Más allá del humo

Más allá del humo
13 marzo, 2018 por Redacción La tinta

En la ruta 16, a 62 kilómetros de la ciudad de Resistencia, recostada sobre el lomo del Chaco, se levanta La Escondida, pueblito creado por empresarios europeos, para aprovechar el tanino. De eso habla esta crónica de Elizabeth Bergallo, que integra el libro “Crónicas del Chaco Invisible y otros cuentos”.

Por Elizabeth Bergallo en Vove

El 29 de septiembre de 1927, el sonido de un silbato y una densa niebla anunciaron la primera producción de tanino de la empresa Nöetinger & Lepetit. Tal fecha fue reconocida oficialmente como el día de la fundación del pueblo. Pronto se conectó a otro silbato, el del ferrocarril. A partir de allí, los destinos de pueblo y empresa se tejieron lentamente como hilos de una misma telaraña.

Hoy se llama Indunor S.A., luego de fusionarse con “La Chaqueña”. Es una de las dos tanineras, junto a la de Puerto Tirol, que aún funcionan en el Chaco.

La Forestal despojó al monte del quebracho colorado que se utiliza para la extracción del tanino. Lo hizo en Chaco, norte de Santa Fe y Paraguay. En la década de 60 del siglo pasado levantó todas sus propiedades y se fue, se fue, dejando pueblos enteros, vías, puertos abandonados, deshilvanados. Se fue al África, con el ojo puesto en otro árbol, la mimosa.

Dos décadas antes del silbato, la zona era conocida por los viajeros como “Campo Monasterio”. Monasterio fue el primer administrador de la Estancia San Carlos, propiedad de Carlos Nöetinger y luego de su hijo Enrique. Monasterio fue, según algunos, quien descubrió detrás de un desmesurado monte la laguna escondida que daría el nombre al pueblo: “La Escondida”. Pero Secundino Romero dice que fue su padre Constancio, quien hacía de guía. Constancio Romero era correntino, uno de los más antiguos trabajadores de la hacienda.

Los hermanos Lepetit, los posteriores socios, solicitaron a la École des Beaux Arts de París realizar el trazado de las calles de La Escondida de forma similar al condado de Udine, en Italia. Las diagonales y curvas desorientan a los viajeros, es muy común que se pierdan en estas calles, dice un viejito. Es un laberinto.

la-escondida-mas-alla-del-humo-vove-chaco-salta
Foto: Elizabeth Bergallo

Del mismo origen es San Carlos Borromeo. Se puso su nombre a la estancia original y luego a la parroquia, pasó a ser patrono del pueblo. En su nombre se realiza cada año la fiesta patronal y una cabalgata de bendiciones desde la colonia El Cacique Llorón hacia todos los barrios de la Escondida.


Luego de atravesar el arroyo San Carlos, el que ingresa a la ciudad se encuentra con el hachero, los troncos, una vaca, la fábrica envuelta en tonalidades ocres, el humo, y dos franjas celestes que acompañan la leyenda “Bienvenidos a La Escondida”, dibujados en el arco de ingreso. Al lado, yace un tronco de quebracho con el nombre del pueblo escrito en letras blancas.


Nuevas tonalidades de humo y aromas acompañaron otros silbatos. La empresa fue incorporando otras fábricas, otras plantas para la producción de menjunjes tan impronunciables como invisibles: tanino sintético, ácido fórmico, fenol y ácido sulfúrico, también bisulfito de sodio. En octubre del año 2009, se produjo un incendio en una de las plantas, que envolvió a la ciudad de una densa y oscura niebla. Ojos asombrados de distintos parajes veían el espectáculo como una maldición de los dioses.

En el año 2010 notas en los periódicos y acciones legales visibilizaron la preocupación de muchos vecinos por el humo, el polvillo, la contaminación del agua, las napas. Se comprometieron a hacer públicos estudios de impacto ambiental, seguimientos. La justicia federal actuó de oficio debido a la posible contaminación de las aguas y del cauce de los ríos; posible contaminación del aire, que provoca picazón en ojos y garganta; posibles enfermedades no investigadas provocadas por todo lo anterior, posible violación de la ley del ambiente, posible violación de la ley provincial de residuos peligrosos.

El nombre de la laguna llevaba en germen su destino. Se hizo invisible. Hoy algunos dicen haberse acostumbrado. Los pobladores hablan de dos lagunas “laguna sucia” y “laguna limpia”. A ninguna de las dos es posible acceder, salvo autorización de la empresa. “No hay navegación, no hay balneario, no hay pesca”.

Un portón no puede impedir el acceso a espacios naturales de agua.

la-escondida-mas-alla-del-humo-vove-chaco
Foto: Elizabeth Bergallo

Ferdinando, trabajador de La Escondida en otros tiempos, muestra un periódico donde aparecen noticias de fantasmas en el cementerio de La Escondida. Se habla de almas, poras que deambulan insomnes, una niña fantasma, un perrito blanco.

Expresiones en guaraní develan el origen de muchos de los pobladores. A falta de laguna donde sumergirse, hay una pileta municipal que se llama Yvy Porá “tierra linda”.

Además de las altas, tejadas, antiguas casas construidas por la empresa, en las que todavía habitan algunos empleados de cierta jerarquía, hay otras pintadas de colores violetas, rosas, verdes, blancas, reposando entre árboles frutales, naranjos, mangos, guayabas, pequeños jardines floridos. En las veredas desfilan añosos lapachos, casuarinas, fresnos, palos borrachos. La ponderada “ciudad jardín” que aparece en los folletos.

“Los versos profundos de mi gente”, una compilación de poemas escondidenses y de pueblos aledaños realizada por la Biblioteca John F. Kennedy, fue publicada con apoyo de Indunor SA. Indunor SA realiza permanentes contribuciones sociales y culturales como ésta, se ocupa del bienestar, al modo de una “gran familia”, no sólo de sus trabajadores a quienes también entrega regalos en fechas especiales.


Pastor Cabrera se llama este humilde varón / que nació de corazón,/ de corazón chamamecero,/ y si hay un aparcero/ que me quiera acompañar/ con un sapucay profundo…. /Ciudad Jardín es tu nombre/ pueblito de La Escondida,/ donde vienen los quebrachos/ para terminar su vida/ y darle vida a mi pueblo/ que nunca más ya se olvidan.


El señor Secundino Romero, de 72 años, cuenta, en “La Escondida: historias de mi gente”, publicado también por la biblioteca John F. Kennedy, que fue su padre, trabajador de la empresa desde que nació la hacienda, quien le puso el nombre La Escondida a la laguna. Cuenta también que tenían una tierrita con cultivos y animales de huerta, pero no podían vender afuera sus producciones, que les daban algunos vales para cambiar por alimentos, que cuando se armó el gremio de trabajadores, en tiempos de Perón, lograron la adjudicación de algunos lotes para viviendas. Guillerma Rojas, de 79 años, en el mismo libro recuerda que hasta 1951, año en que el Chaco se hizo territorio provincial, había un gran portón para entrar en La Escondida.

Secundino cuenta también que el arroyo se llamó San Carlos, actual patrono del pueblo, “en nombre de Carlos Nöetinger”. Lo dijo.

Varios camiones rústicos con acoplados repletos de troncos rojizos en fila india aguardan frente a la fábrica para dejar su cargamento. Se suponía que ya no quedaban quebrachos colorados en el Chaco.

Fábrica-Indunor-La-escondida

Lewis Carrol pudo haberse inspirado en la Escondida, no sólo por sus calles laberínticas y pisos de algunas casas que parecen tableros de ajedrez. Ruíz Díaz, antiguo poblador descubrió que en Córdoba hay una ciudad gemela llamada “Nöetinger”, también con actividad agro-ganadera e industrial. ¿O quizás los noetingerenses se dieron cuenta antes? La Escondida tiene alrededor de cuatro mil habitantes, la ciudad de Nöetinger apenas un poco más. El patrono es también San Carlos Borromeo, el mismo “Club San Carlos”, los mismos colores celeste y blanco en sus camisetas, mismos íconos en los escudos heráldicos de ambas localidades: la vaca, los árboles, el humo, dos franjas celestes, una cruz. Una calle con el mismo nombre, ¿el mismo trazado semejante al Condado de Udine?

¿Quizás un poeta de “Nöetinger” escribió los mismos versos?

*Por Elizabeth Bergallo Escritora, magister en Antropología Social / Publicada en Vove.

Palabras claves: Chaco, Conflictos Ambientales, La Forestal

Compartir: