Voces de la resistencia

Voces de la resistencia
Anabella Antonelli
4 septiembre, 2018 por Anabella Antonelli

Algunas de las mujeres organizadas contra el proyecto de Autovía de Montaña en Punilla nos convidan su palabra para seguir tramando el tejido de resistencias ante el despojo de nuestros múltiples territorios.

Por Manuela Novara y Anabella Antonelli para La tinta

La defensa del territorio, en todas sus dimensiones, es un imperativo de las luchas de las mujeres. La violencia de la dominación patriarcal ha construido guiones sociales, culturales, estructurales, en donde la territorialidad está permanentemente en juego: nuestros cuerpos, nuestros ciclos vitales, nuestra alimentación, nuestra tierra, nuestra soberanía. Todas son dimensiones de la puja constante entre el modelo capitalista/patriarcal/colonial/de muerte y los movimientos sociales que luchan por la emancipación.

Los megaproyectos extractivos y las violencias contra los cuerpos y las vidas de las mujeres se entretejen en distintas escalas: globales, nacionales, locales, comunitarias, íntimas y corporales.

La expropiación de los territorios supone, entre otras cosas, la expropiación de los medios de vida, de las formas en que emergen y se recrean las formas del vivir. Desde la invasión de Europa a Nuestramérica hasta la actualidad, los procesos de despojo y violencia han estado configurados por jerarquías raciales y de género que prevalecen en nuestras sociedades, necesarias para que el sistema se desarrolle con todos sus tentáculos. Son ataques directos a la reproducción de la vida.


Las resistencias sociales unen, de forma creciente, la lucha contra la violencia capitalista, patriarcal y colonial, generando nuevos sujetos políticos. El protagonismo de las mujeres en América Latina, y en Argentina en particular, organizadas frente a los proyectos de despojo de los territorios, cobró una visibilidad notable en los últimos años. A lo largo y ancho de Latinoamérica, emergieron movimientos de mujeres que cuestionan esta lógica extractivista y que, también hacia el interior de los movimientos sociales, dieron un paso adelante.


Despatriarcalizar, descolonizar y descapitalizar nuestros cuerpos, nuestra vida cotidiana, nuestros roles y nuestra manera de habitar y producir nuestros territorios, es un mismo movimiento que pugna desde lo íntimo a lo colectivo y repercute en todas las escalas sociales.

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

Liliana Ferrero – San Esteban

Esta montaña maciza e imponente que, por siglos, bosqueja la silueta y entidad de Punilla, la dueña del silencio y de la vía láctea, hoy, se desgrana ante el ultraje del hombre. No se doblega ni a las más modernas técnicas aplicadas a fin de amaestrarla y percibo ese quebranto desgarrador que la montaña brama como una exhortación.
La montaña es poderosa y si la afrenta no merma, la Pachamama llorará venganza sobre todo el valle. “Karacha Orkco” la llamaron en Quechua, modo popular en Sucre para referirse “a costras de piel seca que se caen”. Fue bautizada “cerro que se desarma” en la época de la conquista, cuando los Incas labraban la conectividad entre los pueblos y eligieron no herirla.

El patriarcado no escucha. Desconectado de la naturaleza y el pueblo, impone su modelo devastador de saqueo y corrupción al que llama “progreso”, sin comprender que se enfrenta a una montaña irredimible, desacatada. Porque entre sus lomas aún pernocta el espíritu de los indios Comechingones, tribus indómitas que prefirieron la inmolación en Ongamira, antes de rendirse al déspota que no armoniza y sólo domina.

Esta montaña merece su prestigio por anciana, tan lejano su origen en la Era Paleolítica. Porque guarda secretos muy antiguos en sus entrañas insondables y, algunos, peligrosos cuando la hurgan sin respeto. Porque, dicen, esta falla es la unión de dos viejos continentes. Tan sensible costura de universos. Porque es destino humano el de ser fugaces, la montaña es testigo perenne. ¿Será magnánima la montaña?

Abrazarla, defenderla, sólo se trata de la comunión a través de la cual la mujer intuitiva que habita en todo ser invierte la perspectiva, interiorizando el mundo exterior. Así, desde el útero mismo de esta tierra, surge la voz del monte, eco de saberes que cobra alegría cuando alcanza a los pájaros, que son la juventud y están alertas para defender su santuario.

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

Eugenia – San Roque

Son muchos sentimientos los que me mueven en la lucha. Siendo mujer y desde ese lugar, lo que siento es que, en la historia, siempre se trató de luchar por los derechos de nuestro género. En un sistema donde se trata de opresores y oprimidos, las mujeres somos una de esas partes oprimidas desde muchos lugares. Quizás porque nos tienen miedo, quizás porque la maravillosa posibilidad de dar vida nos da algo especial y único cuando se trata de conservar nuestra propia especie. Fuertes y capaces de soportar dolor para dar vida. Así es nuestra historia, de dolor y fuerza para seguir dando vida.

En esta lucha, conocí muchísimas mujeres y muchísimos hombres compañeros de lucha. Lo mejor que nos puede pasar es saber complementarnos. No hay nada mejor que nosotras dando el paso, con firmeza, con seguridad, con fuerza y ellos acompañando. No porque tengan un lugar menor, sino porque confían en nuestra esencia y naturaleza. Sabemos que hay que poner todo si queremos cuidar la vida.

Manuela Novara – Cosquín

Como mujer, me encuentro en esta lucha colectiva contra la Autovía por la Montaña en Punilla, movida desde un llamado íntimo que me convoca a trascender las estructuras de la dominación en mí. No necesito argumentos para entender desde mi mayor profundidad que a la vida hay que honrarla y no violarla, y que nada que atente ante cualquier forma de vida puede ser bueno.

Desde lo íntimo y lo profesional, trabajo para la despatriarcalización y emancipación de las mujeres en todos sus niveles. El más íntimo de todo es el ciclo menstrual, conexión directa con los ciclos de la Pacha, sus ritmos y saberes. Desde el mismo momento en que tomo conciencia del poder de vida y regeneración que me habita, me posiciono en el único lugar posible ante todas las acciones patriarcales: defender y honrar a la Madre Tierra.

Confío en que hay una conciencia que nos habita colectivamente, que va tomando fuerza para emerger, a medida que los distintos “cascarones” del sistema se van cayendo en cada une de nosotres. Somos un movimiento vivo de seres dispuestos a gestar nuevas maneras de habitarnos en todas las dimensiones. Desde esa confianza, y ese llamado que trasciende absolutamente mi individualidad, es que me organizo junto a otres para defender esta porción de Tierra que hoy me toca habitar.

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

India Ortiz – Cosquín

Hay dos palabras que escuchamos cotidianamente cuando se habla de medio ambiente y de la naturaleza en general: Madre Tierra. ¿Por qué Madre y no padre? Sencillamente, porque es la Madre Tierra quien hace brotar la semilla, la que hace nacer y madurar la fruta. Así también nosotras somos las que ofrecemos a la naturaleza la vida humana que se gesta en nuestro vientre. Estamos íntimamente ligadas.

Personalmente, al defender la tierra, el agua, el aire, siento que defiendo también a todas las vidas que se alimentan, respiran y beben gracias a ella. Y que todes les jóvenes que compartan esta lucha son mis hijes también, aunque no les haya parido. Ojalá todes comprendieran que no defendemos las sierras solamente porque son bellas y nos gusta sacarnos fotos o tomar mate junto al río. Sino porque de ellas depende nuestra vida. El agua no la inventa una canilla. El aire no sale de dentro de los globos. Y los alimentos no aparecen mágicamente en las góndolas. Todo sale de nuestra madre tierra, con la ayuda insustituible del Padre Sol. Por eso, coherente con mis sentimientos. Aquí estoy para defenderla.

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

Fabiana – Cosquín

Siento que las luchas que se dan en los territorios tienen un fuerte protagonismo de mujeres, de madres de familia, de tías, de hijas, de mujeres valientes que se enfrentan a lo más inmediato que les están tocando: el hogar, el hogar en su amplio espectro. Entonces, muchas mujeres nos juntamos en estos espacios y construimos desde un lugar bastante diverso, porque todas las personas somos distintas, pero, sin embargo, hay un común entre las mujeres que formamos parte de esta lucha, que es pensar más allá de lo inmediato, pensar en un mediano plazo, que tiene que ver con la necesidad de la unidad, de lo común, de lo comunitario. Desde ese lugar, me siento interpelada en esta lucha, siento que formo parte de ese grupo de personas, principalmente, mujeres, que hacemos un gran esfuerzo para generar consensos, lazos sociales más establecidos, vínculos, redes, articulaciones. Me siento parte de este territorio por todo esto.

La contraposición a eso es el sistema capitalista y patriarcal que entiende al territorio y al cuerpo de las mujeres como objetos de intercambio y de uso, funcionales a sus objetivos, y no entendidos como un otro, un sujeto de derecho que tiene su poder de decisión. Eso pasa sobre nuestro cuerpo y sobre los territorios, y ahí son las mujeres quienes sostienen los vínculos entre los hogares, mujeres amas de casa, hijas que se encargan de sus hermanitos, las mujeres somos motor de eso. Esta lucha hace una síntesis de esas dos caras de la moneda en la cual estamos las mujeres como foco.

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

Melina Dassano – Bialet Massé

En ese colectivo, tenemos algo muy importante que es reconocernos. Tenemos un tiempo en el que vamos caminando. Debemos mirar hacia atrás para poder, simplemente, saber cómo seguir. La memoria es algo muy importante en este trayecto. No como una trayectoria de anclajes a los miedos. No como un pánico para poder seguir. Sino como un sustento para deconstruir todo lo que venimos caminando. Mirar hacia atrás es mirar todas las generaciones que atraviesan nuestro cuerpo. Es ver por qué estamos parados donde estamos y dónde estuvimos parados en las decisiones tomadas, verlas unas como consecuencia de otras. Hay una deconstrucción muy fuerte que nos marca. No a todas ni a todos, pero nos marca, justamente, a las mujeres, a aquellas que decidimos deconstruir. Quienes venimos de una situación familiar matriarcal, un matriarcado más desde el sacrificio, no queremos más esa potestad de sacrificarnos por las cosas. Sino de luchar. Porque esos comportamientos que siempre exigieron sacrificio, esclavitud hacia las mujeres, hizo que nuestra manera de avanzar y posicionarnos en el mundo sea de determinada manera. Creo que esta lucha es patriarcal por donde se la mire. Son las prácticas, costumbres y vicios que hay que reconocer para poder habitarnos y habitar desde otro lado.

Espero que cuando una mujer avance, sean varios hombres los que retrocedan y sean varios patriarcas con esas políticas los que retrocedan. El deseo de que se termine la manipulación extractivista es de que las mujeres de la política partidaria, sobre todo, se liberen de este ropaje de la pesada herencia patriarcal y dejemos de garantizar este actuar de la corrupción. Todo lo que el hombre hoy toca en la naturaleza y corrompe tiene que ver con estas prácticas y costumbres que, desde la colonia a esta parte, nos manipularon y obligaron a un modo de ser, de decidir y elegir. Podemos avanzar sin ocultar ni mentir ni dañar ni abusar ni maltratar. Pero tan solo si la mujer recupera su seguridad y se cae ese poder de esta mafia patriarcal. Se caerá cuando la mujer recupere, y puedan tomar también los hombres, este modelo feminista.

(…) No tenemos muchas cosas ganadas, porque aún cuando una plantea situaciones de abuso, violencia y manipulación, somos cuestionadas y muy poco escuchadas. Entonces, es muy importante ver qué es lo que estamos construyendo, sobre todo en las luchas hacia adentro y para la visibilización hacia afuera de la conciencia de la mujer y de la Madre Tierra.

Es importante saber cómo construimos el futuro (…). Es muy importante, no solamente el único lugar de la mujer, sino un lugar respetado y a conciencia, de tener que reconocer esfuerzos y no más sacrificios.
En este momento, se está sacrificando gran parte de nuestra naturaleza, de nuestra Madre Tierra. Es necesario que las mujeres, en este parir cotidiano, puedan llegar a visibilizar y frenar esta mano patriarcal que nos viene dañando, abusando, afectando notablemente. Esto no es progreso, progresar tendrá que ver con cambiar las costumbres tradicionales patriarcales.

Hay algo muy marcado en este devenir de casi veinte años de luchas, que a veces tenemos algunas generaciones, es deconstruir el odio. Porque si hay algo que nos intentan imponer todo el tiempo es el odio, los prejuicios.

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

*Por Manuela Novara y Anabella Antonelli para La tinta.

Palabras claves: Autovía de montaña, Mujeres, territorio

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