Torturados y maltratados: 5 mil denuncias en las cárceles
Por Cosecha Roja
El detenido llegó a la cárcel y los guardias lo recibieron con una paliza. Se desmayó por los golpes en la cabeza. “Orinaba y defecaba con sangre”, contó un interno. Otro preso llegó a la unidad caminando con muletas por una operación de fémur y caderas. Los agentes le rompieron las muletas, le pegaron y lo tiraron al piso. Le pisaron la cintura y le dieron culatazos con la escopeta en las piernas y la espalda.
“Estar en un espacio de encierro carcelario, hoy, en Argentina, implica estar viviendo situaciones de tortura cotidianamente”, explicó a Cosecha Roja María Jimena Andersen, coordinadora del Registro Nacional de Casos de Tortura de la Procuración Penitenciaria de la Nación (PPN).
En 2017, el Registro Nacional de Casos de Tortura relevó 5328 hechos de tortura contra 1408 víctimas en cárceles federales y de la provincia de Buenos Aires. También registró 971 hechos de malos tratos y/o torturas policiales durante detenciones, traslados y en las comisarías contra 218 víctimas. “La publicación de este Informe Anual 2017 confirma, una vez más, que la tortura en el sistema penal argentino constituye un elemento estructural, extendido y persistente”, explicaron desde la Procuración Penitenciaria de la Nación (PPN).
El Registro no da cuenta de todos los casos de tortura. En primer lugar, por la dificultad de relevar todos los centros de detención y, por el otro, por el miedo de algunos internos de denunciar las torturas.
El informe, elaborado desde 2010 por la PPN, la Comisión Provincial por la Memoria y el Grupo de Estudios sobre Sistema Penal y Derechos Humanos, distingue diferentes formas de tortura y malos tratos: desde agresiones físicas, aislamiento o requisas personales vejatorias a robos de pertenencias, alimentación y atención sanitaria deficiente y amenazas.
Según la investigación, realizada a través de entrevistas individuales, observaciones en los centros de detención y de la reconstrucción de la información a partir de la aplicación del Procedimiento de Investigación y Documentación de Casos de Tortura y Otros Tratos Crueles, Inhumanos y Degradantes, la gran mayoría de las víctimas relevadas fueron varones (91 por ciento). El 8,8 por ciento fueron mujeres y el 0,2 personas trans. El promedio de edad de las víctimas es de 32 años.
La tortura como respuesta a reclamos o conflictos entre internos
Muchas de las torturas surgen como respuesta de los guardias a los reclamos colectivos o individuales de los internos (29 por ciento): por pedir el uso del teléfono, atención de salud, por las pésimas condiciones materiales o de la comida en mal estado.
“Yo estaba haciéndole un reclamo al Jefe de Turno por el tema de la comida, porque es una porquería. (…) nos llevaron a los empujones a la celda. Los empujones duelen, lo hacen con los escudos, te pegan en la espalda, en los brazos, en la cabeza. Al entrar a la celda, me pegaron 2 o 3 patadas en los tobillos y atrás de la rodilla. Te lo hacen para que te caigas. Me caí de rodillas, y ahí está, terminaron de humillarte”.
La tortura también surge como respuesta a un conflicto. “El 15,2% de los hechos de agresiones físicas se produjeron en la circunstancia ‘represión por conflicto entre presos/as’, esto es 98 hechos”, explica el informe. En estos casos, se destaca la participación de una gran cantidad de agentes y la brutalidad de la violencia desplegada: intervienen con palos, escudos, gas pimienta, escopetazos”.
“Me la dieron porque se armó un quilombo total en el pabellón y estos entran a palazos, escopetazos, patadas, escudazos, y ahí la ligué. Me dieron 2 palazos en la cabeza y uno en la oreja para que corra hacia el fondo, ahí nos desnudaron. (…) Desnudos, con frío, golpeados, nos dejaron como dos horas y ahí volvieron todos, como 40, y nos fueron llevando a empujones y escudazos a nuestras celdas, me tiraron, me caí y ahí me patearon las piernas”.
Las torturas también se dan en las requisas en lo pabellones y en los ingresos a la unidad. “La requisa, apenas llegás, ya te pega. Me dieron la ‘bienvenida’. Me dijeron ‘Poné las manos arriba, con los puños juntos, mirando a la pared’. Respiré y me dieron una banda de piñas (…). Me golpearon con guantes de cuero para que no me queden marcas”.
*Por Cosecha Roja