchamos no es un patriarcado a-histórico, binario, unívoco, estático, universal y descontextualizado. Es un complejo leviatán hecho de múltiples formas en las que se ejerce el poder, sistemática, vertical, horizontal, mutante, contextual y transversalmente. Es el cis-tema capitalista hetero patriarcal, racista, capacitista, especista y etcéteras hasta infinito y más allá, que condiciona nuestras subjetividades, es decir, nuestra manera de ser y estar en el mundo, las posibilidades con las que contamos, los recursos a los que accedemos, la formas en las que otrxs nos oprimen y las formas en las que oprimimos a otrxs.
Radical es una palabra que nos invita a posicionarnos desde ahí, desde ese lugar que lxs políticamente correctxs tanto aborrecen. “Un sector radicalizado de tal lucha”, “radicales que rompen todo”, etc. Ok. Si tomamos la palabra y no la autoproclamación de una de las ramas de los feminismos, yo también me considero radical. Asumir posturas radicales no es sinónimo de feminismo radical. Casi que todo lo contrario.
El feminismo radical históricamente ha predominado por sobre el resto. Abraza ideas biologicistas y esencialismos de género, considerando que las personas trans no forman parte del movimiento. Las mujeres trans por su género asignado al nacer y su genitalidad biológica son discriminadas, muchas veces tratadas como “machos infiltrados”, “hombres vestidos de mujer”, “personas que gozan de los privilegios de los cis varones y no saben lo que es ser violentada por mujer”….y otra serie de frases que, más que desafortunadas, marcan un lineamiento. A veces maquillado bajo consignas “abolicionistas del género”, a veces crudas y crueles. En este punto me detengo, pues las ideas abolicionistas de tal o cual cuestión también atraviesa el colectivo de trabajadorxs sexuales del cual formo parte. Me detengo para advertir: abolicionismo es la palabra bonita que encontraron los feminismos radicales para excluirnos, tanto a les compañeres travestis-trans como a les trabajadorxs sexuales. No nos engañemos. A veces nos tratarán como víctimas e idiotas, otras como delincuentes y victimarias. A veces disfrazarán su transodio y su putaodio, a veces lo gritarán a viva voz. Y quizás, si paramos realmente la oreja, escucharemos todo eso en un mismo discursete. Tanto al colectivo trans como al colectivo de trabajadorxs sexuales, nos tratarán de víctimas pasivas, de niñitas tontas, de alienadas al patriarcado y vendrán a rescatarnos bajo sus supuestos de abolición de lo que somos y hacemos. Mezclarán conceptos. En el medio nos dirán que le cuidamos la chota al patriarcado, que les travestis-trans son el patriarcado vestido de mujer, que no podemos pensar porque tenemos la cabeza llena de leche, que somos violentas porque macho nacimos, que somos unas sidosas….etc. Zanahoria y garrote. Discursos pasivo-agresivos estigmatizantes, persecutorios, criminalizantes, represivos y victimistas matizados con rescatismos y subestimaciones.
¿Cuál es el verdadero problema de la existencia de este tipo de feminismos? No son sus lineamientos. No son sus discursos. Es su complicidad en la reproducción de un sentido común instalado socialmente que nos estigmatiza y nos criminaliza. Habilita a que la familia nos expulse, la escuela nos excluya, las instituciones de salud nos dejen morir, los propietarios no nos alquilen. Habilita a que muchxs vivamos una vida entera adentro de un closet, a que nos insulten y nos escupan en la calle, a que nos acosen, a que los chongos violentos nos fajen y nos maten por travas, por putas. Es su responsabilidad institucional la vigencia de códigos contravencionales que parten de estos supuestos para habilitar al poder de la policía a que haga lo que se nos cante con nosotres. A que la yuta nos persiga, nos cobre coimas, nos cague a palos, nos viole, nos meta en cana, nos obligue a vender droga para ellos, nos mate. Es su responsabilidad jurídica que juecxs, abogadxs y fiscales nos imputen por proxenetismo, delito de trata, tenencia de estupefacientes. Que nuestras detenciones arbitrarias y nuestros femicidios, transfemicidios y travesticidios no tengan justicia.
Estas feministas trans excluyentes y puta excluyentes, más o menos solapadas, son las que ocupan lugares estratégicos dentro de las estructuras del Estado. Son profesionales y funcionarias que diseñan, sancionan e implementan políticas públicas que nos estigmatizan y criminalizan. Y ahí es donde para mí se termina la discusión netamente política, el inocente intercambio de ideas entre distintas posturas. Con quienes tienen la responsabilidad y el financiamiento público para cagarnos la vida, ya no discuto.
Con quienes son referentes terfs y swerfs, saben cómo funciona todo esto realmente y siguen parándose desde la vereda de los feminismos radicales para perpetuar nuestra exclusión, ya no discuto. No son para mí distintas posiciones que pueden dialogar y encontrar puntos de acuerdo (como nos propone hacer este gobierno de empresarixs a lxs trabajadorxs). Son intereses contrarios, disputas de poder irreconciliables. Simplemente no creo en la idea liberal de libertad de expresión donde posturas discriminatorias, odiantes y criminalizantes de determinados colectivos sean tolerables, y en nombre de la pluralidad de voces quienes somos discriminadxs, odiadxs y criminalizadxs por esas posiciones tengamos la obligación de tener vocación democrática para soportarlas. Si a una persona afrodescendiente, a una persona pobre, a una marika o cis mujer no le exigimos tolerancia en una discusión en la que se diriman argumentos racistas, clasistas, homo odiantes o misóginos… ¿por qué nos demandan tolerancia a las personas travestis-trans y a las putas cuando muy sueltas de cuerpo nos tiran con de todo, yendo y viniendo entre lo pasivo-agresivo victimista y palabras de odio sin caretas?
¿Feminista liberal? ¿Quién podría identificarse así?
Supongo que hay dos clases de personas que se identifican como feministas liberales: las feministas liberales, y las que le creyeron a las feministas radicales de que si no te considerás feminista radical, sos feminista liberal.
Feministas liberales son Michelle Obama, Michetti, Emma Watson y ese tipo de cis mujeres que forman parte de los estratos más ricos de la sociedad y hablan de igualdad entre hombres y mujeres, dan discursos meritocráticos y motivacionales y todas esas pedorradas. Las feministas liberales pertenecen a una elite y no están dispuestas a renunciar a sus privilegios. O al menos comulgan con los intereses de esta elite sin pertenecer a ella, lo cual es un poco más triste. Asimilacionismo es el proceso por el cual una lucha social en pos de los derechos de una mayoría vulnerada es reciclada, maquillada, transmutada, edulcorada y devuelta a la sociedad en forma de caca por parte de las elites dominantes. El feminismo liberal es, por definición, un feminismo asimilacionista al sistema de dominación.
Muches compañeres se identifican como feministas liberales cuando las feministas radicales les ponen entre la espada y la pared. Bajo esta lógica, si no sos radical, es decir, si no sos trans excluyente, puta excluyente o considerás que el sistema de dominación es un poco más complejo que sólo el patriarcado, entonces sos liberal. Lamentablemente muches compañeres hacen carne esta etiqueta impuesta por otres con tal de bancar a les trans-travestis o putas. Acto heroico si los hay. Bueno pues, buenas noticias compañeres: libérense de esa carga, que si no sos radical, no sos necesariamente liberal. Un mundo de posibilidades te espera fuera de esa falsa dicotomía mentirosa. Y acá estamos les trans-travas y putas para abrazarte y decirte: no sos liberal hermane, podés ser lo que te cante el ogt. Liberal es Macri.
Terfs y swerfs, trans y putas: historias de exclusión
Es cierto que algunos aportes de los feminismos radicales han sido fundamentales para el movimiento feminista durante la década de los ’70 (“Lo personal es político”… y no mucho más). El problema fue que rápidamente cayó o se enquistó en esencialismos de género, clase, raza. Mientras que en el seno de ese potente caldo de cultivo de los feminismos de los ’70 rugían voces que interseccionaban las luchas anti capitalistas, anti colonialistas, anti racistas y de liberación sexual de la época (compañeres afro, migrantes, travestis-trans, trabajadoras sexuales, lesbianas, marikonas, intersexuales, etc), el feminismo radical devino rápidamente en una voz rígida y conservadora, que hablaba de, desde y para mujeres cis heterosexuales de clase media-alta. De, desde y para la moralidad propia de esos estratos sociales, que no sólo formaban parte de hegemonías de clase, raza, nacionalidad y género, sino que además se habían consolidado como hegemonía de los feminismos, en detrimento de los demás. Sus lineamientos y posicionamientos, por supuesto, fueron acompañando esta lógica de inclusión-exclusión (Yo, hegemonía, decido si quiero incluirte, qué reivindicaciones voy a incluir y cuándo voy a hacerlo. Porque la llave de la puerta al feminismo me pertenece, y vos no sos feminista. Todavía. Esforzate, adaptate, rogame que te incluya y bueno, veo qué puedo hacer por vos).
El feminismo radical más pronto que tarde adoptó posturas misándricas, trans excluyentes, lesbo odiantes, anti prostitución, anti pornografía, recortando al feminismo a la sola problemática y a una sola relación: la opresión de los varones cis burgueses a la mujeres cis burguesas. Así las cosas, entre que algunos feminismos no estaban dispuestos a pedir permiso y pateaban puertas y otros se aliaban con estos sectores subsumiéndose a la lógica hegemónica, los feminismos se adentraron en profundos conflictos internos que fueron debilitando y truncando su capacidad de organización y articulación.
Estamos en otro momento histórico. La autoproclamada “cuarta ola feminista” está en curso, y con ella se reavivan todas las tradiciones históricas, todas las voces, se retoman viejas discusiones no saldadas y se reavivan todos los fuegos. Otra vez nos encontramos con sectores subalternos estableciendo alianzas para excluir a otros sectores vulnerados en pos de que sus intereses sectoriales sean “incluidos” en la agenda que establece el feminismo hegemónico. Otra vez nos encontramos teniendo que validar y revalidar nuestros lugares en el movimiento feminista. Otra vez nos encontramos con esencialismos de género y feminismos cis mujeristas. Otra vez nos encontramos con discursos transodiantes, biologicistas y misándricos. Otra vez nos encontramos con discursos putaodiantes. Una y otra vez repetimos nuestras tramas de intereses encontrados, en donde la hegemonía cis blanca lesbo-hetero profesionalizada e inserta en el mercado formal de trabajo tiene la batuta. Otra vez pretende orquestar a todo el resto y decidir qué lugar ocupamos dentro del movimiento feminista, cómo y cuándo. Una vez más presiona voluntades hasta que ceden y se adaptan a los criterios, prioridades y lineamientos de la hegemonía (siempre en detrimento de otros colectivos). Una vez más también somos miles de pobres, tortas, putas, migrantes, travas, negras, trans, trabajadorxs de la economía popular, no binaries, marikas, gordxs, discas, que resistimos a disparar contra nosotres, que resistimos a oponernos a las reivindicaciones de le compañere, que resistimos al negacionismo, que con furia e intransigencia rebelde gritamos fuerte y en manada: no queremos que nadie nos incluya. No venimos a pedir permiso. Venimos a patear puertas y reclamar lo que también nos pertenece: el feminismo es de todes o no es.
¿Radical o liberal? Paaaaar favar mi ciela. La historia de los feminismos es mucho más rica que ese binomio berreta que se inventó el feminismo radical.
Feminismos interseccionales y disidentes: feminismos de y para todes
El feminismo interseccional parte de la idea de que, si bien queremos construir un mundo igualitario, hoy por hoy estamos atravesadxs por múltiples opresiones que condicionan nuestro lugar en las estructuras de poder. No deja a ningune compañere que encarne una identidad no hegemónica afuera del feminismo. El feminismo interseccional abraza a les compañeres que otros feminismos pretenden dejar por fuera: mujeres trans, travestis, putas, marikas, pibes trans, no binaries. Parte además del principio de no jerarquía. Esto significa que ninguna voz de ningune compañere es más valiosa por ser blanca, de clase media, profesional, cis mujer o heterosexual. Y pretende validar y alzar las voces de les compañeres más acalladxs históricamente, tanto por la sociedad como por los feminismos.
Se diferencia de posiciones esencialistas de clase, género, raza, nacionalidad, etc a la vez que las intersecciona para comprender y abrazar la subjetividad de cada persona. Desde una perspectiva binaria y universalista, sabemos que las personas cis tienen más ventajas que las personas trans, las personas blancas que las personas negras, las personas heterosexuales que las personas homosexuales, las personas de clase media que las personas pobres, los varones homosexuales que las mujeres homosexuales, etc etc etc. Pares dicotómicos, así a secas. Pero esto es y no es así.
Podemos decir que una compañera cis mujer heterosexual, pobre, indígena, negra, referente peronista y sostén de familia como Milagro Sala tiene más ventajas que, por ejemplo, Florencia de la V? No lo creo. ¿Podemos decir que un compañero puto, villero, migrante, desocupado del conurbano profundo tiene más ventajas que una compañera mujer, lesbiana, blanca, profesional oriunda de Capital Federal? Tampoco. Interseccionar significa entonces hacer un ejercicio constante para romper con los binarismos culturales, y comprender la realidad de cada compañere desde las múltiples opresiones que nos atraviesan.
No se trata de sacar el opresómetro y alzarnos en pie de guerra entre nosotres a ver quién es le más oprimide. Lo que buscamos es comprender que no estamos todes en igualdad de condiciones, que nos atraviesan relaciones de poder, y que es evidente que no alcanza con enumerar las múltiples opresiones que el sistema impone: es necesario interseccionarlas para comprendernos a nosotres mismes y a le compañere que tenemos al lado. Se trata de abrazar la realidad de cada compañere, encontrar puntos de encuentro, y no imponernos por sobre nadie desde ningún esencialismo de nada. Se trata de deconstruirnos colectivamente, de escuchar a le otre compañere que tiene una realidad completamente distinta a la de cada une, y entender que en un mundo de desigualdades, es necesario privilegiar las voces y la agenda política de las subjetividades más postergadas sin paternalismos victimizantes. Se trata de que nadie tiene la autoridad sobre nadie para determinar si tal o cual tiene derecho a ser o no incluide. Porque el feminismo no le pertenece a nadie. Por eso reivindico y me identifico con los transfeminismos puteriles, interseccionales y disidentes: porque el feminismo nos pertenece a todes y lo construimos colectivamente.
*Por Eli Luna para La tetera