El devenir Patria de Catalunya

El devenir Patria de Catalunya
15 noviembre, 2017 por Redacción La tinta

Sabemos perfectamente que hemos sido traicionadas por todas las revoluciones de la historia, que es mentira aquello de que las desigualdades se trabajarán después, que eso nunca sucede. Pero supongo que, como en todas las revoluciones históricas, en el momento de resistir caemos en la misma trampa de dejarlo pasar y no molestar demasiado el curso de la gran Historia.

Por Brigitte Vasallo para La tinta¹

Catalunya está viviendo un ataque a sus instituciones y una cancelación de sus derechos democráticos y legítimos por parte del gobierno central de España que se encaja, sin duda alguna, la deriva fascista que recorre Europa entera. Catalunya, sus movimientos sociales, su población civil está tratando de resistir desde muchas perspectivas: sin habernos puesto de acuerdo sobre qué futuro queremos, pero con bastante claridad respecto a la inadmisibilidad de la violencia que estamos recibiendo. Los peligros de esa violencia son evidentes. Pero hay otros peligros que surgen de las dinámicas de resistencia que no podemos obviar.

En nuestra Catalunya está habiendo una revisión de la dialéctica machista que, bajo la marca de la defensa nacional, ha traspasado unos límites impensables hasta hace dos días. En tiempos de guerra, la masculinidad hegemónica, guerrera y reproductiva se impone y la lucha de género tiene que esperar a que lleguen tiempos mejores. En Catalunya sufrimos una guerra emocional y discursiva, donde la violencia del enemigo exterior, la versión más rancia de la peor España, nos impone una unidad que hace la vista gorda ante las desigualdades internas y nos permite capitalizar todas las luchas en favor de un horizonte único: la patria. Este movimiento del pensamiento crítico al pensamiento único, donde los intentos de líneas de fuga son marcados como traición, es la señal inequívoca del paso del espacio-país al espacio-patria que estamos viviendo.

catalunya-feminismo-patria-estado-4

Identifico el espacio-patria como el colapso del espacio-país a una unidad indivisible e incuestionable, tan reducido, literalmente, que cualquier crítica se sitúa fuera del espacio de pertenencia. Lo estamos viendo estos meses: cualquier duda sobre el Procés² o las formas del Procés se expulsa de la patria y es catapultada hacia el marco referencial de España desde diversas posiciones; desde la captura españolista de la crítica hasta el rechazo patriótico a las voces divergentes internas y no-españolistas. Todo lo que no sea el nosotros homogéneo es su contrario: el enemigo.

Esta unidad viene propiciada por las acciones del Gobierno español sobre Catalunya pero nos la hemos impuesta nosotras mismas internamente a través de un mecanismo de defensa que conozco pero no acabo de entender entre los movimientos de base crítica. Sabemos perfectamente que hemos sido traicionadas por todas las revoluciones de la historia, que esto de que las desigualdades se trabajarán después es mentira y nunca sucede. Pero supongo que como en todas las revoluciones históricas, en el momento de resistir caemos en la misma trampa de dejarlo pasar y no molestar demasiado al curso de la gran Historia. Seguimos pensando, me temo, que nuestros problemas de género específicos no son lo suficientemente importantes y generarán divisiones innecesarias. Pero las divisiones, las desigualdades, existen: no se cancelan por no señalarlas, al contrario.


En el caso de nuestro presente en Catalunya, el patriarcado, el racismo y el clasismo están jugando una partida interesante. Una jugada que denunciamos y vemos muy clara cuando pasa lejos de casa, pero que aquí y ahora, o no vemos, o no nos atrevemos a denunciar, o nos da igual: el purplewashing, el pinkwashing y unos cuantos washing por los que todavía no tenemos ni nombre.


Estos días estoy afinando mi definición de purplewashing³ a la cual, hasta ahora, atribuía siempre trasfondo racista. Lo analicé por primera vez a través de la expulsión de una mujer con velo integral de un autobús de Vitoria-Gasteiz con la excusa de la seguridad y después a partir de los hechos de Colonia el fin de año de 2015, donde se acusaba a hombres racializados de haber agredido sexualmente en masa a mujeres blancas⁴. El componente netamente racista de esas ocasiones me hizo perder de vista que en el subtexto estaba, efectivamente, la clara intención de cosificar a algunas mujeres como nuestras y de invisibilizar a las mujeres racializadas como no-mujeres en tanto que propiedad de ‘otros hombres’ (no-hombres tampoco, de hecho, en tanto que racializados). Patriarcado racista como no puede ser de otra manera: el patriarcado, asumámoslo de una vez, lo es intrínsecamente.

A través los ejemplos que estamos viendo en el espacio-patria Catalunya, hoy definiría al purplewashing como la instrumentalización de la categoría «mujer» con fines oportunistas y con resultado de una invisibilización y neutralización de las luchas de las mujeres a través de un mecanismo de lavado de cara del grupo enunciador.

Vamos a ver cómo está sucediendo en el caso de Catalunya con algunos ejemplos paradigmáticos.

Equidistancia, neutralidad y censura

Actualmente cualquier intento de criticar el patriotismo catalán desde dentro es tildado automáticamente de equidistancia o, incluso, neutralidad. Estamos definitivamente instaladas en un binarismo que sólo admite que «estás con ellos o estás con nosotros», estás, literalmente, «con la revolución o con el opresor» que decía hace unos días Marta Rovira del partido Esquerra Republicana de Catalunya o con el bien o el mal que llegó a twittear Oriol Junqueras, presidente de dicho partido y actualmente encarcelado por el Gobierno central, copiando aquella frase desafortunada de George Bush, el gran referente.

Sobre el opresor no tengo ninguna duda pero, como hace tiempo que sabemos los feminismos, la dominación funciona a modo de una matriz definida por Patricia Hill Collins donde las cosas no son lineales ni unidireccionales, sino que están articuladas entre ellas. Ensambladas, parece ser el término de moda. Así pues, señalar el opresor como único cuando las mujeres, por ejemplo, somos sujeto subalterno en diferentes ejes (incluyo aquí el nacional y, por supuesto, el racial) pasa necesariamente por invisibilizar otros opresores y opresiones. Este el problema del washing, de la limpieza de cara.

En Catalunya estos enunciados han convertido el debate en una dicotomía positiva / negativa cerrada. Me maravilla, en el peor sentido de la palabra, que desmontar el binarismo de género no haya permeado en la irrealidad de otros binarismos como esta siendo el con ellos o con nosotras. Estamos en situación de ser buenas o malas, sin ninguna otra posibilidad. El discurso crítico hacia unos y otros simultáneamente se ha convertido en neutralidad por arte de magia, a pesar de que haya sido desde siempre el posicionamiento más radical. Que se vayan todos, coreábamos hace no mucho tiempo en la Plaza Sant Jaume de Barcelona, frente al Ayuntamiento de la Ciudad y el Palacio de Gobierno catalán, haciendo nuestra la voz surgida de Argentina. Esto se ha convertido, en el espacio-patria, o estás con nosotros ciegamente y callada, o estás contra nosotros. Una de las comparativas que he recibido yo más a menudo ha sido «o eres machista o eres feminista». Debo decir, de paso, que el mansplanning está a unos niveles considerables, y ya a nadie escandaliza tener hombres cis dándonos lecciones a las mujeres de feminismo para cancelar nuestras críticas al patriotismo. Todo vale. La idea de que estás con España o estás con Catalunya, que estás con el fascismo (España) o estás contra el fascismo (Catalunya) representada por el binomio machista / feminista es exageradamente problemática, neutralizante, machista y colonial.

catalunya-feminismo-patria-estado-1

Sobre el fascismo, sólo un apunte: En Catalunya tenemos grupos fascistas autóctonos bien conocidos que van haciendo camino mientras nos preocupamos sólo por una especie de fascismo, supongo que soñando que si nos desmarcamos del fascismo españolista, el otro desaparecerá por inanición.

Sobre la dicotomía machista / feminista, de entrada, hay muchas personas en el mundo y en Catalunya que luchan contra el machismo en espacios que no son ni se quieren nombrar feministas y que no tenemos ningún derecho de llamarlos así, por mucho que la traducción de estas luchas al marco referencial feminista pueda encontrar equivalencias. Por poner un ejemplo, la Sirin Adlbi Sibai se desmarca del feminismo para analizar el género en términos de islam decolonial. Se puede reconocer como válido o no, pero si nos estamos llenando la boca con la República Antirracista, es bien difícil invalidarlo sin más. Hay muchos espacios, pues, para no ser ni machista ni feminista sin ser en absoluto neutral y negar esta posibilidad, en este ejemplo concreto, es netamente colonial.

Tampoco me parece acertado considerar el machismo y el feminismo como polos opuestos de una misma realidad, cosa que hasta ahora sólo se utilizaba para invisibilizar el machismo en frases del tipo «ni machismo, ni feminismo: humanismo». No tengo claro que hacerle el juego a esta mirada sea un movimiento que nos aporte nada bueno.
La siguiente parte problemática de la cuestión es la comparativa.


Si estás con España o con Catalunya y, por lo tanto, o eres machista o eres feminista, sacad cuentas. El machismo evidentemente es España. ¿Y el feminismo? Queda así invisibilizado un machismo catalán que de pronto ya no existe porque Catalunya se ha convertido, de manera mágica y daliniana, feminista de por sí.


En esta línea, el día 4 de octubre recibí un whatsapp que circulaba comparando la situación de Catalunya con la situación de una mujer maltratada que no tuvo respuesta contundente, hasta donde yo sé, de la República Feminista, como se ha venido a denominar, con buena voluntad, la nueva República. Decía, y cito literalmente «Si hace días que sientes un nudo que a menudo te ahoga el estómago, no te asustes, somos miles que estamos igual. (…) Es la misma sensación que tienen las mujeres maltratadas que un día se plantan y hacen frente al maltratador». El mensaje seguía durante muchas líneas para concluir «porque mucho peor que esta sensación de ahogo en el estómago sería tener la sensación de que tienes que vivir para siempre con quien no te quiere y que no eres capaz de remediarlo».

No soy una experta en violencia machista, pero lo poco que sé es suficiente para entender que no va de dolores de estómago ni de amar o no amar. Esta es una banalización insoportable de la violencia machista como si fuera una cuestión meramente afectiva y no estructural, como si toda la responsabilidad de salir de la situación recayera sobre la víctima que tiene dolor de estómago y no sobre el entramado policial, judicial y social que no da una respuesta adecuada a la cuestión y que, además, la alimentan a partir de dinámicas educativas, relacionales y legales. Un entramado donde también participa Catalunya. Comparar, por si fuera poco, la patria con una mujer maltratada invisibiliza o, peor aún, victimiza los maltratadores catalanes, que son muchos y están muy bien protegidos por el entorno social. Como feministas nos tendría que hervir la sangre. Esto es un purplewashing de manual: capitalizar la lucha contra la violencia machista para invisibilizar y neutralizar esta lucha, limpiándole la cara a los maltratadores internos y, en nombre de la patria, neutralizar la rabia feminista delante de esta situación. La violencia machista no es capitalizable. Y todavía me pregunto en qué clase de República Feminista estamos soñando cuando hay hombres que se atreven a enviar estos mensajes paternalistas a mujeres, sabiendo que todas nosotras conocemos en propia carne qué son las violencias machistas.

catalunya-feminismo-patria-estado-

España como único referente

España nos está privando de mucho más de lo que creemos. Es muy interesante el diálogo entre la Spivak y la Segato⁵ sobre la voz subalterna. Si la primera afirma que la subalternidad no puede dialogar con el poder porque el diálogo mismo la convierte en poder, la segunda afirma que la subalternidad agarra la lengua del poder para este diálogo, pero es un disfraz temporal. La lengua subalterna, para ella, se materializa en espacios subalternos. España nos ha secuestrado estos espacios de lengua subalterna a través de una especie de hipnosis del poder que sólo nos permite hablar en relación a ella, a España. El hecho de que el diálogo-disputa-resistencia sólo se dirija a España también es una característica definitoria del espacio-patria. Y uno de los grandes problemas de este espacio es que queda implantado sobre el territorio. Una vez que se desocupa la crítica es muy difícil volver a recuperarla. No dudo que el trabajo feminista se está haciendo en espacios semi-privados: en las asambleas, los comités de barrio e ilusionadas con el famoso Proceso Constituyente donde sí podremos poner la palabra bien alta. Pero desocupar el espacio de opinión pública interna, catalana, nos pasará una factura muy alta. Pero las líneas que se traspasan quedan traspasadas. Y en el espacio-patria Catalunya tenemos maltratadores que se pueden comparar alegremente con mujeres maltratadas mientras las feministas esperamos pacientemente nuestro turno de palabra.

Todas estas trampas del discurso no nos aportan nada bueno. La República Feminista, si debe ser, debe serlo desde ahora, desde hoy, desde ayer. Dejando bien claro qué líneas no se pueden traspasar. Ni en nombre de la patria ni en nombre de nada.

*Por Brigitte Vasallo para La tinta.


¹ Colaboró en la traducción: Abel Moreno
² Procés d’Independència de Catalunya, entendido en su última etapa a partir de 2010.
³ Usé este concepto por primera vez en 2014, en este artículo: http://www.pikaramagazine.com/2014/12/velo-integral-el-feminismo-como-exclusion/
⁴ http://www.pikaramagazine.com/2016/01/vienen-a-violar-a-nuestras-mujeres/
⁵ http://www.mentesana.es/blogs/brigitte-vasallo/citar-mujeres-nombre-apellido-infantilizadas_1316

Palabras claves: Catalunya, España, feminismo, racismo

Compartir: