De las calles a los estadios: la victoria femenina

De las calles a los estadios: la victoria femenina
19 junio, 2018 por Redacción La tinta

Sumergidos en esta fiebre mundialista, nos cabe recordar que el fútbol está hecho de historias, glorificadas y calladas. Y las últimas pertenecen casi siempre a las mujeres. Los torneos callejeros fueron caldo de cultivo para la generación de chicas que hoy convoca a 30 mil colombianos en una final de liga profesional y dieron vida a una selección con más títulos que el equipo nacional masculino en la última década. Para las jugadoras colombianas, el fútbol se vive, se disputa y se conquista.

 

Por Debo Stejman para La tinta

Insurgencias, enfrentamientos y rivalidades tiñen la historia política y la vida pública de los colombianos y las colombianas. Un territorio que alberga diversidad étnica, marcando las distancias culturales entre regiones. Entre tanto desencuentro, el fútbol funciona como símbolo de integridad nacional, la tricolor despierta esa afición por una identidad capaz de opacar cualquier diferencia. Como no podía ser de otra manera en esta parte del mundo, en Colombia se respira fútbol. El fútbol en su modalidad masculina, por supuesto.

Paradójicamente, el período de mayor decadencia de la selección masculina de fútbol coincidió con el surgimiento de las mujeres en el escenario del deporte nacional. Durante los ´70 y ´80 el fútbol colombiano se consolidó como una verdadera industria, motorizada por los capitales del narcotráfico que ingresaban a los diferentes clubes. Estos años fueron caldo de cultivo de la “Generación Dorada” que llevó a la selección masculina a posicionarse a nivel internacional con su participación consecutiva en tres mundiales.

El 12 de julio de 1994 marcó un quiebre en la corriente gloriosa. Andrés Escobar es asesinado en su regreso al país, luego del mundial de Estados Unidos. El defensor había sido protagonista del único gol en contra marcado por Colombia en la historia de los mundiales, dejando fuera de la copa al equipo tricolor. El gol que mató al fútbol colombiano reflejaba también la cultura de la violencia que se había instalado en los estadios y en las calles.

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Ésta herida impulsó la iniciativa de utilizar al fútbol como herramienta de transformación social y propulsor de la lucha por la igualdad de género. De la mano del alemán Jurgen Griesbeck, nació la experiencia del fútbol “callejero” en la ciudad de Medellín, ciudad que registraba 5.000 muertes por homicidio al año.

Comenzaron así los torneos entre pandillas, una iniciativa para pibes y pibas inmersos en los sectores más vulnerables y conflictivos de la ciudad. La propuesta era clara: sólo participaban los equipos que presentaban mujeres en sus filas. El reglamento, además, establecía que en estos partidos no existía la figura del árbitro, el fair play daba los mismos puntos que ganar y el primer gol tenían que hacerlo siempre las mujeres. Por convicción u obligación, como fuere, los varones dejaban las armas y sus premisas machistas de lado como condición para pisar la cancha.

Con este escenario de fondo, nace en 1994 el movimiento “Fútbol para la Paz”. Implementado en las regiones más violentas del país, fue el primer programa futbolístico a nivel nacional con perspectiva de género.

Desde los más remotos rincones del país, despiertas y alertas, las mujeres empezaron a gritar que el fútbol también les pertenecía. El Valle del Cauca fue el escenario privilegiado para esa lucha. Esta zona, al noroeste colombiano, se destacaba por tener los mejores equipos de fútbol masculino del país y fue también semillero de grandes figuras de las ligas femeninas.

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Mientras la selección masculina se ausentaba para los mundiales de Corea/Japón 2002, Alemania 2004 y Sudáfrica 2010, el equipo femenino crecía en su reconocimiento a nivel internacional. Luego de su debut, en el Sudamericano de Mar del Plata en 1998, la selección tuvo su primer momento de gloria en el Sudamericano 2003, logrando el tercer puesto y la máxima goleada a favor hasta el momento, consiguió su primer título internacional en el Sudamericano Sub 17 en 2008 y el segundo en los Juegos Bolivarianos en 2009, donde además de salir campeonas terminaron invictas.

¿Alguna relación? Quizás no. Lo cierto es que el fútbol femenino apoyó su crecimiento en la lucha organizada de las mujeres por conquistar espacios tradicionalmente ajenos. A contracorriente, sin financiamiento ni patrocinadores.

Las conquistas fueron muchas pero algunos hechos nos recuerdan que la batalla por la igualdad sigue en pie. En 2014 Yoli Rincón, la número 10 de la selección, lideró la campaña que exigía la televisación de la Copa América Femenina en Ecuador, declarando que “cualquier entrenamiento o compromiso de la Selección masculina tiene el despliegue de los medios y nosotras lo que queremos es tener ese mismo respaldo. Lo que exigimos es igualdad de género.” En 2015, la volante Daniela Montoya presentó una denuncia contra la Federación Colombiana de Fútbol por incumplimiento del pago que se les había prometido al disputar el Mundial en Canadá. Casualmente, y a pesar de haber sido una figura importante del torneo, la jugadora no fue convocada al año siguiente para participar de los Juegos Olímpicos de Río.

En 2017 las reivindicaciones culminaron con la profesionalización del fútbol femenino en Colombia. La batalla es, sin duda, cultural y el Estadio de Campín fue testigo de ello. El 24 de junio de 2017 se jugó la final de la Liga Águila Femenina entre Independiente de Santa Fe y el Club Atlético Huila. Esa noche, más de 33.000 personas asistieron a presenciar el encuentro para alentar a sus respectivos equipos. Las tribunas colmadas, el estadio repleto. El dato no es menor, fue la segunda mayor cifra de asistentes en la historia del fútbol femenino de clubes, sólo superada por la final de la FA Cup inglesa. Pero no es menor simplemente porque esa imagen simboliza una victoria: la de reconocer la destreza del fútbol femenino, capaz de generar identidades, de mover pasiones y, sobre todo, de ofrecer un espectáculo de esas magnitudes.

*Por Debo Stejman para La tinta

Palabras claves: Colombia, Mundial Rusia 2018

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