La extrema derecha en Polonia: así es el neoliberalismo
La masiva manifestación de la extrema derecha en octubre puede estar ligada a una mezcla tóxica de tolerancia gubernamental al fascismo y neoliberalismo con esteroides.
Por Ewa Jasiewicz para El Salto
El espectáculo de 60.000 nacionalistas y neonazis marchando por el centro de Varsovia a principios de este noviembre inspiró titulares en todo el mundo. A primera vista, Polonia es hoy un lugar difícil para los movimientos políticos radicales, con solo un 5% de desempleo y los sueldos de mayor crecimiento de toda la UE. Los comentaristas se han quedado perplejos ante el posible impulso del fascismo creciente en el país. Aun así, la marcha ha ido en constante crecimiento desde 2011, cuando solo acudieron 20.000 personas; y los asistentes se han radicalizado año tras año.
Los comentaristas polacos no se sorprendieron del silencio que mantuvo el partido en el poder –el partido Ley y Justicia, PiS por sus siglas en polaco– acerca de la presencia descarada de fascistas o del acoso por parte de antidisturbios y manifestantes a las mujeres que protestaban. Los organizadores son grupos neonazis –la Acampada Nacional Radical y la Juventud Pan-Polaca– que han desfilado bajo pancartas antisemitas, anticomunistas, homófobas y racistas. El PiS ha estado atrayendo a sus miembros a su órbita mediante la aprobación tácita durante alrededor de una década. Pero ¿ha ido demasiado lejos la tolerancia y la solidaridad silenciosa del PiS con la extrema derecha? ¿Cómo ha llegado a esto?
Przemyslaw Wielgosz, editor de la edición polaca de Le Monde Diplomatique, sitúa el origen del crecimiento del PiS en la crisis económica de los últimos veinte años, que vieron, con la reestructuración neoliberal de la economía del país, un desempleo juvenil que llegó al 50% y dos millones de polacos dejando el país para buscar empleo.
“Unirse a la UE cambió dramáticamente la situación de Polonia. Los grupos sociales más pobres se beneficiaron más en los últimos 10-15 años, pero las condiciones para la clase media baja empeoró. Aquellos que creían en el mito neoliberal del éxito individual –los pequeños propietarios y los autónomos– se vieron a sí mismos compitiendo con el capital transnacional en un mercado dominado por las grandes empresas, y perdieron. Se re-proletarizaron. Este es el grupo que apoya al PiS y a la extrema derecha”.
Privatizando la solidaridad
Una encuesta del Centro de Investigación de la Opinión Pública en 2013 concluyó que el 70% de los polacos se identificaban como “clase media”, a pesar de que solo el 10% (1,5-3 millones) disfrutaban realmente de condiciones económicas que pudieran ser descritas así. “Los simpatizantes del PiS no sienten solidaridad con su propia clase, una clase trabajadora, sino con la clase a la que aspiran”, explica Wielgosz.
Las políticas del PiS –subida del salario mínimo, reducción de la edad para cobrar la pensión (en siete años las mujeres y cinco los hombres), introducción de un número mínimo de horas en la gig economy[trabajos puntuales]; subsidios familiares en forma de paga de 500zl (120 euros) a todas las familias por niño y por mes bajo el programa 500 Plus; y préstamos gubernamentales a familias para adquirir propiedades (el Mieszkanie Plus)– han sido entendidas como una forma de socialismo nacional.
Wielgosz discrepa: “Hay rasgos nacionalsocialistas en los programas económicos del PiS, pero no ha habido ninguna redistribución de la riqueza, ni impuestos a los ricos, ni mecanismos para la propia distribución de la riqueza. La retórica es radical, pero el orden económico anterior aún está en su sitio”. Aunque sus políticas puedan tener beneficios socialdemócratas potenciales, la identidad del PiS está construida sobre la identidad, el acceso, la pertenencia y la acción nacionalista, las cuales dependen necesariamente de definir y usar a “los otros” como no pertenecientes a la identidad nacionalista, blanca y católica (por ejemplo: no cristianos, refugiados, personas LGTBQI, feministas, izquierdistas).
Jakub Grzegorczyk, secretario general del sindicato anarquista Iniciativa de los Trabajadores –que tiene 53 comités en Polonia, incluyendo en Volskswagen y Amazon– coincide: “Ha cambiado muy poco con respecto a la balanza de poder entre trabajadores y jefes. Los cambios planeados por el PiS en las leyes que regulan la representación sindical y las huelgas –favoreciendo en particular al mayor sindicato, Solidaridad, y a los sindicatos grandes en general–, socavan la organización y capacidad de sindicatos menores, como el nuestro, y reflejan las estrategias de centralización y control sobre el empleo del régimen de Franco en España o el de Salazar en Portugal”.
El control total del PIS
Jaroslaw Urbanski, sociólogo y fundador de Iniciativa de los Trabajadores, fue encarcelado por organizarse con Solidaridad en los años 80. “Con la escena política tan polarizada, muchos empleados escogen nuestro sindicato, que no esconde su simpatía por el movimiento feminista, no se opone a los refugiados y no lleva consignas homófobas. También crecemos porque no estamos posicionados con ningún partido político, ni en el conflicto entre PiS, PO [la Plataforma Cívica, partido democratacristiano] y Nowoczesna”.
Urbanski cree que se exagera la popularidad del PiS, y que los trabajadores están votando de acuerdo a intereses económicos más que de identidad: “Es difícil decir cuánto durará la simpatía actual con el nacionalismo en Polonia. Es, por un lado, el resultado de una lucha sistemática y durante años contra la izquierda y, por otro lado, de la decepción en masa con el neoliberalismo y el capitalismo. Además, el PiS ha tomado el poder en condiciones económicas excepcionalmente buenas: el desempleo era bajo y el presupuesto del estado era alto. Pero ¿qué pasa cuando llega la siguiente crisis? Creo que el apoyo al PiS y su autoridad se basan más en factores económicos que en valores específicamente patrióticos”.
Katarzyna Czarnota, organizadora de Solidaridad con los Refugiados y socióloga en la Universidad de Poznan, cree que el PiS y sus simpatizantes son ideológica y estructuralmente predominantes y, aunque sus votantes tengan motivaciones económicas o sentimentales, el recurso del PiS de provocar una cultura conservadora radical de derecha tardará generaciones en repararse. Czarnota habló tras una protesta para impedir que Robert Winnicki, europarlamentario y creador de la Juventud Pan-Polaca, hablara en Poznan. Una coalición de 13 organizaciones –incluyendo Stonewall, Poznan Libre de Odio, Todos con Poznan, Nuestro Problema (plataforma feminista de mujeres en huelga) y el centro social anarquista Rozbrat– acudió. La radio y la televisión estatal retrataron la protesta pacífica como una confrontación violenta, afirmando que los anti-fascistas estaban viniendo desde Francia y Alemania, llevando a algunos a mantenerse alejados. “Las cosas han cambiado muy rápido. El PiS, tomando la emisora pública (la Televisión y Radio Polacas) y echando a los periodistas más independientes, ha ayudado a activar la demonización y silenciar las críticas. La televisión estatal emite regularmente imágenes de migrantes protestado en las fronteras de la Europa mediterránea, extendiendo el miedo a que nuestras fronteras se saturen. El gobierno ha politizado cada uno de los ámbitos de la vida: el tribunal constitucional, los medios, la educación, las instituciones culturales… Las ONG han visto cortados sus fondos; la universidad aún está relativamente a salvo. Aun así, en todas partes la vida de las personas todavía es insegura y está en crisis. El llamado milagro económico de Polonia es un mito, y con las reformas 500 Plus y Vivienda Plus, creo que el PiS ganará las siguientes elecciones”.
Medios amordazados
Los políticos del PiS han usado tribunales, policía, fiscales y amenazas de multas para intimidar a periodistas con el objeto de que no publicaran posibles conflictos de interés y abusos de poder, incluyendo conexiones entre Rusia y el Ministerio de Defensa. El sindicato de los periodistas, la Asociación de Periodistas, publicó recientemente una carta abierta a las organizaciones internacionales de periodistas pidiendo apoyo y advirtiendo de que el PiS “está preparando un apaciguamiento a fondo de los medios privados de Polonia, algunos de ellos de propietarios extranjeros, bajo el eslógan de la descentralización y la re-polonización”.
Marcelina Zawisza es una de las co-fundadoras del partido Razem (Juntos). Con 26 años, ha trabajado los últimos ocho años como camarera, grabadora de datos temporal y escritora sobre smieciowe umowy (contratos basura, sin mínimo de horas). Marcelina es parte del precariado polaco. Razem ha estado siguiendo la actividad de la extrema derecha, incluyendo sus puestos en posiciones institucionales de poder; hasta el momento, son 253 personas. “El auge del fascismo no es ad hoc, es sistémico. Investigando y exponiendo la emergencia de elementos de la extrema derecha con el Estado, estamos señalando quién no está asumiendo su responsabilidad cuando puede pararlo; y en estos momentos es el PiS”.
El vicepresidente de la Juventud Pan-Polaca ha sido recientemente designado director del Departamento de Auditoría Interna del Banco Nacional de Polonia. Y este junio, Filip Lukaszewski, de la Acampada Nacional Radical (ONR), fue designado asistente del vicedirector de la página de internet de la Radio Polaca.
Otra Polonia es posible
Razem también ha estado apoyando a mineros, a sanitarios y profesores, al movimiento feminista por los derechos reproductivos, a movilizaciones antifascistas; y los derechos de los consumidores, haciendo incluso declaraciones sobre los paquetes de deuda o campañas para el registro de los votantes en una de las comunidades más empobrecidas del país. Menos del 50% de quienes tienen derecho a votar participaron en las elecciones de 2015, que vieron al PiS ganar con mayoría absoluta con un 37% de los votos. La estrategia de Razem es llegar a quienes no votan y aquellos atraídos por la extrema derecha. “Hablamos de relaciones y de comunidad, y nos preocupamos por otras personas en una sociedad que es increíblemente individualista, donde a los niños no se les enseña en la escuela a cooperar sino a competir. Mostramos solidaridad con grupos necesitados de ella, a los que el Estado se la niega”.
Al ser preguntada por los asientos que ganará Razem en el Parlamento en las elecciones de 2019, Zawisza contesta: “¡Veinte!”. Ambiciosa, considerando que Razem todavía no ha ganado un asiento –consiguieron el 3,6% de los votos el año en que fue fundada (2015), menos del 5% necesario para asegurar un parlamentario─, pero modesta, teniendo en cuenta que hay 460 escaños en el parlamento de Polonia. Sobre los parlamentarios de la extrema derecha, explica: “Los votantes no sabían a quién estaban escogiendo, porque se han estado escondiendo en listas, como la Lista Kukiz 15 (una organización de extrema derecha anti-élites, fundada por el músico de punk-rock Pawel Kukiz), que ha permitido a Robert Winnicki, de la Juventud Pan-Polaca, ganar un asiento en el Parlamento Europeo”.
A la pregunta de quiénes son la extrema derecha, Zawisza contesta: “No son una clase o un grupo social; son un grupo transversal, y esto es lo peligroso. Sí, tienes a tus chicos de las viviendas sociales en chándal en las manifestaciones, pero también a gente educada, a hombres y a mujeres mayores. El PiS puede ser patrocinador de la United Right [Poland Together United Right, PR], pero la cuestión es: ¿en qué punto todo esto se les irá de las manos? El PiS justifica y normaliza en los medios a la extrema derecha organizada, haciendo de lo extremo algo corriente. La escala del problema aumentará tanto como lo permitan los partidos en el poder.
Przemyslaw Wielgosz ve la estrategia del PiS como dominación de la política de Polonia por medio de la aceptación, el cultivo y la incorporación de la extrema derecha para absorberla y controlarla. “El PiS se está posicionando a sí mismo como el único actor que puede controlar a los fascistas y que es una alternativa a ellos. Están creando la amenaza de la que entonces van a proteger a la población polaca. Es un juego muy peligroso”.
Derribando la democracia
A pesar del auge de la derecha, hay movimientos sociales progresistas importantes a lo largo del país que abordan los desahucios y el fracking, y apoyan los derechos de los inquilinos, las mujeres y los refugiados. La intensa lucha para defender el viejo bosque de Bialowieza de la tala es emblemática tanto del acercamiento del PiS a los recursos y herencia públicos como de un amplio movimiento de acción directa de base que goza de un apoyo público masivo.
Miles han viajado a lo largo del país para impedir un reciente decreto que permitiría la tala comercial del bosque. Han habido sesenta bloqueos desde mayo. El PiS lo denominó una batalla contra los escarabajos de corteza y el eco-terrorismo. Los activistas lo llamaron vandalismo cultural y ecológico de la herencia medioambiental pública, y reiteraron que la Comisión Europea ha declarado ilegal la tala. Comentándolo con los periodistas en el último bloqueo del bosque –un brazo en una cadena, el otro cogiendo el móvil–, la activista de Acampada por el Bosque Aska Pawluskiewicz explicó: “Esto no va sobre los beneficios financieros de la industria de la tala. Esto va, desgraciadamente, sobre quién manda aquí, quién es el jefe y quién puede hacer lo que ellos quieran”.
Acampada por el Bosque (Oboz Dla Puszczy), la red que coordina las protestas, cree que su movimiento social, altamente visible y accesible, ha amenazado la autoridad del gobierno. Veinte activistas fueron arrestados por cien policías y la Guardia Forestal durante un bloqueo pacífico de la Comisión Forestal de Varsovia hace dos semanas, y acusados de romper la paz. Fueron sometidos a cacheos humillantes y a redadas en sus casas, y sus familias y vecinos fueron interrogados. “Las autoridades temen el movimiento social en defensa del bosque de Białowieża y decidieron escarmentarlo usando a la policía, y quizá pronto también los tribunales. Ha sido afirmado por declaraciones no oficiales de policías, que se quejaron de comprometer tan grandes fuerzas en esta acción. Indicaron que es resultado de una decisión ‘desde arriba’, y que ellos mismos habrían preferido ir detrás de criminales de verdad”, dice un reciente comunicado de prensa de la Acampada por el Bosque.
Las condiciones para un crecimiento del fascismo patrocinado por el Estado están presentes en Polonia y son enérgicas. Pero las condiciones para los movimientos obrero, social y ecológico contrarrestan ese poder, y también se están desarrollando los desafíos electorales al Estado actual, dando esperanza a aquellos que miran con horror. Otra Polonia es posible.
*Por Ewa Jasiewicz para El Salto. / Traducción de Sergi Martos García