Adiós al IUNMa
Hay decisiones que definen vidas. Gestos precisos en el lugar indicado, en el momento oportuno. Es un instante. Se atraviesa la puerta de un despacho sombrío con las convicciones en las mochilas y se sale, minutos después, con las convicciones intactas, pero, además, con la dignidad fortalecida; dignidad, digamos, es eso que ha sido arrojado, por muchos, en estos tiempos de relativismo, al canasto de los desechos.
Por Gustavo Cirelli para Contexto
Este 2017, ajetreado por angustias que parecían superadas y por la prepotencia oficial que no parece tener fin, tuvo una bisagra, quizá sutil, que en medio de tanta bruma macrista pasó desapercibida, entre otras razones, porque las usinas que alimentan las agendas informativas la ocultaron. El diario Página/12 sí narró que el lunes 9 de octubre, 17 trabajadores del Instituto Universitario Nacional de Derechos Humanos Madres de Plaza de Mayo (IUNMa) le dijeron en la cara al interventor Javier Buján que no da todo lo mismo, que para felpudo contrate a un puñado de trolls y demás carroñas del sótano del oficialismo, que para reescribir la historia no contará con ellos, porque ellos, 17 trabajadores que desde hace años caminan junto a las Madres, prefieren la intemperie que la traición, prefieren la heladera vacía que sumarse al pelotón de claudicantes. Un ejemplo en el que deberían al menos intentar mirarse propios y extraños.
La secuencia fue la siguiente:
Desde hace meses las Madres sufren el acoso oficial que amenaza, incluso, con arrebatarles el archivo que contiene sus 40 años de lucha, un patrimonio de la humanidad que un funcionario que no tendrá ni siquiera una nota al pie cuando se escriba la historia de estas cuatro décadas pretende quitarles. Una trama que combina además la intervención del IUNMa por parte del Ministerio de Justicia a cargo de Germán Garavano. El gobierno nacional, a través de sus mandantes, quiere desconocer la relación entre el instituto universitario con la Asociación que preside Hebe de Bonafini, que fue quien lo creó: “Esta es una institución pública, no tengo nada que hablar con las Madres de Plaza de Mayo”, recuerdan los trabajadores que les dijo Buján.
La Universidad Popular de las Madres de Plaza de Mayo se inició en el año 2000, con un objetivo que se mantuvo a lo largo de los años: apostar a la educación popular. En 2014, la Ley Nº 26.995 formalizó su funcionamiento como Instituto Nacional. El cambio de matriz política en la Argentina desde diciembre de 2015 desconoce la razón de ser de un proyecto alternativo, que entre sus metas tuvo la inclusión y la defensa de los derechos humanos como horizonte.
“Manifestamos motivos”, se lee en el encabezado de las tres carillas fechadas del 9 de octubre pasado en la Ciudad de Buenos Aires que los trabajadores le enviaron a Garavano. Un texto que debería ser de lectura obligatoria entre quienes anhelan un porvenir más respirable. Algunos fragmentos de la carta:
Los trabajadores “habiendo guardado expresas instrucciones razonables por varios meses, en las que el rector u otrx funcionario nos manifieste nuestra ocupación laboral con prudente plazo, razonabilidad, respeto y definición de tareas para regularizar las actividades, y ante el incómodo silencio y excesiva negligencia de las autoridades y funcionarios, la ausencia de organización académica, estructura, direcciones específicas, junto a los recientes despidos intempestivos, arbitrarios y maliciosos de compañerxs, que lesionan los derechos a la alimentación, vivienda, salud y educación suyos y de su grupo familiar, decidimos comunicarnos nosotros con el Rector organizador para informarnos de la marcha de la organización y nuestro futuro, quien nos ha manifestado recientemente que no respetará el proyecto de las Madres, contrariando los fines y objetivos institucionales […] Un devenir del IUNMa que niega a sus impulsoras –las Madres de Plaza de Mayo– tanto como su propuesta educativa resulta una abierta contradicción con su espíritu […] Por todos estos motivos nos sentimos gravemente injuriados, no permitiendo que intente vulnerar nuestra libertad y dignidad, habiendo agotado todo medio de diálogo, por lo que no nos dejan otra posibilidad que desistir de las imposiciones ilegítimas, arbitrarias y maliciosas del Rector organizador y de los funcionarios, que confiesan en forma manifiesta su ánimo de hostilidad hacia la institución de derechos humanos de reconocimiento internacional que son la memoria histórica y social de nuestro país y del mundo, que creó el organismo […] En esa coherencia, resuelta evidente que no puede haber una ‘defensa irrestricta de los Derechos Humanos’ tal como lo exige e impone el art. 3 del estatuto, ni ‘democratización de la vida colectiva’ del art. 5 si paralelamente se hostiga y persigue a la Madres de Plaza de Mayo […] Claro que menos aún ello ayuda a ‘Contribuir a la preservación de la Memoria de la conciencia histórica, y la búsqueda de Justicia como patrimonio cultural irrenunciable del pueblo argentino, en el marco de la democracia y del respeto de los Derechos Humanos, recuperando y vivificando la experiencia de las Madres de Plaza de Mayo y los distintos sujetos sociales comprometidos con la justicia, la democracia y la lucha contra el olvido y la impunidad’ que edicta la normativa institucional”.
La carta cierra con la firma de los 17 trabajadores, que aquella tarde de lunes, al pisar la sede de la Asociación, fueron aplaudidos, abrazados, reconocidos entre lágrimas de emoción y orgullo por las propias Madres, curtidas en construir libertad a partir de las convicciones.
Al IUNMa lo vaciaron de su esencia. Resignificarlo en contra de su propio ADN es tan absurdo como negar la historia misma. Lo dijo la propia Hebe días atrás: se convirtió en “una institución macrista” desde el momento en que se intervino. Y subrayaron que “el IUNMa, el Instituto que devino de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, ya no tiene nada que ver con ellas”. Una aclaración que “consideran importante que se sepa para que lxs nuevos inscriptos, estudiantes y docentes no tengan ninguna confusión y no sea engañados…”.
Clarísimo. Como el pañuelo blanco. Como cada acto de dignidad ante ese puñado de funcionarios oscuros.
*Por Gustavo Cirelli para Contexto