Patriotismo lacayo
Por Hugo Seleme
El patriotismo es una especie de amor al país en el que se ha nacido, que conlleva una disposición a sacrificar los intereses propios si esto favorece la promoción de los intereses colectivos. El patriotismo contiene un elemento de abnegación que lo hace a la vez una herramienta poderosa y peligrosa. Esto es así porque existen dos variantes de patriotismo, la emancipatoria y la lacaya, que emplean la emancipación en sentido opuesto. En la variante emancipatoria, la abnegación asociada con el patriotismo sirve para sacrificar los intereses propios con el único objeto de promover los intereses de los compatriotas que vendrán. Los padres de la patria asumieron enormes sacrificios personales para liberarse de una elite colonial que se creía dueña del territorio y sus habitantes. Aquí la abnegación personal surge de la convicción de que los intereses de otros también cuentan, porque ellos también son la patria.
En el patriotismo lacayo, por el contrario, la abnegación sirve como herramienta para perpetuar la dominación. Los gobiernos que promueven la quita de derechos y el empeoramiento de las condiciones de vida, por lo general profieren discursos patrióticos en donde los sacrificios que imponen son presentados como muestras de amor a la patria. La apelación a la patria sirve para enmascarar el hecho que las políticas que causan penurias a la mayoría de la población están destinadas a provocar una captación de renta por parte de las elites predatorias que colonizan el aparato estatal. Decir que el sacrificio es por la patria sirve para que pase desapercibido que no todos están asumiendo el sacrificio, sino que algunos pocos reciben lo que a otros se quita.
La política tarifaria del gobierno de Macri y la abnegada aceptación por parte de la ciudadanía son un ejemplo de cómo el patriotismo lacayo es útil a los regímenes indecentes. El aumento de la tarifa de la luz durante los años 2016 y 2017 en un 920% y del gas en un 927%, sumados a los aumentos en lo que va del 2018 del 56% y el 36%, respectivamente, equivale a una monumental transferencia de recursos de parte del grueso de la población.
Que un porcentaje de la población que ha tenido que resignar la adquisición de los bienes que necesita – el consumo lleva dos años de caída – para destinarlo a costear las políticas tarifarias del gobierno nacional, siga apelando a la “paciencia” y a “poner el hombro”, es una muestra inconfundible de patriotismo lacayo.
Estos patriotas lacayos son los mismos que aceptan gustosos que el ministro que ha ideado la política tarifaria que beneficia entre otras a la empresa de la cual era empleado – Juan José Aranguren –, señale que tiene su dinero en el exterior porque todavía no ha recuperado la confianza en el país. Son los que comparten los dichos de Marcos Peña de que el Ministro Luis Caputo, quien omitió declarar que era accionista de una empresa en un paraíso fiscal, es un “orgullo para el país y para el Gobierno”. Son los que están agradecidos de que un empresario al que consideran exitoso – a pesar de que hizo su dinero al calor de las prebendas obtenidas del Estado – haya descendido estoicamente desde su olimpo para ser presidente y salvarnos de ser Venezuela, provocando la misma miseria que dice evitar.
El patriotismo lacayo es la contracara de los gobiernos coptados por elites prebendarias. Mientras para el patriotismo genuino la patria es el otro, el vulnerable, el oprimido, por cuya emancipación se justifica el sacrificio; para las elites expoliadoras del Estado la patria son ellos, les pertenece como un negocio más. El patriota lacayo acuerda con éstos últimos: para él la patria no es el otro sino que es de otros. Allí está la clave de su abnegación servil.
Si ud., al igual que yo, se preguntaba hoy “¿qué festejaba el diputado de la alianza gobernante, Federico Massot, haciendo la V de victoria escondido para no dar quorum detrás de unas cortinas en el parlamento?”, creo que lo dicho puede servir para dar una respuesta. Festejaba que su patria – es decir él mismo y los intereses que representa – no había podido ser derrotada. Festejaba que el parlamento – donde están corporizados los intereses de otros asfixiados por el esquema tarifario que su gobierno impone – no había podido sesionar.
Si ud., al igual que yo, se preguntaba hoy “¿por qué no asistieron al recinto los diputados de las otras dos fuerzas de la alianza gobernante, que en días pasados ensayaron tímidas críticas al expolio tarifario?”, creo que lo dicho también puede servir para vislumbrar la respuesta. Como lacayos, han desarrollado la convicción de que el gobierno al que ayudaron a llegar al poder, al igual que el país, le pertenece a otros.
*Por Hugo Seleme