8M: que se note
Investigadoras del Área Feminismos, Género y Sexualidades (FemGeS) recuperan la genealogía de las luchas feministas, en torno al 8 de marzo en Argentina, hasta llegar a la fuerza y el protagonismo que han cobrado los distintos reclamos de las mujeres, tortas y trans, aquí y ahora.
Por Natalia Martínez, Maite Rodigou Nocetti y Romina Lerussi para Alfilo
De vuelta al 8 de marzo en las luchas de las mujeres, sin que sea efemérides de ningún calendario. Un 8 de marzo que nos convoca a las organizaciones, los grupos y movimientos feministas y de mujeres a manifestarnos por nuestros derechos, a disputar sentidos de comunidad.
Fue la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, en 1910, la que declaró el 8 de marzo como fecha conmemorativa del Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Sus fundamentos históricos, sin embargo, evocan la protesta de mujeres trabajadoras en Nueva York que a mediados del siglo XIX fueron calcinadas en una fábrica textil por organizarse contra sus precarizadas condiciones laborales.
En la Argentina, estas condiciones venían siendo denunciadas desde 1901 por activistas que se identificaban como feministas. La tesis doctoral en filosofía de Elvira López, titulada El Movimiento Feminista, es una prueba contundente de la vitalidad de esas primeras feministas, así como de sus reclamos más insistentes. Junto al acceso a una “instrucción completa -dirigida a su desempeño- para el hogar, para la sociedad y para las carreras profesionales”, leemos en el texto doctoral de López, las voces de aquellas feministas que se alzaron por el reconocimiento de los derechos civiles y económicos de las mujeres en el afán de igualar sus condiciones de trabajo a las de sus colegas varones. Y en esta lucha no estuvieron solas; socialistas y anarquistas inspiraron y completaron las filas de las manifestaciones callejeras, la organización de huelgas sectoriales, así como la redacción de periódicos y pasquines que denunciaron las múltiples condiciones de opresión femeninas.
El 8 de marzo, aquí y ahora, se nos presenta con un protagonismo inusitado de distintos sectores políticos, de diversas extracciones sociales y de inserciones laborales en articulaciones de las más diversas. Devenido en “8M”, tal y como hoy se registran los días marcados por sucesos extraordinarios, la fecha se articula con el Paro Internacional de Mujeres (PIM), haciéndose eco de aquel día libre de las mujeres en Islandia en 1975, cuando más del 90 por ciento de mujeres abandonaron sus puestos de trabajo, logrando al año siguiente igual salario por igual trabajo. Restos del pasado que aún siguen vivos e insisten en retornar en lo local y lo global.
Este 8M en Argentina nos encuentra organizadas en los Encuentros Nacionales de Mujeres (ENM) cada vez más masivos y en las manifestaciones multitudinarias del #NiUnaMenos en los últimos años, entre tantas expresiones de los activismos feministas, de mujeres organizadas y de las disidencias sexuales. Es un contexto novedoso donde los feminismos se complejizan desde tradiciones políticas que exceden a las alianzas conocidas. En algunos casos, y como solía suceder mayoritariamente en los frentes de izquierdas, las banderas se erigen sin nombrarse desde el feminismo; en otros, los feminismos se multiplican con adjetivos que aspiran a configurar sus pretensiones: “feminismo popular”, “feminismo comunitario”, “feminismo socialista”. En este marco, quizás, el nombre feminismos no sea sino una manera de reunirnos entre muchas, entre tantos, contra cualquier forma de jerarquización de lo humano integrado a la biosfera. Y, al mismo tiempo, juntarnos desde el activismo callejero y también conceptual, para denunciar en conjunto la actual organización cultural, política, jurídica, social y económica predominantemente capitalista globalizada, clasista, heteropatriarcal y racista en la que vivimos. Y así, imaginar y crear nuevos mundos, otros rumbos.
¿Qué reclamamos en este 8 de marzo? Las mismas cosas de siempre que aquí y ahora nos sitúan en un contexto de creciente precarización laboral. Una vez más, la expresión “mujeres trabajadoras” es el eje central que articula a las narrativas políticas que circulan en torno al 8M. Sobre todo, en aquellas que se inscriben en las izquierdas, se multiplican los reclamos que denuncian que las mujeres son las más perjudicadas en las relaciones de opresión y explotación de un capitalismo que, además de desvalorizar su trabajo remunerado -pagando salarios más bajos que a los varones- multiplica e invisibiliza el no remunerado.
Pero a su vez, ha sido una constante en el activismo feminista y en el movimiento de mujeres en Argentina, la incorporación de diversas demandas en el 8 de marzo que dan cuenta de la persistente situación de desigualdad y de restricción de libertades en que se encuentran aún las mujeres, más allá de las diferencias sociales entre ellas. Las desigualdades salariales y el acoso sexual laboral, la falta de reconocimiento social y estatal de los trabajos gratuitos que aportan las mujeres en el cuidado de niños, niñas, ancianas, ancianos y personas con discapacidades, los feminicidios y transfeminicidios, las violencias cotidianas, los obstáculos institucionales y legales para decidir sobre nuestros cuerpos y sexualidades, son parte de las realidades que marcan hoy nuestros reclamos.
Es así que en este 8M insistimos en la necesaria legalización del aborto, en condiciones seguras y gratuitas, para todas las mujeres. En el reconocimiento de las mujeres y otras personas con capacidad de gestar como personas autorizadas a decidir sobre sus cuerpos y sus vidas, en condición plena de ciudadanía. Desde los movimientos de mujeres, activismos feministas y un sinnúmero de colectivos sociales y políticos organizados en la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, volvimos a presentar por séptima vez el proyecto de Ley de Interrupción Legal del Embarazo, discutiendo, debatiendo y renovando articulaciones.
Un aspecto singular a enfatizar del próximo 8M y a partir de los sentidos que en ella imprimen los feminismos, es la recuperación a modo de insistencia de la categoría de “paro”. El paro es una de las medidas medulares de protesta colectiva, proveniente de las luchas obreras como modo de resistir, visibilizar y de mostrar la fuerza trabajadora organizada frente a la desigual posición en la relación laboral, sea respecto a la parte empleadora como en su vínculo con el Estado. Parar como acto político tiene entre sus propósitos principales el detener el proceso productivo por el que, quien emplea, obtiene sus beneficios de capital. La detención de este flujo aspira al reconocimiento de que las fuerzas productivas son inoperantes sin las personas que ponen en movimiento el propio proceso de producción. El Paro Internacional de Mujeres no sólo se nutre de estas luchas organizadas en el mundo del trabajo asalariado clásico, sino que expande el concepto de paro e incluso, el de trabajo y economía hacia lugares de la producción no reconocidos como tales, como la producción doméstica. Esto involucra al trabajo llamado (re)productivo diseminado de manera remunerada en sectores infravalorados como los sectores de educación, salud, cuidado de personas dependientes, empleo en casas particulares, sector sexual autónomo. Y a su vez, muestra ese trabajo (re)productivo no remunerado ni reconocido como tal, disgregado en tareas infinitas como lavar, planchar, limpiar, cuidar, cocinar, sostener afectivamente incluido el sexo no remunerado, entre tantas. Ese tipo de tareas no remuneradas han sido invisibilizadas monetariamente en su contribución fundamental para el sostenimiento de la vida humana tal y como estamos organizadxs dentro del sistema liberal capitalista en su forma actual. Un trabajo que fundamentalmente realizan las mujeres, no reconocido ni por la sociedad ni por el Estado.
De allí el gesto radical del Paro Internacional de las Mujeres (PIM). Es un detener la máquina (re)productiva que movemos para mostrar la escala no sólo de su necesidad sino además, de su poder político organizado. El 8 de marzo paramos las mujeres, tortas y trans. Que se note. Que la ausencia se vuelva la presencia que es. Que lo sepan.
*Por Natalia Martínez, Maite Rodigou Nocetti y Romina Lerussi para Alfilo