Sobre el respeto y la iglesia

Sobre el respeto y la iglesia
7 agosto, 2018 por Redacción La tinta

Por Anit A. Negra para La tinta

Pienso que respetar significa respetar el derecho del otro. Es decir, para respetar a otro, simplemente, no hay que hacer nada contra los derechos del otro. Así, el respeto exigible es a los derechos civiles de las personas. La acción política, libertad de asociación, a la vida de las personas, la libertad de expresión, entre otros, son derechos que hay que respetar. Y atacar estos derechos significaría una falta de respeto. Por ejemplo, si una determinada institución, persona, ejército o gobierno pretende impedir que ciertas personas que creen en un determinado dios no puedan juntarse a hablar de él o no puedan rezarle, significaría faltar el respeto. No así si se cuestiona su credo o las políticas que se pretenden imponer según el mismo, porque esto es solo una posición política, una opinión diferente o contraria a la suya.

Sin embargo, entre los creyentes, se ha fijado la idea de que, por ejemplo, cuestionar racionalmente sus creencias significa faltar el respeto. He aquí una eterna confusión de muchos creyentes (o fanáticos): la de entender como una falta de respeto lo que, en realidad, es una opinión distinta a la de ellos. En todo caso, en el intento de silenciar una opinión alejada del dogma mitológico, es en donde está dicho atropello.

Como afirma el escritor Garcia Novella: el límite de nuestra libertad es la libertad de los otros, no sus creencias. ¿Tiene derecho, entonces, un creyente a coartar un derecho y faltar el respeto a otra persona? No, no lo tiene.

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

En nuestro país, se observan este tipo de conductas en torno a la libertad religiosa y el reflejo de muchos creyentes con violencia y falta de respeto alentados por la jerarquía católica. Ejemplos sobran. Veamos uno ocurrido hace un tiempo. Durante una marcha de mujeres, un grupo realizó una performance frente a una iglesia, una institución que se inmiscuye en las leyes de la sociedad, los derechos y los cuerpos de las personas, imponiendo sus dogmas sobre las libertades de todos. Es decir, la institución que falta el respeto a mucha gente. Porque intenta (y logra) coartar derechos junto a un gobierno/Estado cómplice que la subsidia y paga los sueldos de sus jerarcas que no realizan ningún trabajo. Y, entre esos derechos vulnerados, están, históricamente, los de miles de mujeres.

La performance ha sido un acto de posicionamiento político, de libertad de expresión y ejercicio del derecho sin haber faltado el respeto a nadie porque no ha coartado los derechos civiles ni la libertad de los creyentes. Pero es la iglesia que lo utiliza para hacer lo que mejor hace: sembrar odio.

El arzobispo habló de repudiar los “agravios a la persona de la virgen maría y a toda la fe de los creyentes” y organizó una marcha de desagravio. La prensa cómplice arengaba horrorizada sumándose a la condena de la performance. Sucede que el que quiera sentirse ofendido por cualquier opinión distinta a sus particulares creencias, lo hará. Motivos para ofenderse no le faltan. Dado que las personas, las cosas, los lugares que cada religión considera sagrada son muchísimas. Y, adoctrinados desde niños para reaccionar contra cualquier manifestación de libertad fuera de las asfixiantes conductas religiosas, no faltará quien halle motivo para sentirse ofendido.


Pero he aquí una segunda confusión: Ofensa con daño. La ofensa está en la cabeza del ofendido, pero no hay ningún daño. Tan solo la expresión diferente a la suya. Inmediatamente, se sucedieron acciones curiosamente organizadas contra las mujeres que participaron de la performance: sistemáticas amenazas, escraches en redes sociales, incitación a la violencia y agresiones físicas. Esto, lo que hicieron unos cuantos creyentes, es, indudablemente, un avasallamiento a los derechos de las personas.


Lo peor es cuando el INADI, organismo del Estado, luego de recibir una denuncia, ampara estas conductas al dictaminar que la performance mencionada fue «un acto de ofensa hacia los cristianos, particularmente, católicos, una ofensa para Mendioroz (la persona que hizo la denuncia) por ser bautizada y un ataque a la libertad religiosa, y se atacaron «los sentimientos religiosos» (!). Se trata de una imposición religiosa la que dicta que cuestionar un credo y su posición política es faltar el respeto a sus fieles. Y el Estado no debería confundir un posicionamiento político diferente con un supuesto ataque a la libertad religiosa basado únicamente en el personalísimo “sentimiento” de ofensa.

La blasfemia que repudiaron exigiendo linchamientos (hasta exorcismos) está sólo en las cabezas de los ofendidos, porque aquí no hay delito, no hay crimen. No hay, en esas manifestaciones políticas, ningún crimen como sí lo hay en los muchísimos casos de abuso por parte de curas que, en su mayoría, no terminan en la justicia. Con tantos casos de criminales privilegiados amparados por el Estado que migran impunemente de un lugar a otro. Además, la iglesia católica ha sido cómplice de genocidios, incluido el más reciente en nuestro país, si de crímenes hablamos. Y las (¿anacrónicas?) manifestaciones de odio y violencia contra las mujeres de parte de un puñado de fanáticos, lejos de ser repudiadas, son fogoneadas desde el poder religioso.

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

Otro ejemplo. Recientemente, una obra en la ciudad de Rafaela utilizó algunas imágenes religiosas. El obispo Fernández se quejó ante el intendente Luis Castellanos y pidió enmendar ese “agravio al espíritu religioso”. Las declaraciones son la más clara manifestación de lo caprichoso y fascista que puede llegar a ser el dogmatismo religioso. Dice que “recogiendo los sentimientos de sorpresa y agravio por parte de muchas personas que habiendo asistido a una obra de teatro, se sintieron ofendidos profundamente en su Fe”, y agregó, «deseo dejar en claro nuestro respeto y defensa de la libertad de expresión artística, pero con la misma fuerza creo que no se tuvo en cuenta el respeto a los hombres y mujeres que profesamos la fe de los cristianos, y que su libre ejercicio y expresión constituyen un derecho debidamente garantizado por la Constitución Nacional».

Su confesión no tiene desperdicio. En sus mismas palabras, queda en evidencia lo abusivo de su interpretación sobre los derechos de los demás. Y la iglesia sí que sabe abusar. Porque está garantizado el libre ejercicio y expresión de su religión (y vaya que lo está, con el adoctrinamiento en las provincias donde aún se dicta religión en las escuelas, los feriados religiosos, etc.), derecho que no es anulado por ninguna opinión, obra de teatro, performance o cualquier otra manifestación de la libre expresión. Por el contrario, sus expresiones alientan a censurar la libre expresión de los demás. Como vimos en notas periodísticas, la furia católica no se hizo esperar. Porque furia y odio son el acto reflejo. Circuló un audio de una radio que decía: «Le pedimos a Luis la cabeza de las personas que organizan el festival de teatro para sentar un precedente». ¿Alguien duda que hay un gran grupo de personas que, por sentirse “ofendidas” por lo que no es más que el ejercicio del derecho de libre expresión de otras personas, serían capaces de brutalidades medievales? ¡Qué tamaña iniquidad la de horrorizarse por pintadas, obras de teatro, opiniones, filosofías, formas de vida o expresiones que no coinciden con su recortada y manipulada visión de la naturaleza humana!


Queda en evidencia lo reaccionaria de las instituciones religiosas y la hipocresía de ofenderse por expresiones antagónicas mientras miran para otro lado ante los innegables crímenes de los que son responsables o cómplices. Mientras tanto, cientos de mujeres mueren en abortos clandestinos porque el Estado, en lugar de brindar las condiciones sanitarias adecuadas, está siguiendo las reaccionarias recomendaciones de una institución religiosa que no tiene el derecho ni la autoridad moral para entrometerse en la vida de todos.


No nos podemos permitir una sociedad en la que la particular interpretación de un derecho, de por sí abusivo, basado en la percepción religiosa, se considere excluyente de otros derechos civiles. La religión dominante entiende que lo que sucede tradicionalmente entre sus fieles, el adoctrinamiento de padres a hijos perpetuando su visión de los derechos y la libertad religiosa, debe suceder también en el ámbito público. Las discusiones en torno a los derechos de las mujeres, el matrimonio igualitario, la eutanasia, la interrupción del embarazo, ponen en evidencia que la resistencia a la ampliación de derechos está basada en imponer como público lo que debería corresponder al ámbito privado.

La libertad religiosa implica libertad para todas las religiones, no solo la dominante, y para las expresiones ateas o no creyentes. Debe quedar claro que manifestar activamente que las creencias no tienen base racional o decir que el respeto a las creencias y deseos no significan asumirlas como reales, o expresar ideas contrarias a los dogmas, o manifestar que son contrarias al pensamiento científico y no redundan en ningún beneficio a la humanidad, no implican faltar el respeto ni avanzar por sobre ningún derecho. Por el contrario, debemos repudiar las manifestaciones de odio, la censura y las agresiones de parte de estas instituciones que, amparados en este abuso aceptado socialmente, se toman el derecho de violentar los derechos de los demás. Es necesario comenzar a hablar de libertad de pensamiento. Hablar de libertad religiosa es reaccionario porque, como ha quedado sintetizado en los ejemplos citados, en lugar de promover un estado de igualdad de expresiones religiosas y no religiosas, se garantiza el poder de coacción de la religión sobre toda la sociedad coartando otros derechos civiles.

Más que nunca, hay que exigir la separación de la iglesia del Estado. De sinrazones, cinismo, hipocresía y falta de respeto, tenemos milenios de historia religiosa.

* Por Anit A. Negra para La tinta / Imágenes: Colectivo Manifiesto

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

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Nota Diario La Gaceta: http://www.lagaceta.com.ar/nota/752604/actualidad/inadi-emitio-dictamen-sobre-polemica-performance-virgen.htm
Nota Diario la Nación: https://www.lanacion.com.ar/2155762-el-intendente-de-rafaela-pidio-disculpas-a-la-iglesia-por-la-performance-que-cubrio-imagenes-religiosas-con-panuelos-verdes
Grasa – La flecha en el Aire. Debate, 2011.
Garcia Novella. ¿Dónde está dios, Papá? Indicios, 2012

Palabras claves: Iglesia Católica, legalización del aborto

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