Un reparto de aislamiento y crueldad
Por Irina Morán para Alfilo
El 15 de mayo se presentó el libro “Son obsoletas las prisiones” de Ángela Davis, mediante la charla-debate: «La cárcel bajo la crítica feminista», de la que participaron Claudia Cesaroni, abogada del Centro de Estudios en Política Criminal y Derechos Humanos (CEPOC); el abogado Lucas Crisaffulli, junto a Marcela Carignano, Lucía Scoles y Ángel, en representación del grupo MuGeres con Voz. La moderación estuvo a cargo de César Marchesino, Director del Programa de Derechos Humanos de la FFyH.
“Para comenzar, siento que es importante hablar de quién es la autora del libro Son obsoletas las prisiones”, dijo Claudia Cesaroni al tomar la palabra frente a un público atento que llenó la capacidad del Aula D del Pabellón Residencial. “Se trata de Ángela Yvonne Davis. Una académica y filósofa, de corte marxista, piel negra, lesbiana y feminista, nacida en EE.UU en 1944. Actualmente, es profesora del Departamento de Historia de la Conciencia en la Universidad de California y lleva muchos años como activista en Estados Unidos, en defensa de los derechos de los afroamericanos”.
Ángela Davis, se graduó en la Universidad Brandeis en 1965 con resultados sobresalientes, y después pasó dos años en Alemania, en la Facultad de Filosofía de la Universidad Frankfurt. Allí realizó numerosas actividades y asistió a clases de Adorno y otros importantes pensadores socialistas de la llamada Escuela Crítica de Frankfurt. Dentro de su formación, Davis recibió una gran influencia de Herbert Marcuse, especialmente en su idea de que el deber de un individuo era rebelarse contra el sistema.
En 1969, Davis viajó a Cuba para conocer y vivir de cerca los logros y derechos conquistados por la revolución. Este viaje la influyó de tal manera que al regresar, se afilió al partido Comunista de Estados Unidos. Además, después se acercó al partido llamado Panteras Negras y por aquellos años quedó involucrada y detenida, por el caso conocido como “Los Hermanos de Soledad”. Por falta de elementos probatorios fue absuelta en 1973. Es decir, Ángela Davis, conoció desde sus entrañas el estado de las cárceles norteamericanas y por eso es tan valioso todo su testimonio y el trabajo de reflexión en este libro.
Para la autora norteamericana, las prisiones y el sistema punitivo vigente han permitido que nos disociemos de los problemas que existen en cada sociedad. De los problemas de racismo, las desigualdades económicas y sociales, para que de alguna manera miremos para otro lado, nos volvamos indiferentes o depositemos esos conflictos sociales dentro la cárcel. Sin ni siquiera motivarnos a pensar en soluciones posibles que permitan que la población carcelaria se reduzca, en vez de crecer de manera abrumadora o desproporcionada.
Claudia Cesaroni es abogada, especialista en criminología de la ciudad de Buenos Aires. Autora de la investigación “Masacre en el Pabellón Séptimo”, un trabajo que permitió reabrir la causa de la peor masacre carcelaria de la historia argentina, en la que murieron calcinados más de un centenar de internos en el año 1978. Dada su participación e investigación en este hecho, el caso de aquella masacre fue reabierta por la Justicia, al ser considerado delito de lesa humanidad y por tanto hoy es una causa imprescriptible. Claudia trabaja actualmente en Centro de Estudios en Política Criminal y Derechos Humanos y fue convocada por el sello Bocavulvaria Ediciones para realizar el prólogo del libro de Ángela Davis.
Las cárceles en Argentina
“El libro Son obsoletas las prisiones nos lleva a reflexionar de manera directa sobre el estado de las cárceles y sistema punitivo en Argentina”, señaló Cesaroni. La abogada explicó que la mayoría de las cárceles del país están habitadas por hombres. “Por hombres jóvenes que provienen, principalmente, de sectores vulnerables. Hombres jóvenes y pobres. De ese total, apenas un seis por ciento en Argentina corresponde a cárceles de mujeres. Pero lo dramático de esta situación es conocer en detalle las condiciones de infraestructura, alimentación, hacinamiento, de tratos inhumanos que imperan dentro de todas las cárceles. Además, se estima que un 60 por ciento de las personas privadas de su libertad están presas por delitos menores y no tienen condena firme. Es decir, hasta podrían ser inocentes”. Y dijo que “Córdoba es una de las provincias donde los organismos de derechos humanos no están habilitados para ingresar a las cárceles o penitenciarías para realizar informes sobre situaciones o tratos”.
“Bajo esas condiciones ¿por qué pensar que el castigo, o la cárcel, funciona como una herramienta eficaz para resolver el conflicto?” , se preguntó la abogada.
“La cárcel es una institución que tiene 200 años. De raíz machista, misógina y siempre ha funcionado como un dispositivo separatista. Pensada y estructurada para generar daños y sufrimientos, bajo un sistema de sometimientos sólo comparable con lo que fue la esclavitud, en momentos previos a la revolución industrial”, explicó.
En este contexto, la problemática de las cárceles de mujeres se invisibiliza aún más. Al igual que los hombres, la mayoría de las mujeres privadas de su libertad son pobres y jóvenes que cumplen prisión por delitos menores. Además, cuando tienen que atravesar la maternidad en prisión, las condiciones para ellas y sus hijos o hijas son demasiado hostiles y complejas.
La experiencia del Taller de Escritura y Lectura en Bouwer
De la mesa, también participaron Marcela Carignano, Lucía Scoles y Ángel. Ellas comentaron la experiencia positiva de haber podido participar de un taller de escritura y lectura de cartas en la cárcel de mujeres de Bouwer. Fue un espacio de encuentros y relatos que se desarrolló en los años 2015 y 2016 en el marco del Programa Universitario en la Cárcel (PUC), con el apoyo de la Secretaría de Extensión de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC. Del aquel trabajo colectivo surgió la publicación del libro «Las del mundo al revés. Cartas inevitables para todxs desde la cárcel», que reúne textos de más de veinte mujeres privadas de su libertad.
“Ninguno de nosotros está acostumbrado a pensar en las cárceles. Ni tampoco a acercarnos a ellas de una manera constructiva. Pensando en qué puede necesitar esa persona que, por determinadas razones, se encuentra privada de su libertad”, expresó Carignano. En ese marco, se leyó el texto escrito de manera colectiva, mediante la técnica del cadáver exquisito.
Ser mujer en una cárcel de Córdoba es
Lo peor que te puede pasar en tu vida
ya que el sistema es obsoleto y retrógrado.
La cárcel de Córdoba es lo peor que me pasó. No tenemos beneficios
de nada, es una basura, no podés creer lo malas que son
algunas mujeres aquí, se resienten, como si el resto fuera
culpable de su pena o enemigas sin razón.
No tener derecho a una obra social, un sueldo justo, unas condiciones
de salud básicas, unas áreas justas. Por ejemplo: social-psicologías, vas y
te escuchan 5 min. y te dice bueno andá al psiquiatra que te dé
unas pastillitas, te espero la semana que viene???!!!
Si querés tenés opciones, aprender nuevas cosas, superarse.
Ser una más de todas es muy difícil, sin saberse
cuándo y cuánto, lejos de todo lo conocido y amigos
familia sobre todo.
Es ver mucha injusticia
Sinónimo de injusticia
Sin palabras… de piedra, de número de
legajo, estadísticas, de diferentes maneras la justicia
es algo abstracto como un dibujo que ves de esos
que te muestran en una pericia psicológica.
Ser mujer en una cárcel es darte cuenta lo fuerte que sos. Es
darte cuenta que en verdad podemos hacer frente a la adversidad y
aun así salir adelante. Es darnos cuenta que podemos sufrir muchas
carencias, maltratos, abusos, etc. y seguir de pie. Ser mujer en una
cárcel es luchar todos los días por ser mujer.
¿A quién le sirve realmente la cárcel?
Hacia el final de la charla, tanto Claudia Cesaroni como Lucas Crisafulli interpelaron al público con preguntas incómodas: “¿A quién le sirve realmente la cárcel? ¿Qué instituciones se retroalimentan con el negocio del delito: el aparato judicial, los medios de comunicación, los círculos clandestinos, el negocio de las drogas, el poder político?».
“No existe en la sociedad ninguna institución estatal que concentre mayor grado de violencia y crueldad que la cárcel. Estos dispositivos ¿generan personas que luego puedan insertarse social y laboralmente, acaso mejores de lo que ingresaron? ¿Hasta cuándo vamos a seguir legitimando un sistema punitivo que en sus condenas sean un reparto de aislamiento y crueldad?” señaló Cesaroni.
Bajo ese clima de debate, un asistente del público re-preguntó «¿De quién son las cárceles?». Aquí, la abogada expresó que “resulta interesante reflexionar sobre esa idea, bastante instalada, de que las cárceles son lugares ajenos a nosotros. Para personas que no son como yo. En la cárcel están los monstruos, los asesinos, los despreciables. Pienso que es una idea bastante errónea, porque esos otros no son tan distintos, y nadie de nosotros o de algún familiar o persona cercana, por las causas que fueren, está inmune de no terminar alguna vez en la cárcel”.
En su intervención, Lucas Crisafulli recordó el trabajo del sociólogo y criminólogo noruego Nils Christie, quien ha sostenido que las prisiones son un instrumento para que existan más criminales. Autor de los libros «Los límites del dolor», «Industria del control del delito» y «Los conflictos como propiedad», Crisafulli trajo al debate una pregunta que ha sido un punto de reflexión para este especialista: ¿Hasta qué punto la crueldad de la cárcel contrarresta la crueldad del hecho que se penaliza?
“Si una persona comete un crimen tendrá una determinada cantidad de años de prisión. Pero esos años de prisión son, en realidad, años de sufrimiento impuesto. Y este mecanismo ¿evita que esos delitos o crímenes se sigan sucediendo?”, se preguntó Crisafulli.
“Si queremos realmente una sociedad con menos índice de violencias, –añadió Cesaroni–tenemos que intentar desarticular el axioma punitivo de crimen y castigo. El sistema penal no está estructurado para resolver ninguna de las problemáticas que genera las condiciones previas de desigualdad económica y social que existen en nuestra sociedad. Sólo está estructurado para aislar y castigar, en la mayoría de los casos, a aquellas personas que dentro de la sociedad habitan los sectores de pobreza, exclusión y marginalidad”.
Condiciones dignas y humanitarias
La lectura del libro Ángela Davis es un material crítico que ayuda a entender las razones históricas y sociales por las cuales existe la cárcel. De esta manera, se logra tener una idea clara de cuál debe de ser el proceso para encontrar las medidas más útiles que puedan o logren mejorarla. Tanto este libro, como la enriquecedora experiencia del taller de cartas desarrollado por el grupo MuGeres con Voz, invitan a mirar la cárcel desde adentro con las voces directas de sus protagonistas, a pensar que es posible generar cambios mediante mecanismos alternativos al castigo y a la violencia.
Se puede pensar en la creación y proliferación de una política que invierta, ya no en aparatos de control o en bajar la edad de punibilidad, sino en el fortalecimiento de su educación pública, en todos sus niveles. Dentro y fuera de las cárceles. Que apueste a la mejora real de las escuelas provinciales, municipales. A los clubes de barrios. A lugares abiertos de entrenamientos y aprendizajes de oficios. Al fortalecimiento de sus instituciones o centros de salud pública. A programas recreativos y culturales de calidad para toda la sociedad.
Claudia Cesaroni también expresó soluciones prácticas. “Si no lo podemos lograr desde la ética de la empatía, que es algo que no se lo podemos exigir al otro/a, entonces será hora de buscar un planteo más pragmático. Porque sabemos que cuanto más dignas sean las condiciones en los lugares de encierro, cuanta mayor oferta educativa, laboral, de salud, social, deportiva y familiar existan en los lugares de encierro, mejores resultados tendrá para toda la sociedad. Y esto es así porque esas personas que pasan por la prisión, en lugar de salir atravesadas por el odio y la bronca, lastimadas y marginadas de la sociedad, probablemente salgan con un trabajo, un oficio y la posibilidad de real de insertarse nuevamente. Cuanto mejor preparada salga esta persona del encierro, menos riesgo existirá de que vuelva a robar o matar”.
Las condiciones humanitarias que existen dentro de las cárceles hablan sencillamente del tipo de sociedad y el país que la cobija.
* Por Irina Morán para Alfilo