Y nosotras juntas somos todo: tierra que vibra, mundo que para

Y nosotras juntas somos todo: tierra que vibra, mundo que para
18 abril, 2018 por Redacción La tinta

Por Maria Alexandra García y Alejandra Santillana Ortiz para Zur

Han pasado varias semanas desde que miles de mujeres salimos a las calles el 8 de marzo. Y aún sentimos cómo el eco de esa fuerza violeta se quedó impregnada en nuestras vidas. En estos días, la violencia machista se volvió a hacer presente, los feminicidios continuaron como una permanente advertencia del patriarcado, “si continúan, las matamos”.

Y así fue: la concejala brasileña feminista, lesbiana, de izquierda y negra, Marielle Franco, recibió varios disparos que le quitaron la vida, luego de que denunciara la política de seguridad impulsada por el Estado brasileño desde el año 2008, que bajo el discurso de mantener la seguridad social, entregó todo el poder a la Policía Militar para el control y saneamiento de las favelas, es decir para el reforzamiento del modelo de “Estado Penal”, que “aplica una política dirigida a la represión y control de los pobres [… para] contener los insatisfechos o ‘excluidos’ del proceso […] cada vez más colocados en guetos de las ciudades y en las prisiones” (Adoude, 2018).

Estamos aquí, por Marielle, por Berta, por Gavis, por Vanessa, Lucía, Meibi, por todas. Ensayando este relato feminista, que lejos de ser una crónica exhaustiva de lo que significó el último 8M en más de 50 países y en cientos de ciudades, nos reta a escribir poniendo el cuerpo, colocando nuestras propias vidas, que se tejen en otras, y tratar de que esa brisa de liberación que sentimos en videos, fotografías, palabras, se quede de alguna manera.

Descubrimos el feminismo, como fuerza e inteligencia, cuando la experiencia del patriarcado y la violencia nos asfixiaba de tal manera, que el malestar del síntoma no nos permitía nombrarlo. Y recorrimos el proceso colectivo de la autoconciencia descubriéndonos, reconociéndonos en las historias de otras y encontrando a la vez, nuestra propia voz. En el camino, supimos que ser feministas no sería sencillo porque querer transformarlo todo, significaba poner en evidencia el rostro más cruel y criminal del capitalismo y el patriarcado, ese que nos obliga a cuidar sin pago alguno, a trabajar con salarios bajos y en situaciones altamente precarias, ese que nos somete a hacernos cargo de los afectos del resto de la humanidad, para que lxs oprimidxs y explotadxs del planeta, no se enloquezcan; un rostro que nos niega decidir, hasta sobre nuestro propio cuerpo, que debe cumplir el mandato patriarcal del silencio y la maternidad obligatoria. Asistimos a un momento en el que nuestras vidas amenazadas colocan en el centro, la guerra desatada contra nosotras y contra la vida digna en el planeta.

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Foto: Colectivo Manifiesto

Las mujeres ganamos en promedio 23% menos que los hombres; y en los países del Sur Global, esos que generalmente exportan materias primas, el 75% de los trabajos que ocupamos provienen de sectores de mucha inestabilidad, sin protección social, y con graves condiciones de precariedad. Las mujeres somos el 70% de las personas a nivel mundial que viven en condición de extrema pobreza, y “hay 700 millones menos de nosotras que de hombres en empleos remunerados”. Sabemos que en el mundo, una de cada tres mujeres experimentaremos violencia física o sexual a lo largo de nuestras vidas, y probablemente será violencia cometida por nuestras parejas. A pesar de esto, todavía existen 46 países que no tienen leyes contra la violencia doméstica.


Si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras se lee en los muros de miles de mujeres. Los feminismos se han vuelto un grito diverso y unánime que desmonta la putrefacción del sistema, una bocanada de aire que nos permite sobrevivir en medio de tanto dolor y rabia, un sendero inacabado que nos devuelve las ganas de imaginarnos un mundo distinto donde la vida esté en el corazón de cada acto, cada territorio, cada movimiento.


Aquí estamos, en un relato que se llena de las lúcidas palabras de otras, de todas las que generosamente nos quisieron compartir sus reflexiones y estrategias. Escribimos inspiradas en cada plantón, movilización, cartel, artículo, consigna, canto, poema, graffiti, escrache, asamblea, encuentro, desplegados este 8 de marzo.

La convocatoria por el día internacional de las mujeres trabajadoras y la huelga feminista en Estados Unidos: tejiendo con varios territorios en el mundo

Las estrategias de movimiento, levantamiento, caminatas y paro con la que las mujeres hemos históricamente renegado de las condiciones de vida que nos oprimen, apenan, aquejan, enferman y enfurecen se alimentan de la perseverancia y de nuestra habilidad de sobrepasar a diario cosas que parecen imposibles, como poder detenernos, y no hacer las tareas de cuidado, al menos una hora al día. En los últimos años, el 8 de Marzo ha reunido nuevas maneras de conmemorar la perseverancia, la experiencia, y la enorme y creativa fuerza que las mujeres del mundo tenemos, para sostener la vida con nuestro trabajo. La huelga, el palo, el grito y la protesta han sido usados este 8M para reclamar un lugar en el rumbo de los feminismos globales, y es que esta acción internacional contra el capitalismo y el patriarcado, también rechazó el intento de corporativizar, blanquear, maquillar o hillaryzar (hillary clinton) nuestras demandas. La huelga nos recordó que la lucha feminista de liberación ha sido históricamente descolonizadora, antiracista, anticaptialista, negra, indígena, socialista, popular, y absolutamente consciente del daño que ha hecho el capitalismo a la naturaleza y a la vida. En Estados Unidos, este movimiento es conocido como el “feminismo para el 99%”, elemento fundamental en un país imperialista que se ha levantado sobre el trabajo sobre explotado, precarizado, no reconocido, e indocumentado de millones de personas.

Para nosotras escribir, es también entretejer las geografías e historias al organizar, protestar, parar, porque la lucha feminista es global y tiene espíritu internacionalista solidario. Empezamos en la memoria de los Andes, nos situamos por ejemplo, en Guano y Guamote Ecuador, donde Lorenza y Baltazara, luchadoras indígenas, con piedras, gritos y palos pelearon e interrumpieron el censo, los tributos injustos en la economía de hacienda española en 1804. Ellas como las costureras en las fábricas de ropa en Nueva York en 1907, dejaron de trabajar para reclamar por las denigrantes condiciones de trabajo que las obligaba a tener largos días laborales, para luego dedicarse al trabajo del hogar, volviendo sus vidas cada vez más imposibles. Un siglo y más después, en el Nueva York de ahora donde cientos de miles de mujeres ecuatorianas (de Guano y Guamote, y también de otros lados) viven entre aquí y allá, la historia de explotación se repite: su trabajo productivo y reproductivo, es lo que permite que en los dos lugares se mantenga la vida de sus familias, sus comunidades y la economía de ambos países. Y así como en Guano y en Nueva York, en Palestina (la que pelea contra el Estado sionista de Israel y la Palestina ecuatoriana también) las tías, madres, hijas, sobrinas, hermanas como Ahed Tamimi van a prisión por darle chirlazos a los soldados de la ocupación de Israel. Como Berta Cáceres y las mujeres afro de Honduras que se organizan y mueren asesinadas por defender su territorio del extractivismo y la corporativización de la tierra y la eliminación paulatina de las poblaciones negras e indígenas.

Día Internacional de las Mujeres
Foto: Poderosas

Bajo el espíritu de juntar voces en todas partes, este 8 de Marzo las mujeres en Estados Unidos salieron a las calles y pararon contra desplazamientos y feminicidios exigiendo paz (con justicia), reclamando no sólo pan sino rosas, vivienda digna, salud, pago justo, seguridad social, un alto a las deportaciones y a la militarización de fronteras en todas partes, contra la violencia machista, y también contra la violencia de la supremacía blanca. Gritaron por el fin del racismo y el imperialismo, la homofobia y el odio a las personas trans, y contra la encarcelación de la gente pobre, indígena, negra. A pesar de que es imposible ignorar que vivimos bajo la era Trump, este 8M, las mujeres recordaron que no son solo sus políticas las que nos afectan, sino los sistemas político y económico que han ido forjando este régimen que ha permitido que Trump sea presidente y el país avance hacia el fascismo. Cuando en Latinoamérica nos dicen que las cosas están peor en otros lados, sabemos que no mejorarán, si no somos nosotras las que aprendemos a defendernos.

Así las convocatorias al paro feminista se expandieron como esporas en el viento, a territorios ocupados, pero también a los que aún viven bajo un régimen neocolonial como la isla de Puerto Rico. Ahí las mujeres enfrentan el capitalismo que se enriquece de los desastres, y reciben diariamente los insultos de un gobierno que se rehúsa a proveer lo mínimo, en medio de un régimen de abandono que luego del huracán de septiembre del 2017 sigue desvalorizando sus vidas y sus lugares, sin garantizar el agua potable, la luz, la salud, las medicinas y sin que tampoco, le importen las víctimas. Sin embargo ellas, desde que la tragedia ocurrió, construyen y encuentran sus propios pozos de agua y re-plantan sus alimentos mientras las vidas de las más vulnerables están al filo del acantilado. Allí en territorio boricua, la Coalición 8 de Marzo, se unió al Paro Internacional de Mujeres e hizo un llamado a “construir otra vida, porque si nosotras paramos, el país se detiene”. Como escribieron las compañeras, “marchamos por nuestra independencia política, sexual y económica. Paramos para que nuestras voces de lucha y resistencia guíen la ruta a nuestra liberación”. #SeAcabaronLasPromesas. Recordemos que antes del huracán se estaba fraguando una nueva era de intervención estadounidense a través de la Ley “Promesa”, de control, administración y estabilidad económica que renegocia la deuda y controla desde Estados Unidos, las inversiones sociales y demás gastos en la Isla. Luego del desastre natural se constituyó una catástrofe política más trágica que un huracán violento: un desastre determinado por los intereses de Wall Street y el Congreso estadounidense que pone la ganancia de las corporaciones por encima del bienestar de la gente. En Puerto Rico sabemos que los largos caminares y las cargas pesadas que llevan las mujeres para alimentar a toda persona afectada por el huracán y otras desgracias, son las que hacen posibles todos los otros trabajos primordiales para sobrevivir.

Y se fue corriendo la voz por todos los continentes, entre conocidas, camaradas, compañeras, comadres diaspóricas, transnacionales, virtuales. A mediados de enero en Nueva York, las asambleas que convocaron al paro feminista6 reiteraron que las vidas negras importan y que no queremos más cárceles, ni violencia de género, ni odio a las personas trans y que exigimos a Palestina Libre. Se propuso parar de 4 a 5 pm, el 8M, y convocar a una marcha desde Washington Square Park pasando por Stone Wall donde las mujeres negras trans recordaron que su lucha siempre ha sido en la calle, y en los lugares donde debido a la violencia clasista, racista y sexista, no les dejaban entrar a bailar ni trabajar, una lucha de riots y en contra de la policía. La marcha siguió recorriendo varios lugares de trabajo donde mujeres trabajadoras luchan por mejores condiciones. En palabras de la convocatoria, “los sueldos bajos, la violencia, el racismo y la xenofobia están enredadas en cadenas globales de mercado y militarismo”. Esta convocatoria reunió a sindicalistas, migrantes, cooperativistas, académicas, organizadoras comunitarias, trabajadoras de hoteles, maestras, artistas. Para ellas irse al paro en una metrópolis donde se ha hecho costumbre la impunidad y el acoso a las mujeres no blancas, negras, indígenas, campesinas, musulmanas, migrantes parece imposible de imaginar. Ese día de enero en el salón de Verso Books, una editorial independiente de libros, debajo del enorme puente de Brooklyn, que cruza desde Manhattan, dos migrantes trabajadoras del Salvador y Colombia, hablando en español convocaron al Paro Internacional de Mujeres. Inés dijo que en su trabajo de limpieza en un hotel, se les exigía limpiar más cuartos a presión, sin importar lo cansadas que estuvieran y sin tener derecho al descanso. Relata que han sido necesarias cientos de reuniones y conversaciones para sindicalizarse, frente a todos los esfuerzos que han hecho los dueños del hotel para deslegitimar la organización de las trabajadoras, quienes han contratado consultores anti sindicato para desanimarlas. Pero Inés se va al paro en apoyo a toda mujer luchadora, trabajadora, sufrida. Jeanette que ha sido una líder sindical, organizadora migrante por muchos años, ahora enfrenta a la migra y está reclamando un santuario para evitar entrar en el sistema de leyes migratorias. Su comunidad ubicada entre Denver y Nueva York se une entrelazando brazos para protegerla y la estrategia definida es que Jeanette hable en varios lugares de su experiencia. Ella va al paro contra la brecha salarial entre hombres y mujeres, para exigir dignidad y respeto a las mujeres, por el derecho a quedarse en Estados Unidos y a defenderse del Estado. Otra mujer, Chaumtoli convocó al paro en solidaridad con las mujeres trabajadoras del té en Bangladesh que están peleando por su tierra. O como las trabajadoras queer del hogar que se unieron al paro y se arman de fuerza para denunciar el acoso sexual en sus lugares de trabajo, como lo hacen las mujeres del Miami Workers Center.

Día Internacional de las Mujeres
Foto: Poderosas

Las demandas de esta plataforma en Estados Unidos incluyen también a aprender unas de las otras en todos los lugares y siempre estar en incansable solidaridad. Esta plataforma ha ido creciendo, logrando el apoyo de varias organizaciones de trabajadoras y cooperativas de trabajo que luchan por condiciones dignas en las industrias -que obtienen sus ganancias de la fuerza laboral de mujeres y personas migrantes; en el sector de la construcción, en el trabajo en las panaderías, las bodegas, las fábricas de ensamblaje, así como el reconocimiento y distribución equitativa del trabajo en el hogar y el cuidado a niños y ancianos. Como ya hemos dicho repetidamente, lo que la sociedad llama amor es trabajo no pagado.

Con casi todo en contra, en muchos lugares, las mujeres hilamos, migramos y creamos nuevos lugares para vivir, para emanciparnos, ahí desarrollamos una infinidad de estrategias para trabajar, pagar las cuentas, estudiar, socializar, organizar fiestas, defender la cultura. A pesar de la enorme incertidumbre que nos deja la violencia del patriarcado, ahí estamos.

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Foto: Poderosas

El Sur que nos llama: feministas que se encuentran, caracolas por doquier

Más abajo del continente, y como epicentro de nuevos internacionalismos, las mujeres zapatistas de las cinco caracolas, hicieron un llamado a todas las mujeres, para convocarse en un Primer Encuentro Internacional Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres que Luchan, que tuvo lugar los días 8, 9 y 10 de marzo de este año, en el Caracol de Morelia, en la zona Tzotz Choj, Chiapas, México. Mujeres de distintas latitudes y pensamiento se reunieron luego de largos viajes, en un gran campamento que contó con talleres, poesía, música, deporte, y sobretodo tiempo para aprender y darle contenido político y vital, a ese estar entre mujeres. La experiencia aún viva, será elaborada con el pasar de los días; por lo pronto, nos queda lo hecho público: las sentidas y amorosas palabras de las mujeres zapatistas que encendieron velas para que nunca más tengamos miedo, ni sintamos una soledad desolada: “eso que se necesita es que nunca más ninguna mujer, del mundo que sea, del color que sea, del tamaño que sea, de la edad que sea, de la lengua que sea, de la cultura que sea, tenga miedo”. Y con estos actos, nos proponen encontrarnos el próximo año, el siguiente 8 de marzo, esta vez en otras tierras, según tiempos y modos de otras mujeres.

Y en otro territorio de larga tradición de lucha indígena, las mujeres amazónicas del Ecuador salieron a recorrer las calles en dirección a la oficina del Ministerio de Ambiente en el Puyo, provincia de Pastaza, para defender la Selva contra la explotación petrolera y las actividades extractivas que se viene promoviendo desde siempre. Su voz firme, exige no más persecución y criminalización a las defensoras de la Pachamama, y equipara el feminicidio con el ecocidio, y es que para ellas la Madre Tierra es una madre soltera, que ha tenido que salir adelante sola y que se hace cargo de todo el cuidado y el sostenimiento de la vida, al mismo tiempo que recibe violencia sistemática, despojo y destrucción. Hacia el centro norte del país, las mujeres kayambis, kichwas de la Sierra, caminaron por su territorio, de florícolas que asfixian los huertos campesinos, mientras escribían “se nos vienen más caminares de lucha y se nos unen cada vez más mujeres, porque no somos las únicas en el mundo, se unen las mujeres agua, las mujeres tierra, las mujeres aire, las mujeres fuego y somos más y nos queremos vivas, libres, sonriendo, nos queremos guerreando, cantando, bailando, estudiando, cultivando la tierra, compartiendo y amando”. Ahí estuvieron este 8M, exigiendo al Estado ecuatoriano la aplicación de la nueva Ley para prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres; un modelo económico y una Ley que proteja los sistemas comunitarios, popular y solidarios. Así también las mujeres en Quito salimos a marchar hacia el Ministerio de Trabajo, y es que en Ecuador la brecha salarial es de 30%, solo el año pasado hubo 153 feminicidios, “1 de 4 de nosotras será abusada sexualmente antes de completar 18 años y 93% de los abusadores será un familiar; 10 niñas son violadas y quedan embarazadas producto de esta violencia” y el aborto está penalizado inclusive como resultado de una violación, excepto si la mujer violada tiene discapacidad mental. Y otra marcha recorrió los exteriores de la Fiscalía General del Estado, para denunciar los feminicidios y la violencia capitalista. Como señala Vanessa Bonilla, feminista, comunicadora, “el 8 de marzo, es también la posibilidad política de conocer a otras mujeres, otras formas de feminismo que no se llaman feminismos, otras maneras de explotación (…). Debemos hablar de por qué paramos, siempre hablan de lo fuertes y maravillosas que somos, de las oportunidades que tenemos para ser iguales a los hombres, y siempre nos dicen que ahora estamos empoderadas, pero nunca se menciona la explotación, la precarización, la exigencia sobre nosotras y el miedo en el que vivimos.” (Entrevista).

En el Cono Sur, nuestras hermanas uruguayas y argentinas se volcaron a las calles con cantos y batucadas, luego de haber conseguido que las mujeres trabajadoras de varios sectores paren y de que además los sindicatos se sumen al llamado de la huelga. En Uruguay, la violencia sistémica persiste en los feminicidios. Pero también en “el negarnos el derecho al aborto, que si bien está legalizado continúa siendo un delito penal. Paramos por las condiciones de trabajo en la que nos encontramos: la doble jornada, las diferencias a nivel salariales, de posibilidades de ingreso, las terciarizaciones y precarizaciones que se profundizan en nosotras” (Entrevista a Noe Correa, Colectivo Minervas).

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Foto: Poderosas

Como sostienen las compañeras Minervas “paramos porque estamos cansadas, estamos hartas de este sistema, pero también porque estamos sintiendo nuestra fuerza entre mujeres, y la potencia que tienen todas las cosas que hacemos en el cotidiano, y que siempre nos han dicho, no sirven para nada. Paramos de cuidar, de producir, y de consumir. Y lo hacemos en estos tres planos, porque queremos parar el capitalismo y el patriarcado todo junto. Las que tenemos trabajos asalariados no vamos a trabajar, y las que tenemos respaldo sindical también, y las que no, vamos a parar en su forma, a su modo, un ratito, hablando con una vecina, poniendo un pañuelo violeta, asistiendo a la movilización más tarde, haciendo una lista de todas las actividades que hacemos en el día para cuidar a alguien” (Entrevista a Maria Noel Sosa). Ha sido la Coordinadora de Feminismos de Uruguay, que desde el año pasado ha llamado a la huelga, “esto ha significado que se realice mucha tarea de autogestión desde las mujeres, con auto cuidado, un intenso proceso de articulación con todos los espacios feministas, no sin momentos de tensión con la organización sindical, pero hemos propuesto que el paro sea un momento de transformación, pedagógico que nos permita pensar entre nosotras: asambleas, programas de radio, uso de redes, afiches, artículos” (Ibid.). Y a esta preparación expresa de cara a la huelga feminista, desde un tiempo, se ha instalado también como parte de la dinámica, autoconvocarse a alertas feministas cuando se producen feminicidios, que han implicado una toma del espacio público denunciando, exigiendo, y poniendo eso que aparecía como “crimen pasional” ocurrido en el ámbito privado, en la esfera pública no estatal. Y de toda esta experiencia, va quedando un momento de rebelión, un movimiento de caracola: “Dentro de la caracola está el mar. Lo oímos ancestralmente, nos susurra, nos muestra nuestra capacidad de fluir, nos da fuerza. El mar siempre es furia y renovación al mismo tiempo. Es sobre todo torbellino de vida. Nuestras movilizaciones son y quieren ser una caja de resonancia, como las caracolas, para atrás y para delante, donde lo viejo y lo nuevo componen un espiral complejo, donde el eco tiene posibilidad de expandirse en el paro y más allá de él”.

En Argentina, las mujeres, las lesbianas, las trans, pararon este 8 de marzo, “porque hay una brecha salarial entre hombres y mujeres del 27%, techos de cristal que impiden el acceso de mujeres a puestos y cargos no solo en sindicatos, si no en varios sectores de la economía (…) porque dentro de la economía cooperativa, autogestionada, las mujeres seguimos sosteniendo los espacios comunitarios, de lucha, de producción, pero no se ven reflejados sus voces y sus liderazgos en las referencias de los espacios cooperativos. Las mujeres están visibilizando sus trabajos y también desandando los caminos que determinan la división sexual del trabajo” (Entrevista a Florencia Partenio, Cátedra Libre Virginia Bolten). La Campaña Nacional por el Aborto, suma un factor determinante a las razones por las que las argentinas pararon: la exigencia de que el aborto sea despenalizado y se cuente con una ley para garantizarlo y otra de educación sexual. A esto se suma el deterioro de la vida de las mujeres en estos años del gobierno neoliberal de Macri, que amenaza con afianzar la lógica del libre comercio, pero “nosotras sabemos que las reglas comerciales que promueve la OMC van a restringir el acceso a recursos naturales, salud, seguridad social, y que eso afecta directamente la vida de las mujeres. Esta declaración conjunta es un civismo que ataca la vida y los derechos de las mujeres y es por eso que nosotras dijimos No en nuestro nombre” (Ibid.). Así como en otros lugares, la huelga feminista fue convocada desde el año pasado y en Argentina implicó la convocatoria a grandes asambleas abiertas, para mujeres organizadas y para las que no, y en donde las mujeres trabajadoras de las periferias de Buenos Aires, las que aún tienen empleos y las que han sido despedidas por las nuevas medidas económicas, se reunieron para participar a pesar de un contexto de precarización y amenaza patronal. El resultado fue: 700 mil mujeres movilizadas en la capital argentina.

En España se movilizaron 5.3 millones de personas, mayoritariamente mujeres que cambiandole la letra al clásico cántico de a la huelga, y fueron las mujeres de Bilbao las que cantaron entre miles “contra el Estado machista, nos vamos a levantar, vamos todas las mujeres a la huelga general, a la huelga 10, a la huelga 100, a la huelga 1000, yo por ellas madre y ellas por mi”. Su canto logró mostrar las infames políticas racistas de un Estado fascista que se lleva en redadas a mujeres migrantes, así como la carga de trabajo en el hogar en manos de mujeres y la denuncia de los recortes del Estado español a seguridad social, educación y salud acatando las necesidades capitalistas de la Unión Europea.

En Turquía, miles de mujeres caminaron contra el gobierno fascista servidor del imperialismo, presidido por Erdogan, y a pesar de todo lo que podía haberles ocurrido y lo que puede pasarles, estuvieron firmes y valientes, luchando por vidas sin violencia, en solidaridad con las kurdas. En Perú, miles se concentraron en Lima, contra las esterilizaciones forzadas cometidas a mujeres campesinas indígenas en la dictadura de Fujimori, para exigir justicia, así como para denunciar las políticas neoliberales que se vienen implementando y que conjuntamente con la Iglesia católica y los grupos fanáticos religiosos, han convertido al Perú, en un país de violadores, donde las mujeres y las niñas y adolescentes, ven sus vidas amenazadas por la violencia machista.

La diversidad y variedad de formas de paro y de respaldo a la huelga, que vimos el 8, así como el acogimiento de todas las maneras que -creativamente- las mujeres organizadas o no, idearon para ser parte de este día histórico, nos muestran un movimiento mundial capaz de ser parte de la vida, y que como la vida misma, se moldea, de maneras siempre inacabadas. No hay más una sola vía para ser parte, no hay más una sola consigna. Es el llamado a que todas desde nuestras particularidades, condiciones, ritmos, hagamos el ejercicio colectivo de politizar nuestras vidas cotidianas y desde ahí develemos los engranajes del capitalismo, el patriarcado y el racismo, e imaginemos cómo sería un mundo sin nuestros trabajos. Descubrimos que nuestro grito, “es un grito para detener no solo el circuito de reproducción del capital, si no la vida misma” (Entrevista a Sandra Rátiva, Congreso de los Pueblos, Colombia).

Este paro fue un ya basta, y se constituyó también como el inicio de un sendero juntas, que nos ha mostrado que somos tierra que vibra, mundo que para y que como sabiamente nos recuerdan las indígenas zapatistas, “acá sabemos bien que cuando se dice “¡ya basta!” es que apenas empieza el camino y que siempre falta lo que falta”. Caminemos entonces.

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Foto: Colectivo Manifiesto

*Por Maria Alexandra García y Alejandra Santillana Ortiz para Zur.

*María Alexandra García es feminista de izquierda, migrante, y trabajadora cultural. Es parte de la Cooperativa de Lenguaje Caracol de traducción, interpretación y justicia del lenguaje, miembra del grupo Queens anti gentrification project en Nueva York. Candidata al doctorado de geografía en Rutgers, la universidad estatal de Nueva Jersey

*Alejandra Santillana Ortiz es feminista de izquierda, es parte de la Colectiva Feminista Las Lorenzas, la Cátedra Libre Virginia Bolten y de DAWN, Development Alternatives With Women for a New Era. Doctorante del Posgrado en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional Autónoma de México e investigadora del Instituto de Estudios Ecuatorianos y el Observatorio de Cambio Rural

Palabras claves: feminismo, Paro Internacional de Mujeres

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