Marchas y lucha de clases en Argentina y América Latina
Por Oscar Soto para La tinta
Sabido es que el tránsito desde los viejos Estados de Bienestar que supimos conseguir -aun en los marcos de la organización capitalista de nuestras economías cotidianas- hacia la actual hegemonía neoliberal a escala global, vino acompañado de desposesión, saqueo y concentración del capital. Es sabido también que el presente es mucho más injusto que antes, sin embargo no por eso definitivo.
En el derrotero de las luchas contra la explotación, las resistencias en el centro del capitalismo en los 60 y 70 del siglo pasado se dibujaban en las calles con gendarmes, fascistas, y estudiantes con flequillo, tal como lo recuerda la canción de Ismael Serrano. Asimismo, al tiempo que las socialdemocracias, los sindicatos y los partidos se organizaban en Europa, en la periferia del capitalismo las modalidades de lucha anticapitalista se asumían en guerrillas de cuerpo a cuerpo. Mientras en el centro había avances sociales y políticos, en la periferia se hacía fuerte la dignidad de Cuba, Vietnam y otros, “aquel guerrillero loco que mataron en Bolivia y cuyo fusil ya nadie se atrevió a tomar de nuevo”.
Una vez caído el contrapeso socialista de la URSS en el mundo, la fragmentación y desvió de los comunismos y socialdemocracias occidentales, el comportamiento de los partidos nacionalistas y las izquierdas partidarias en América Latina desde el peronismo en Argentina, pasando por el Partido Socialista chileno hasta el PRI Mexicano, las fuerzas populares entraron en una extraña moda de desregulación estatal, deterioro de las condiciones sociales de subsistencia de los sectores populares e injusticia económica a pedido del Mercado. Nada parecía quedar en pie. Los años 90 en América Latina son el cuadro más grafico de este recorrido.
Clases en disputa
Entre el caleidoscopio de hallazgos y certezas centrales sobre la acumulación económica y las consecuencias sociales del capitalismo que el marxismo organiza, resalta una premisa fundamental: el surgimiento de clases sociales y los formatos en los que éstas se relacionan, están asentados en los modos de producción y reproducción de la vida entre los seres humanos. Aun cuando el mismo Marx le relatara en 1852 a Joseph Weydemeyer que el detalle de las clases y la lucha de clases como impulso de acontecimientos sociohistóricos, le correspondía a los economistas burgueses clásicos y a los historiadores burgueses de la Restauración Francesai, es la teoría marxista la que define la lucha de clases sociales en función de la apropiación privada de lo producido, la división social del trabajo y las formas de explotación de unos sobre otros.
Indefectiblemente la historia se mueve a partir de la lucha y la disputa entre clases sociales. Aunque haya caído el socialismo realmente existente, aunque en Cuba ya no este Fidel o pese a que en los programas académicos no se estudie las contradicciones que propone un sistema capitalista, patriarcal y colonial, el modo de producción en el que estamos inmersos se sostiene en base a la acumulación de unos pocos gracias al descarte de muchos; y así como el capitalismo sigue fuerte, los anticapitalismos se mantienen en pie.
¿Qué es lo que sucede en América Latina sino una lucha entre clases opulentas afincadas en el Estado, dueñas de los medios de comunicación y la propiedad de la tierra por un lado, y trabajadores, asalariados, pobres y excluidos por otro? ¿Qué son las marchas sociales en Brasil, en Argentina, Colombia, México y en toda Nuestra América, sino un emergente de la contraposición entre bloques históricos de poder hegemónicos y sectores subalternos intentando resistir?
Etapa actual: la lucha económica
Toda instancia de reclamo social en el contexto actual evidencia un avance del proyecto neoliberal sobre los derechos humanos más elementales. En Argentina el furioso mes de mayo le dio mayor relieve al “fascismo social” del gobierno neoliberal de Mauricio Macri. En pocos días se aceleró lo que hace más de dos años padece el pueblo argentino; la política económica asumida por la alianza Cambiemos permitió el despliegue de un modelo económico basado en la desregulación del movimiento de capitales internacionales, la apertura comercial, las altas tasas de interés -definidas a medida para la “fuga” que exigía a la Argentina, desde hace mucho, el capitalismo financiero- y la destrucción del mercado interno.
Frente a ese panorama de endeudamiento externo y déficit en las cuentas externas en que nos pone esta política, el Gobierno ha decidido la peor opción: volver al FMI, cargar el ajuste sobre los trabajadores, acelerar los despidos, avanzar sobre universidades y educación pública, recortar, recortar y recortar a los de abajo, para hacer “mejores” a los de arriba. Sin embargo, las clases populares en Argentina conservan para sí -entre tanta entrega y despojo históricos- el reflejo de la lucha económica cuando sus salarios son destrozados, las tarifas se hacen impagables y el trabajo es diluido; aun cuando las centrales sindicales tradicionales titubeen o los partidos históricos se fragmenten, la movilización de la sociedad y sus movimientos sociales persisten en el reclamo y la crítica al modelo económico ¿Qué es sino la larga Marcha Federal de trabajadores de la economía popular, campesinos, campesinas, trabajadoras, desempleados, docentes, changarines, jubilados, recorriendo la Argentina para frenar la sangría neoliberal y exigir la emergencia social y alimentaria?
La tarea de la lucha política
La constancia en la defensa del interés económico de las clases populares y los trabajadores en Argentina y en América Latina, está atada a la suerte de la lucha política; es decir, que en la medida que el conflicto socioeconómico se haga explicito, cada vez más necesarias serán las mediaciones y las alternativas para romper con la sólida coraza de la derecha en el poder. Al blindaje mediático y a las políticas de ajuste se las combate con un proyecto de sociedad alternativo como el que realizan en los territorios los movimientos populares, sumando a ello las articulaciones políticas que sean precisas.
La hegemonía neoliberal en el centro y en la periferia del capitalismo al que hacíamos referencia al principio, no son una fatalidad sino un campo de lucha social, política y económica que abre nuevos caminos, a fuerza de largas marchas por dignidad, pan y trabajo.
*Por Oscar Soto para La tinta.
*Politólogo, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales – Universidad Nacional de Cuyo.