Saber, denunciar, creer

Saber, denunciar, creer
24 noviembre, 2017 por Redacción La tinta

Por Redacción La tinta

…Conciencia de desafiar el orden establecido,
tono de voz que muestra que uno se sabe subversivo,
ardor en conjurar el presente
y en llamar a un futuro cuya hora
uno piensa que contribuye a apresurar.
Michel Foucault. Historia de la sexualidad

Dicen que el miedo empieza a cambiar de bando y las mujeres ya no nos callamos más. Dicen también que el binomio hombre-mujer se empieza a desarmar y somos todas las oprimidas las que empezamos a pronunciar las violencias. No sólo aquellas explícitas. El golpe. La marca visible. El femicidio. La sangre. También aquellas violencias más difíciles de decir. Sabemos que estamos desafiando el orden establecido, con estas, nuestras voces que se saben subvirtiendo un orden marchista. Sabemos lo que dicen.

Nosotras, que siempre guardábamos secretos porque temíamos lo que podía pasar si se destapaba la olla, empezamos a hablar. Nosotras, que a veces nos culpabilizábamos de lo que nos ocurría, que justificábamos actos, empezamos a nombrarlos como violencias.

Al decir nuestras verdades sobre aquel amigo entrañable, la ex pareja que se dice feminista, el compañero de trabajo tan respetado o incluso, aquellas personas que guardaron silencios cómplices, dudamos esperando que nos crean. Hasta que nos dimos cuenta que somos una red inmensa de crédulas. De mujeres que pasamos por experiencias de violencias parecidas. Esas que pronunciamos y que ya no pueden volver a cocinarse tapadas.

Foto: Colectivo Manifiesto

Desnudar el machismo

Física, psicológica, sexual, económica, patrimonial, simbólica. Las violencias existen cuando se nombran y se las desviste colectivamente. Es bien sabido que las violencias machistas adoptan diversos ropajes. A veces se visten de rosa y nos susurran al oído cosas “románticas” como “sos mía y sin vos no puedo vivir. Si me dejás te mato”. Ni hablar de cuando aparecen por decenas una tarde de verano por la calle, “piropeando”, es decir, acosando. Otra veces las violencias se ponen unos borcegos militares y nos encierran en nuestras casas, prohibiendonos salir a menos que sea a hacer las compras y por la mañana. También ha ocurrido que las violencias se disfracen de conquistadores. Muchas, pero muchas veces, las violencias machistas se ponen traje y pasean por los juzgados.

Según la encuesta realizada por el Colectivo Ni Una Menos durante el 2016, el 97% de las mujeres sufrieron acoso en espacios públicos y privados. Este Primer Índice Nacional de Violencia Machista que obtuvo 59.380 respuestas de más de 1.800 localidades de todo el país, reveló que el 95% de las entrevistadas sintió alguna vez que estaba ante una situación que requería realizar una denuncia por violencia machista; de ellas, sólo el 21% pudo formalizarla en la comisaría, el 7% intentó pero no se la tomaron y el resto evaluó que no iba a ser tenida en cuenta.

En el último tiempo numerosas denuncias han salido a la luz, como declaraciones públicas, escraches en las redes sociales o denuncias formales. Los señalados como parte del problema fueron desde artistas internacionales, pasando por nacionales, hasta desconocidos escrachados en las redes. Una muestra de ello, es la web que surgió donde se enumeran todxs lxs artistas abusadores o cómplices, y abierta a que cada una se anime a seguir denunciando. El dominio va al hueso: “Tu ídolo es un forro”.

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(Foto: Colectivo Manifiesto)

La virilidad en decadencia

Respirar para sacar la voz,
despegar tan lejos como un águila veloz.
Respirar un futuro esplendor,
cobra más sentido si lo creamos los dos.
Liberarse de todo el pudor,
tomar de las riendas,
no rendirse al opresor.
Caminar erguido, sin temor,
respirar y sacar la voz.
Ana Tijoux. Sacar la voz

Rita Segato, desde hace muchos años, se viene preguntando por qué la masculinidad se transforma en violencia. Para desentramar la pregunta, la autora de La guerra contra las mujeres nos brinda algunas pistas. Una de ellas, se refiere a la “virilidad en decadencia”, consecuencia de pérdidas laborales y la caída económica. Según Segato, “Ellos” necesitan reafirmar que no están perdiendo ese poder que les da seguridad y entre otras muchas posibilidades, lo intentan retener siendo violentos contra mujeres u otras disidencias y con eso obtienen un efecto placebo temporal.

Pero ahora, los “machos” ya no pueden moverse cual pez en el agua. No pueden seguir reivindicando tan fácilmente el ser macho. Nosotras avanzamos, nos acompañamos, mientras las palabras van saliendo. A los gritos o silbando bajito. Con la vecina en la verdulería o en un taller de reflexión. Y así, vamos escuchando un “Yo te creo”, mientras compañeras, amigas, vecinas y hasta desconocidas, nos abrazan mientras decidimos denunciar.

Aunque la reacción en el entorno acompaña menos de lo que esperamos. No falta el que pregunta qué hacía a esa hora y en ese lugar la víctima, o la que cuestiona si tardó muchos años en hablar o duda acerca de por qué escupió tan rápidamente la verdad. Cuesta creerle a la víctima si no hay marcas físicas, o reprochan haber llegado hasta ahí solas y sin decir nada. La sociedad patriarcal tiene un inmenso aparato destinado a producir su “verdad”, esa que Foucault contribuyó a comprender en sus configuraciones mediante su trazado de la historia de la sexualidad, tratando de desentrañar los saberes que a ella se refieren.


Nos preguntamos por qué esa necesidad de que nos crean. Y ante estas palabras, nos re-preguntamos ¿Por qué no nos creerían, si en el mundo una de cada cinco mujeres ha sido violada? ¿Por qué no nos creerían, si una de cada tres ha sufrido abusos?


Cuando empezamos a desvestir al machismo, nos damos cuenta de dos cosas: la primera es que tiene un baúl añejo al lado lleno de prendas de todos los colores. La segunda es que si hurgamos en él, nos encontramos con algunas que nos resultan familiares, que vimos en algún momento de nuestras vidas en la calle o en nuestras casas o en la cama.

Cuerpos denunciantes

“…La jurisdicción es el propio cuerpo,
sobre el cuerpo y en el cuerpo”.
Rita Segato

En Córdoba, el Centro de Comunicación Popular y Asesoramiento Legal (CECOPAL) -que integra la Red de Participación Social Córdoba- decidió recientemente suspender a un integrante de la asociación civil que hacía una veintena de años ocupaba un puesto jerárquico en la institución.

Cuando el violento dejó su cargo al frente del establecimiento, dos trabajadoras de Cecopal perdieron el miedo y decidieron contar lo que habían sufrido. Lo denunciaron por violencia psicológica, amenazas y hostigamiento. Ante esta situación, la asamblea de socios y socias de la asociación decidió confiar en el relato de sus compañeras, acompañar, y finalmente apartar al acusado.

Poder parar la pelota y tomar una determinación semejante es siempre un gran esfuerzo que requiere que se desencadene un recorrido difícil. Camino en el que la gran mayoría de las instituciones, personas o espacios suelen dar la espalda. Son muchos los varones que salen públicamente a defender a sus colegas abusadores con excusas terribles, sosteniendo el pacto entre machos. También son numerosas las mujeres que ponen en duda las palabras de las congéneres, siendo víctimas ellas también de diversas violencias machistas.

A mediados de agosto -de cara a este camino de revisión, deconstrucción y construcción- Cecopal inauguró en su sede un mural de mosaico titulado “Libres, autónomas y luchadoras”. En este marco, se reunieron organizaciones sociales, colectivos de mujeres y vecinxs para dialogar sobre la violencia hacia las mujeres en general, y sobre la violencia en las instituciones en particular.

En ese contexto Ana Bertarelli, coordinadora del Equipo de Jóvenes de la institución, se refirió a la violencia machista que se da en todos los ámbitos de la sociedad: “Nos preocupa, pero más que preocuparnos queremos compartir con ustedes que nos ocupa. Y nos ocupa al hacer un mural, cuando trabajamos en las escuelas con los jóvenes en los talleres, en la radio”.

Explicó además que “así como nos ocurre a las que trabajamos en distintos sectores de la ciudad escuchar a mujeres que son víctimas de violencia, nos pasa que en las mujeres con las que trabajamos nos cuesta más advertir que pueden estar atravesadas por problemáticas de violencia”.


Bertarelli llamó a los presentes a estar atentas y atentos, porque “incluso nos pasa a las organizaciones que trabajamos con mujeres. Nosotros como organización civil no escapamos a esto, nosotros también al interior de nuestras organizaciones tenemos que estar alertas”.


La verdadera lucha que tenemos que encarar contra el patriarcado se lleva a todos los espacios que habitamos, en cada rincón de nuestra vida, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Forma parte del todo no tolerar más esa violencia solapada o abierta a la que nos someten y levantarnos sin miedo, porque somos muchas las que nos creemos. Hacernos de las herramientas que tengamos a mano, ir mutando y transformando las maneras de vincularnos y sobre todo generar redes de contención.

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(Foto: Colectivo Manifiesto)

*Por Redacción La tinta / Imágenes: Colectivo Manifiesto.

Palabras claves: Cecopal, escrache, Violencia de género

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